“–¡No se puede!
–Pero, ¿por qué?
–Porque eres una niña”.

Con este diálogo entre un padre y su hija empieza la novela Pateando lunas, de Roy Berocay, publicada en 1993, que cuenta la historia de Mayte, una niña que quiere seguir su sueño de jugar al fútbol y debe enfrentarse con las personas que buscan impedírselo. Aunque su autor no lo define como un “libro feminista”, para especialistas en literatura infantil que hablaron con la diaria fue un “artífice” o una de las primeras novelas para niñas y niños publicadas en Uruguay en cuestionar los roles y estereotipos de género. Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, Antiprincesas, Las niñas serán lo que quieran ser y Valerosas, por mencionar algunos, son otros títulos, más actuales e internacionales, que forman parte de un boom editorial de antologías, novelas y cuentos ilustrados con una mirada feminista dirigidos a las infancias, un fenómeno mundial que ha crecido en los últimos años y del que Uruguay no es ajeno.

“En los últimos años hubo un boom de libros que se autodefinen feministas. Hay una reivindicación de las mujeres que hicieron a la historia o una lectura de la historia en clave feminista. Una eclosión de algo que se silenció por mucho tiempo”, dijo a la diaria Estefanía Canalda, editora de Fin de Siglo. Asimismo, la editora destacó que hay un incremento de textos con niñas, adolescentes y mujeres como protagonistas en historias de todo tipo. A modo de ejemplo, mencionó la aventura, que “hasta hace unas décadas era un género reservado para protagonistas varones”.

Hablar de libros infantiles con una perspectiva feminista refiere a cuentos, novelas, álbumes ilustrados y otros géneros, en los que las niñas y mujeres “aparecen en lugares protagónicos y con roles activos”, explicó a la diaria la psicoanalista, escritora y especialista en literatura infantil Virginia Mórtola. “Las disidencias, la migración, la diversidad de los modelos familiares y la ecología son otros temas que se posicionaron en los últimos años”, agregó. No obstante, aclaró que no sabe si hay una “literatura infantil que pueda catalogarse como feminista”, pero sí subrayó que es evidente la “gran cantidad” de publicaciones que “buscan poner en el tapete los planteos de los feminismos”.

Mórtola coincidió en que se publica “mucho más” este tipo de libros y señaló que las historias que contamos dan cuenta de “los cambios sociales, las luchas y las ideologías”. En este sentido, dijo que este boom se corresponde con el avance del movimiento feminista; “hay un efecto de retroalimentación entre las ideas que mueven las luchas, los libros, y así, una y otra vez”. No obstante, advirtió que también este tipo de contenido hoy es considerado “políticamente correcto” y que “el mercado galopa sobre todo lo que puede, así que también lo hace con los temas que llegan a niñas y niños”.

En la misma línea, Julia Ortiz, editora de Criatura, dijo a la diaria que “la mirada feminista impregna todos los ámbitos de la vida” y “si las personas involucradas en los procesos tienen esa mirada es inevitable que los feminismos estén presentes, por ejemplo, en los libros”. Sin embargo, aclaró que esto no quiere decir que se “busque, de manera explícita, hacer una literatura infantil y juvenil feminista”, aunque opinó que si hay “proyectos editoriales” que sí lo hacen, como la colección de libros de Antiprincesas, que “trata de recuperar personajes femeninos y representarlos para niñas”.

“Sí me parece que hubo un gran movimiento para reposicionar la imagen de la niña en la literatura infantil. De hecho, si lo pensás, las niñas fueron siempre protagonistas de los cuentos infantiles clásicos, no es algo de ahora. Eran La bella durmiente, Blancanieves, Caperucita Roja, Dorothy en El Mago de Oz. Quizá las sacamos del lugar pasivo que podían tener y se cambiaron las características de esas niñas protagonistas”, expresó Ortiz.

Estefanía Canalda.

Estefanía Canalda.

Foto: Mara Quintero

Para la editora de Criatura, el aumento de la publicación de este tipo de libros también responde al crecimiento de la literatura infantil y juvenil (LIJ) en sí misma. “La necesidad de apertura del mercado de la LIJ hizo que también se diversificaran los materiales”, afirmó. De todas formas, reconoció que, “por supuesto”, hay “un espíritu de época que se traduce en los libros”.

Además de la palabra, la imagen es un elemento central en los cuentos infantiles ilustrados, tal como dijo a la diaria la ilustradora Pato Segovia. “La imagen comunica y contextualiza. También ayuda a la reflexión y ayuda a generar identidad”, sostuvo. En ese sentido, explicó que la ilustración también acompaña los cambios sociales que se plasman en los libros y dijo que en su caso lo que intenta con sus ilustraciones es “no dar un mensaje masticado” sino que “ayude a la persona que está mirando a interpretar”. “Busco no dar todo con un rol asignado a través de la imagen; por ejemplo, si representás una niña que esté vestida de determinada forma y que actúe de determinada manera”, expresó. “Me interesa ayudar a generar espacios de reflexión”, agregó.

“Subvertir los cuentos clásicos”

Otra modalidad que han adquirido estos libros en los últimos años ha sido “subvertir los cuentos clásicos”, dijo Canalda. En este caso, el propósito es reescribir las historias clásicas, dejar a un lado los roles de género tradicionalmente asignados a las niñas y mujeres en estos cuentos y presentar protagonistas rebeldes y valientes, que no esperan por un príncipe que las salve de una situación determinada.

En 2015, Fin de Siglo organizó el concurso de literatura infantil-juvenil MMIRG (Grimm, escrito al revés), que, justamente, tenía el objetivo de convocar textos que “invirtieran” las historias de los hermanos, contó Canalda. “La ganadora fue Claudia Córdoba, una joven nacida en 1992, con Cuentos de las tierras olvidadas. En estos relatos, por ejemplo, la protagonista no es una bella princesa sino una muchacha del pueblo admirada por su bondad e inteligencia, y el “caballero” que salva a la princesa resulta ser su mejor amiga”, dijo la editora.

Virginia Mórtola.

Virginia Mórtola.

Foto: Mara Quintero

Por su parte, Mórtola planteó un reparo con este tipo de cuentos que generan “contramodelos” y sostuvo que “en el universo de los libros para niñas y niños es bueno diferenciar entre libros y literatura porque suelen tomarse como lo mismo”. “Existe una gran variedad de tipos de libros: informativos, lúdicos, interactivos, entre otros; y también hay álbumes ilustrados, novelas, cuentos, donde encontramos a la literatura como arte”, sostuvo. En esa línea, planteó que, desde su perspectiva, por un lado, están los “libros biográficos” dedicados a rescatar las vidas de mujeres que “invitan a la rebeldía” como algunos de los antes mencionados y Uruguayas rebeldes (2020) escrito por la periodista Soledad Gago. Y, por otro lado, está, por ejemplo, la colección Érase dos veces(2018) de la editorial Cuatro Tuercas, que “reescribe cuentos clásicos en los que las princesas se rebelan”. “Estos últimos, y algunos otros, tienen una intención explícitamente ideológica, se posicionan como panfletos con modelos a seguir que, en su insistencia y simpleza, arruinan la historia y terminan produciendo estereotipos”, opinó.

La especialista manifestó, mediante una referencia a una frase del historiador y estudioso de la literatura infantil Robert Darnton, que los cuentos son “documentos históricos” que “han evolucionado durante muchos siglos y han adoptado diversas formas en diferentes tradiciones culturales”. En ese sentido, la escritora consideró que “no deberíamos dedicarnos a condenar lo que se escribió en otra época”, porque es un “reflejo de lo que antaño sucedió” y “un gran apoyo para poder pensar cómo hemos cambiado como especie en la búsqueda del valor y el reconocimiento del otro como semejante, como igual, más allá de las elecciones, el sexo, la cultura”, entre otros aspectos.

Ortiz compartió con Mórtola esta diferencia en los textos que incorporan una mirada feminista en el relato de las historias y otros libros en los que, a veces, las niñas son protagonistas de una forma “un poco forzada” y en los que es explícita “la intención de hacer un libro para niñas con determinadas características”.

Literatura infantil y feminismos en Uruguay

En Uruguay, la presencia de la mirada feminista en libros infantiles y juveniles ya tiene varias décadas. Además de Pateando lunas, el libro El vestido de mamá, de Dani Umpi y Rodrigo Moraes, publicado en 2011 y que plantea la historia de un niño que quiere usar un vestido, fue uno de los libros pioneros en esta área destacado por las expertas.

Otros títulos que mencionan las entrevistadas son Los piratas del Atlántico Sur, Milpa y Tizoc, Las aventuras de Irina, Memorias de Lucía, Verónica y Nicolás, La hechicera de Vaupés, de Ignacio Martínez; “todos títulos de la década de 1990 y la primera década de los 2000, en los que las niñas participan libremente en la aventura a la par de sus amigos varones”, señaló Canalda. La editora también mencionó el libro Detectives en el Parque Rodó (2000), de Helen Velando, y sus continuaciones.

Patricia Segovia.

Patricia Segovia.

Foto: Mara Quintero

Mórtola resaltó, al igual que Ortiz, el libro Martina Valiente, escrito por Federico Ivanier en 2004, que “sin ser un libro feminista, pone a la niña protagonista en un lugar muy feminista”. “Y así, también encontramos un montón de niñas protagonistas de historias de toda la literatura universal: Matilda, Alicia, Sherezada, Jo y muchas otras”, agregó Mórtola. Señaló también la novela Superniña, de Berocay, publicada en 2019 y que constituye la continuación de Pateando lunas, donde “ya hay una conciencia de la temática [del género] y el título lo explicita”, así como El club de las uruguayas fantásticas (2021), de Verónica Lecomte, y ¿Quiénes son ellas?(2021), de Tania Fernández. Otro de los libros que mencionaron las entrevistadas fue _El brillo de Martina _(2022), de Mariana Colombo, que aborda el abuso sexual infantil.

Para las entrevistadas la mirada feminista en los textos dirigidos a niñas y niños es un elemento “fundamental” para que las niñas puedan reconocerse en las protagonistas de los libros. Además, remarcaron la importancia de que exista “variedad de oferta: libros informativos, biografías y literatura; así cada quien puede elegir qué ofrecer o qué leer cuando lo desee o considere importante”.

“Algunas veces será necesario ser explícito para conversar de estos temas, y para eso se puede recurrir a un libro informativo. Pienso que en la literatura la perspectiva de género y las desigualdades están ya bastante incorporadas porque son tema de conversación en nuestra sociedad”, expresó Mórtola. Por otra parte, Segovia reivindicó la importancia de entender el libro infantil como un “momento de reflexión” que hace posible “cambiar alguna estructura social”.