Selfies y mucho más es el título de la muestra que recoge cinco años de fotografía en el liceo 29 Alicia Goyena. Este martes, La Casa de Alicia, proyecto a cargo de la Cátedra Alicia Goyena, ubicada en Parque Rodó, abrió sus puertas para inaugurar la muestra, que se podrá visitar hasta el 29 de noviembre de 11.00 a 18.00.
Lilián Castro es la tallerista de Fotografía del liceo y estuvo en ese rol durante los cinco años que abarca la muestra. En diálogo con la diaria, explicó que el liceo 29 es de tiempo extendido, lo que implica que los estudiantes pueden, de manera opcional, hacer talleres a contraturno, “sin que les interfiera en sus estudios curriculares”: danza, murga, cine, teatro, pintura en tela, instrumentos musicales, entre otros.
En ese contexto es que el centro educativo también cuenta con el taller de Fotografía, que, según especificó Castro, al ser una “actividad libre”, no se planifica y no se pasa lista, tienen merienda y “se les da vía libre a su creatividad con asesoramiento”, dos horas continuas a la semana. Talleres como estos tienen un cupo económico, y cada dirección del liceo decide cuál se adapta mejor al centro educativo.
“Como son libres, los chiquilines vienen con otro espíritu”, manifestó Castro. Según narró, cada año los estudiantes suelen ser alrededor de 15, de primero, segundo y tercer año de Educación Media Básica.
A pesar de que la clase está basada en la libertad, hay una serie de lineamientos que Castro ha marcado en las clases y que se ven reflejados en la muestra: “Generar el sentimiento de pertenencia, tanto al liceo como al barrio”.
Por esa razón, varias de las fotos que han ido sacando en el correr de los cinco años han sido en el barrio, tomadas en salidas de toda la clase, con el permiso de los padres, a fotografiar determinados puntos. También hicieron registros dentro del liceo y en los talleres de ciencia. De hecho, Castro puntualizó que el año pasado se hizo un concurso de ciencia y fotografía “y se rescataron fotos muy interesantes”.
En general, las fotografías son tomadas con el celular. La tallerista explicó que si bien durante un par de años mezcló la utilización de la cámara con la de celulares, “como los celulares vienen desarrollando tanta velocidad y buena calidad en las cámaras, además de que el 99% de los chiquilines tienen celular, empecé a dejar la cámara de lado”, dijo.
Castro dijo que la decisión de priorizar el celular también tuvo como intención no generar en los estudiantes “una frustración, porque si de repente se re copan de sacar con la cámara pero las familias no tienen posibilidades de comprar una, el celular garantiza que puedan seguir trabajando la imagen, e incluso para hoy en un montón de cosas es mucho mejor el celular”.
En la muestra hay 20 paneles impresos, que contienen cinco o seis fotos cada uno, de 40 por 50 centímetros. Castro contó que el sistema de paneles le permitió dividir las secciones por temas y años. Entonces, en un solo panel puede haber fotos de dos grupos que sacaron fotos de la misma calle, pero cada uno con su impronta. Subrayó, además, que la impresión de las fotos se financió con la venta de rifas que hicieron los propios estudiantes.
“La cuestión de la creatividad en la primera adolescencia es de una riqueza increíble. Era sorprenderte cada vez salir a recorrer la calle… Cuando los gurises me mandaban la foto era una sorpresa tras otra”, reflexionó Castro. Para la tallerista, los adolescentes captan la enseñanza de las técnicas con gran “rapidez” y con una “mirada joven, fresca”. Aseguró que, al final, fue ella quien aprendió “muchísimo con ellos”.
Por último, destacó la importancia de imprimir las imágenes: “Ver materializada la imagen es una necesidad básica, porque la imagen es energía, es la luz en los objetos”. Asimismo, narró que “los chiquilines cuando ven sus fotografías impresas quedan muy contentos, también las familias de los chiquilines cuando ven lo que han producido sus hijos, nietos y sobrinos; es como completar la historia”.