Julio viene potente para el ataque a la Formación en Educación, así como para la búsqueda de legitimación a una reforma hecha de apuro que, si no empeorará la formación de los futuros educadores, será por el gran plantel docente y la dedicación de los estudiantes que, estudiando, ven un compromiso con la educación del pueblo.
La prueba Informa 2023 presentada por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) el 12 de julio aún está siendo analizada por las comunidades educativas. Sin embargo, de un momento a otro se lanzó una particular alarma, aunque existen datos sobre la continuidad educativa en las carreras del Consejo de Formación en Educación (CFE) o la precarización de los aprendizajes en la pandemia en educación secundaria. Ello no se ha atendido adecuadamente y hoy impacta en educación terciaria.
Esto se ha acompañado de un tono acusatorio a la Formación en Educación y a quienes trabajan y estudian allí. Aunque tal vez habría que comprobar si quien entra con algunas faltas y algunos problemas de compresión luego puede llegar a ser el mejor profesor. Parece que para atacar a nuestra formación se termina la retórica neoliberal del “si querés, podés”.
Varios de quienes llegamos a estudiar para ser profesores y salimos sin rezago del bachillerato el primer año de carrera nos encontramos con un mundo desconocido y con exigencias que incluso nos llevaron a pensar si ese era el lugar para nosotros. Aun así, transitamos por toda la formación creciendo de una manera que no pensábamos, lo que nos permite llegar al último año de carrera con capacidad de formular trabajos académicos, como buenos profesionales en educación.
Es saludable tener diagnósticos sobre la realidad, pero es tanto más importante abordar estructuralmente estas cuestiones, dejar a un lado el tono alarmista y trabajar.
Llama la atención que ante acciones contraprofesionalizantes como el plagio en un documento oficial, las autoridades de la Formación en Educación no pusieran el mismo tono de alarma ni notaron la pésima imagen hacia los estudiantes a raíz de lo que se legitima. A eso se suman la precarización de nuestra formación, como la que sufrieron los grupos de primeros años que llegaron a tener en los centros en torno al 50% de faltante de profesores, algo que, si bien se fue subsanando con el paso de los meses, no se previó para generar certezas a quienes arrancaron a cursar su formación.
Más allá de estos comentarios, claramente hay que atender las dificultades de quienes comienzan su formación. Ahora bien, esto no se va a solucionar si no se considera importante la participación de docentes y estudiantes en la articulación de estrategias y proyectos de cara a superar estas problemáticas.
Es saludable tener diagnósticos sobre la realidad, pero es tanto más importante abordar estructuralmente estas cuestiones, dejar a un lado el tono alarmista y trabajar con quienes vienen señalando los grandes problemas de la Formación en Educación. Lástima que el presidente de la ANEP señala que esto sirva para ratificar el camino trazado en la transformación educativa que en parte nos trajo hasta acá. ¿Cuál será el baño de realidad que necesita Robert Silva para escuchar otras voces?
Maximiliano Santos es estudiante de Formación en Educación y militante estudiantil.