Renato Opertti es uno de los principales referentes en temas educativos de Uruguay. Actualmente se desempeña como especialista senior en educación de la Unesco, es presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos y coordinador de la Cátedra en Educación Híbrida de Unesco en la Universidad Católica del Uruguay. En los últimos años fue fundador y líder de la organización Eduy21, que se diluyó porque no estaba siendo tenida en cuenta para aportar al proceso de cambio educativo en el que incursionó la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). Entrevistado por la diaria, Opertti aseguró que, de todas formas, fue esa organización la que instaló la necesidad de una transformación educativa en Uruguay.
Si bien asegura que la denominada transformación educativa recogió algunos aspectos básicos de la transformación propuesta en su momento por Eduy21, entiende que los cambios definidos no fueron todo lo ambiciosos que necesita la educación en el mundo de hoy. Uno de sus principales cuestionamientos es que el actual proceso de reforma presenta debilidades para mantenerse en el largo plazo, principalmente porque las autoridades de gobierno no se propusieron construir acuerdos plurales. En ese contexto, señaló que no es deseable que la educación sea utilizada como “trampolín” para intereses electorales, porque, justamente, debe responder a otros tiempos y lógicas. De la misma manera, consideró que quien dirija el principal ente educativo del país debe tener el acuerdo de todo el sistema político, a diferencia de lo que ocurrió esta semana, cuando el Parlamento votó la venia de Virginia Cáceres sólo con los votos de la coalición de gobierno.
Opertti se define como socialdemócrata pero sin filiación político partidaria, y pregona que referentes de distintas ideologías y líneas de pensamiento busquen acuerdos para que el sistema educativo dé respuesta a las necesidades del mundo actual, que son complejas. Actualmente lo desvela generar las condiciones para que las infancias y adolescencias puedan vivir un mundo “habitable y sostenible”, y considera que es clave incorporarlos de forma significativa en el diseño y el pienso del currículo. Recientemente se ha incorporado a la fundación Ágora, donde se dedicará a la visión comparada internacional con el objetivo de poder incidir en otra forma de pensar las políticas públicas en el país.
Venís planteando la necesidad de una transformación en la educación desde hace años, ¿la transformación educativa ha cumplido tus expectativas?
Algunas sí, otras no. Por ejemplo, contribuyó a que el país pudiera plantearse algunos debates que habían estado un poco subyacentes, como toda la discusión en torno a desarrollar enfoques más vinculados a la capacidad de los alumnos de responder a desafíos. Ahí hay una clara intencionalidad de alinear a Uruguay a lo que es el mundo de hoy. También fue importante empezar a hablar de una educación más unitaria, más integrada. Plantear una educación que buscara conectar primaria y media a través de una Educación Básica Integrada (EBI) nos parece que es importante en virtud del alto desgranamiento que hay entre ambos niveles. Otro tema positivo es la búsqueda de fortalecer los centros educativos en su capacidad de responder a situaciones, a problemas propios, y darles mayor capacidad de influencia a las políticas educativas. Es un tema que sale de la discusión tradicional de autonomía sí o no y tiene que ver con darle al centro las herramientas para que pueda operar mejor.
Algunas de estas propuestas fueron planteadas en su momento por Eduy21.
En estas tres cosas tuvo mucho que ver. Técnicos de diferentes partidos estaban de acuerdo, gente con diversas sensibilidades. Eduy21 instaló la idea de que había que transformar la educación, de la que empieza a hablarse fuertemente a partir de que se lanza el libro abierto. Eso es positivo y la expectativa se logró cumplir en parte. El proceso de transformación educativa ha tenido la dificultad de acordar para el largo plazo. Al igual que podría decir que sería regresivo y hasta tremendamente negativo para la formación de las nuevas generaciones volver a una educación que ya no existe, porque el mundo cambió; también nos parece inconducente hacer una transformación que no tenga las apoyaturas necesarias para sostenerse en el largo plazo. Eduy21 planteó un corpus de ideas, herramientas y estrategias que tenía dos o tres características fundamentales. Una era la visión integral del cambio educativo.
Se habló con todos los candidatos a la presidencia, y todos fueron buenos diálogos. Eso incluso se reflejó en las plataformas electorales, pero después esa idea de que no hay un cambio transformacional sin sistema político que lo apoye no se coronó. Una vez que Eduy21 dejó de funcionar o tuvo una menor presencia en el debate público, no se habló más de acuerdo político. Hoy no hay ningún candidato que esté hablando de eso, por lo menos explícitamente. Es inconducente hacer una transformación que no tenga un acuerdo detrás porque no es sostenible.
¿Cómo analizás la transformación curricular de los bachilleratos?
Va en línea con algunas cosas fundamentales que pasan en el mundo; una educación media superior más unitaria, menos compartimentada entre educación técnica y secundaria, con mayores posibilidades para que los jóvenes opten, con una mayor formación básica universal para todos. Son tendencias que uno puede ver en varios países. Pero esta transformación, si tiene algún tipo de impacto, lo va a tener a partir de las próximas administraciones de gobierno. La próxima elección la puede ganar cualquiera, pero incluso si gana la coalición de gobierno, no hay [certeza de que se mantenga la política]. Cuando Rama dejó delineada una transformación educativa, vino después la administración [de Javier] Bonilla, que no continuó con las suficientes fuerzas y descontinuó con algunas cosas fundamentales.
Pablo Cayota decía en una entrevista que es un tema de matices. Yo creo que sí, que hay expectativas positivas en haber colocado la transformación como tema central; nadie hoy está diciendo que se opone a transformar la educación.
Incluso los colectivos docentes que se oponen a los cambios en marcha han dicho que no se oponen a generar cambios.
Eso es muy importante. La transformación de la educación es un movimiento mundial que lidera Naciones Unidas [ONU], la Unesco, que tiene un hito fundamental el año pasado, en la Cumbre sobre la Transformación de la Educación que lideró [el secretario general de la ONU], António Guterres. Algo que no veo tanto ni en el gobierno ni en los sindicatos es lo que dice la Unesco, que ese movimiento educativo tiene que ser intergeneracional. Acá lo que está faltando es la presencia de los jóvenes como actores fundamentales.
Cayota mencionaba el tema presupuestal. Creo que la transformación requiere invertir más y mejor en educación, ahí tenemos un debe. Eduy21, en aquel momento, para una transformación anterior, planteaba por lo menos un punto del producto interno bruto destinado a la ANEP. También se requiere una gestión educativa mucho más unitaria, porque si bien la actual transformación va hacia una educación que quiere renovarse, el sistema sigue funcionando a niveles fragmentados en secundaria, UTU y primaria. A veces se dice que la ley de urgente consideración hizo lo que Eduy21 decía. No, lo que planteó Eduy21 era mucho más; se planteaba un sistema integrado de gestión, en el que los propios directores de primaria, secundaria y UTU formaran parte del Codicen con voz y voto y fueran la unidad de coordinación de la política. Estaba el presidente, los tres directores y los representantes docentes, porque nunca los pusimos en cuestión. Lo que se planteó fue un avance en cuanto a darle mayor gobernanza al sistema, fue positivo en ese sentido, pero no refleja cabalmente lo que Eduy21 planteó.
Otro tema importante que Bruno Gili ha planteado muchas veces es que le falta una teoría del cambio. Ello requiere ver cómo los diferentes actores se incorporan, se ven, se analizan, se comprometen. Acá ha habido un proceso muy dinámico, muy intenso del presidente de la ANEP, lo que destaca su indeclinable compromiso con la educación pública. No obstante, ese excesivo centralismo y esa falta de ver a la sociedad civil ha hecho que la discusión de la transformación sea una discusión crispada, porque faltan otros actores. Todavía no entiendo cómo el gobierno no habilitó más espacios de la sociedad civil para seguir trabajando en estos temas. Eduy21 dejó de funcionar porque evaluamos que no estábamos logrando incidir en un diálogo que era entre otros, no estábamos en la mesa. Necesitamos espacios de construcción más plural. Me da la impresión de que finalmente al sistema político le gusta hablar consigo mismo. Y a todos los partidos.
Juan Pedro Mir dijo que notó al presidente del Codicen, Robert Silva, un poco solo a la hora de defender la reforma. ¿Tu planteo va en esa línea?
Nosotros no hemos tenido participación en la transformación educativa. Hemos sido convocados en algunas instancias por Adriana Aristimuño, con quien tenemos un enorme aprecio personal y profesional, pero Eduy21 nunca fue convocado para ser copartícipe de los procesos. La visión de la ANEP es muy centralista: tienen incorporado que son el sistema educativo. Y yo creo que eso ya no va más en el mundo. Hoy en día, la construcción de política educativa y social requiere de mayor coordinación horizontal, mayor diálogo con diferentes actores. El mundo muestra que los buenos sistemas educativos permiten espacios flexibles de coordinación con distintos actores, públicos, privados, sociedad civil, que no ponen barreras, que buscan facilitar los aprendizajes de diferentes formas.
Gili ha dicho con mucha claridad que es una organización que está obsoleta en su forma de ver las cosas, porque pertenece a un mundo que ya no existe. No les atribuyo intencionalidad a ninguno de los actores que están dentro del sistema, pero opera de una manera... Uno entra a Ceibal y entra a la ANEP y la distancia es enorme. Y no es una distancia económica, es de modo de trabajo, de apertura al mundo, de concepción educativa. Ceibal es un claro ejemplo de una construcción política pública formidable. La ANEP tiene que ser una institución mucho más abierta y flexible. Esto no quita que tiene que haber un liderazgo y entiendo que Silva ejerció su liderazgo, a su manera, con sus luces y sombras, pero lo ejerció. No fue omiso, como sí lo fueron otros presidentes de la ANEP.
La parte de repensar la institución educativa es muy importante. Las expectativas que uno tendría hacia el futuro sería un acuerdo político de largo aliento, que los candidatos de los partidos pudieran sentarse en una mesa y no solamente firmar un acuerdo. Hay cosas que tienen que estar claras para la gente y para los educadores. Por ejemplo, los enfoques por competencia, que son los que en el mundo se conocen como la capacidad de responder a problemas, algo que hacemos todos los días. Los partidos políticos tienen que posicionarse sobre esos temas. Sobre todo el FA, que ha tenido idas y venidas internas. Estoy convencido de que los principales referentes de educación del FA coinciden con la necesidad de un enfoque de competencias, pero no lo dicen explícitamente, con lo que queda siempre el manto de incertidumbre. Si mañana gana el FA, ¿qué pasa con el enfoque por competencias?, ¿qué pasa con la EBI? Eso lo tienen que responder, como también el gobierno tiene que darse cuenta de que sólo es inconducente.
Tienen que explicitar y transparentar sus visiones. No hacerlo está haciendo daño, porque los educadores están en el terreno, son los que asumen el desafío diario, y las señales del sistema político no son claras. Escuchaba que algunos partidos están discutiendo volver atrás. Para mí desandar todo esto sería un acto de gran egoísmo con la formación de las nuevas generaciones. Esto no quiere decir que esta transformación sea totalmente perfecta, no lo creo. Una cosa es la transformación en sus grandes trazados y otra cosa en la currícula concreta. En las asignaturas es muy tradicional, porque de hecho el sistema es así. El sistema puede definir grandes marcos normativos nuevos, pero en su modus operandi es un sistema tradicional.
¿Por eso se explica que los principales cuestionamientos a los nuevos bachilleratos tuvieron que ver con asignaturas que reclamaban mayor carga horaria o un cambio de nombre?
Por ejemplo, estuvo el caso de Filosofía. Hoy más que nunca necesitamos Filosofía en todos los niveles educativos. En un mundo donde los jóvenes están enfrentados a ser manipulados por diferentes medios, con un creciente uso de la inteligencia artificial, más que nada la educación tiene que generar la capacidad de pensamiento autónomo y libre. Pero esas discusiones no se dan en el terreno del pensamiento, sino de discutir cuántas horas saco, cuántas horas me quedan.
El sistema político y la educación en parte no están viendo la escala de transformación que la educación tiene que tener para un planeta sostenible. Eduy21 hizo el planteamiento de transformar para cambiar la manera de educar, de aprender, para buscar nuevas formas en que los centros educativos se relacionan con la comunidad, buscar un sistema más cohesionado. Ello fue en un mundo marcado por la cuarta revolución industrial, la educación requería ser repensada porque había una automatización creciente de las tareas de todos nosotros y había que darles a los alumnos las herramientas para que pudieran responder a esos desafíos, que necesitaban mucha más capacidad de pensamiento, de producción, de análisis.
La transformación educativa de hoy no solamente responde a la cuarta revolución industrial, responde a otras tres irrupciones fundamentales. La que está asociada a la sostenibilidad; vivimos en un mundo en el que la relación de los humanos con la naturaleza es insostenible. Cambio climático, biodiversidad, pero también insostenibilidad desde el punto de vista social, cultural, entre gente que no se pone de acuerdo, basta ver las guerras y los conflictos. Está el tema de la disrupción por la covid-19, que nos cambió la vida y que nos abrió a nuevas formas de educar y aprender, a nuevas formas de conectarnos, de entendernos. Y está la creciente disrupción de la inteligencia artificial generativa, que implica una nueva relación entre los humanos y las máquinas, en la que el problema no es la inversión en inteligencia artificial per se, sino la inversión en inteligencia humana para direccionar y orientar la inteligencia artificial. Ese mundo disruptivo requiere de un cambio educativo fenomenal, que es mucho más profundo incluso que lo que planteaba Eduy21.
Lo que me angustia es que no veo que se esté discutiendo el calado de transformaciones que la educación tiene que tener para que las nuevas generaciones puedan gozar de una vida en un mundo habitable y sostenible.
¿Qué mecanismos podrían generarse para incorporar de mejor manera la mirada de los jóvenes?
Por ejemplo, cuestiones como las que está impulsando Unicef muy bien a nivel nacional, que son diálogos con los jóvenes, mesas, para conocer sus percepciones, sus inquietudes, sus miedos. Los jóvenes están muy preocupados y angustiados por el futuro. Creo que hay que tener metodologías como mesas de discusión, grupos focales a nivel local, territorial, porque seguramente las preocupaciones de los jóvenes en diferentes lugares son muy distintas, aun cuando puedan tener coincidencias. Hay que tener mucha capacidad de escucha, hay temas que no se hablan, por ejemplo, de la cultura de los jóvenes. Las transformaciones que estamos haciendo hoy, ¿tienen una base en entender antropológicamente cómo son los jóvenes hoy, qué les preocupa, qué les angustia, qué les ilusiona?
Hay que ir a metodologías más cualitativas para escucharlos y hay que evitar toda esta discusión, que a mí me entristece mucho, sobre las ocupaciones estudiantiles, que es una discusión coyuntural, porque pasa un tiempito y sigue todo igual. ¿Cuánto los mandos educativos están preparados para atender a los jóvenes y conocerlos? Es un tema de empatía intergeneracional. Habría que pensar en esos mecanismos mucho más intensamente, que no quita a otros, como la participación legítima de los jóvenes, tienen los espacios de cada centro educativo y de planteamiento de reivindicaciones, pero tiene que haber un espacio de comprensión.
No estamos logrando entender lo que los jóvenes están planteando. Como tenemos una sociedad muy adultocéntrica, con referentes muy adultocéntricos, nos cuesta mucho bajar y conocer lo que la diversidad de jóvenes hoy en día pueden estar expresando. Ahí hay un debe muy grande de la transformación. Las transformaciones requieren liderazgos fuertes, pero también requieren de la capacidad de escucha, de entender al otro, de involucrarlo, de no caer en la adjetivación. Lo que a la coalición de gobierno le ha faltado es entender que estos procesos requieren de miradas más inclusivas, que no es simplemente decir “voy a invitarlos a una mesa”. No, es poner a diferentes actores a dialogar. Eduy21 tenía un número enorme de especialistas, académicos y profesionales, ¿cuánta gente podría haber contribuido como espacio unitario a una transformación de este tipo?
Se ha hablado de la tensión con los tiempos electorales, ¿cómo operó el factor tiempo para el diseño e implementación de la transformación?
El tiempo de la pandemia Uruguay lo manejó bien, no sólo en lo global, sino en el ámbito educativo. En ese tiempo naturalmente el principal foco de atención del gobierno y de las autoridades educativas estuvo en asegurar la continuidad de los alumnos y los aprendizajes, fue fundamental la acción que hizo la ANEP en aquel momento. Igualmente, durante la pandemia se pudo haber avanzado más en el diseño de lo que se iba a hacer. Se podría haber ido a dos tiempos, un tiempo de atención a la coyuntura y un pienso más a largo plazo.
Después vino, sí, un tiempo muy acelerado de transformaciones, donde juega el tema político. Basta pensar lo que ha pasado con el presidente de la ANEP. Voy a marcar una situación que va para todo el sistema político: tratemos de sacar la educación de los tiempos electorales, de no hacer de la educación un tema político electoral. Yo entiendo que las decisiones educativas hay que tomarlas con perspectiva de diez, 15 años. ¿Acelerar el tiempo para mostrar qué? No vas a poder mostrar que lograste en dos o tres años un cambio mágico en los aprendizajes porque no existe en el mundo.
Hay que ir a un modelo distinto de gobernanza de la educación y nombrar equipos que duren en el tiempo. Las direcciones educativas tienen que ser por dos períodos de gobierno, y quienes asumen la dirección educativa no es como medio para otras cosas. En eso reivindico mucho la figura de Germán Rama, que era un vocacional de la educación. Se dedicó a la educación y no como un trampolín.
Creo que los directores de los servicios técnicos después no tienen que hacer política partidaria. Hay que tener direcciones de gobierno educativo por diez años. Puede haber cambios, naturalmente, pero hay que hacer un equipo. Todo este cambio en la ANEP tiene que ver con las aspiraciones legítimas que tiene Robert Silva como ciudadano libre y persona que tiene su compromiso. Siempre destaco el compromiso de Silva con la educación pública y creo que es una infamia que se lo tilde de neoliberal o de privatista, porque es la antítesis de eso, representa un poco el batllismo más tradicional. Me parece que no es una buena señal que deje de estar ahí si tiene esa vocación, porque queda siempre la sospecha de que uno trabajó en función de otro objetivo. No, el objetivo tiene que ser la educación. Quienes estamos vocacionalmente comprometidos con la educación no pensamos en la educación como trampolín para otra cosa.
¿Cómo visualizás la discusión de estos temas en la campaña electoral?
Me da la impresión de que esta base de transformación no va a ser severamente cuestionada. Creo que los partidos están de acuerdo en que la educación tiene que ir más o menos por este lado. No obstante, si no hay indicios claros de que los candidatos se ponen de acuerdo mínimamente sobre determinadas cosas, las señales son muy negativas para la gente.
Cualquiera sea el gobierno que venga, el Codicen tiene que ser plural y tener la venia de todo el mundo. Quien dirige la educación pública tiene que tener el consenso de todo el sistema político. Lo tuvo en su época Rama, que antes de asumir habló con Tabaré Vázquez y con el general Seregni. Quien dirige la educación pública tiene que ser un referente para toda la sociedad, no para un partido político. Ojalá que el próximo gobierno, sea el que sea, tenga la generosidad, siempre y cuando se mantenga este sistema de la ANEP y el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), que para mí habría que reformarlo en algún momento, de que haya un Codicen totalmente plural, donde estén convocados los técnicos y técnicas que sepan de educación.
La educación no sólo se gestiona, sino que implica ideas en un mundo que está cambiando radicalmente. Necesitamos poner la mejor masa crítica humana que Uruguay tenga en educación para enfrentar el mundo que se viene, y va a ser muy duro si como país no nos damos cuenta de determinados cambios que están pasando en cuanto a las nuevas necesidades de formación. Tenemos la masa crítica, pero la tenemos dispersa; algunos están más convencidos que otros, algunos están desilusionados con la forma en que la política actúa. Es momento de cambiar la pisada. Ojalá que Ágora, como think tank de construcción de política pública, sea una ventana de oportunidades para repensar una nueva generación de políticas públicas que el país necesita, sobre otras bases.
¿Cómo ves el tránsito hacia la formación docente universitaria, con un debate que está estancado desde hace años?
No están dialogando adecuadamente los actores políticos y sociales. Venimos de un proyecto de Universidad de la Educación que no se concretó. El gobierno planteó una posibilidad de un sistema alternativo liderado por el MEC, que puede ser una estrategia. No tengo una opinión definida sobre ese modelo. Lo que sí me parece es que nuestra formación docente tiene que ser universitaria, y tiene que ser mucho más ajustada y alineada a las necesidades de desarrollo de los jóvenes y de los estudiantes de hoy en día. Por ejemplo, tenemos que poner mucho más conocimiento de neurociencia, de cómo personalizar la educación, de cómo atender la diversidad, de cómo incluir, de evitar que la formación docente sea la sumatoria de asignaturas que tienen que ver con las ciencias de la educación y por otro lado las que tienen que ver con las disciplinas; tiene que haber mucha más integración.
Hay que buscar una nueva manera de entender la formación docente, en un estatus de jerarquización universitaria en un doble sentido, institucional y programático, y que si el mundo va hacia donde va, en el terreno, por ejemplo, de los sistemas de inteligencia artificial generativa, los educadores tienen que ser alfabetos en inteligencia artificial. Deben conocer determinadas herramientas instrumentales para saber usar ChatGPT, porque no es ChatGPT sí o no, sino cómo lo sabes usar o cómo le podés hacer las mejores preguntas. Para hacerle las mejores preguntas a ChatGPT está estudiado que depende de cómo vos conectás los conocimientos de diferentes disciplinas. Uno de los temas centrales que no está en la discusión de la agenda de Uruguay es la inversión sostenible y fuerte que Uruguay tiene que hacer en inteligencia humana.
Hay que tener más y mejor Estado. Eso implica, y creo que se han hecho algunos proyectos, como la iniciativa aprobada de [la diputada del FA] Cristina Lustemberg, invertir en la infancia. Uno de los temas centrales de Uruguay es invertir en la inteligencia humana y social de nuestros niños, ahí es donde estamos fallando. En el mundo que se viene el mayor atributo que tenemos los humanos es la inteligencia, desde el punto de vista de responder a los problemas, de situarnos, de comunicarnos, de relacionarnos. Pero esa inteligencia no es un caparazón, es algo que va en interacción con la sociedad, con el costo social, cultural. La inteligencia se desarrolla en la interacción, en los estímulos. Y si los niños y niñas más desamparados no tienen esos estímulos cognitivos, emocionales y afectivos, la brecha es muy grande. Esa brecha de la infancia no la ha contrarrestás después.
Tenés que hacer una fuerte inversión en la inteligencia humana y social desde el propio nacimiento del niño. Si bien está estudiado que una parte de nuestra inteligencia está relacionada con nuestros genes, lo que se llaman las desigualdades neurogenéticas, hay una fuerte presencia de la desigualdad social en la explicación de la inteligencia. Si vos combinás la desigualdad neurogenética y la desigualdad social, es muy complicado para determinados sectores.
No pensar la educación sola, pensar la educación como política social, como política económica, cultural, comunitaria y ciudadana. Uruguay tendría que tener un modelo de atención integral a la infancia, de cero a seis años, un modelo de EBI hasta los 15, y un modelo de educación de jóvenes y adolescentes de los 15 años en adelante. Y a esos tres modelos educativos inyectarles recursos, gestión unitaria, capacidad programática, institucional y gobernanza, para que el niño y la niña fluyan en el proceso. Ahí se deben incorporar las políticas sociales y educativas conjuntas. El punto de partida no debe ser la institución ni el sistema educativo. El sistema educativo es una herramienta; si no responde a la necesidad de aprendizaje de los niños, no es un buen sistema educativo. Hay que tener claridad conceptual y programática, y alinear las instituciones. Eso implica una reforma del Estado que va mucho más allá.
Has planteado que no tiene sentido que Secundaria y UTU funcionen en organismos separados.
Para mí no tiene ningún sentido. Y otra cosa fundamental: hay que universalizar la formación técnica, porque es parte de la formación ciudadana. ¿Por qué algunos van a tener aprendizajes técnicos y otros no? ¿Por qué un joven que va a la educación técnica no puede tener una formación universal necesaria para comprender la diversidad de sensibilidades humanas? ¿Para qué todo eso? Para que los jóvenes tengan un futuro habitable y sostenible en el mundo, y puedan tomar buenas decisiones propias. Para que puedan ser ciudadanos activos que conecten lo global y lo local. Que tengan capacidad de utilizar diversas lenguas, diversas formas de entender la realidad. Que tengan capacidad de conectarse de otra manera. Eso requiere un cambio. No hablemos tanto de las instituciones, hablemos mucho más de los niños, de las niñas, de los jóvenes. Por eso digo que el calado de transformación que Uruguay tiene que tener es muy fuerte.