Elena Leceta está sentada en la cocina de su casa mientras toma mate. Lleva puesta una gorra de visera roja y un buzo fino de mangas tres cuartos del mismo color. Acaba de salar la carne cruda y ponerla al fuego que chispea en la estufa. Frente a la cámara, explica que el término “mujer rural” es “muy amplio” porque “las realidades de cada una son diferentes”. Sabe muy bien de lo que habla: el campo es su casa desde que nació. Leceta es presidenta de la Red de Mujeres Rurales de Colonia y una de las protagonistas del documental La fuerza de la tierra.

La pieza audiovisual de 15 minutos está inspirada en la vida de las integrantes de la Red de Mujeres Rurales de Colonia. Además de Leceta, se puede conocer la cotidianidad de Maren Guigou, productora lechera; Iris Celio, productora de la quesería Il Ticino; y Viviana Beltrán, que lidera el emprendimiento agroturístico Foresta Nativa.

El proyecto fue ganador de un fondo de la convocatoria Mujeres en la Actividad Productiva del Ministerio de Industria, Energía y Minería y la Dirección Nacional de Telecomunicaciones 2021 (ver recuadro). El proceso de realización duró un año y terminó en agosto de 2022. El preestreno tuvo lugar el 16 de setiembre en Colonia del Sacramento, con la presencia de las protagonistas y de otras integrantes de la red. En el marco del Día Internacional de las Mujeres Rurales, que se conmemora cada 15 de octubre, la diaria dialogó con dos de ellas.

“Lo que sabemos hacer y lo que queremos hacer”

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2011 las mujeres representaban 43,8% de la población rural uruguaya, a la vez que eran 4,5% de la población femenina del país y 24% de la población total. El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca relevaba que el mismo año las mujeres representaban 36,7% de la población agrícola. Para las mujeres rurales de Colonia, “detrás de cada establecimiento rural hay una o varias mujeres”. Sin embargo, en las explotaciones agropecuarias históricamente han tenido menos espacio que los varones para desarrollar su actividad laboral. Siempre confinadas a las tareas de limpieza, cocina, huerta y de reproducción de la vida –cuidados–.

Elena Leceta tiene 51 años y vive con su familia en el paraje rural Buena Vista, en el límite de los departamentos de Soriano y Colonia. El pueblo más cercano se llama Agraciada y la ciudad de Colonia le queda a 100 kilómetros de distancia. Vive en “plena campaña”, como ella dice. Forma parte activa de la empresa familiar agropecuaria, junto con su esposo, sus tres hijas y su hijo. “Yo soy ama de casa y hago todo tipo de tareas rurales. Crío las gallinas y los animales domésticos; ayudo en las tareas rurales de la empresa, con la maquinaria y el trabajo con ganado; me encargo de los mandados. Hago de todo un poquito; la mujer rural es como un comodín de todas las actividades”, cuenta a la diaria.

Ella nació muy cerca de Villa Soriano, el “primer pueblo de la República”, dice orgullosa. Su vida transcurrió entre el pueblo y la chacra de sus abuelos. “Fue divino criarme ahí; un pueblo chiquito, muy tranquilo y reconocido por su historia. No sé si siempre supe que iba a vivir en el campo, pero siempre me gustó. Luego me conocí con un muchacho de campo y me vine al campo”, cuenta. Y agrega: “El campo es un modo de vida. Es muy sacrificado y muy difícil, porque vivís en un negocio a cielo abierto. Todo el tiempo se están presentando obstáculos. Embocás una y errás 20. La zafra pasada fue buena, con buena cosecha y clima favorable. Ahora se presentó una zafra que parecía que iba a ser buena al principio, pero no llovió nunca, estamos con una seca terrible, próximo a perder la mayoría de las cosechas. Es como empezar de nuevo todas las veces. Pero es lo que sabemos hacer y lo que queremos hacer”.

De todas formas, Leceta reconoce que la mujer rural actual vive con comodidades que antes no existían, como la tecnología, el acceso a la comunicación, los caminos rurales transitables, el acceso a la luz eléctrica, a la educación y a capacitación. Por eso dice: “Antes era todo muy rudimentario, mucho sacrificio y trabajo físico. Antes la mujer que estaba en el campo salía una vez cada tanto, no tenía cómo comunicarse. La locomoción era muy escasa, los caminos rurales desastrosos”.

Iris Celio, propietaria y administradora de un emprendimiento de quesos, también cree que los avances tecnológicos favorecieron a la mujer rural. Ella cuenta a la diaria que ahora se vive en el campo “con todas las comodidades”. Que “el sacrificio es como en cualquier trabajo; hay que tener coraje y empoderarse con lo que uno hace, querer a la tierra”. Sobre las mujeres rurales, opina que son muy importantes: “Trabajamos en cualquier rubro y sabemos salir adelante”.

Celio tiene 63 años y vive en la zona de Colonia Suiza, a siete kilómetros de Nueva Helvecia. El tambo y el emprendimiento de quesos se encuentran en el mismo predio en el que está su casa. Dirige la empresa con su hijo, el encargado de hacer los quesos. Ella está a cargo de las ventas, una tarea que implica llevar los quesos a los centros de acopio y recibir a compradores a diario, armar los pedidos y preparar las facturas. También abarca las tareas administrativas. Hace 40 años que vive en el establecimiento, pero empezó a hacerse cargo desde 2013. Antes estaba dedicada a las tareas de la casa y a criar a sus dos hijos. Cuando su padre falleció, ella tomó las riendas de la empresa.

Hacer quesos es la tradición de su familia. Sus bisabuelos llegaron de Suiza y Alemania; según ella, fueron de los primeros inmigrantes de Colonia Suiza. Celio es parte de la quinta generación de queseros, por eso eligió el eslogan “Herencia de queseros” para vender sus productos. Una vez que se puso al frente de la empresa se asesoró con agrónomos, veterinarios, técnicos lecheros y grupos de queseros. Apostó a otras variedades de quesos más allá del Colonia, como el semiduro, el provolone, y diferentes tipos de queso danbo. También procuró darle un logo y una identidad al proyecto.

Para ella, “el campo es una pasión”. “Ser administradora y propietaria de una empresa a veces tiene sus dificultades. Hay que resolver cosas todos los días. A veces no se puede bajar los brazos; yo no los bajo. Uno ya lo vivió de niño, el sacrificio y el compromiso de cuidar la tierra. Mi abuela decía: ‘El campo es lo que uno tiene, lo que heredó, y hay que cuidarlo’. Es un bien sagrado, hay que respetarlo. Nos da la leche para hacer nuestros productos y hay que saberlo administrar”, señala.

Celio asegura que después de hacerse cargo de la empresa, ella “cambió mucho”: “Yo era tímida, no me animaba a mucha cosa. La responsabilidad del trabajo me dio coraje y seriedad para seguir”.

Imagen del documental _La fuerza de la tierra_.

Imagen del documental La fuerza de la tierra.

Más autonomía, más independencia

Sobre los obstáculos y dificultades que tienen las mujeres que viven y producen en el campo, Leceta menciona tres áreas. Si bien actualmente cuentan con la posibilidad de educarse y capacitarse en el quehacer rural, asegura que no es algo que les llegue a todas: “Muchas mujeres tienen poco acceso a la información y a las tecnologías, eso complica. Con el Zoom hay un montón de cursos que los difundís y a algunas no les gusta [la herramienta] o tienen poca señal. Las mujeres jóvenes se animan con la tecnología, pero hay otras que no tienen Whatsapp porque no les gusta o no entienden”. La presidenta de la Red de Mujeres Rurales de Colonia dice que también hay mujeres que no saben manejar vehículos, “y hoy en el campo eso es algo que la mayoría deberíamos saber”.

Otra de las limitantes que menciona es la económica, lo que afecta directamente en la autonomía y la libertad de las mujeres para tomar decisiones. Según ella, “hay muchos créditos y proyectos desde el ámbito estatal destinados a mujeres, pero cuando nos enfrentamos a presentar un proyecto o pedir un crédito nos encontramos con que siempre tenemos que involucrar a la empresa familiar”. Lo que explica Leceta es que, si bien “algunas mujeres tienen sus ingresos propios porque son propietarias de una empresa”, “la gran mayoría de las mujeres rurales” son parte de una empresa familiar. Esta situación deriva en que no tengan sus “ingresos propios” y que, cuando piden un préstamo o intentan acceder a un proyecto personal, se vean obligadas a involucrar a la familia.

Entonces, “si te embarcás en un proyecto y te va mal, comprometés a la empresa familiar, que no tiene nada que ver. Esas cuestiones nos frenan mucho. A veces, por un proyecto por el que te dan 20.000 pesos tenés que poner de manifiesto una información de un capital que es mucho mayor a eso. Y si tengo cualquier complicación, si no llego a pagar una cuota, le puedo frenar a la empresa familiar el otorgamiento de un crédito para la compra de maquinaria. Tenés un pequeño problema y perjudicás al resto”, explica Leceta.

Frente a esta situación, ella opina que estos créditos deberían ser más accesibles. “Si es un proyecto para mujeres emprendedoras, que sea para mujeres emprendedoras, no para una ama de casa integrante de una empresa agrícola. Que la mujer tenga independencia, más autonomía, menos exigencias. Tendrían que ser más blandos los accesos, porque a muchas nos pasa lo mismo”, dice.

Los mismos obstáculos con los que se enfrentan las mujeres rurales en el acceso a créditos están presentes en el acceso a la tierra. “Para una mujer es complicado acceder a un pedazo de tierra”, asegura Leceta. Ella considera que “hay muchos planes de colonización con cuotas accesibles”, pero que “generalmente las mujeres rurales no llegan a los requisitos para acceder”. El acceso a la tierra es un obstáculo compartido por las mujeres rurales de todo el continente. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, sólo 18% de la tierra de América Latina y el Caribe está en manos de mujeres rurales, campesinas, indígenas, originarias y afrodescendientes. Mientras que, a nivel mundial, 50% de la fuerza formal de producción de alimentos está a cargo de mujeres, de acuerdo con la Organización de los Estados Americanos.

“Al estar unidas se consiguen muchas cosas”

La Red de Mujeres Rurales de Colonia se creó en 2015 por una convocatoria de la intendencia departamental, luego se independizó y actualmente cuenta con 80 integrantes. Desde la red impulsan actividades y proyectos en conjunto, como un circuito turístico que reúne a ocho emprendimientos rurales encabezados por mujeres, menciona Celio. Se llama Sueños y Valores, y, si bien la pandemia debilitó la organización, están volviendo a trabajar en su funcionamiento. Ella dice que se acercó a la red desde el comienzo porque “quería interactuar con otras mujeres”, salir de sí misma “para ver otras realidades” y formas de trabajar, “hacer paseos juntas”, y conocer a “otras mujeres rurales del país”.

Para Leceta, también es importante trabajar para que “cada día haya más igualdad de la mujer en el campo, que no haya unas con poco acceso y otras con demasiado”. Por eso cree que “hay que acercarse a las mujeres que están más excluidas”, y “hacer más visible el trabajo de la mujer rural” y su importancia en el sector. Ella asegura que “la mujer tiene un rol fundamental en la sostenibilidad de la familia”. “Es la que hace la huerta, cuida a las gallinas y cría animales, todo eso es alimento para la familia y para otros. Detrás de cada establecimiento agropecuario, en todas las actividades, siempre hay una o más mujeres cumpliendo distintos roles”, afirma. Sin mujeres no habría establecimientos rurales; no habría campo.

Sobre el documental

La fuerza de la tierra fue producido por Menorca Films con el apoyo de La Plataforma. En su realización participaron Majo Silva, María Eugenia Pérez Burger, Federika Odriozola, María Laura Rocha y Tania de Tomas. Además, Lucía Pintos se encargó del sonido, y Cecilia Trajtenberg de la edición y musicalización.

El proyecto ganó la convocatoria Mujeres en la Actividad Productiva del Ministerio de Industria, Energía y Minería y la Dirección Nacional de Telecomunicaciones 2021, y también recibió apoyo del Centro Ignis, la productora de sonido Mostacho y Colour.

En cuanto a próximas exhibiciones, está por definirse su participación en la Semana del Cine Nacional –con el objetivo de discutir la producción audiovisual de las mujeres– y en el Laboratorio de Cine Accesible del Festival Detour hacia fin de año.

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