La fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez, de la coalición Pacto Histórico, fue la vencedora de la segunda vuelta electoral de Colombia, un hecho sin precedentes que sentó las bases para lo que será el primer gobierno de izquierda en la historia del país. La presencia de Márquez garantiza que será, además, un gobierno feminista, antirracista, que pondrá foco en el cuidado del medioambiente y en la gente “de a pie”, como prometió la abogada y activista el domingo de noche, en su primer discurso como vicepresidenta electa. “Después de 214 años, logramos un gobierno del pueblo, un gobierno popular, el gobierno de la gente de manos callosas, el gobierno de la gente de a pie, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia”, apuntó, entre aplausos.
Petro ya lo había adelantado en marzo, cuando anunció a su compañera de fórmula: en ese entonces, prometió que los “tres pilares” de la vicepresidencia serían “las mujeres de Colombia, los territorios excluidos, los pueblos excluidos por su color de piel”. Pero en sus discursos posteriores, Márquez dejó claro que esos pilares son mucho más amplios.
Lo ratificó en la noche del domingo: “Vamos, hermanos y hermanas, a reconciliar esta nación; vamos por la paz de manera decidida, sin miedo, con amor y alegría; vamos por la dignidad, por la justicia social; vamos las mujeres a erradicar el patriarcado de nuestro país; vamos por los derechos de la comunidad diversa LGBTI; vamos por los derechos de nuestra madre tierra, de la casa grande, a cuidar nuestra casa grande, a cuidar la biodiversidad, y vamos juntos a erradicar el racismo estructural”, dijo, y resumió así los ejes principales de lo que será su gestión.
Primero como precandidata presidencial y luego como candidata a vicepresidenta, Márquez, de 40 años, se transformó en un fenómeno nacional. En pocos meses, recabó el apoyo de jóvenes, personas afro, comunidades indígenas, ambientalistas y mujeres. De hecho, logró movilizar al movimiento feminista colombiano para que apoye su candidatura. Francia, la misma que asiste a los eventos públicos con el pañuelo verde a favor del aborto legal atado en el cuello.
Tampoco se olvidó de todas ellas y todos ellos en su discurso. “Saludo a las mujeres de Colombia, a todas mis hermanas, mis comadres. Gracias por haberme acompañado y por haber acompañado a Gustavo Petro en este camino”, dijo el domingo. “Quiero saludar a la juventud colombiana que se puso la camiseta. A los niños y niñas que también con alegría estuvieron presentes en este sueño. A los maestros, maestras, trabajadores. A la comunidad con discapacidad, que también estuvo presente. Al pueblo indígena, que estuvo firme. Al pueblo campesino, a mi pueblo, la comunidad afrodescendiente raizal y palenquera. Hermanos y hermanas, hemos avanzado en un paso muy importante”, señaló.
También se acordó de “la juventud que ha sido asesinada y desaparecida” y de “las mujeres que han sido violentadas y desaparecidas”; “a todos ellos que sé que desde algún lugar nos están acompañando en este momento histórico para Colombia”.
En sus palabras, incluyó lo que desde el primer día de campaña sintetizó en el ya emblemático eslogan “Vivir sabroso” que, según explicó a principios de mes a una radio de Medellín, significa ni más ni menos que “vivir con derecho”.
El camino previo a la vicepresidencia
La figura de Márquez representa a muchas colombianas y colombianos no sólo por lo que propone su discurso en términos políticos y sociales, o porque simboliza la lucha de muchas mujeres y personas afro, sino además por su trayectoria de vida y su recorrido como activista social.
La próxima vicepresidenta de Colombia nació y creció en la comunidad de La Toma, en el departamento del Cauca, ubicado al suroeste del país. Fue madre adolescente a los 16 años y trabajó desde entonces para mantener a su hijo, primero en las minas de oro locales y luego como trabajadora doméstica. Su vínculo con el activismo ambiental comenzó en la adolescencia y siguió en los años siguientes, en los que participó en distintas protestas para oponerse a proyectos de explotación minera impulsados por empresas multinacionales en la zona. En paralelo, Márquez estudió Derecho en la Universidad Santiago de Cali y en 2020 se recibió como abogada.
Su activismo en materia ambiental ganó especial notoriedad en 2014, cuando lideró la conocida como “Marcha de los Turbantes”, que reunió a cerca de 70 mujeres afro. Bajo la consigna “Mujeres negras por el cuidado de la vida y los territorios ancestrales”, las participantes recorrieron más de 600 kilómetros a pie, desde el Cauca hasta Bogotá, para exigir al gobierno que detuviera la minería ilegal que se desarrollaba en su comunidad y que, según denunciaban, causaba contaminación y el desplazamiento forzado de sus habitantes. Luego de plantarse y protestar en el Ministerio del Interior, las mujeres lograron un acuerdo con el gobierno. Por su lucha, Márquez ganó en 2018 el Premio Goldman, considerado como el Nobel del medioambiente.
También ganó en 2015 el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia y en 2019 fue reconocida con el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos, que entrega la fundación Casa América Cataluña. Ese mismo año, la cadena británica BBC la incluyó en el top 100 de mujeres influyentes.