2023 es el año en que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) se propone diseñar el cambio curricular en bachillerato. En ese marco, y en lo que consideran una reforma “inconsulta”, realizada “en tiempo récord” y con “restricción de recursos económicos”, el espacio frenteamplista Convocatoria Seregnista-Progresistas organizó una actividad para reflexionar sobre los cambios en ese tramo de la educación y algunos aspectos que deberían tenerse en cuenta desde una perspectiva de izquierda.

El senador José Carlos Mahía planteó en la actividad, realizada el jueves en la sede del Frente Amplio (FA), que se apuntaba a reflexionar sobre uno de los temas claves para la elaboración del programa de cara al próximo gobierno. Se prevé que en junio esté listo el primer documento base emanado de la comisión de programa de la fuerza política. Según aventuró el legislador, si el FA es electo para ocupar el gobierno nacional en el próximo período, no llegará “con la agenda de derogaciones” de iniciativas del actual gobierno, sino que llegará “con una agenda de propuestas” para mejorar la calidad de vida de la gente y, al mismo tiempo, con “cuadros políticos” con “capacidad de gestión” para ponerlas en práctica.

Mahía detalló algunos ejes que el sector del FA promueve para el área educativa en el próximo gobierno. En particular, habló de la necesidad de impulsar la educación inicial, de lograr un “acuerdo multipartidario” que permita la creación de una institución universitaria para la formación docente y de la transformación de la educación media. En suma, el senador aseguró que el partido de izquierda no caerá en “propuestas demagógicas”, como la de crear 136 liceos de tiempo completo realizada en campaña por el excandidato del Partido Colorado Ernesto Talvi.

El profesor y exconsejero de Secundaria Martín Pasturino hizo una extensa presentación en la que aportó insumos para pensar la forma en que es concebida la educación media superior y, en particular, su vínculo con el mundo del trabajo. Pasturino criticó que en Uruguay se haga “mucha política con los egresos de bachillerato”, y se refirió a una polémica generada después de que se conocieran los últimos datos de la población que culmina ese tramo educativo. En particular, apuntó contra el diputado colorado Felipe Schipani, quien atribuyó un aumento en ese indicador a la transformación educativa que promueve la ANEP, cuando esta no había comenzado a aplicarse.

Pasturino planteó que Uruguay tiene dificultades históricas para reformar el bachillerato, ya que en los últimos 80 años ha ejecutado solamente seis planes distintos, y tres de ellos no pasaron de una instancia piloto. A nivel de diagnóstico, agregó que, el porcentaje de egresos de bachillerato en Uruguay es bajo, incluso si se lo compara con el promedio de América Latina, del que está 20 puntos porcentuales por debajo. Al desglosar ese dato, señaló que el mayor problema no se dio en los gobiernos del FA, cuando el indicador mejoró -aunque moderadamente-, sino entre 1985 y 2005, período en el que estuvo “planchado”.

Por su parte, el docente recordó que con relación a la culminación de la educación media existe “una brecha por origen socioeconómico con evidencia territorial y por género”. Para ilustrarlo, mencionó que la tasa de finalización es cuatro veces mayor entre los adolescentes del quintil más alto de ingresos (78,3%) que entre los del quintil más bajo (18,5%).

Si bien la discusión sobre la transformación de los bachilleratos muchas veces pasa por la pertinencia de que haya opciones diversificadas, Pasturino señaló que el problema mayor en ese tramo se da en el cuarto grado, cuando los estudiantes todavía no tienen que optar. Según fundamentó, en ese escalón son 15.000 los estudiantes que se quedan por el camino.

Entre los principales problemas del bachillerato el exconsejero planteó que es una matrícula que viene en crecimiento desde 2011, a diferencia de lo que ocurre en ciclo básico, y que cuenta con altas tasas de extraedad. Según mostró, 32% de la matrícula de secundaria concurre a liceos nocturnos, y otro tanto tiene extraedad pero asiste a otros turnos, condición que supone un riesgo mayor de desvinculación para los estudiantes. En suma, se refirió a otro indicador conocido que debe ser mejorado, según afirmó: solamente 38% de los jóvenes culmina la educación media en la edad teórica esperada.

En competencia

El docente planteó la necesidad de discutir estos temas al mismo tiempo que se debate sobre el modelo productivo del país. Según dijo, si bien se piensa que la educación y el trabajo son complementarios, en el caso de la educación media son dos campos que terminan compitiendo. Al respecto, dijo que la continuidad de los estudiantes en el sistema muchas veces está pautada por los ciclos económicos que vive el país. Para fundamentarlo mostró tendencias que muestran que la matriculación de estudiantes aumenta cuando también sube el desempleo, y viceversa.

No obstante, señaló que entre 2015 y 2021 Uruguay fue el país donde más creció la matrícula de educación superior en el continente, aunque no necesariamente llegaran a ese tramo directamente desde secundaria y UTU. Pasturino compartió datos que muestran que, de quienes egresaron de la educación media en 2019, se anotaron directamente en una propuesta de educación terciaria 92% de los egresados de secundaria pública, pero solamente 39,5% de quienes salieron de UTU. En total, si también se tiene en cuenta que 97% de quienes cursaron en liceos privados se anotó en una propuesta terciaria, 60,2% de quienes ingresaron a la educación superior en 2020 no había cursado la educación media en 2019.

En suma, planteó que la encuesta nacional de adolescencia y juventud de 2018 mostró que 68,7% había empezado su actividad laboral entre los 15 y los 19 años, edad en que teóricamente debe cursarse la educación media superior. Además, la misma encuesta muestra que 39% dijo haber dejado los estudios para comenzar a trabajar. De todas formas, planteó que casi 60% dijo que si pudiera dejaría el trabajo para volver a estudiar, por lo que hay un importante porcentaje de la población joven que valora positivamente la posibilidad de estudiar.

Pasturino se mostró de acuerdo con que existan distintas opciones de cursada por las que los estudiantes puedan inclinarse y, de hecho, planteó la necesidad de que exista una mayor flexibilidad, que incluya la “opcionalidad de asignaturas y créditos” a partir del quinto grado. También señaló que deberían fortalecerse los sistemas de acompañamiento, y repensarse las propuestas de educación para adultos, que tienen una alta desvinculación. En suma, se mostró convencido de que las currículas deben incorporar el pensamiento computacional como un área clave, ya que es una alfabetización fundamental en el mundo actual y lo será cada vez más.

Cambiar organización de los centros

En la actividad estuvieron varios exjerarcas de la educación en los gobiernos del FA. Alex Mazzei, directora de Secundaria entre 2005 y 2010, planteó la necesidad de cambiar la gestión de los centros educativos y, por ejemplo, destinar tiempo y encontrar espacios físicos propicios para el acompañamiento de los estudiantes, ya que no es lo mismo hacerlo en diez minutos “en un corredor o abajo de una escalera”. Reclamó que la institución tiene que estar pensada para propiciar el intercambio entre pares, con los estudiantes y con las familias. Celsa Puente, quien ocupó el mismo cargo entre 2014 y 2018, estuvo de acuerdo en la necesidad de generar cambios a nivel organizacional en los centros de educación media. Según dijo, el FA debería hacer una propuesta de distribución de tiempos y espacios “completamente diferente de la que tenemos hoy”, en la que están diseñados a partir de “un modelo rígido” que no convoca tanto a los jóvenes.