“Si nuestros cuerpos hablaran, ¿cuántas violencias serían capaces de nombrar? ¿Qué historias nos contarían? ¿Cuáles son las experiencias que a lo largo de nuestras vidas han marcado nuestro cuerpo? ¿Quiénes construyen las narrativas sobre lo corporal? ¿Cómo tejer nuestras historias? ¿Cómo narrarnos colectivamente?”. Estas preguntas dieron origen al proyecto “Corpografías: narrar desde el cuerpo”, una iniciativa que vincula arte y feminismo para “visibilizar las violencias que el patriarcado imprime sobre los cuerpos de mujeres y disidencias”, señaló a la diaria su coordinadora y directora, Cecilia Durán.

La idea del proyecto surgió a partir de inquietudes personales de Durán e intercambios con amigas y compañeras feministas. “Compartimos nuestras historias personales en diferentes espacios y encontramos que muchas veces hablaban del dolor y la opresión que encaran nuestros cuerpos”, aseguró la directora. A partir de estos intercambios, Durán comenzó a hilar ideas para generar un espacio donde otras mujeres y disidencias pudieran contar sus historias, las violencias sufridas, y combinarlo con su área profesional.

El primer paso fue la elaboración de la propuesta y la conformación de un equipo de trabajo, que hoy integran en su amplia mayoría mujeres de diversas ramas del arte. El segundo fue la presentación del proyecto al Fondo Concursable para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura y resultó elegido en la edición 2019. El proceso continuó en junio de 2020 con el lanzamiento de la convocatoria a mujeres y disidencias a presentar relatos escritos en primera persona que contaran alguna opresión o violencia sobre sus cuerpos.

A esta convocatoria llegaron 17 relatos de mujeres y disidencias de diferentes edades y territorios del país, señaló Durán, y añadió que las temáticas abordadas fueron muy diversas. “Los relatos tocan diversas violencias vinculadas a la violencia estética –la delgadez obligatoria y la gordofobia–, el erotismo obligatorio de los cuerpos feminizados, y en su mayoría, situaciones de abuso y violencia sexual”, sostuvo la coordinadora.

Durán manifestó que si bien las narraciones plantean “situaciones de violencia y opresión, son fuertes, movilizan y nos hacen conectar con el dolor”, también son historias de “resistencia, desobediencia y resiliencia”.

Las piezas audiovisuales

Del total de propuestas presentadas, el equipo seleccionó cuatro relatos para convertirlos en piezas audiovisuales, que fueron presentadas por primera vez el sábado 12 de marzo en la sala Lazaroff, en una instancia de diálogo con colectivos y activistas feministas. La selección respondió a que los cortos fueran “polifónicos” y presentaran distintas violencias y opresiones que atraviesan las mujeres y disidencias. Los demás relatos fueron convertidos a episodios sonoros e integran el Corpografías Podcast, que está disponible en Spotify. El proceso de elaboración de los videos duró “casi dos años”, apuntó Durán, y señaló que durante todo ese período el equipo mantuvo contacto con las mujeres protagonistas de las historias.

Los cuatro relatos seleccionados fueron: “La cama de arriba”, que aborda la gordofobia; “El culo del mundo”, sobre el acoso callejero; “Ateneo médico”, que abarca situaciones de abuso y violencias del poder médico; y “Me violó, mamá, muchas veces”, acerca de la violación y el abuso sexual. Los cortos están disponibles en el canal de Youtube con el mismo nombre del proyecto.

La directora señaló que las historias no fueron modificadas y destacó el “potencial” del proyecto como una herramienta para poner en palabras experiencias que “han sido silenciadas”. De hecho, dijo que para muchas participantes fue la primera vez que lograron contar en primera persona las situaciones que atravesaron y “nombrar las violencias sin otros interlocutores”.

Durán dijo que además del tratamiento audiovisual de los relatos, el proyecto busca generar espacios de diálogo entre mujeres y disidencias, colectivos y organizaciones feministas. “Corpografías es como un espejo de resonancia donde podemos expresar cuáles son las historias, los mandatos y las violencias que constituyen nuestros cuerpos y corporalidades, y la posibilidad de tender lazos con las luchas y disputas de los feminismos”, expresó.

La idea del equipo es continuar con la proyección de los productos audiovisuales en diferentes espacios y generar instancias de intercambio entre mujeres y disidencias. Al mismo tiempo, Durán sostuvo que está presente el “deseo” de convertir en videos otros relatos que abordan temáticas como la diversidad funcional, la sexualidad y la maternidad, así como la posibilidad de recibir nuevas historias.

Historias desde el cuerpo

El cortometraje animado “Ateneo médico” surge del relato de Ana Inés y una situación que atravesó en su niñez con un equipo de médicos varones. Según narra, cuando tenía 12 años consultó a varios profesionales del Centro Hospitalario Pereira Rossell por problemas en su columna. En una oportunidad, la convocaron a asistir a un ateneo médico compuesto por ocho varones, le pidieron que pasara sola al consultorio y que se quitara la ropa –sólo se dejó puesta la bombacha–. Se acercó a los médicos y uno de ellos con su “manota” tomó su “pequeña teta”. Luego, cinchó del elástico de la bombacha y miró hacia dentro. “Todavía no se desarrolló”, le dijo el profesional al resto del equipo. Pudo hablar de lo ocurrido 30 años después y conectar con la sensación de ser “violada sin ser penetrada” y sentir “violada su sinceridad de niña”.

“El culo del mundo” es la narración de Leti sobre el acoso callejero. “Es difícil contar las innumerables veces que nos tocaron el culo, que nos lo siguen tocando”, dice una voz en off al inicio del relato. El texto denuncia la existencia de un “acuerdo tácito” social en el que “el culo de una mujer sea una especie de territorio público”. En los siguientes segundos se enumera una serie de situaciones en las que las mujeres se sienten violentadas en espacios públicos, desde el hombre que “te franelea en el ómnibus haciéndose el gil” al que “te calza una mano y te levanta del piso cuando pasa en una moto”.

“Yo soy gorda, siempre lo fui, y eso condicionó varias de mis actitudes de niña”. Así se inicia la narración de “La cama de arriba”, un corto sobre la gordofobia. Entre las “actividades autocensuradas” por ser gorda que nombra la voz en off está la de usar cuchetas: “Siempre tenía miedo de romper la cama y aplastar al de abajo”, asegura. El relato sigue con la explicación de que no había una razón racional para creer que la cama pudiera romperse realmente, pero las “burlas, el murmullo y los prejuicios nos calan hondo”. El cortometraje habla de las vivencias de las personas gordas desde la niñez por el estigma social, pero antes de terminar deja claro que los “ladrillos” que forman un muro de “inseguridades inventadas” se pueden romper. “Una crece con su cuerpo, lo quiera o no, y si lo quiere, mucho mejor. Esto lo estoy aprendiendo de adulta y gracias a que otres lo quisieron antes que yo”, dice la niña animada del video.

El cortometraje “Me violó, mamá, muchas veces” comienza con la animación de una mujer desnuda tendida en el suelo. Con los ojos bien abiertos, atónita, perpleja. Una voz en off dice al comienzo: “Me violó, mamá, muchas veces”. En poco más de dos minutos, la pieza audiovisual, con dibujos en blanco y negro, cuenta la vivencia de una mujer en situación de violencia que fue violada y abusada sexualmente por su pareja y cómo esa vivencia quedó “impresa” en su cuerpo. El video termina con un mensaje de esperanza. La autora del texto, Libertad, aclara a través de la voz de Araní Mora que ahora sabe dos cosas: que no quiere otra relación sexoafectiva con un varón y que cada vez se siente “más real”.