Greencubadora es el nombre del proyecto socioambiental que, desde 2017, es llevado adelante por la organización de la sociedad civil El Abrojo. Se trata del desarrollo de la educación ambiental en distintos centros educativos del país, particularmente en zonas rurales o pequeñas localidades y en contextos de mayor vulnerabilidad.
Según informaron desde la organización a la diaria, en todo el tránsito recorrido, la Greencubadora “ha apoyado a más de 800 niñas, niños y adolescentes, 52 docentes y 38 grupos que desarrollaron sus proyectos ambientales, desde la primera infancia, educación inicial, primaria, escuelas especiales” y la educación media. Además, han tenido presencia en 32 localidades de nueve departamentos del país.
En diálogo con la diaria, Mariana Sayagués, coordinadora del programa socioambiental de El Abrojo y de la Greencubadora, explicó que lo que hacen es, principalmente, “brindar tutorías a grupos de niños, niñas y adolescentes que eligen trabajar temas ambientales”.
En ese marco, narró que cada año abren una convocatoria para que se presenten aquellos grupos de estudiantes “que tengan un interés en abordar un tema ambiental aplicable en su contexto y, dependiendo de la financiación que tengamos, podemos elegir más o menos grupos”.
Uno de los focos a la hora de elegir los grupos es intentar “llegar a esos lugares en los que hay más dificultades de acceso porque están en lugares más remotos o porque no están en la centralidad montevideana y metropolitana, o que tienen alguna situación de vulnerabilidad”.
Este año el equipo de trabajo que conforma a la Greencubadora es de ocho personas: cinco tutores, dos comunicadoras y la coordinadora. Sayagués explicó que las tutorías suelen basarse en -aproximadamente- una visita al mes al centro educativo -en acuerdo con la docente del grupo de alumnos-, y “la idea es que puedan ir avanzando [en el proyecto]: se les ayuda en los nudos o conflictos que tengan para resolver y se intenta orientarlo.
A veces tienen demasiadas ideas y no saben por dónde ir, o a veces no tienen muchas y hay que ayudarlos a inspirarse”. En años anteriores algunos proyectos “son muy en el laboratorio”, por lo que desde las tutorías se les plantea intercambiar con el entorno, pero también contó que, en otros casos, sucede al revés.
Por otro lado, la coordinadora planteó que, además de las tutorías, la Greencubadora brinda formación virtual a todos los docentes que se postulen a la convocatoria, sea que su grupo haya quedado seleccionado para el tutoreo o no. “Les damos la oportunidad de participar en la formación virtual, justamente para que puedan adquirir algunas herramientas que creemos son valiosas y para que se retroalimenten con el trabajo que hacen”, dijo.
Asimismo, Sayagués manifestó que este año están pudiendo concretar algo que querían desde hace tiempo: “Iniciar una formación en educación ambiental con las empresas que financian la incubadora”, más allá de que usualmente las empresas que financian el proyecto tienen “una sensibilización con temas ambientales”.
Características de los grupos
Antes de la pandemia, la Greencubadora apoyaba entre cuatro y cinco grupos por año. Durante los posteriores tres años, con una tutora sostuvieron dos grupos por año. 2023, sin embargo, fue distinto a nivel económico para el proyecto socioambiental, porque ganaron una financiación de la Fundación ReachingU y eso repercutió en su alcance: “Nos habilitó a ampliar tanto el avance en cantidad de grupos como territorial y abrimos otras dimensiones de formación a los docentes, generamos materiales e hicimos unos videos”, narró Sayagués.
En 2024 la financiación de la fundación ya no estuvo, pero la coordinadora dijo que igualmente intentaron “sostener, con el aporte de las empresas comprometidas de todos los años”, y también a través de la búsqueda de nuevas formas de financiación.
Una de las “apuestas” del grupo de trabajo fue “no bajar la cantidad de grupos” apoyados y, por tanto, este año la Greencubadora acompaña a siete equipos de distintos lugares: una escuela y un liceo de Florida, dos grupos de una escuela de Conchillas -Colonia-, Punta de Rieles -Montevideo-, Melo -Cerro Largo- y Las Piedras -Canelones-. La coordinadora explicó que en cada grupo la cantidad de estudiantes “es muy variable” y “depende de la realidad local”: algunos son de cuatro o cinco y otros rondan los 20. Uno de los proyectos de este año presenta una particularidad por ser un proyecto “social”. Lo usual es que los proyectos tengan un perfil más científico o tecnológico a la hora de resolver algo ambiental, según explicó Sayagués. Sin embargo, cuatro adolescentes del liceo 2 de Florida presentaron el proyecto The Greens, bajo la temática “Los espacios verdes y su vínculo con la salud mental y el ambiente”.
En un documento de la Greencubadora que resume los proyectos de 2024, se explica que “el grupo ha detectado la falta de espacios verdes en el centro educativo y relacionó esto con los efectos que podría tener en la salud de los estudiantes, así como el ambiente podría tener un efecto en la salud mental”.
En base a tal consideración, propusieron la realización de encuestas para “recolectar las distintas perspectivas asociadas a la salud y el aspecto emocional, vinculado al ambiente y los espacios verdes”. El fin: realizar una “intervención en un espacio definido”, “conquistar y regenerar un espacio saludable, que posteriormente se volverá a evaluar para establecer relaciones que obtuviesen de su investigación, principalmente de carácter social, con un factor participativo y práctico”. Según observó el equipo de la Greencubadora, la propuesta es “muy innovadora en el ámbito de clubes de ciencia” y “trae a la mesa la importancia de la salud mental en un contexto de aprendizaje y recreación, de la mano con el ambiente”.
La coordinadora también destacó el proyecto que están desarrollando en la Escuela Agraria de Melo, compuesto de 12 integrantes de segundo de bachillerato agrario tecnológico”. Sayagués describió que los adolescentes trabajan con “los efluentes del tambo” y parten de “la hipótesis de que los fertilizantes inorgánicos funcionan mejor que lo que puede hacer un fertilizante orgánico, y lo que están encontrando es que en realidad es mejor el orgánico”. “Eso es alucinante para una cultura de campo que normalmente no cuestiona mucho los agroinsumos”, valoró.
Otros de los proyectos apoyados
En tanto, en la escuela 2 José Pedro Varela de Florida, 16 alumnos de sexto año trabajan en base a “los problemas que causan los residuos domésticos y cómo abordarlos”. En la escuela 405 de Punta de Rieles participan 27 alumnos de primero a tercer año -aunque llevado adelante por los de tercero- con el proyecto Nuestra Huerta, en el que, principalmente, “están sembrando todo en macetas, cajones y bidones, una forma de cultivar en espacios reducidos”.
En la escuela 104 de Conchillas, uno de los grupos es de 26 integrantes de primero y segundo año y la temática del proyecto es la “elaboración de compost a partir de residuos del comedor de la escuela”. El grupo de cuarto año de la misma escuela se compone de 19 integrantes y se propone delimitar un plan “sobre qué hacer con los desechos plásticos” de la comunidad de Conchillas.
Por último, en la escuela 185 Mahatma Gandhi, de Las Piedras, hay 103 integrantes de segundo año. El proyecto se titula Reciclajuegos, y es una continuidad de un proyecto del año pasado centrado en el reciclaje. En esta ocasión, “la propuesta busca unir y estudiar las posibilidades de los materiales reciclables en la elaboración de juegos y espacios para la escuela, específicamente en el patio escolar”.
“Los objetivos fueron cambiando: antes estaban más enfocados en la investigación, y lo mantenemos, pero ahora sobre todo buscamos la construcción colectiva del saber socioambiental”, resumió Sayagués sobre los objetivos de la Greencubadora. Otra de las búsquedas es “fortalecer a las comunidades donde esos proyectos se insertan: que se involucren y se apropien, para que tengan mayor impacto y permanencia, además de ir generando mayor conciencia sobre los temas ambientales”. Asimismo, la coordinadora del proyecto subrayó que a pesar de que se centran sobre todo en niños, niñas y adolescentes, incorporaron la formación docente porque la consideran “clave”.