Yásnaya Elena Aguilar Gil cuenta que se compró una máquina de escribir para sentir el peso de las letras y esquivar el fantasma del trabajo en la computadora que no parece trabajo para un pueblo acostumbrado a poner el cuerpo para trabajar. A ella le gusta ser ama de casa y volver al trabajo manual, a la naturaleza y al amor compartido por la tierra. Ella pertenece al pueblo mixe donde todo se decide en comunidad. Yásnaya es lingüista, escritora y activista. No se define feminista por formas de ver el mundo que no la representen, sino desde su propia mirada que no es propia sino comunal y desde donde critica las estructuras racistas, sexistas y clasistas que califican a unas vidas de valiosas y a otras de descartables y acentúa que el origen del patriarcado es, sobre todo, occidental. Y se planta durante la charla “Contra el racismo y la discriminación: interseccionalidad y anticolonialismo”, organizado por la Asociación de Mujeres de Guatemala, en La Casa Encendida, de Madrid: “Si la lucha no es antirracista sigue siendo colonial”.
Nació en Ayutla Mixe, en 1981. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas y cursó la Maestría en Lingüística en la Universidad Nacional de México (UNAM). Participó en proyectos sobre diversidad lingüística y atención a lenguas en riesgo de desaparición. Su gran preocupación es el problema mayor de todos los problemas: el problema ambiental. Condujo el documental “El tema”, con el actor Gael García Bernal. “La emergencia climática pone en riesgo la vida de la humanidad”, advierte. Y apunta: “Somos mamíferos y la humanidad no está separada de la naturaleza”. En ese sentido, con los sentidos abiertos, por dónde se pida, por cuánto se respira, por cómo se bebe, la naturaleza tiene una entidad que no se mercantiliza con la definición de “recursos naturales”.
Yásnaya no promueve el empoderamiento, sino, todo lo contrario. “Hay que desempoderar al mundo”, propone, en una desacralización del poder. En tiempos de aliento a ser cada vez más poderosas, en el auge de la cultura feminista, ella advertía por no subirse a la cultura del poder y, ahora, en tiempos de ataques, persecución, paso al costado y neo machismo, ella reflexiona sobre las experiencias truncas de feministas en el poder y los fracasos de las expectativas de transformación desde el poder: “En el poder está quien ambiciona el poder”, dice y ahí arranca un punto. Los puntos se intercalan en la blusa que la abraza hasta la falda que comienza en la cintura. Yasnaya no habla de un solo punto, uno que se pierde entre palabras, sino de la amenaza de destrucción del mundo y de no poder esquivar el punto central que debería discutirse para evadir la realidad en puntos sin importancia. El punto no es tener poder, sino poder transformar -no cambiar que es una palabra mentirosa- la realidad para cuidar el mundo con el cuerpo que hay que poner frente al mundo.
¿Por qué cuestionas la idea de empoderamiento femenino?
Vengo de una cultura comunal en donde las autoridades locales del pueblo son elegidas en asamblea. El territorio mixe está organizado sociopolíticamente distinto al estado mexicano y las comunidades tienen asambleas. La autoridad mayor de una comunidad es su asamblea.
¿Cómo son las elecciones?
La elección es lo contrario a una campaña. Cuando alguien dice “yo quiero que tú seas la que encabece toda la comunidad mixe”, tú tienes que pasar delante de la asamblea y explicar las razones por las que no quieres dirigir la comunidad. En lugar de la búsqueda activa del poder lo que hay es una evitación de la carga de trabajo. Eso hace que el ejercicio de la autoridad se vea en términos de servicio y no de búsqueda del poder. A las autoridades se las llama “mamá” y “papá” y no hay ningún hombre que tenga problemas con eso. Si hay un varón es mamá y papá. Es las dos cosas al mismo tiempo. Es bien interesante en términos léxicos en que se desdibuja la diferencia de género para poner en el centro el cuidado de la comunidad para que la vida sea posible: las fiestas, la justicia, todo lo que se hace. Y no hay salario de por medio: es como una colaboración.
¿Cuál es la diferencia de la colaboración a la comunidad con el poder dentro del Estado?
Es bien diferente a la lógica del Estado que es totalmente centrada en el poder. Y el problema del poder en las democracias liberales es que está en el poder quien ambiciona el poder. Esa es una paradoja ¿no? Un amigo decía que él prefería ser monárquico porque en una monarquía el que tiene el poder no lo eligió, le tocó, pero que había que sacar la guillotina cada cierto tiempo (risas). Digo un poco en broma. Pero la lógica del poder se inscribe en los deseos profundamente patriarcales. ¿Cómo hacemos para que en lugar de que las mujeres nos vayamos al empoderamiento más bien se comunalice el cuidado?
¿Si las mujeres llegan al poder se produce una modificación o la estructura del poder permanece intacta?
El mecanismo de poner estatuas para la memoria es un mecanismo colonial y eurocentrista. Hay una propuesta en México que proclama: “estoy en contra de la estatua de Colón, la voy a quitar y voy a poner la de una mujer indígena”. Entonces cambiaste la estatua pero el mecanismo de que la memoria se hace a través de estatuas está intacto.
Vos no crees en cambiar el objeto de la estatua, sino en sacar las estatuas…
Exacto. Cuando se dio esta discusión yo propuse: ¿Por qué no hacemos un jardín? En el pueblo mixe hay un árbol que recuerda una promesa de un personaje de la tradición narrativa y el mecanismo de memoria es un árbol, no una estatua. Y lo mismo pasa con el empoderamiento: cambias y pones a una mujer en la situación de poder, pero el mecanismo de que el poder es lo deseable sigue intacto.
¿Por qué fracasaron tantos intentos de llegar al poder de la izquierda o de ocupar lugares de poder del feminismo que tuvieron más mística que resultados?
El poder es muy atractivo. Hay una narración del camino del héroe que está detrás de todas las películas de Hollywood. La conquista del poder es una conquista narrada en términos del camino del héroe. Vamos a pensar en Andrés Manuel López Obrador en México. O en Lula en Brasil. Es una persona con ideales y quería cambiar el poder pero los malos no lo dejaron y en algún momento dijo “ya no quiero”. No acepta la tarea pero luego sí. Y entonces va y lo logra. Y el momento en que lo logra esa descarga emocional es algo muy atractivo. O sea, en el momento que López Obrador gana las elecciones la gente sale llorando a las calles, regala comida en la calle. ¿Cómo puedes deslegitimar eso? En cambio, en los cuidados de mi comunidad, no hay tal toma heroica del poder.
¿Cómo es la lógica del cuidado contra la épica del poder?
La lógica de los cuidados está en el trabajo pero también en el goce y la fiesta. Mi pregunta es cómo hacer ver sexy una política de cuidado de la vida y no la toma del poder. ¿Cómo hacemos un entramado narrativo que haga atractivas las labores del cuidado? De este lado no les vamos a prometer que la gente llore en las calles porque luego esa descarga ya es parte del holograma. La narración del camino del héroe es lo que nos ha colonizado el pensamiento de tal manera que las mujeres queremos ser heroínas. Occidente está basado sobre la gesta del genio individual: por eso hay propiedad privada, por eso los derechos de autor, por eso la autonomía del genio escritor individual masculino del canon literario.
En estos años muchas mujeres llegaron a la presidencia, a los Ministerios de Mujeres, a alcaldías, a las legislaturas y se fueron de la política frustradas, atacadas o cansadas. ¿Es parte de la trampa del empoderamiento?
Me parece mal buscar el poder. Siempre te sale más caro. ¿Cuánto nos esforzamos en poner a las mujeres a empoderarlas? Y estratégicamente es mucho derroche de energía. No es estratégico.
¿Cuál estrategia puede ser mejor?
En mi comunidad aprendí teniendo que ver choques que hay gente que dice “nada con el Estado” y yo digo “bueno, es que tampoco”. Yo creo mucho en la infiltración como estrategia. Supongamos que hay algo que es necesario parar porque la cosa está terrible entonces vamos a mandar a Dilia de diputada para que vaya a hacer cierta cosa para que pare esto. Entonces ella va de infiltrada, no va diciendo “lo mejor que me puede pasar es que me empodere”, sino que va y responde a estos intereses y una infiltrada no puede ser una heroína. Una infiltrada tiene que ir sotto vocce. Hay momentos en que hay que infiltrar el Estado. ¿Pero qué es lo que pasa que en esta seducción del poder las mujeres, la izquierda, el movimiento indígena, que han estado viéndolo como un logro y no como una estrategia? Por ejemplo, llega una funcionaria del Instituto Nacional de las Mujeres, en México, a una reunión de mujeres indígenas y nos dice “está muy bien que participen con su líder comunal. Pero ahora necesitamos que participen de la política de verdad. Que de verdad se empoderen”. Esa es una visión súper colonialista de que lo deseable es la política en términos del poder central. Me parece muy escandaloso.
¿Cuáles son las mejores estrategias frente al cambio climático?
La emergencia climática va a afectar a mujeres. El 70% más pobre de la población mundial va a sufrir los mayores efectos. Por eso, el ambientalismo es la lucha que va a cubrir toda lucha. Cualquier tema que te interese, el que sea, va a estar atravesado por la emergencia climática porque esa es la gran enfermedad de este sistema. Es fundamental la organización colectiva de base. Y si hay que infiltrar al Estado que sea así y no que ahora tú te vayas al Estado y luego me infiltres mi comunidad.
Frente a inundaciones o desastres climáticos aparece la solidaridad, pero que no se consolida como movimiento político. ¿Cómo se puede generar una estrategia de la solidaridad?
Yo pienso mucho en mi comunidad montañosa y en que es muy probable que, con las lluvias muy intensas, los cerros se desgajen, que ya empezó a suceder, y me sepulten mi casa. Yo prefiero en mi corta vida, porque la vida es corta, invertirla en nuestra estructural comunal que va a ser la que va a responder para salvarme la vida y si muero va a sacar mi cuerpo y le va a dar un entierro que consuele a mi familia. No lo va a hacer el Estado. Ahorita lo vimos con Valencia y el efecto de la DANA. Cuando lo extraordinario irrumpe en forma de inundación, de sequía o de temblor el Estado no responde porque no está diseñado para el cuidado. Es urgente organizarse.
¿Cómo es la mejor manera de organizarse?
Un ejemplo, hay cosas que parecen muy poco políticas pero que son profundamente políticas y muy despreciadas. Yo vivía en una colonia popular, en la ciudad de México, en donde se hizo una reunión de señoras que las llaman, despectivamente, paracaidistas, o sea que toman un predio para asegurarse el derecho al techo en condiciones difíciles y esas señoras se habían unido a hacer crochet. Eso no nos parece nada feminista ni intelectual ni nada. Y cuando la hija de una de esas señoras desapareció había todo un entramado ya organizado que respondió a esa emergencia. Yo en mi infinita soberbia cuando me fui a mi pueblo dije “yo ya fui a la Universidad, voy a apoyar con ideas este proceso”. Mi comunidad es muy sabia porque me mandó casi que a la Iglesia a coserles lentejuelas a los trajes. Y yo estaba con un gran ego diciendo “yo no fui a la Universidad para ponerme a vestir santos”. Pero luego me di cuenta que todas las señoras estaban en la cofradía y que daban café los viernes, que mi abuelita estaba ahí y tenían aceitada una estructura y cuando vino el cismo de 2017 las primeras en responder fueron ellas. Ahí me di cuenta lo político que es mantener algo organizado. No importa qué sea.
¿Cuáles son los desafíos?
Hay que aprender a pelear. Estas estructuras no son idílicas. No lloré tanto con un hombre como he llorado en mi asamblea. A veces pierdes. Hay que aprender a pelearse porque lo que veo mucho en los colectivos de las ciudades, que también estuve, que al primer problema, si todo no está perfectamente libre de patriarcado, de todo, todo, entonces ya se rompe. Hay que aprender a ir gestionando el debate y la acción y hay que aprender a conciliar. Necesitamos organizarnos para la emergencia climática.
Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.