En el marco del 50° período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió que la menstruación sea reconocida como un “tema de salud y de derechos humanos” y no “de higiene”. En una declaración publicada este miércoles, la organización criticó que la salud menstrual no haya estado en la agenda de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo y tampoco esté incluida dentro de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, concretamente para los que abarcan la salud, la igualdad de género y el agua y saneamiento.
Destacó, por el contrario, el trabajo de activistas del “sur global” que a diario alertan sobre las experiencias de mujeres y niñas que atraviesan situaciones “vergonzosas” y enfrentan barreras para controlar su menstruación “porque no tienen los medios para hacerlo, con consecuencias para sus oportunidades de vida, incluidos sus derechos a la educación, el trabajo, el agua y el saneamiento, la no discriminación, la igualdad de género y, en última instancia, a la salud”.
Es frente a este escenario que la OMS llamó a los gobiernos a que “reconozcan, enmarquen y aborden la salud menstrual como un tema de salud y de derechos humanos, no como un tema de higiene”. Esto implica reconocer la menstruación como “un problema de salud con dimensiones físicas, psicológicas y sociales, y que debe abordarse en la perspectiva de un curso de vida, desde antes de la menarquia hasta después de la menopausia”.
En la misma línea, el organismo abogó por reconocer que la salud menstrual “significa que las mujeres, niñas y otras personas que menstrúan tengan acceso a información y educación al respecto; a los productos menstruales que necesitan; instalaciones de agua, saneamiento y eliminación de residuos; a la atención competente y empática cuando sea necesario; vivir, estudiar y trabajar en un entorno en el que la menstruación se vea como algo positivo y saludable, no como algo de lo que avergonzarse; y participar plenamente en el trabajo y las actividades sociales”. Ligado a esto, la OMS pidió además a los estados que aseguren que estas actividades “se incluyan en los planes de trabajo y presupuestos sectoriales pertinentes, y se mida su desempeño”.
Por su parte, la organización internacional se comprometió a “romper el silencio y el estigma asociados con la menstruación” y “hacer que las escuelas, los centros de salud y otros lugares de trabajo (incluidos los lugares de trabajo de la OMS)” respondan a las necesidades vinculadas con la menstruación.
Hace falta más
“Los gobiernos están comenzando a actuar, pero necesitan hacer mucho más”, señaló la organización. “Algunos gobiernos han eliminado los impuestos sobre los productos menstruales. Otros se centraron en los desafíos que enfrentan las adolescentes en edad escolar para obtener productos menstruales. Otros pusieron en marcha estrategias para proporcionar productos menstruales a poblaciones en circunstancias difíciles, por ejemplo, aquellas que no tienen hogar o las que están encarceladas”, detalló.
También mencionó “un puñado de países” que implementaron leyes y políticas públicas para que las mujeres puedan tener, por ejemplo, licencia médica en el trabajo cuando experimenten “dolor, malestar y otros síntomas relacionados con la menstruación”. Una de las iniciativas más recientes es la que aprobó el mes pasado el gobierno de España para ampliar derechos sexuales y reproductivos -todavía a estudio del Congreso-, que entre otras cosas contempla una licencia laboral por menstruaciones dolorosas e incapacitantes, que tendrá que ser cubierta por el Estado y no por la empresa.
“Estos son pasos útiles, pero los gobiernos podrían y deberían hacer más que mejorar el acceso a los productos menstruales”, agrega el texto. En ese sentido, la OMS plantea propuestas como “hacer que las escuelas, los lugares de trabajo y las instituciones públicas apoyen el manejo de la menstruación con comodidad y dignidad” o, “más importante aún”, “normalizar la menstruación y romper el silencio que la rodea”. Además, exhorta a los gobiernos de países que atraviesan conflictos y situaciones de crisis humanitaria a que incluyan “una atención a la menstruación como parte de una respuesta más amplia de salud sexual y reproductiva en aquellas personas desplazadas”.