En un febrero sin tablados, desfiles, corsos y retiradas, una plaza de Montevideo fue punto de encuentro para mostrar que las bombitas amarillas no están del todo apagadas. Aunque no crujan las tablas, colectivos de mujeres y disidencias vieron en esta pausa forzada una nueva oportunidad para reunirse e imaginar otro carnaval posible. La invitación fue a participar de un taller de debate, que empezó con la pregunta: ¿qué debería pasar para tener un carnaval igualitario?

La actividad estuvo organizada por el Espacio Feminista Las Pioneras –anfitrión del encuentro– y contó con el apoyo de Pilsen, que este año lanzó una serie de iniciativas para promover la equidad de género en el carnaval. La idea original era celebrar un “carnaval feminista y popular” en la plaza, pero la decisión de la Intendencia de Montevideo (IM) de suspender las actividades debido a la pandemia obligó a cambiar los planes.

“Llegamos a ingresar la propuesta en la IM para habilitar este espacio los jueves, viernes y sábados para un carnaval feminista, popular, en el que actuaran la murga joven, las promesas, las murgas feministas”, explicó a la diaria Lilián Celiberti, coordinadora de Cotidiano Mujer, una de las organizaciones que gestiona Las Pioneras. Cuando se suspendió el carnaval, las organizadoras decidieron transformar la iniciativa cultural y artística en un espacio de intercambio del que pudieran nacer propuestas que generen cambios concretos. En una primera instancia expusieron tres panelistas invitadas y luego se habilitó el espacio para todas las que quisieran intervenir. La moderación estuvo a cargo de la maestra feminista Natalia Marcoveccio.

“No queremos quedarnos sólo en ‘la situación es así’. ¿Cómo hacemos para que no sea así? ¿Qué responsabilidad tienen las instituciones, y en particular la IM, en cambiar a un carnaval igualitario? Por eso, las propuestas que surjan se encaminarán a una instancia posterior, en un grupo de trabajo, y después a las autoridades, justamente para concretarlas para el próximo año”, adelantó Celiberti.

La discusión sobre la necesidad de mayor participación de las mujeres y disidencias en el carnaval no es nueva. Tampoco son nuevas las situaciones de violencia sexual que ejercen los artistas varones contra las mujeres en el ambiente, algo que Soledad Castro Lazaroff ya describía como “vox populi” en 2018.

Sin embargo, estas problemáticas toman ribetes distintos en un contexto de efervescencia feminista en el que las mujeres no toleran más ser las que sostienen el carnaval en la sombra y unos meses después de que irrumpieran las denuncias de acoso y abuso sexual en las redes sociales con el hashtag #VaronesCarnaval.

Durante la actividad también se sintió la indignación generalizada por las declaraciones que hizo la semana pasada José “Gato” Morgade, uno de los fundadores de la murga La Reina de La Teja y ex gerente general de Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay. Consultado en una entrevista televisiva sobre las denuncias de #VaronesCarnaval, Morgade dijo que “los compañeros se comieron un garrón” y que “las gurisas los violaban ellas”.

“Lo primero y fundamental para que haya un carnaval igualitario es que esta sociedad crea en la voz de las mujeres porque, si no les creemos, obviamente nada de lo que hagamos va a cambiar”, puntualizó Celiberti al respecto; “Morgade ‒y cualquiera‒ tienen que saber que el patriarcado no va más”.

Igualitario e inclusivo

En la plaza un afiche de Pilsen tenía la imagen de una mujer murguista y la inscripción: “No pudimos tener el Carnaval que queríamos, pero podemos tener el Carnaval que soñamos”.

¿Qué características debería tener ese carnaval soñado? En principio, una mayor representación de las mujeres y disidencias. La imagen clásica de un escenario poblado sólo por varones ya quedó vieja. Una investigación del Sindicato Único de Carnavaleros del Uruguay (Sicau) reveló en 2018 que la participación de mujeres en el concurso oficial no llegaba a 50% en ninguna categoría. Ese año, las mujeres integraban apenas 4% de los conjuntos de parodistas, 5,5% de las murgas y 22,4% de humoristas. En las revistas estaba más parejo, con 44,6% de representación.

“Si más de la mitad de la población mundial somos mujeres, yo me pregunto: ¿quién se va a responsabilizar sobre la histórica exclusión que tiene este grupo en los espectáculos de carnaval? ¿Vamos a seguir hablando de que esta desigualdad es el resultado de que son las mujeres las que no quieren salir, las que no se sienten seguras, las que no tienen capacidad para subirse al escenario? ¿Vamos a seguir contribuyendo a la feminización de las actividades, donde sí es natural y está bien que sean mujeres quienes maquillen, cosan o peinen, y sean mayoritariamente varones quienes ocupen el espacio público?”, cuestionó la licenciada en Comunicación y educadora sexual Sabrina Martínez, que integró el panel.

Martínez dijo que esta desigualdad “responde a un sistema patriarcal que es androcéntrico, misógino, que está atravesado por varios sistemas ‒político, jurídico, económico‒ y que estructura casi que todas nuestras prácticas sociales”, por lo que es importante elaborar estrategias “que sean prácticas y que sean posibles para un carnaval que sea realmente inclusivo, con los costos que ese implique”. ¿Qué significa esto? “Que si necesitamos generar políticas para el fomento de la participación de las mujeres, para que entren más mujeres, tienen que bajarse más varones”.

Al mismo tiempo, sugirió un diagnóstico, sistematización y monitoreo permanentes “que construyan datos accesibles y abiertos a la población sobre calidad en equidad de género para pensar intervenciones y recomendaciones basadas en la evidencia”. Citó algunos ejemplos para pensar en clave de inclusión: “¿Sabemos cuántas personas trans trabajan en carnaval? ¿Cuántas personas no binarias? Cuando miramos los espectáculos, ¿logramos identificar personas en situación de discapacidad? ¿Cuál es la población afrodescendiente que participa en los espectáculos de carnaval, más allá de los tradicionalmente legitimados, como son las agrupaciones de negros y lubolos?”.

En la misma línea, la compositora, murguista feminista y educadora sexual Majo Hernández dijo que hoy el carnaval “representa la sensibilidad del momento y la producción del sentido”, por lo que hay que tirar abajo “un sistema patriarcal, capitalista, capacitista, transfóbico, homofóbico, misógino, limitante, que admite o no admite, y que se toma ese tupé de poder decir qué cuerpos pueden gozar y cuáles no, teniendo el permiso absoluto de poder usarlos para su satisfacción y personal y para crecer como artistas”.

Por su parte, la gestora y murguista feminista Sofía Mieres introdujo otra dimensión de la desigualdad, la del trabajo de cuidados: los varones pueden irse de gira por los tablados porque detrás, generalmente, hay una mujer que sostiene el trabajo no remunerado en el hogar. “Las mujeres en algún sentido siempre hemos sido parte, porque para que el varón ‒y sobre todo el varón padre‒ pueda ocupar determinados lugares y llegar a las cuatro de la mañana todos los días, siempre hubo mujeres atrás para sostener eso. Mientras el varón está recorriendo tablados y chupando en una bañadera, ¿quién cuida a esos niñes? ¿Quién cuida a esa familia? ¿Quién ordena la casa? ¿Quién hace de comer?”, planteó.

Según Martínez, el hecho de que la trayectoria de muchas trabajadoras mujeres del carnaval se vea afectada por la maternidad también responde a “cierta masculinización del concurso oficial, donde se prioriza la competencia, ensayar diez horas por día, muchas veces una carga horaria que excede a las propias actividades y que no se remunera, sumado a este mandato que es qué pasa si una mujer se pasa cinco horas en el ensayo, vuelve a las tres de la mañana y tiene tres pibes en casa”. Agregó una frase que resume bien el tema: “Hay que recordar que detrás de grandes carnavaleros hay muchas mujeres que les lavaron el traje y que nunca se llevaron ningún aplauso”.

La mano del Estado

El Estado tiene un rol central en la construcción de un carnaval igualitario, especialmente en el reconocimiento de derechos y la asignación de recursos.

Lo primero: un carnaval no puede jactarse de ser igualitario si no reconoce los derechos laborales de las trabajadoras y los trabajadores que lo construyen. Mieres contó que algunas de sus compañeras no se perciben como trabajadoras del carnaval, pese a que lo que hacen califica de trabajo. “¿Qué es ser trabajadora o trabajador de carnaval? ¿Es estar en el concurso oficial? Porque, en realidad, yo sí siento que soy una trabajadora de carnaval, siento que trabajo para armar un espectáculo, ensayo, y va más allá de si me es redituable o no ‒que evidentemente no‒. Me parece que hay un trabajo atrás de eso y que cuando podemos valorizar el arte como cultura y valorizarlo como un trabajo, le damos otro lugar en nuestra vida”, señaló.

Por ese lado iban algunas preguntas que planteaba también Hernández, que integra la Comisión de Género del Sicau, respecto de cómo “una expresión popular en la que todes participamos” puede ser también “una fuente de trabajo para aquellas personas que somos profesionales del arte”. Ahí el Estado tiene una responsabilidad.

“Es enorme la cantidad de empleos informales que están frente a nuestros ojos, que se dan en relación a los conjuntos o incluso en el tablado y que no tienen aportes del Estado. Si una costurera, por ejemplo, tiene un accidente laboral elaborando un traje para las Llamadas, ¿quién le va a pagar el subsidio por enfermedad?”, preguntó Martínez.

Por otra parte, varias participantes del debate abierto destacaron lo difícil que es soñar otro carnaval si el Estado no asigna recursos para apoyar esas transformaciones. Una de ellas, que se presentó como integrante del colectivo Más Músicas, dijo: “Ya que hay representantes del Estado presentes, hay que decir que necesitamos recursos para hacer estos cambios, no podemos sostener algo que lleva mucho trabajo de todos los días a fuerza del voluntariado”. Entre el público estaba la directora de la Asesoría para la Igualdad de Género de la IM, Solana Quesada, que intervino casi al final para asegurar que las escuchaba y tomaba nota.

Un espacio sin violencia

Con base en libros como Historia de la sensibilidad en el Uruguay, del historiador José Pedro Barrán, Hernández recordó que en el siglo XIX aquella “fiesta de los cuerpos libres y del goce” incluía guerras de agua y saqueos. Esos “saqueos”, insistió la educadora, muchas veces significaban que los hombres entraban sin permiso a las casas y las mujeres tenían que tirarles agua para que no las violaran. “Obviamente que no queremos volver a un carácter lúdico que implique violaciones de mujeres”, precisó Hernández; “ahí también podemos saber cuánto heredamos de aquellos carnavales”. Introdujo así el problema de la violencia de género, que impregna todas las esferas de la vida, incluido el carnaval.

A mediados de agosto de 2020, en el marco de una serie de iniciativas que buscaban visibilizar situaciones de violencia sexual en distintos ámbitos, se creó la cuenta de Instagram “Varones carnaval”. En menos de una semana, la página publicó más de 250 testimonios de mujeres que denunciaban situaciones de acoso, abuso sexual y violación por parte de integrantes y referentes de grupos de carnaval. El impacto fue importante porque en muchos casos se describían situaciones que constituían delitos graves y en algunos las víctimas aseguraban que eran menores de edad cuando ocurrieron los hechos.

A los pocos días, la Fiscalía de Delitos Sexuales, Violencia Doméstica y Violencia Basada en Género de 4º Turno, a cargo de la fiscal Sylvia Lovesio, inició una investigación de oficio y habilitó una línea telefónica para recibir denuncias. La IM, por su parte, decidió cambiar el formato del Carnaval de las Promesas –de donde surgió la mayoría de las denuncias– y creó un servicio de atención para niñas, adolescentes y mujeres que vivieron situaciones de violencia en ámbitos culturales.

Desde ese entonces, la Fiscalía identificó a 100 víctimas, según aseguró Lovesio a principios de mes consultada por El Observador. A ellas se suman otros casos que fueron presentados por la Asociación de Directores de Carnaval de las Promesas. La fiscal dijo que la investigación “está avanzando” pero que aún se encuentra en etapa de recolección de evidencias y toma de declaraciones, debido a la feria judicial y a la preparación de los juicios de otras causas.

Más allá de cómo avancen las denuncias en la Justicia, el fenómeno demostró que el Carnaval necesita repensar el abordaje de las situaciones de violencia de género. En ese sentido, Martínez propuso “favorecer un diálogo interinstitucional y un abordaje interdisciplinario, porque la violencia es responsabilidad de quien la ejerce”, pero también “de todo el sistema y de todas las organizaciones que son omisas a las situaciones y que muchas veces quedan restringidas en el campo de lo individual”. A la vez, planteó diseñar estrategias para la prevención y la reducción de daños, porque “la única respuesta no puede ser el camino punitivista, que muchas veces deja en soledad a quien denuncia o responsabiliza y expone a que muchas que no tienen ganas de hacerlo público lo tengan que hacer para convalidar su experiencia”.

En este tema también importan los recursos. Una participante del debate abierto dijo, por ejemplo, que tiene que haber presupuesto para que en los espacios de carnaval haya personal capacitado para atender a quienes hayan vivido situaciones de violencia. Esas personas no pueden ser las mismas que habitan los espacios, como sucede en algunos casos, porque muchas “son amigas o tienen un vínculo afectivo” con los agresores. “Las autoridades tienen que capacitar a personas que estén por fuera para que nos puedan brindar los recursos para poder habitar los espacios de forma segura”, insistió.

Otra compañera se preguntó dónde entran los varones en la construcción de este carnaval igualitario que imaginamos en la era post #VaronesCarnaval. “¿Cómo vamos a construir con esos que quizás hoy no queremos ni ver porque todavía estamos re dolidas por lo que acaba de pasar con Varones Carnaval y con el señor este que nos dijo ‘violadoras’ en público? Hoy capaz que aparece uno acá y lo mandamos a la casa, pero, en realidad, tenemos que estar todas y todos juntos”, reflexionó.

Otros carnavales son posibles

Algo que destacaron prácticamente todas las panelistas y participantes es que en muchos lados ese “otro carnaval” ya está sucediendo. Es el carnaval que promueven, construyen y lideran colectivos como el Encuentro de Murguistas Feministas o Más Carnaval, entre otros grupos de mujeres y disidencias que hacen carnaval.

Mieres recordó que cuando era niña no veía mujeres en el carnaval, entonces era muy difícil imaginarse en ese lugar. Eso ahora está cambiando, dijo, gracias a estos colectivos que “han ido generando una visibilización increíble”. Se refirió en especial al Encuentro de Murguistas Feministas, que logró “habitar un Teatro de Verano sin concurso, sin que se cobre una entrada, popular, donde todas tenemos voz, y me parece que está buenísimo en esto de poder vernos e identificarnos con quien está arriba del escenario. Ese es el Carnaval que yo quiero”.

Durante el debate, una de las participantes pidió el micrófono para “valorar todo otro montón de manifestaciones que están sucediendo que también llevan al goce, al disfrute, a la expresión artística desde otros lugares, sólo que no salen en la tele, no las pasan en la radio o no quedan en Youtube”. “Nosotras mismas vamos legitimando esos espacios, porque conocemos a quienes se suben al escenario y porque también las mujeres a las que celebramos son las que participan más que nada en ese carnaval. Siento que apuntamos muchas fichas al concurso oficial y no valoramos todo otro montón de cosas que están pasando y que están demás”, afirmó.

Las nuevas generaciones crecen en este panorama que empieza a cambiar y, para muchas gurisas, todo aparece como posible. “Yo hago percusión y de grande me re veo en una murga, tocando en una comparsa, cantando; me veo en todo. No estén tristes. Están haciendo pila de cosas para que mi generación, la de mi hermana, la de todas y todes, hagamos pila de cosas”, dijo una adolescente en la actividad, y se convirtió en el centro de miradas emocionadas. “Yo voy a hacer pila de cosas”, prometió: “Voy a marcar, voy a tocar el tambor, voy a salir a cantar al escenario con una murga, puedo hacer mi propia murga, puedo sumarme a otra murga, puedo salir en Más Carnaval y puedo salir en el concurso oficial”. “No bajen los ovarios al piso. Las quiero. Vamo’ arriba”.