La Transformación Educativa está en marcha desde el año pasado, y no sólo continuará el camino ya trazado, sino que se seguirá expandiendo al resto de los grados de los distintos subsistemas. De cara a un próximo gobierno, sin embargo, la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes) no pretende quedarse de brazos cruzados.
En conversación con la diaria, el secretario general del sindicato, Emiliano Mandacen, afirmó que harán un planteo “contundente” para que haya un retroceso en su aplicación y que no descartan medidas a tomar. “No podemos pretender tener una transformación educativa cuando reproducimos la pobreza infantil y la pobreza en primera infancia de forma estructural”, afirmó Mandacen, quien ambiciona un rol para la Fenapes que deberá ser “fiel a su historia”: “Colocar en la agenda del debate de las elecciones la discusión de políticas educativas para 20 o 30 años”. En ese marco, consideró que hay líneas de acción “inmediatas, a mediano y largo plazo: la autonomía, el cogobierno, el presupuesto, el acceso democrático al conocimiento”, resumió.
Con un nuevo comienzo de año, el reciente recambio de la presidencia del Consejo Directivo Central (Codicen) con la ex secretaria general de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) Virginia Cáceres a la cabeza, y una disconformidad del colectivo docente aún presente debido a las modificaciones curriculares establecidas por la ANEP, Mandacen hizo autocrítica sobre el rol de la Federación en ese proceso, durante el período frenteamplista, y también se detuvo a proyectar.
En conversación con la diaria has planteado que la negociación colectiva con el Codicen y la Dirección General de Educación Secundaria no está funcionando, y que eso ha repercutido en el atraso de la elección de horas. ¿Por qué no se está cumpliendo?
Venimos con un deterioro muy grande en la negociación colectiva porque hay una falta de comprensión y de formación con respecto a la legislación laboral por parte de la administración. Con relación al mecanismo específico del proceso de elección de horas, nosotros teníamos un trabajo de muchos años que había derivado en la conformación de las Comisiones Departamentales de Elección de Horas, y que la administración en forma unilateral modificó y transformó en un ámbito no bipartito, en el que el sindicato jugó un rol meramente de contralor y no de contraparte. En una decisión que no fue fácil para nosotros, terminamos definiendo no participar en esos espacios, pero sí tratar de colaborar en las inquietudes de los compañeros en cada rincón del país. Planteamos que en febrero hay que retomar el carácter bipartito de esas instancias, porque ayudan a transparentar todo el proceso de elección de horas, que es el acceso a los puestos de trabajo de miles de trabajadores anualmente.
Pero plantear que uno de los problemas centrales de la educación pública en Uruguay es la elección de horas es no querer discutir el tema de fondo. Incluso en los gobiernos progresistas se instaló que uno de los grandes problemas era ese, y el grave problema que nosotros tenemos es el multiempleo, que se resuelve dando una discusión a fondo sobre lo presupuestal y la profesionalización.
¿Cuál es la razón de que no se dé esa discusión y cómo podría cambiarse la situación?
Creo que hay que dar una discusión a fondo del rol docente, en el marco de una discusión para los próximos 20 o 30 años de qué queremos hacer con la educación. Y profesionalizar realmente a los docentes, en el sentido de que hay que lograr que el docente trabaje 20 horas. Porque la única forma de generar una política educativa en el corto, mediano y largo plazo es lograr que los docentes no se proletaricen al punto de quedar alienados, y logren problematizar sus propias prácticas y construir política educativa desde ahí.
Después, hay una discusión ideológica de fondo. Si vos tenés un docente profesionalizado, que logre cumplir esa línea de trabajo, va a tener una educación cada vez más fuerte y crítica, y eso creo que hay determinados sectores de poder de la sociedad a los que no les sirve. También hay que transparentar el debate ideológico respecto de para qué educar; creo que es un debate que se permea por ese seudorrepublicanismo que se plantea, pero es un debate que creemos que se tiene que dar el año que viene.
¿Desde la política partidaria?
Creemos que la educación tiene que ser autónoma y cogobernada, y vamos a plantear eso como un debate de fondo. La educación no puede estar de rehén de los avatares político partidarios, y la Federación en eso resiste el archivo con total tranquilidad. Lo vamos a impulsar porque creemos que la política educativa no es una política social más.
Esto se instaló un poco en los gobiernos progresistas de la educación como una política social. La educación es una política de Estado, transversal, que tiene que estar acompañada por otras políticas sociales que aseguren que la base material de los sectores que van a asistir a esa educación esté asegurada. El proceso educativo y de aprendizaje no es el mismo para un estudiante que accedió a todos los recursos materiales que para un estudiante que estuvo sometido a una pobreza transgeneracional de su familia. Se debe discutir en ese sentido y lo que queda comprobado este año es que la educación se tomó como un botín de guerra electoral.
¿Cómo evaluás en ese sentido que ha permeado el accionar de la Fenapes y cómo ha sido el diálogo con las autoridades de la educación?
Creo que la Fenapes ha tenido un rol clave en instalar determinados debates en la agenda pública y en la sociedad, pero que estamos en un debe con que la sociedad logre apropiarse en forma mucho más contundente de los planteos que estamos haciendo, y, por tanto, lograr comunicar mejor esos planteos. No que se apropien para que se plieguen directamente, sino que se plieguen a un debate que para nosotros tiene que tener una base social muy fuerte.
Lo que está comprobado en este país es que los acuerdos copulares sobre educación fracasaron. Los acuerdos multipartidarios en el gobierno de [José] Mujica fracasaron, los acuerdos como los de Eduy21 fracasaron. Entonces, creo que el debate de la educación tiene que ir vinculado a un debate de la profundización de la democracia y la ruptura definitiva, en un marco de corto, mediano y largo plazo, del modelo de desigualdad. No podemos pretender tener una transformación educativa cuando reproducimos la pobreza infantil y la pobreza en primera infancia de forma estructural. Y el rol de la Fenapes va a tener que ser fiel a su historia y colocar en la agenda del debate de las elecciones la discusión de políticas educativas para los próximos 20 o 30 años: autonomía, cogobierno, presupuesto, acceso democrático al conocimiento. Y para todo eso tenemos propuestas.
¿Qué se debería hacer a corto plazo? Considerando que la Transformación Educativa está en marcha y se va a seguir expandiendo.
Habría que mitigar determinados elementos muy grandes de desigualdad que hay en la sociedad, y eso no podría esperar a 2025. Por un lado, discutir la extensión del tiempo pedagógico para el próximo año, atender un convenio marco con la Facultad de Psicología y la de Ciencias Sociales sobre el reclamo de la salud mental en los estudiantes, y habría que tener un plan de emergencia de acceso a la alimentación en todos los centros educativos del país. Por otro lado, es necesario discutir con el próximo gobierno la anulación del proceso de concentración de poder que indicó la ley de urgente consideración [LUC], de deterioro de carácter público de la educación, la autonomía y el cogobierno para la educación media y en general, la Universidad de la Educación, el presupuesto mínimo del 6% más 1%, y establecer una línea de acción que implique una política de Estado que esté directamente diagramada como una política educativa, y que no tiene por qué ser importada de ningún lugar, tenemos en base a qué. Generar acuerdos sociales, no de cúpulas partidarias.
De cara al próximo gobierno: ¿prevén plantear que se dé marcha atrás con la reforma educativa?
Yo creo que tiene que ser contundente. Tenemos que volver a discutir una formación integral de todas las niñas, niños y adolescentes del país y retroceder toda la parte de concentración de poder que tiene el Codicen hoy en día y volver a organismos colegiados. Además, hay que respetar los procesos de negociación colectiva, porque uno de los grandes fracasos de la izquierda –por decir que la izquierda se sintetiza en los gobiernos del Frente Amplio [FA], lo cual sabemos que no es cierto– fue haber encajonado el Congreso Julio Castro, que implicó el primer quiebre entre el gobierno del FA y la base social. Creo que hay rescatar esa confianza, independientemente de quién gane; nosotros vamos a hacer el planteo de forma contundente. Lógicamente, las condiciones para negociar este tipo de cosas no son las mismas si gana el FA o la coalición de gobierno actual.
¿Consideran entonces que la Transformación Educativa debe detenerse?
Tiene que haber un retroceso y tiene que ser un eje transversal: la LUC, el presupuesto y la Transformación Educativa. Capaz ese retroceso no es inmediato, pero tiene que ser gradual y tiene que tener señales muy claras, porque si no lo que estás haciendo es comprar una receta que lo que hace es deteriorar el acceso democrático al conocimiento.
¿Creés que desde la Fenapes podrían haber hecho algo distinto durante esta gestión para paralizar la reforma y los distintos puntos en los que han planteado su disconformidad?
Siempre. El plano táctico siempre está en discusión. ¿Que más podríamos haber hecho? Sin duda. Ahí la Fenapes tiene un desafío muy grande de fortalecerse durante 2024, cuando se discute el próximo presupuesto quinquenal, y estar más fuerte que nunca. También hay que tener en cuenta que la Federación fue como la piñata para este gobierno, que arrancó con una filosofía de persecución muy fuerte pero que no la pudo completar, porque la Federación adoptó la resolución táctica de ir golpe a golpe, de no replegarse. Pero sí, podríamos haber hecho más. Eso requerirá un debate y tomar las mejores decisiones del punto de vista táctico, que implica cómo te hacés escuchar y cómo lográs que se te comprenda, porque comunicar el tema educativo nunca es fácil.
Y durante los gobiernos del FA, ¿cómo evaluás que fue su rol? ¿Se podría haber logrado una base más fuerte para que las políticas educativas actuales no se establecieran?
Fue un rol muy duro, de confrontación muy fuerte, que fue más allá de las medidas tácticas que tomamos, alertando cosas que iban a pasar y pasaron. Voy a poner una alegoría que es muy dura: el FA montó la mesa para que Robert Silva [expresidente del Codicen] se sentara y comiera. En 2016 nosotros alertamos que había un proceso agudo de intento de privatizar y mercantilizar la educación, cuestión que seguimos afirmando, y creo que se sentaron las bases para este proceso. Entonces, me parece que el rol fue muy crítico, y en este período nosotros no vamos a renunciar, gane quien gane, a nuestro rol, que es la independencia de clase, de los partidos políticos, sin ser indiferente a los procesos históricos que se están viviendo, porque no somos ajenos a la realidad. Quizás en algún momento fue un rol que nos faltó comunicar mejor o intentar establecer más ámbitos de negociación, pero de la otra parte hubo gruesos errores y además hubo un quiebre reconocido por el FA con su base social. Y creo que la esencialidad marcó un quiebre definitivo.
¿Qué dejó la gestión de Silva y qué viene dejando la de Jenifer Cherro, directora general de Secundaria?
Yo suelo separar mucho el tema personal del tema político. Creo que Robert Silva es una persona con una formación pedagógica muy débil, que vino a gestar un proceso refundacional en la educación, con una receta comprada y amoldada a un determinado modelo de país. Es decir, la reforma no está alejada del modelo de país que intenta esta coalición, que nosotros caracterizamos de derecha y extrema derecha, y se trata de un capítulo más de un modelo de desigualdad.
Creo que Cherro fue servil a ese proceso, y lo que Silva termina sintetizando es un triste papel en la historia de la educación uruguaya, en la que tomó claramente a la educación como botín electoral y como su plataforma de lanzamiento a su campaña personal a presidente de la República. La historia lo terminará juzgando. Pero desde el punto de vista de su gestión, para mí es muy endeble, con muchas virtudes desde el punto de vista comunicacional, porque lograron vender algo que en realidad no existe. Aún así, desde el punto de vista personal no tengo ningún tipo de problema, tengo un problema ideológico.
Cáceres ha manifestado en reiteradas ocasiones estar abierta al diálogo. ¿Creés que puede haber un vínculo distinto que con Silva en el tiempo de gestión que resta?
Diálogo no es lo mismo que negociación. Puede haber un diálogo fluido y creo que lo hay. Pero el problema es otro: que el diálogo es un elemento importante pero no sustituye la negociación. Hay un marco de negociación colectiva que no te obliga a acordar pero te obliga a negociar de buena fe; sin embargo, hay un desconocimiento de la negociación colectiva, del rol del sindicato, que no estoy diciendo que sea un problema de Virginia Cáceres, sino que es un problema general, e incluso de las libertades sindicales.
Señalaste anteriormente que la Fenapes fue “golpe a golpe” y que no se “replegó”. ¿Los golpes llegaron a la educación hasta quebrarla?
Si uno analiza los procesos de privatización y mercantilización en América Latina, Uruguay tiene una fórmula muy sui generis, que es ir de a poco logrando que ese presupuesto que aumentó mucho durante el período progresista se vaya yendo a sectores privados. Han tirado diferentes globos sonda, como el tema de los vouchers educativos, que acá no han prendido. Acá hay una cultura de lo público muy fuerte que creo que la han ido quebrando, con esa cuestión de la ineficiencia de las empresas públicas, y no creo que Uruguay sea una isla que esté curada de lo que pasa en el resto del continente.
Creo que hay un debilitamiento, pero no lograron quebrar la educación pública, producto del convencimiento de miles y miles de trabajadores y trabajadores de la educación y también de miles y miles de uruguayos que siguen defendiendo la educación pública. Hay una exacerbación del individualismo y de que la única solución posible es que cada uno se salve como puede en el marco del capitalismo. Lo otro que está muy jodido es que se está vinculando que todo proceso de libertad, además de ser un proceso individual, es igual a capitalismo. Y lo que está haciendo la derecha muy bien en esa lucha cultural e ideológica es vincular todo proceso de izquierda al totalitarismo. Eso sí creo que está calando hondo y hay que empezar a trabajarlo. Y el otro debate es dónde está el marco de la disputa: si está en gestionar lo que hay, de la forma más edulcorada posible para no hacer olas, o si la fórmula es buscar propuestas de programas de fondo del campo popular que logren revertir en forma estructural temas como la pobreza infantil.
¿Ha estado sobre la mesa tomar medidas más fuertes para el año entrante, con relación a las tomadas durante este período?
Yo no descarto ninguna medida. Creo que lo que aprendimos con los años es que los movimientos tácticos pueden fortalecer una línea estratégica o la pueden debilitar. Pero no me animo a aventurar. Lo que yo visualizo es una Federación que tiene que salir a instalar determinados debates en la sociedad y salir a hablar con ella. Y creo que tenemos que llegar a 2025 con una fortaleza mucho más grande que la que tenemos, para lograr instalar en el marco del presupuesto quinquenal, gane quien gane, un debate de fondo, que vaya desde la concepción del Estado al presupuesto educativo y qué se va a hacer con la pobreza infantil.
En resumen, ¿cómo encuentra la educación el próximo gobierno?
Debilitada, muy golpeada, con grandes desafíos, y con una izquierda o un campo popular que debería, de alguna manera, tomar la magnitud de la disputa que está llevando adelante.