Tras tres años y medio como presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), este jueves Robert Silva presentó su renuncia para ser precandidato a la presidencia de la República por el Partido Colorado (PC) y así cumplir con el plazo constitucional para integrar listas a cargos legislativos. Fue un tiempo intenso, marcado primero por los impactos de la pandemia de la covid-19 en la educación y luego por la Transformación Educativa que impulsó.

Su estilo de gestión, que priorizó la concreción de cambios antes que los grandes acuerdos, lo llevó constantemente al choque con los sindicatos y gremios estudiantiles, que lo han acusado de imponer los cambios y de violar la Ley de Negociación Colectiva. De hecho, luego de su renuncia, el portal del PIT-CNT publicó una nota titulada: “Renunció el hombre del fracaso”, en la que se plantea que Silva “encabezó un período oscuro, de mala calidad cultural, de desprecio a las ideas y de abierta intolerancia hacia el pensamiento crítico”. La nota agrega que su gestión “se caracterizó por la persecución a docentes, los intentos de eliminación de los sindicatos, los feroces recortes presupuestales y por haber liderado una embestida contra la educación pública sin precedentes en los últimos años”.

Desde la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria hicieron referencia a la promesa de campaña del PC de construir 136 “liceos modelo” y señalan que 135 de ellos quedaron “en deuda”, en alusión a la cantidad de nuevos Centros María Espínola. Al mismo tiempo, al pasar raya, el sindicato plantea que 238 de 240 Asambleas Técnico Docentes liceales se manifestaron en contra de la reforma curricular en bachillerato y que Silva es responsable por 187 millones de dólares de recorte presupuestal en la ANEP desde 2020.

En tanto, desde filas oficialistas la valoración de su gestión es sensiblemente distinta y en las evaluaciones realizadas por distintos actores ha primado la figura de Silva como un reformador. Por ejemplo, la diputada colorada de Ciudadanos María Eugenia Roselló posteó un mensaje de apoyo a la gestión del expresidente del Codicen en el que sostuvo que “transformar la educación es un desafío que requiere coraje y convicción”. Además, planteó que “implica superar obstáculos, cuestionar el status quo”, luego “de tantos años en los que predominó la poca y mala gestión”. “Robert Silva transformó la educación con una fuerte determinación. A muchos les duele”, sostuvo la legisladora.

En diálogo con la diaria, Juan Pedro Mir, recientemente incorporado al Partido Independiente (PI), destacó el fuerte liderazgo de Silva para llevar adelante la Transformación Educativa y planteó que el balance de su gestión es positivo, más allá de diferencias ideológicas que pueda tener con el exjerarca. Según consideró, “cuando aparecen actores con ese nivel de compromiso” es algo que “le hace bien al país”.

Mir señaló que en el país y la región prima una cultura política por la que los cambios en educación no son posibles sin un tipo de liderazgo como el que construyó Silva en los últimos años, incluso para confrontar. Según agregó, dicho liderazgo faltó en los gobiernos del Frente Amplio y también en el último del Partido Nacional; para Mir, un liderazgo de ese estilo sólo es comparable con el del también colorado Germán Rama.

De todas formas, vio a Silva “muy solo” en la exposición de los fundamentos de la transformación, por lo que hubiera necesitado un poco más de acompañamiento, sobre todo en primaria y secundaria, ya que en UTU el director, Juan Pereyra, cumplió bien ese rol, según entendió. Mir se mostró de acuerdo con “la esencia” de la Transformación Educativa, sobre todo por políticas como la conformación de un marco curricular común basado en competencias, los pasos “hacia una nueva carrera docente” y haber continuado con políticas de extensión del tiempo pedagógico. De todas formas, consideró que los lineamientos de la reforma deberán ser “profundizados” a futuro, por ejemplo, con más dotación presupuestal y la mejora en la negociación con actores sindicales.

El integrante del PI también valoró la conducción de Silva en la ANEP durante la pandemia y señaló que “fue uno de los puntos más altos” de su gestión. Para fundamentarlo, lo resumió en que Uruguay fue el país que tuvo el retorno a la presencialidad más rápido en América Latina, ya que las clases presenciales se suspendieron el 13 de marzo de 2020 y el proceso de retorno comenzó el 22 de abril y se extendió hasta el 29 de junio de ese año.

Cambio de paradigma

Según dijo a la diaria Antonio Romano, docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y exdirector de Planeamiento Educativo de la ANEP, la gestión de Silva presenta tres nudos problemáticos. Uno de ellos es “el avance del Poder Ejecutivo y la instrumentalización de la política educativa al servicio de intereses políticos partidarios”. Según dijo, ello tiene que ver con el motivo de la renuncia de Silva y planteó que desde la reforma constitucional de 1918, que consagró la autonomía de la enseñanza, no tiene recuerdos de un jerarca de la educación que haya “tratado de capitalizar su gestión como candidato”, que es lo que está ocurriendo en este caso, según consideró.

En suma, Romano planteó que una muestra de este cambio de paradigma también fueron algunas políticas impulsadas por el actual gobierno, como el “alineamiento” entre la ANEP y el Ministerio de Educación y Cultura, a partir de la ley de urgente consideración.

El segundo nudo problemático planteado por Romano tiene que ver con contradecir otra tradición uruguaya: que las políticas no se identifiquen con una concepción pedagógica en particular. Según analizó, ello se dio siempre por la existencia de “cierta impronta liberal” y del “respeto al pensamiento de las minorías y a la idoneidad de los docentes para implementar en su clase las propuestas de enseñanza”. Por el contrario, la política definida por la actual ANEP va en un sentido contrario, ya que la Transformación Educativa está enmarcada en la centralidad del estudiante y las competencias. Independientemente de si se está de acuerdo con la orientación tomada, Romano definió esta manera de proceder como una forma “dogmática de la enseñanza”.

El tercer aspecto problemático planteado por el especialista en historia de la educación es que la política educativa pone énfasis casi únicamente en el aprendizaje y, por lo tanto, “vuelve prácticamente irrelevante a los actores docentes y a la enseñanza”. Según analizó, esa concepción se debe a que la reforma educativa no cuenta con el apoyo mayoritario de los docentes y, por lo tanto, se opta por “sacarlos de escena”.

En tanto, entre algunos puntos positivos de la gestión de Silva, Romano planteó que, más allá de no estar de acuerdo con la forma en que se hizo, se pusieron algunos temas en discusión, como la revisión de los reglamentos de evaluación y la repetición, aunque se hayan registrado cambios que consideró “tenues”. Si bien dijo que el tema ya se venía discutiendo en el gobierno anterior y el propio Silva estaba en desacuerdo con dicha revisión, lo consideró un avance, igual que haber generado cambios en bachillerato. Al respecto, Romano opinó que si bien no se lograron modificar aspectos “centrales” por la forma en que se procesaron los cambios, se dio un paso en repensar la formación propedéutica que, al mismo tiempo, corresponde a un tramo obligatorio de la educación.