Las últimas evaluaciones estandarizadas que miden desempeños en estudiantes de la educación media mostraron que se mantiene la tendencia al estancamiento, más allá de una leve mejora en algunas áreas y el empeoramiento moderado en otras. Por ejemplo, las últimas pruebas PISA, aplicadas en 2022 a adolescentes de 15 años, mostraron que cerca de la mitad de los estudiantes no logró las competencias mínimas en lectura, ciencia y matemática y, en el otro extremo, los que alcanzan competencias de los dos niveles más altos son entre 4% y 10%, dependiendo del área.

Consultado por la diaria, Renato Opertti, especialista senior en educación de la Unesco y docente de la Universidad Católica del Uruguay, consideró clave bajar el porcentaje de estudiantes que no llega a obtener niveles aceptables en las áreas clave de conocimientos y habilidades. Según valoró, desde el retorno a la democracia ninguna de las acciones que implementaron los distintos gobiernos “ha podido impactar sostenida y significativamente en una mejora de los aprendizajes y las alfabetizaciones fundamentales”.

Según planteó Opertti, mientras que no haya respuesta a ese problema de manera “sostenible”, difícilmente se pueda pensar “en una sociedad más inclusiva, más integrada, más justa, más democrática y más pacífica”. Como una vía para lograrlo, el especialista marcó que “Uruguay tiene que poner un énfasis mucho más fuerte en los temas pedagógicos” y, concretamente, en “entender las maneras en que los alumnos aprenden”.

Para ello, y pensando en el desarrollo de la campaña electoral, Opertti plantea la necesidad de “realizar una fuerte inversión” y crear “una especie de laboratorio pedagógico” del estilo del Institut Pasteur. En dicho espacio se imagina que, de manera “colaborativa e integrada”, trabajarían referentes de las ciencias de la educación, de las neurociencias, de la psicología cognitiva, de la filosofía, de la ética, de las ciencias sociales y humanas, y también –y fundamentalmente– los educadores. 

Según añadió, deberían estar representados en sus diferentes roles, tales como profesores, maestros, inspectores, supervisores y directores, para conformar un grupo de “asesores pedagógicos”. Opertti dijo que su rol sería el de aportar evidencia sobre cuáles “son las mejores maneras de hacer que los niños aprendan su lengua, aprendan a expresarse y que aprendan a utilizar las matemáticas para su vida”, además de ser “alfabetos en ciencias y que puedan tomar decisiones responsables sobre su estilo de vida, fundamentalmente a la luz de lo que son los problemas de sostenibilidad” que hay en el mundo.

Opertti se imagina que dicho instituto funcione de manera independiente de las instituciones que gestionan el sistema educativo y tienen dependencia del gobierno de turno, más allá de que debería lograrse un buen vínculo con ellas.

Otra inversión importante que, según el especialista, debería llevar adelante el país es la “inversión sociocomunitaria” e ir “hacia un modelo de escuelas sociocomunitarias”. Según detalló, se trataría de centros educativos “mucho más integrados al entramado local comunitario” y, además, en el que los niños puedan cursar desde los tres o cuatro años hasta los 15 “sin cortes” ni “pasajes de una institución a otra”. Al respecto, consideró clave romper “todas las divisiones que hoy existen” entre la educación inicial, primaria y media, y, además, otorgar “un fuerte apoyo en estimulación, en componentes socioafectivos, en convivencia, en apoyo de servicios integrales en salud y alimentación”.

De hecho, Opertti cuestiona que en Uruguay haya un sistema educativo, ya que considera que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) “sigue siendo una institución muy para adentro, donde están todavía muy divididas primaria, secundaria y la educación técnico-profesional, sin haber una visión común”. Según consideró, sería relevante poder “romper” con esa lógica.

Adentro y afuera de la escuela

Para Eloísa Bordoli, docente e investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), la obtención de aprendizajes “no es responsabilidad exclusiva de la institución educativa, del cuerpo docente, de los diseños que se estén implementando, ni tampoco de los sujetos de aprendizaje y sus familias”. En tanto, consideró que “hay un entramado en las condiciones sociales, materiales y de existencia de los sujetos que indudablemente afectan, no determinan, pero sí condicionan la disponibilidad que se tiene frente a los procesos de aprendizaje”.

En ese sentido, considera que “la escuela sola no puede” y, por eso, plantea que es clave la articulación de políticas en distintos niveles. Uno de ellos es más micro, a nivel de territorio, para el que es clave el trabajo en redes. Luego habló de la importancia de articulaciones interinstitucionales entre los organismos a cargo de la implementación de las políticas en territorio, y también, en un nivel más alto, de los ministerios encargados de diseñar acciones y políticas. Según Bordoli, la combinación de esos tres niveles de articulación son importantes para “reconstruir ciertas redes de protección social más amplias” en la infancia y la adolescencia.

En el caso de la investigadora, su llamado a los actores políticos durante 2024 consiste en no tomar las políticas educativas “como botín electoral”. De hecho, consideró que esas políticas no deberían ser “partidarias” sino políticas de Estado. En otra línea, Bordoli planteó que si se apunta a mejorar los aprendizajes e incidir en los resultados educativos, considerar la dimensión presupuestal es clave. Al respecto, también llamó a “no hacerse trampas al solitario con esas cuestiones por réditos muchas veces electorales o partidarios”.

Así, la docente consideró que para el diseño de cualquier cambio es necesario incluir a los docentes, y se refirió a distintos estudios que muestran la importancia de que los educadores estén involucrados y, al mismo tiempo, lo poco frecuente que es eso en los procesos de transformación. Según valoró, los docentes, “son los que conocen la realidad cotidiana, las dificultades y las posibilidades que están inscritas en una relación pedagógica”.

Bordoli también planteó que es clave pensar el vínculo entre docentes y estudiantes, tanto en su dimensión grupal como individual. Sobre lo primero, dijo que “los aprendizajes tienen una dimensión colectiva”, que es guiada por los docentes y “se genera en la confrontación sociocognitiva con otros puntos de vista, y para eso es necesario un otro que me contradiga o una situación que me problematice”.

Al mismo tiempo, sostuvo que ese tipo de estrategias deben complementarse con acompañamientos de tipo más individual. Sobre estas figuras, que muchas veces cambian de nombre de un gobierno a otro, Bordoli destacó que “si no hay dinero para pagar horas para acompañamientos más personalizados en los procesos de los niños, no se pueden realizar”. “A un docente no se le puede pedir que les dedique la misma intensidad a 30 chiquilines, hay un trabajo que en la propia aula articula lo grupal y lo individual, pero el cara a cara con cada uno es distinto si hay un plus de espacio y de tiempo para eso”, sostuvo.

Esa discusión va de la mano con la organización del trabajo docente en las instituciones educativas. Consultada al respecto, Bordoli planteó la importancia de las salas docentes y de otros espacios institucionales para el intercambio entre los colectivos docentes, y también con otros profesionales cuyo perfil es necesario en los centros educativos, como educadores sociales, psicólogos, trabajadores sociales, entre otros. A su vez, consideró necesario que en las instituciones educativas haya tiempo para el intercambio con el barrio donde están insertos y con las familias de los estudiantes.

A propósito, Bordoli se dijo partidaria de que la estabilidad docente en un centro educativo “permite configurar comunidad educativa para un pienso a mediano plazo, establecer vínculos, y todo lo que hace a lo importante de lo educativo”. Dijo que no se trata solamente de transmitir conocimientos o generar determinados aprendizajes, sino también de “configurar ciertos lazos de filiación, que son fundamentales para poder pensar y repensar nuestra realidad”.

El rol de la formación docente

Para María Ester Mancebo, investigadora y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República especializada en políticas educativas, la mejora de los aprendizajes “requiere la mejora de los procesos de enseñanza”. De la misma forma que Bordoli, apuntó que “el aprendizaje está condicionado por factores individuales sociales e institucionales”.

Mancebo señaló que la mejora de los procesos de enseñanza se puede lograr a través de dos grandes vías: las condiciones de trabajo de los docentes y la formación docente. Si bien aclaró que en educación “no hay recetas”, consideró que el principal desafío que afrontará Uruguay en los próximos 15 años es el fortalecimiento de la profesionalización docente.

En su caso, puso énfasis en la formación de los educadores, tanto de quienes se están formando para ejercer la profesión a futuro como de quienes trabajan como docentes pero no tienen título, y también de los profesionales ya recibidos que trabajan a diario en los centros educativos.

Respecto de la formación inicial de docentes, la especialista aseguró que, a través del mecanismo de acreditación de formación universitaria, el actual gobierno hizo “un viraje” en el modelo que históricamente tuvo Uruguay, basado en la construcción de instituciones como los Institutos Normales, el Instituto de Profesores Artigas o los Centros Regionales de Profesores. Al respecto, recordó que la Ley General de Educación aprobada en 2008 dispuso la creación de un Instituto Universitario de Educación, lo que nunca llegó a ser concretado, pero se fueron dando pasos para que el Consejo de Formación en Educación (CFE) de la ANEP vaya adoptando una estructura universitaria por la vía de los hechos.

Mancebo señaló que, además del mecanismo de acreditación, el actual gobierno dio marcha atrás en ese proceso, por ejemplo, a través del desarme de los departamentos académicos del CFE y sus respectivas coordinaciones. Según analizó, el modelo de acreditación universitaria establecido en la ley de urgente consideración de 2020 avanzó más lentamente de lo que al gobierno le hubiera gustado. Si bien destacó que el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), organismo a cargo del proceso, generó normativa e institucionalidad para implementarlo, hasta el momento no hay carreras presentadas al mecanismo de acreditación. Mancebo señaló que era de esperar que, como el principal actor de formación docente en todo el país, el CFE presentara sus carreras, pero hasta el momento ello no ha sido posible.

En suma, recordó que en la formación de educadores también se está procesando una Transformación Curricular que hace que al momento convivan dos planes de estudios mientras avanza la aplicación del aprobado a finales de 2022. De acuerdo con Mancebo, de cara a la campaña electoral, en Uruguay se deberá discutir si se sigue transitando por el camino iniciado por el actual gobierno o si se retoma el más tradicional con eventuales innovaciones. Consideró que la discusión central que debería plantearse es “si queremos que los docentes del futuro se formen en universidades públicas y privadas y/o en el CFE, o que se acredite el título como universitario ante el MEC, pero sin transformarse en una universidad, y si eso es posible”. En ese sentido, apuntó que “una universidad tiene una serie de requisitos y de características que históricamente han ido adoptando” esas instituciones: “Se enseña, pero se enseña y se genera conocimiento y se contrata a especialistas en distintas áreas”, resumió la politóloga.

Mancebo analizó que esa discusión casi no estuvo presente públicamente con los cambios que aplicó el actual gobierno y, por el contrario, dijo que el país “tiene que discutir y visualizar cuán importante es la formación de los maestros y profesores”. Vinculado a ello, también “cuántos recursos hay que poner allí”, por ejemplo, para atender algunas dificultades académicas con las que llegan los estudiantes a las carreras del CFE. Sobre esto, planteó que el país debe buscar mecanismos para asegurarse que la formación docente sea “de alta calidad”. “Si no hacen un nivel de grado de calidad y salen siendo buenos maestros y profesores, las prácticas después no van a cambiar en las escuelas y liceos”, aseguró.

Sobre la formación para docentes ya en ejercicio, señaló que hasta ahora las propuestas se han ofrecido de manera muy fragmentada: desde lo que era la formación al servicio de Primaria, las propuestas que desde hace años ofrece Ceibal y gente que por iniciativa propia se anota a hacer la Licenciatura en Educación o la Maestría en Teorías y Prácticas en Educación de la FHCE, o cualquier otra de universidades privadas. Mancebo también habló de docentes que están cursando posgrados en el marco de “un impulso a las maestrías que dio el CFE en la pasada administración y que tuvo idas y venidas, sea con Flacso o con la Universidad Nacional Pedagógica de Argentina”. Según consideró la especialista, esa oferta “debería ser muchísimo más importante”

La docente actualmente integra un equipo que está investigando la alfabetización digital de los docentes en liceos uruguayos, y manifestó que los profesores señalan carencias respecto de los materiales con los que cuentan para dar sus clases. Si bien en general consideran que hay un correcto estado edilicio, por ejemplo, se quejan de que “después tienen que cargar con sus computadoras, no siempre está el enchufe adecuado y no siempre los salones tienen las cosas para hacer buenas conexiones”.

Aunque dijo que esos aspectos son importantes y muchas veces terminan determinando lo que un docente puede hacer dentro del aula, también es necesario pensar en otras metodologías de enseñanza. “Si veníamos haciendo las cosas de determinada manera y nos daba determinados resultados, si seguimos haciendo las cosas de la misma manera, por más que estemos en edificios más lindos, los chiquilines van a seguir aprendiendo muy poco”, sostuvo la politóloga. Consideró necesario “reinventar la profesión” docente y la práctica escolar, especialmente en un contexto de desafíos múltiples como el actual, en el que, por ejemplo, los estudiantes cada vez tienen la capacidad de atención más limitada y las personas ya no se concentran de la misma manera que hace 30 años.