La inequidad de género está reflejada en la escena musical uruguaya y se ve particularmente en los festivales multitudinarios de folclore. Las grillas de la Fiesta de la Patria Gaucha (Tacuarembó), el Festival del Lago (Flores), el Festival del Olimar “Maestro Rubén Lena” (Treinta y Tres) y el Festival Nacional de Folclore (Durazno) visibilizan la escasa participación de mujeres solistas y en grupos musicales, y la nula presencia de artistas que se enuncien abiertamente como disidencias.

“Voy a ser sumamente feliz cuando en la grilla de un festival seamos más de tres o cuatro folcloristas mujeres”, expresó la cantante montevideana Anita Valiente, alias La Uruguayita, y contó que en un festival de tres días fue la única participante mujer y joven. Además, sostuvo que le costó ser convocada en eventos multitudinarios, ya que primero hay que hacer “mucho ruido en los festivales que convocan menos gente”. El próximo paso es “ser más mujeres en el ambiente y generar más espacios. Cuantas más seamos, más visibles vamos a ser”, aseguró Valiente.

Los referentes varones del folclore son convocados cada año para participar en los festivales, y si bien “merecen estar”, a veces no se presta atención a quienes incursionan, señaló Lucía Aramburu, cantora y profesora de música floridense. Considera que prevalece una cuestión de honor y jerarquía: “Estos son cracks y tienen que estar siempre, y cuando hay lugar, estamos los demás”. Sin embargo, dijo que el panorama está “cambiando”, y que la Criolla del Prado, por ejemplo, ha brindado el espacio a las nuevas generaciones.

Para armar las grillas los organizadores de los festivales de Treinta y Tres, Tacuarembó, Flores y Durazno se basan en la capacidad de convocatoria que tienen las músicas y músicos, con qué frecuencia participan en otros festivales y si están en un pico alto de su carrera. Si bien priorizan a los artistas locales, también suelen convocar a internacionales, lo que implica un presupuesto mayor.

Guillermo Martínez, organizador del Festival del Lago en Flores, explicó que no hay una comisión y que el director de Cultura y Eventos, Atilio Montañez, arma la grilla, y luego él junto a su compañero opinan o sugieren. Agregó que se fijan qué consume el público en el departamento y si los artistas participan en diversos festivales. Para el cierre, suelen contratar a artistas de “renombre”, como Soledad Pastorutti, Luciano Pereyra, Abel Pintos o el Chaqueño Palavecino, y en el resto de la programación muestran algo nuevo.

“Tenemos que traer números que convoquen”, comentó Carlos Arezzo, integrante de la comisión organizadora de la Fiesta de la Patria Gaucha de Tacuarembó. Aseguró que “hay más hombres que mujeres” al momento de seleccionar, que se rigen por el éxito de los artistas y que se esfuerzan por brindar una grilla con “artistas atractivos y que sea beneficioso, con la venta de entradas si es posible, para solventar económicamente la fiesta”.

Según contó Andrés Viana, organizador del Festival Nacional de Folclore de Durazno, en la conformación de la grilla intervienen cinco o seis hombres y mujeres, que tienen en cuenta a los ganadores del concurso del Festival del Rosedal-Carlos Reyles (Durazno) y a quienes envían su propuesta musical. Si bien la capacidad de convocatoria “tiene peso, no siempre predomina”.

“Se ha tratado por calidad artística y no por género”, afirmó César Amarrillo Puñales, organizador del Festival del Olimar de Treinta y Tres. La comisión arma una grilla inicial con 12 propuestas musicales, cuatro por cada noche, que son elegidas por el desempeño en el año y en la actualidad. Luego, se completa con artistas locales –cerca de 50%– y con quienes ganaron el concurso del festival del año anterior.

No preparados

“Los festivales del interior y algunos de Montevideo no están preparados para recibir a una solista mujer”, aseguró Anita Valiente, ya que a veces no hay un baño que tenga las condiciones necesarias para vestirse o maquillarse, y se tiene que recurrir a baños químicos de uso público, cambiarse en la camioneta o ir a la casa del organizador.

Por su parte, Diana Ramundey, cantautora montevideana, cree que un debe importante es que en eventos públicos o privados haya un sector de lactancia para que las madres puedan alimentar y cambiar a sus bebés.

Los organizadores de los festivales aseguraron que, si bien todavía hay cosas por mejorar, se ha avanzado en las condiciones de los camarines y baños, la alimentación y el predio para el público en general.

¿Qué pasa con los horarios?

“Cuando existe la posibilidad de que estén, mujeres y disidencias son relegadas al principio” del evento, cuestionó Pamela Román, integrante de Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya (Mydmus). En general, los horarios centrales los ocupan artistas nacionales o internacionales, sean solistas o bandas, integradas únicamente por varones que son reconocidos, tienen convocatoria o una trayectoria de años. En cambio, las mujeres suelen ser incluidas en un horario al que asiste poco público.

Para definir los horarios, las organizaciones utilizan diversos criterios. En el Festival del Olimar se basan en si el género musical que interpretan es para bailar o para sentarse y escuchar, y en las edades del público que concurre. En cambio, en la Fiesta de la Patria Gaucha el orden se rige por el origen de los artistas: primero van los locales, luego los nacionales y por último los internacionales.

Anita Valiente, ganadora del premio Charrúa de Oro y del Wenceslao Varela, contó que hace algunos años fue convocada para tocar alrededor de las 17.00 en la Fiesta del Abrazo del Solís Grande (Canelones): “¿Quién va a un festival a esa hora? Cantaba con el sol en la cara”, expresó. Sin embargo, en 2016 tuvo un horario central en la Fiesta del Mate (San José), aunque resaltó que era la única mujer de folclore.

En el mismo sentido, Alejandra Recoba, cantante de Treinta y Tres, comentó que “no importa si la música que hacés es buena o hay un trabajo detrás: si tenés convocatoria, estás a las 22.00 o a la medianoche, cuando hay más gente”.

En 2022 se registró la primera vez que una mujer cerró uno de los días del Festival del Olimar: fue Catherine Vergnes, cantora de folclore de Paysandú. Según explicó Puñales, organizador de este festival, la artista se ganó su lugar y volvió a estar en el cierre de este año. En el Festival Nacional de Folclore en general “cierra quien tiene una fuerte convocatoria o es más reconocido”, y para la distribución de horarios toman en cuenta la trayectoria de cada artista, contó Viana, organizador del evento duraznense.

Luchar por un cupo

El colectivo Mydmus –creado en 2019– decidió impulsar un proyecto de ley de cupo para que las mujeres y disidencias nacionales tengan una participación de 50% en los eventos musicales en vivo o mediante plataformas virtuales que sean patrocinados u organizados por el Estado o que utilicen fondos públicos, de forma directa o indirecta.

Según Mydmus y la organización Más Músicas –que surgió en 2018 y busca promover la equidad de género en la escena musical uruguaya–, el Estado es el responsable de generar mecanismos que apunten a la equidad y el acceso a la cultura, por lo que las grillas deben ser representativas de la población. Además de la participación de 50% en los eventos, buscan que haya una distribución de horarios paritaria respecto a las demás propuestas musicales.

El proyecto de ley ingresó a trámite parlamentario el 15 de diciembre de 2021 cuando Mydmus lo presentó a la Bancada Bicameral Femenina. Fue presentado con las firmas de las senadoras Sandra Lazo (Frente Amplio) y Gloria Rodríguez (Partido Nacional), y el 23 de mayo de este año el colectivo lo defendió ante la Comisión de Derechos Humanos, Equidad y Género de la cámara alta.

Lazo asegura que es importante que se dé esta discusión en el Parlamento y en la sociedad para informar sobre un proyecto que “habla de trabajo, fomenta la no precarización y la equidad de oportunidades”. A su vez, considera que la iniciativa sirve para “democratizar la posibilidad de que el público escuche todas las voces”.

Si bien algunas músicas consideran que la equidad debería lograrse a través de un proceso natural y no de un proyecto de ley de cupo, entienden que es la forma de estar presentes y ser más visibles en diferentes espacios.

Por otra parte, los músicos varones coinciden en que es importante que haya equidad de género en este ámbito, aunque Alejandro Silvera, integrante del dúo musical olimareño Copla Alta, cree que utilizar un mecanismo de cupos “es insuficiente, ya que intenta corregir una realidad sin contemplar matices”. De todas formas, entiende que es necesario el debate y que es un buen primer paso.

En cambio, Diego Sosa, payador y profesor de canto criollo de Cerro Largo, consideró que, al haber poca participación femenina en la payada, se tendría que recurrir a figuras internacionales para cumplir con ese 50%, por lo que el dinero y el apoyo se volcaría a otros países o se convocaría a músicas de otros géneros musicales.

Los organizadores todavía no habían leído el proyecto al momento de realizar esta nota, pero algunos aseguraron que, aunque no deberían existir cupos, van a apoyar la propuesta porque entienden que no es fácil la realidad de las mujeres y disidencias en la música. En contraste, el organizador de la Fiesta de la Patria Gaucha cree importante que la contratación le genere éxito al festival ya que tratan de “vender; si no, no cubrimos el valor de la entrada”.

En busca de paridad económica

Según un análisis realizado por Más Músicas en 2020, una de cada cuatro mujeres y disidencias en la música no cobra por su trabajo. En base a la Encuesta Continua de Hogares 2015-2018 del Instituto Nacional de Estadística, el estudio concluye que las mujeres ganan 9,2% menos que los varones. A su vez, la mayoría no logra que la música sea su ocupación principal, y 39,5% se dedica a la docencia.

Pamela Román, vocera de Mydmus y gestora cultural, aseguró que existe una brecha “desde la omisión del nombre en la discusión a que el caché económico sea cinco veces menor” al de los varones.

Los organizadores de los festivales afirmaron que las mujeres cobran según lo acordado con sus representantes, pero desconocen cuánto dinero reciben finalmente. A veces se negocia cuando no se ajusta al presupuesto disponible para costear el festival o cuando artistas internacionales proponen montos muy elevados.

“Eso no me sirve porque no convocás”, le han dicho a la cantante olimareña Alejandra Recoba al presentar un presupuesto, y se lo rebajaron “bastante”. A su vez, Guadalupe Romero, que se lanzó como solista a los 14 años, comentó que en un festival prometieron pagarle a los pocos días y se extendió a tres semanas.

Para la vocera de Mydmus, se debe valorar el arte como trabajo y no como un hobby, ya que, si demoran en pagarles, “¿de qué vivió esa artista?”, y no sólo ella, sino también sus músicos y el resto del equipo.

Cuando se trata de festivales organizados por entidades públicas, se utilizan contratos formales propuestos por las intendencias departamentales o por los artistas que tienen sus propios contratos. En tanto, en el ámbito privado “a veces es por palabra”, subrayó el cantor Alejandro Silvera, de Treinta y Tres. Según explicó la vocera de Mydmus, además de ser informal, deja en una situación vulnerable al artista. En este sentido, Alejandra Recoba, comentó que cuando sos emergente o no tenés convocatoria “te hacen lo que quieren y no tenés derecho a reclamar”.

¿Las mujeres no convocan o no se les da la oportunidad de visibilizarse?

Este es un debate que sigue vigente y lo que sucedió el 19 de marzo de este año en el festival Acá Estamos en Montevideo, además de ser un hito histórico en la música uruguaya, derribó la idea generalizada de que las mujeres y disidencias no están en los festivales porque no convocan: asistieron más de 50.000 personas. Participaron nueve cantantes mujeres de diversos géneros musicales, siete nacionales y dos internacionales.

Si bien Guadalupe Romero, cantante y compositora de Canelones, considera “chocante” que en las grillas predominen los varones, entiende que hay intereses económicos. De todas formas, dijo que hay una tensión: “Por un lado, tengo que vender, y por otro, ¿cómo hago siendo artista emergente para que me conozcan si a un festival que van 60.000 personas no me dejás acceder ni a 15 minutos?”.

Este artículo surge de un trabajo final de grado de Periodismo de la Facultad de Información y Comunicación.