“Producen sufrimiento mientras instalan aprendizajes sin valor social, como la dependencia institucional o la violencia como modo de relación social”, dice el educador social Diego Silva Balerio en el primer capítulo de su nuevo libro, Adolescentes y vínculo educativo. Esculpir relaciones con lo social, que será presentado este martes en el salón de actos del Instituto de Formación en Educación Social.
En la frase mencionada, Silva habla de los padecimientos del encierro y los espacios de institucionalización adolescente, en este caso, en el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). Según se especifica en el mismo capítulo, “las ideas centrales” del libro “emergen de varias investigaciones realizadas en los últimos diez años, basadas en el estudio de un campo de intersección entre la pedagogía social y los procesos de subjetivación y desubjetivación en la adolescencia en instituciones de encierro protector y punitivo”. De acuerdo a Silva, tales trabajos “dan cuenta de los efectos iatrogénicos del encierro”, a pesar de que “tienen finalidades declaradas de protección y responsabilización”.
¿Cuáles son las trayectorias de los adolescentes institucionalizados? ¿Cuál es el rol que deberían de tener los educadores sociales en tales contextos? En diálogo con la diaria, Silva, quien también es exconsejero docente en el Consejo de Formación en Educación, magíster en Psicología y Educación y doctor en Psicología, dividió el libro en dos dimensiones: la profesional y la de políticas públicas.
Sobre la primera, dijo que en la educación social se tienen desafíos profesionales y éticos en el vínculo con los adolescentes: “Seguir trabajando en estudiar e investigar estos procesos, para que sean más efectivos y hagamos mejor las cosas”, señaló.
En cuanto a las políticas públicas, Silva aseguró que “en la actualidad tienen un gran debe en cuanto a infancias y adolescencias; se prioriza la primera infancia, que es una edad de la vida clave, pero no podemos olvidarnos de la adolescencia, que es un momento también muy relevante y hay mayor conciencia de los problemas”.
Asimismo, señaló que “es necesario armar políticas públicas de adolescencia y juventud que articulen distintas instituciones”, entre el INAU, el Instituto Nacional de la Juventud, el Ministerio de Desarrollo Social y la Agencia Nacional de Vivienda. “Hay un montón de adolescentes que egresan y terminan en situación de calle porque no hay programas que los acompañen; necesitamos fortalecer políticas públicas de juventud que brinden mejores oportunidades”, esgrimió.
Los pormenores de la institucionalización
“Volvemos a pensar teórica y metodológicamente el vínculo educativo como dinamizador de la interacción entre esferas, redes y nudos con personas, instituciones y espacios que amplifican las relaciones de los adolescentes con el saber”, dice la contratapa del libro.
En sintonía con los puntos trazados por Silva en conversación con la diaria, el libro consta de tres capítulos vinculados a las temáticas mencionadas: “Programa pedagógico para una educación social no directiva basada en la exploración por preferencia”, “Las adolescencias en su tránsito por la protección estatal: sus huellas y laceraciones” y “Esculturas del vínculo educativo”.
Silva tiene proyectos de acompañamiento de adolescentes en el sistema de protección y coordina uno en convenio con INAU para las trayectorias de egreso. En ese marco, plasmó en el libro una de sus principales conclusiones observadas: “La ausencia de garantías que el sistema de protección genera en la vida de los adolescentes”.
Según el educador social, las respuestas que se dan a los adolescentes institucionalizados “no les brindan garantías de cuidado, protección, promoción social y promoción educativa, sino que eso está afectado por un conjunto de circunstancias que llevan a que algunos adolescentes tengan experiencias en el sistema que son de cuidado y promoción, pero muchos otros lo que experimentan son la desprotección e incluso la violencia institucional”.
Para Silva, las problemáticas de la institucionalización se vinculan con el origen en Uruguay, que data de más de 100 años y tiene la “privación de libertad y el aislamiento” como eje común para todos los niños, niñas y adolescentes, cometieran algún delito o no. “Por detrás de lo tutelar, entonces, hay una mirada criminalizante, de que el problema es de ellos mismos y sus familias, y esa matriz de evaluación de los gurises es lo que está en la base”, explicó.
Por otra parte, aseguró que se ha construido “una respuesta institucional poco profesional”: “Es una lógica del cuidado del otro, donde la formación, el estudio y la investigación parecieran no ser necesarias sobre estos ámbitos, porque la precariedad de los niños, niñas y adolescentes lleva a que cualquier persona puede cuidar y ser responsable de la protección”, manifestó.
Justamente, Silva subrayó que el libro “tiene una inscripción en el marco de la formación de profesionales de la educación social”, que buscan “lo opuesto: pensar una intervención profesional, singularizada, que se reconozca a cada niño y adolescente, que pueda armar proyectos individualizados, que cada trayectoria cuente”. Para ello, planteó que “es necesario construir respuestas a medida de cada adolescente, porque no es posible estandarizar con las lógicas tradicionales del sistema educativo”. Sin embargo, afirmó que se está “muy lejos de esto”.
De acuerdo con Silva, la lógica imperante en Uruguay es la de “internar”, contrariamente a pensar estrategias territoriales, con las familias de cada adolescente. En ese contexto, esbozó que parte de los desafíos de las políticas públicas es el trabajo en los contextos de las personas y no en mejorar las instituciones, ya que “se ha venido probando que son muy difíciles de reformar, mucho menos cuando hay desprofesionalización”.
En cuanto a lo educativo concretamente, el educador social destacó la necesidad de que haya una “integración social de los adolescentes en las instituciones educativas del país”. Asimismo, otra dimensión señalada en cuanto a los aprendizajes de los adolescentes institucionalizados está vinculada a la vida cotidiana.
Para Silva, hay un proceso que lleva al “desaprendizaje”, porque en el ámbito institucional la alimentación, el dinero y los horarios están “burocratizados” y organizados por la propia institución. Eso genera, dijo, que muchos adolescentes recién comiencen a organizar su plata, las compras, la cocina, el sueño una vez que egresan.