Es pleno 2023 en una pequeña localidad rural del interior profundo; son las siete de la mañana y un ómnibus aminora en la ruta y se arrima a la banquina para dejar bajar a Amparo, la referente de nivel inicial de la escuela. Los niños comenzarán a llegar recién dentro de tres cuartos de hora. Van llegando uno a uno, a pie, a caballo o en bicicleta, solitos o con algún adulto, en especial los más chiquitos, y en tropel los que vienen en bañadera. Ella está ahí desde tan temprano porque en la mañana existe ese único ómnibus desde el pueblo donde queda su casa; se lo toma a las 5.45 y llega a las 7.00, sin más opción. A las 12 del mediodía la escuela queda en silencio, pero Amparo espera, a la sombra del jacarandá, que se haga la hora del próximo ómnibus de regreso a casa, dos horas después.

Este es el segundo año que Amparo tiene este cargo, en la misma escuelita. Ella los recibe en el umbral y los niños se le cuelgan del cuello. Está muy orgullosa de su trabajo porque es una de las primeras egresadas de la carrera de Maestra de Primera Infancia (MPI), que se instauró en el país hace nada más que siete años. Según puede leerse en el Plan de estudios 2017, el objetivo de la carrera es formar profesionales de la educación para la primera infancia, entendida como el período entre el nacimiento y los seis años de edad, haciendo énfasis en la importancia de las familias durante esa fase de la vida. En ese mismo documento, que data del 30 de setiembre de 2016, se subraya la trascendencia de cuidar el crecimiento de los niños de esas edades en todos los aspectos de su desarrollo físico, mental, emocional y social. Este cuidado es la base de su futuro, y por eso, se reconoce, es fundamental atender la salud, alimentación, higiene, afecto y protección, para lo cual son necesarios profesionales de la educación con formación específica. De esa preocupación surgió la carrera de MPI, de cuatro años de duración, de la que Amparo egresó puntualmente en 2021.

Ella accedió a esta escuelita en 2022 por “lista A”, es decir, como egresada MPI por orden de puntaje de egreso; en adelante, quedó habilitada en listas de aspiraciones a cargos de primera infancia debido a la calificación otorgada por la inspección del área. Sin embargo, para Amparo no hubo ni habrá mejor inspectora que Flor, cierta niña que le exigió poner en práctica todo lo que en la carrera había aprendido. Cuando Flor llegó a la clase de Amparo, a principios de 2023, con sus cuatro años, apenas podía articular una frase completa. No interactuaba con pares ni maestras. Se refugiaba en un rincón, con su chupete, y las actividades que Amparo proponía para incluirla terminaban descartadas porque, sencillamente, era imposible lograr que se dispusiera a realizarlas.

Su dominio del lenguaje y su desarrollo psicomotor, ambos escasos, imponían a Amparo exigencias desesperantes. El juego, comodín infalible de la primera infancia, que en la carrera había estudiado con esmero, funcionaba para muchos –como la canción del conejito para atarse los cordones, o como dibujar, copiando, las letras con los dedos embadurnados de pintura–, pero no para Flor.

Hasta que afloró su fascinación por las matemáticas y sus pétalos se abrieron. ¡Qué alegría iluminaba su carita cuando podía reconocer antes que nadie los números de plástico y colocarlos donde Amparo le pedía! Su chupete quedó olvidado sobre la mesa un día en que se apuró a ayudar a un compañero que no encontraba el número 3. Fue el comienzo de todo. Amparo, pertrechada con sus formas de cartón y goma eva, su plasticina de colores, papel glasé y botellitas vacías de refrescos, enseñaba a los niños a contar mientras Flor, sentada en sus rodillas, aplaudía a quienes acertaban, como si fuese su asistente. Así, Amparo logró que el mundo de Flor cobrara un horizonte más amplio, con mayor sentido. Cumplidos sus cinco años, a fines de 2023, Flor reconoce las letras y sus sonidos; cuenta y conversa, y, por supuesto, ya no usa chupete, porque con chupete no se puede charlar. Aprendió, sí, pero más aprendió Amparo, revisando apuntes, buscando respuestas. Reconoció en Flor la diversidad del desarrollo que había estudiado a lo largo de esos años de carrera, los procesos cognitivos en el aprendizaje de la lengua, los avatares de la psicomotricidad, el valor del lenguaje expresivo, los aspectos afectivos que acompañan el desarrollo cognitivo, el potencial de la risa y el juego.

Ya es febrero de 2024 y Amparo va a elegir horas, segura de que será en la misma escuela. Ayer mismo recibió un mensaje de la mamá de Flor preguntándole por las clases, cuándo empiezan. Al final del audio, se oye a Flor, su vocecita: “¡Te extraño, maestra!”. Ni loca elegiría otra escuela.

Pero una circular de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que entró en vigencia en diciembre, ha cambiado el rumbo de su destino. La circular 77 pone, en los lugares 10º y 11º de derecho a elección, a concursantes de educación inicial ordenados por puntaje de concurso, y a egresados de la carrera MPI ordenados por su puntaje de egreso. Antes de ellos, están todos quienes ya tienen cargos efectivos. A primera vista es justo y adecuado, ya que los maestros efectivos son los que se han ganado el derecho a ser tales por su experiencia y probada idoneidad. Sin embargo, los maestros efectivos que preceden son también aquellos sin formación en educación inicial, incluso quienes ni siquiera tienen, como Amparo, antecedentes calificados en el área. Amparo no llegó a elegir la escuela de Flor ni ninguna otra; ha comenzado 2024 y ella está desocupada.

La circular 77 pone, en los lugares 10º y 11º de derecho a elección, a concursantes de educación inicial ordenados por puntaje de concurso, y a egresados de la carrera Maestro de Primera Infancia ordenados por su puntaje de egreso. Antes de ellos, están todos quienes ya tienen cargos efectivos.

Surgen algunas preguntas ante esto. En una carrera tan reciente, ¿habrá suficientes MPI efectivos para que nuestros niños más pequeños tengan docentes realmente formados en la especificidad de la primera infancia? ¿Cuántos años necesitará un recién egresado de la carrera en MPI para ganar la efectividad, y cuánto tiempo, entonces, estará sin trabajar? Por consiguiente, ¿para qué se esforzarán por egresar quienes ahora cursan la carrera de MPI? ¿O con qué fin, a partir de ahora, alguien elegiría una carrera así de postergada? ¿Será que, a fin de cuentas, la especificidad de la primera infancia no es para la ANEP importante?

Y la pregunta más significativa, ¿quién y cómo se lo explica a Flor?