Una perspectiva necesaria para pensar y hacer educación. Temas para incluir en el debate educativo es el título del libro que publicó recientemente el educador Jorge Camors. Precisamente, el término educador define de mejor forma su larga trayectoria, ya que, si bien desde hace muchos años es docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) –ya jubilado, ahora bajo la figura de docente libre–, su trayecto está marcado por participar de experiencias educativas fuera de espacios tradicionales de aula.

De hecho, entre 1989 y 2004 fue director del Centro de Formación y Estudios (Cenfores) del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU) y, desde ese rol, al que accedió por concurso, junto a su equipo creó la formación para educadores sociales. Si bien luego pasó a la órbita del Consejo de Formación en Educación y se consolidó en ese espacio, esa formación no existía en el país hasta ese momento. Camors fue director del área de Educación No Formal del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) entre 2005 y 2015 y, en esos años, representó al ministerio en el Consejo Directivo del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop).

Desde 2016 se desempeña como coordinador de la Cátedra Unesco en Educación de Personas Jóvenes y Adultas, espacio generado en la FHCE que actualmente coordina de forma honoraria junto a Dalton Rodríguez. En el libro, que fue presentado públicamente hace algunas semanas, Camors eligió seis temas sobre los que ha reflexionado a lo largo de toda su trayectoria y, precisamente, este es uno de ellos. También habla de la educación no formal, de educación y trabajo, del rol de los educadores sociales y de la pedagogía social. Además, en el primer capítulo el autor se refiere a la noción de educación.

Entrevistado por la diaria, Camors comentó al respecto que en Uruguay “la enseñanza formal ha obturado la mirada de la educación”, que, según consideró, “va mucho más allá” de lo que ocurre dentro de un aula. “La educación es un proceso que todos sufrimos a lo largo de la vida, tiene que ver con la conformación del ser humano”, sostuvo, y agregó que ello tiene que ver con la búsqueda de conocimiento y el desarrollo de habilidades en muy diversos ámbitos.

A lo largo de su trayectoria, ha adherido a la idea de que deben pensarse políticas y acciones para que los individuos tengan educación “a lo largo y ancho” de la vida. Eso lo lleva a estar en desacuerdo con quienes sostienen que las personas “dedican unos años a la educación y después salen a trabajar”. Por el contrario, manifestó que “la educación es permanente”, más allá de que después del liceo o la UTU algunos la continúen o no en alguna institución terciaria. “Educación a lo largo de toda la vida, porque no podemos decir que a los 17 años terminás la educación formal obligatoria y estás preparado para casi 70 años posteriores”, con una esperanza de vida que está por llegar a los 80 años y va en aumento. “¿Con lo que aprendimos hasta los 17 vamos a poder sortear las dificultades y los desafíos de un mundo cada vez más cambiante y complejo, donde las informaciones son abundantes, circulan, son dinámicas?”, se preguntó.

A raíz de su trabajo como docente, ha profundizado en la educación para adultos mayores y, al respecto, participó esta semana de una convocatoria del Instituto Nacional de las Personas Mayores, que está elaborando un plan de vejez y envejecimiento que incluye una dimensión educativa, lo que Camors recibió con sorpresa y satisfacción. Según mencionó, “dos tercios de los mayores de 65 años son autoválidos, quieren seguir aprendiendo, quieren seguir estudiando, algunos se ofrecen como voluntarios, como instructores, como docentes”.

En síntesis, pensar la educación a lo largo de la vida implica que no sea sólo desde la perspectiva de acciones enfocadas a niños y adolescentes. En tanto, la noción de una educación “a lo ancho” de la vida hace referencia a que los aprendizajes no se dan únicamente en las instituciones formales: “Aprendemos en múltiples espacios; un obrero aprende en la fábrica; el adulto que va al club de barrio aprende”. El educador añadió que algunos de esos espacios son formales, como es el caso de empresas que han desarrollado programas de capacitación para sus trabajadores, pero muchas veces “la vida misma también nos enfrenta a una serie de desafíos por los que vamos aprendiendo”.

Según Camors, la clave para pensar una política educativa para la educación de jóvenes y adultos es identificar cuántos de esos espacios pueden contribuir “a una estrategia educativa nacional”. En otras palabras, se trata de “aprovechar distintas instancias, más allá de la escuela, para buscar las sinergias que permitan que la gente tenga un mayor nivel educativo”. “Por nivel educativo me refiero a mayores conocimientos, mayores curiosidades, mayor interés de aprender”, aclaró.

La articulación de la política educativa con otras políticas

Cuando se piensa en la educación de jóvenes y adultos en el país, esta suele asociarse a la educación universitaria, pero sólo 5% de la población uruguaya está inscripta en la Universidad de la República (Udelar), institución que nuclea a la mayoría de los estudiantes de ese nivel en el país. Como contraste, Camors marcó que 82% de los ciudadanos uruguayos son mayores de 15 años.

Por lo tanto, el docente sostuvo que la educación debe articularse con políticas sociales, productivas, culturales y artísticas, además de pensarse a partir de la importancia del sujeto. “Si tenés un plan de vivienda, la educación tiene que jugar un papel en construir la solidaridad, el trabajo en equipo, la colaboración, la convivencia futura como vecinos. No es simplemente pensar en recursos para construir casas”, ilustró. Según dijo, ese es un mandato que está establecido en la Ley General de Educación, aprobada en 2008 y que no fue derogada en el gobierno anterior por la ley de urgente consideración. De todas formas, planteó que el pasado gobierno no incorporó esa perspectiva en su plan nacional de educación.

Otro de los puntos abordados en su libro es el vínculo entre educación y trabajo. Al respecto, consideró que en la sociedad uruguaya está “fuertemente instalada” la idea de que la educación forma para un empleo. En su caso, adhiere a la diferencia que establece la teoría marxista entre empleo y trabajo, ya que para trabajar no es necesario recibir un salario. En esta área, el docente valoró especialmente la creación del Inefop y el rol que fue tomando el instituto en materia educativa.

De todas formas, lamentó que hasta el día de hoy circule la idea de que quienes provienen de sectores socioeconómicos con mayores dificultades deberían capacitarse en oficios manuales para tener una salida laboral inmediata, lo que en el caso de la educación formal se traslada a los distintos perfiles de estudiantes de secundaria y UTU. Según valoró, ello “coarta” las posibilidades para una parte importante de la población, que se ve impedida de otro tipo de desarrollos.

Para Camors, es necesario vincular las políticas de desarrollo productivo con las de desarrollo humano, entre las que ubica a la educación. Sin esa vinculación, cuando un determinado sector productivo cambia de tecnología o de mercado, “queda un montón de gente por el camino porque no puede acompañar determinado tipo de procesos”, lamentó.

La izquierda, el vínculo entre educación y trabajo y la necesidad de nuevas figuras

Muchas veces, el vínculo entre educación y trabajo ha generado resistencias en la izquierda, tanto a nivel político como de las organizaciones del campo popular. Consultado al respecto, Camors entendió que existe un problema en algunas concepciones de izquierda sobre el tema e incluso algunas veces se ha llegado a negar la educación no formal como tal. “Son temas poco debatidos y poco estudiados”, afirmó.

El docente también marcó que en los últimos cinco años, en el marco de la transformación educativa del gobierno anterior, se realizaron algunos planteos que “abroquelaron” mucho más algunas posiciones de actores de izquierda respecto al tema. En ese sentido, sostuvo que existe el riesgo de “confundir la oposición o la resistencia” con “quedar en una posición conservadora, defendiendo lo que ya existía”. Camors considera que respecto de estos temas está faltando “creatividad, imaginación y debate”, y sostuvo que muchas veces detrás de las discusiones quedan ocultos otros intereses, por ejemplo, relacionados a “puestos de trabajo y salario”.

Según dijo, eso ocurre en parte en el debate sobre la creación de una Universidad de la Educación. “Me parece muy legítimo que quienes están trabajando en la formación de maestros y profesores aspiren a un cambio en la institucionalidad. Creo que no debemos ir a un simple cambio de cartel, debemos tomar lo mejor de esa tradición junto a otras tradiciones para crear una nueva institucionalidad de nivel universitario que permita repensar la educación”, valoró.

También se refirió a la Ley General de Educación, que define al área como formación en educación, pero muchas veces se sigue nombrando como formación docente. Según dijo, la ley plantea que dicha institucionalidad es la encargada de formar maestros, profesores, maestros técnicos, educadores sociales y “toda aquella otra profesión que la educación requiera”. En ese sentido, entendió que muchas veces se termina apelando a perfiles de docencia de niños y adolescentes para otras necesidades educativas.

Por ejemplo, mencionó el caso de la educación de adultos que realiza la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que, según dijo, es un “complemento salarial del maestro” que se desempeña en ese tipo de programas. Si bien sostuvo que eso es “muy legítimo y muy válido”, ya que “los salarios son bajos y por eso hay que buscar más de un empleo”, consideró que trabajar con niños no es lo mismo que hacerlo con adultos.

Según entiende, la izquierda suele querer evitar que se afecten las condiciones laborales de los trabajadores, pero eso muchas veces “obtura posibilidades de cambio”. En ese sentido, llamó a no postergar debates relevantes sobre la educación uruguaya. Uno de ellos es la generación de nuevos perfiles que contribuyan a cumplir con las necesidades de la población, en un sentido amplio. Como otro ejemplo al respecto, planteó la importancia de pensar en roles específicos que puedan formarse para trabajar en la educación de adultos mayores.

La creación de la formación para educadores sociales

Precisamente, cuando desde el Cenfores impulsó la creación de la formación para educadores sociales, respondió a una necesidad similar. Según recordó Camors, en ese momento “había un trabajo muy importante con niños, niñas y adolescentes que estaba en manos de gente sin formación previa”. “Entendíamos que eso era educativo; algunos habíamos cumplido ese rol tiempo atrás, lo conocíamos y, por lo tanto, había que profesionalizar”, dijo. Ya en ese entonces se le dio carácter terciario a la formación, cuyo plan de estudios fue elaborado en colaboración con docentes de la Udelar. Según afirmó, se trata de profesionales que pueden trabajar con personas de distintas edades y perfiles “en cualquier espacio” y no sólo dentro de un centro educativo.

Si bien muchos educadores sociales trabajan hoy en programas del INAU, Camors afirmó que la figura no estuvo pensada para el instituto, que en ese momento no tenía interés en ese tipo de perfil profesional. “En la medida en que el equipo fue logrando cierto nivel de autonomía, de vuelo, pudimos ir haciendo esto mientras hacíamos otras cosas que la institución nos pedía”, rememoró, con relación a quienes lo acompañaron en la gestión del Cenfores, donde esa carrera estuvo durante 20 años.

“El valor del educador social fue pensar la estrategia a seguir en función del sujeto y no que la persona se sujete a la propuesta institucional” que se le ofrece, destacó, en contraste con lo que suele ocurrir con maestros y profesores, más allá de que reconoció que ese tipo de ideas también son “injustas” hacia muchos docentes. De todas formas, dijo que muchas instituciones que tienen interés en desarrollar propuestas educativas han manifestado la necesidad de contar con otro tipo de perfiles, lo que también explica la realización de muchos llamados para licenciados en Educación, formación que se ofrece en la FHCE.

Según recordó el entrevistado, un camino similar al recorrido con la formación de educadores sociales se realizó desde el Cenfores también con las propuestas para la primera infancia. Eso sí generó el interés del INAU y el MEC, que desarrollaron la formación para quienes trabajaban con niños menores de seis años y después fue tomada por la ANEP, que desarrolló una carrera de maestro en primera infancia.