“Se acabó. Ya está. Terminó. C’est fini. Me liberé”. Así comienza la columna que publicó en El País de Madrid este martes la periodista y escritora argentina Belén López Peiró para anunciar que, “después de nueve años y una denuncia”, su tío político fue condenado a diez años de cárcel por abuso sexual. “Ahora lo digo bien, con todos los nombres que alguna vez no pude decir: Claudio Sarlo, excomisario de la provincia de Buenos Aires, tío político, padre de familia, abusó sexualmente de mí cuando era una niña y veraneaba en Santa Lucía, el pueblo donde nació mi madre. Abusó sexualmente de mí cuando todavía no sabía lo que era el amor”, escribió López Peiró.

En concreto, Sarlo fue condenado como “autor penalmente responsable de los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante agravado por resultar el autor encargado de la guarda y por haber sido cometido contra una menor de 18 años aprovechando la situación de convivencia preexistente con la misma, en forma reiterada”, de acuerdo con la sentencia que cita la periodista.

López Peiró denunció en 2014 a su tío por abusar sexualmente de ella en reiteradas ocasiones entre los 13 y los 17 años. La audiencia de juicio se realizó el pasado 19 de diciembre y la sentencia llegó cinco días después. Entre la denuncia y la condena, hubo “declaraciones, pericias psicológicas, viajes de ida y vuelta a comisarías, fiscalías, tribunales de la nación. Un expediente: 500 páginas. Dos abogados. Una procuradora. Una comisión de justicia. Terapia por 15 años”, describió la autora. “Mi familia entera partida en dos. Un pueblo encubriendo al abusador. Siete años de talleres de escritura. Dos libros publicados: Por qué volvías cada verano y Donde no hago pie”, continuó.

Fue justamente a través de Por qué volvías cada verano (2018), su primera novela de no-ficción, que López Peiró hizo pública su historia como sobreviviente de abuso sexual. Allí cuenta las agresiones a las que fue sometida por parte de su tío y las consecuencias que tuvo en su entorno familiar y social cuando rompió el silencio. El libro es una denuncia, pero también se convirtió en la herramienta de muchas mujeres sobrevivientes de violencia sexual, que encontraron en el relato de la escritora un medio para contar sus propias experiencias.

Para la autora, la escritura fue también una forma de reparación. Y lo sigue siendo: por eso eligió escribir una columna para anunciar la condena. “No sabía si era necesario o no escribir esto. Pero quise hacerlo yo antes de que lo haga otra persona. Volver a la escritura para dar vuelta la página. Volver ahí donde encontré reparación”, dice en el texto. Y asegura: “Por todas las que no pudieron hablar o denunciar. Por mí. Yo a partir de ahora me dedico a escribir otra cosa”.