Estamos presenciando un mundial de fútbol masculino que para nada está exento de polémicas; uno de los escenarios donde se vive es en las escuelas. En este momento, muchas de ellas están decoradas con banderas de varios países y el mundial se vuelve una excusa para realizar actividades educativas en torno a la diversidad cultural.

Es por ello que quiero reflexionar sobre algunas estrategias educativas que pueden contribuir en este proceso, en particular la educación intercultural y los aportes a la misma de la pedagogía decolonial. También busco que sirvan para reflexionar sobre las temáticas que emergieron con mucha fuerza en este mundial en particular.

¿Qué es la educación intercultural?

La educación intercultural tradicional se pone de moda a partir de los años 90, y busca convertir a la multiculturalidad en una situación de interrelación y aprendizaje desde el pluralismo, la igualdad y el respeto mutuo.

Entre sus funciones se encuentran:

  • promover relaciones positivas entre distintos grupos culturales
  • reconocer la diversidad global
  • confrontar la discriminación, el racismo y la exclusión
  • proponer al diálogo democrático como la fuente de entendimiento cultural
  • romper con la linealidad a favor de la pluralidad narrativa
  • formar una ciudadanía consciente de las diferencias y capaz de trabajar conjuntamente en la construcción de una sociedad justa, equitativa, igualitaria y plural

Sin embargo, existe un problema con esta perspectiva, y es que deja de lado, oculta y minimiza las relaciones de poder, dominación y colonialidad que existen hasta el día de hoy en el mundo. Por ello, la estrategia que se propone aquí es la interculturalidad crítica, apoyada en la pedagogía decolonial.

Interculturalidad crítica, una educación de-colonial

La interculturalidad crítica surge de la pedagogía decolonial. Esta perspectiva incluye una serie de acciones, prácticas, metodologías y epistemologías que develan el mundo colonial y proponen una reconstrucción de sentidos desde la real diversidad, la re-existencia y la autoafirmación identitaria.

Se trata de una pedagogía que busca denunciar y transformar la opresión por medio de la descolonización del: saber, ser, las prácticas socioculturales y el currículum. (Pardo, J. et. al, 2020)

Estos discursos han surgido de movimientos sociales (indígenas, afroamericanos, feministas y ecologistas) que buscan visibilizar identidades hasta ahora subalternas (de etnia, género, cultura, clase, etc.) frente a las jerarquías de saber-hacer-poder dominantes. Autoras como la antropóloga dominicana Ochy Curiel o la filósofa italo-estadounidense Silvia Federicci mencionan que la colonialidad es la base de los procesos de construcción de la modernidad, el capitalismo y el patriarcado.

En este proceso se destacan dos grandes momentos que afectan en particular a nuestro país: el primero refiere a la dominación europea en los territorios de Abya Yala o América Latina y el segundo está asociado a la experiencia anglosajona y el posterior liderazgo de Estados Unidos. Esta segunda etapa se caracteriza por el neoliberalismo, la explotación de los recursos, megaproyectos económicos y privatización de la vida (usted está aquí).

En cada una de estas etapas se desarrollaron sistemas educativos que responden a dichas necesidades. Es por ello que en el campo de la educación, cuestionar estas lógicas se pone enredado.

Pensando en algunas posibles estrategias educativas (a partir de los aportes de Catherine Walsh, referente de la pedagogía decolonial en Abya Yala, o Latinoamérica):

  • Ver a la educación como un espacio/encuentro discursivo humanizante que cuestiona, critica y problematiza.

  • Reconocer que los conocimientos provenientes de “nortes globales” como Estados Unidos y Europa se imponen al resto del mundo con pretensiones de universalidad.

  • Enunciar y analizar las intersecciones entre las opresiones por razón de género, raza, clase social o identidad sexual, entre otras.
  • Incorporar discursos y análisis de grupos sociales más desaventajados desde razonamientos contextualizados y no idealizados.
  • Educar en participación, ensayar formas de organización social, aprender del éxito del trabajo colectivo y el bien común.
  • Situar el cuidado en una posición central, ya que permite la subversión de los valores capitalistas, competitivos e individualistas promovidos por la educación tradicional.

En resumen...

La educación interculturalidad crítica propone que no basta con hacer banderas o ferias de países, o buscar “llevarse bien” y convivir entre diferentes culturas. Hay también que generar experiencias educativas que apunten a cuestionar aspectos como el eurocentrismo y el colonialismo del conocimiento; al cisheteropatriarcado, o la colocación de la humanidad por sobre la naturaleza. En síntesis, cuestionar la lógica del capitalismo y apuntar a la construcción de otra sociedad.

El mayor argumento de la importancia de esta educación puede encontrarse en las palabras del pedagogo Paulo Freire: “Si mi presencia no es neutra en la historia, debo asumir del modo más críticamente posible su carácter político, (...) debo utilizar todas las posibilidades que tenga para participar en prácticas coherentes con mi utopía y no sólo para hablar de ella” (2001, p. 43).

Ximena García es socióloga, diplomada en estudios feministas y actualmente cursando una Maestría en Investigación en Educación en España.

Referencias

Freire, Paulo ( 2001). Pedagogía de la indignación. Ed. Morata.
Pardo, J, Martínez, I. y García, M. (2020). Sentido de la educación para la ciudadanía desde pedagogías feministas, críticas y decoloniales. Una propuesta para la formación del profesorado. Revista Izquierdas. ISSN-e 0718-5049, Nº. 49.
Walsh, C. (2009) Interculturalidad crítica y pedagogía de-colonial: in-surgir, re-existir y re-vivir, en Educación Intercultural en América Latina: memorias, horizontes históricos y disyuntivas políticas, Patricia Melgarejo (comp). Universidad Pedagógica Nacional–CONACIT, editorial Plaza y Valdés.