El Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR) es enorme, pero las coordenadas para llegar a destino son bastante claras: hay que entrar al edificio del Hospital de la Mujer y dirigirse al sector B del área de Ginecología. Allí, en medio de un pasillo pintado de rosa claro, está ubicado el Servicio de Diversidad Sexual, que empezó a funcionar en junio de 2023 y hoy es el único en el sistema público de salud que cuenta con un equipo multidisciplinario especializado en la atención a la población LGBTI+.

Está integrado por nueve personas, entre profesionales de medicina familiar y comunitaria, ginecóloga, cirujano plástico, psicólogo, trabajadora social, pediatra, administración y licenciada en Enfermería. Todas trabajan en ese consultorio, el 22, que en la entrada da la bienvenida con un cartel multicolor que postula: “Las diferencias enriquecen y el respeto nos une”.

El servicio, que está en la órbita de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), funciona los miércoles y los viernes de 8.00 a 13.00. Los miércoles atiende a infancias, adolescencias y familias, y los viernes a personas adultas. Lo que ofrece puede resumirse en el concepto de “acompañamiento en todo lo que sea afirmación de género”, puntualiza en diálogo con la diaria el médico Daniel Márquez, formado en medicina familiar y comunitaria e integrante del equipo. ¿Qué entra en afirmación de género? “Consejería de depilación para evitar infecciones de piel o consejería para el uso correcto de fajas, por ejemplo. Todo lo que tiene que ver con asesoramientos, además de hormonización y cirugías”, sintetiza el profesional.

En materia quirúrgica, sólo se hacen las cirugías de masculinización de tórax e implantes mamarios, procedimientos para los que, hasta hace poco, las personas trans esperaban “muchísimos años”. Con la creación del servicio, se empezó a operar de una a dos personas por semana, lo que hizo que se agilizara el proceso, aunque Márquez admite que “sigue existiendo una espera enorme”.

Ximena Colina, usuaria del servicio desde julio del año pasado, acaba de salir del consultorio con una noticia que espera desde hace tiempo: es la próxima en la lista para hacerse la cirugía de implante de mamas, el siguiente paso que va a dar en su proceso de afirmación de género. Había iniciado el trámite hace un tiempo, cuando se atendía en el hospital Saint-Bois, pero quedó estancado. “No esperaba que acá fuera tan rápido”, reconoce ahora, todavía sorprendida. Ya tiene fecha. Le dice a la diaria: “Estoy muy contenta”.

Lo que no hace el servicio son las cirugías de neovulvas y neopenes, porque no cuenta con la especialidad de urología. De hecho, hoy en día, no se hacen operaciones de neopenes en ningún prestador de salud de Uruguay, un reclamo que sostienen desde hace años los colectivos de varones trans. En cuanto a las neovulvas, es una cirugía a la que sólo se puede acceder en el Hospital de Clínicas o en el sistema mutual, aunque en los dos casos el acceso es “muy limitado”.

Para Márquez, lo que hace “único” el abordaje de este servicio es que “se coordina con el territorio y se cumplen procedimientos medicamentosos y quirúrgicos con un equipo multidisciplinario integrado por esta cantidad de profesionales”. En esa línea y desde la mirada de la medicina familiar y comunitaria, aseguró que el equipo tiene como “premisa” que “el paciente que llega al servicio tiene que tener un médico tratante en su territorio”. “Si no”, dice, “empezamos a suplir cosas que tienen que ser abordadas en el contexto donde vive y se desarrolla la persona. Contactar con la escuela es fundamental, contactar con el liceo es fundamental. Desde la centralidad de Montevideo, desde Parque Batlle, no podemos hacer ese abordaje”.

Colina, por su parte, valora “poder ir a un sitio donde te acompañen, te traten bien, no te discriminen y tengan más noción” sobre la atención a las personas trans.

Problemas prevalentes

Los problemas más prevalentes en la población LGBTI+ y, especialmente, en las personas trans incluyen “violencia, inyecciones de productos tóxicos, infecciones de transmisión sexual, consumo problemático de sustancias, infecciones de piel vinculadas a la depilación, lesiones mamarias vinculadas a la compresión torácica, alteraciones de la voz vinculadas a querer agravarla y a una postura inadecuada para intentar ocultar las mamas, lo que genera patología de la voz”, detalló Márquez.

La importancia de la formación y del abordaje integral por parte del sistema de salud es fundamental para que estos problemas tengan el acompañamiento adecuado. Márquez puso el ejemplo de los varones trans que van a consultar por cervicalgia y disfonía. “Tienen dolor en el cuello y contractura muscular, van a los servicios, se les inyecta o se les administra vía oral un relajante intramuscular, pero el problema que está detrás es la compresión torácica por la faja, que se suma al querer agravar la voz para masculinizarla, lo que daña el sistema fonatorio”, especificó el médico. Es decir, el sistema de salud “lo aborda como si fuera un dolor de cuello tensional, como en cualquier persona, lo trata, pero nadie piensa que es producto de lo que hace cotidianamente y que con una simple consejería eso mejoraría”.

A estos problemas se suman los que están vinculados a la salud mental, una lista que, según señaló Márquez, encabezan la ansiedad, la depresión y el consumo problemático de sustancias.

El profesional dijo que muchos de los problemas de salud que presenta esta población “surgen del odio y la discriminación social”. “Los problemas sociales desatan problemas biológicos. Entonces, si estás expulsado o expulsada de tu casa, del sistema educativo, del sistema laboral, seguramente tengas situaciones de riesgo”, profundizó.

A su entender, para “despatologizar” a estas identidades hay que tener en cuenta que, “por las trayectorias de vida cargadas de tanto odio y discriminación social, van a ocurrir patologías, pero que no están vinculadas a la identidad de la persona o a la orientación sexual, sino al daño social externo”. “Esa persona es sana, pero sufrió daño social, y el daño social muchas veces genera daños biológicos”, agregó.

El abordaje de las infancias y adolescencias trans

Cada miércoles, el servicio recibe consultas de infancias y adolescencias trans de todo el país, que por lo general acuden con sus familias. El trabajo en este campo se realiza en coordinación con Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, y es “súper heterogéneo”, apuntó Márquez.

El médico de familia dijo que las “principales vías de acceso” del equipo a las niñas, niños y adolescentes trans son los “intentos de autoeliminación, lesiones autoinfligidas, depresión, ansiedad, porque sus papás los traen o por el vínculo con otras instituciones, como la educativa”.

En lo que tiene que ver con la salud mental, recordó que Uruguay “tiene un índice tristemente célebre de las adolescencias en general vinculadas al suicidio”, y en las infancias y adolescencias trans en particular está demostrado que “cuanto más tiempo transcurra entre que la persona se identifica y logra expresarse –o sea, desde el concepto de identidad de género al de expresión de género–, más intentos de autoeliminación, ansiedad, depresión, lesiones autoinfligidas y consumo problemático de sustancias”.

Por eso, para Márquez, es “casi obligatorio” que, cuando un profesional de la salud atiende a una niña, niño o adolescente que tuvo un intento de autoeliminación, le pregunte sobre su identidad de género y orientación sexual. “Hasta por un tema epidemiológico, porque la población de la diversidad sexual tiene el doble de carga por todo el odio y la discriminación que sufre”, apuntó.

También insistió en la importancia del abordaje desde la infancia desde todos los ámbitos, “porque ahí comienza todo”: “Si nosotros tenemos infancias felices, seguramente tengamos adultos sanos a futuro, y la felicidad de esa infancia va a estar en que sea acompañada por su familia, por el sistema de salud y por el sistema educativo”.

Por otra parte, Márquez recordó que “los grupos antiderechos hicieron mucho daño en el abordaje a las infancias” durante el debate previo a la votación de la Ley Integral para Personas Trans. “Todavía está presente en el imaginario de las personas que se va a hormonizar y operar niños sin el consentimiento de los padres”, y eso genera que hoy lleguen al sistema de salud padres “angustiados y hasta con temor”, detalló. “Eso es un daño irreversible que hicieron los grupos antiderechos a la salud de las personas, porque esta población ya tenía barreras y ahora se les generó una barrera más, que es que el enemigo está en el equipo de salud”, sentenció, al tiempo que afirmó que, en todos sus años de trabajo, nunca hormonizó niños. “La atención a las infancias tiene que ver con acompañar procesos y no con hacer intervenciones corporales invasivas ni medicamentosas”, enfatizó.

Contra la clandestinidad: ley trans y formación

Hace unos días, Márquez publicó en su cuenta de Twitter las fotos de una paciente –sin identificar– que, como muchas otras personas trans, había recurrido a un procedimiento clandestino para implantarse mamas. “Llegó con un montón de silicona industrial en el cuerpo y eso es irreparable, no hay forma de mejorarlo, y tiene consecuencias irreversibles, para toda la vida”, relató el médico a la diaria. “Para nosotros fue terrible”, agregó, “porque era la posibilidad de una persona que se había inyectado hace dos meses y podía haber desistido de eso si hubiese encontrado alguien que le dijera: ‘sin pagar dinero de tu bolsillo –como sí tuvo que pagarle al sistema clandestino– podés acceder a esto’”.

El servicio atiende “frecuentemente” a personas que ingresan al consultorio “con consecuencias de hormonas de frontera o de medicamentos no aptos para este abordaje, que vienen con consecuencias en sus órganos por esa medicación y por la inyección de productos tóxicos”, dijo, y detalló que “hay riesgo de muerte en ambos casos”.

El médico afirmó que “cuanto más cerrado está el sistema de salud, más abierto está el sistema clandestino”, y puntualizó que “el camino no es culpabilizar a las personas porque acceden al sistema clandestino, sino que se rompan las barreras en el acceso al sistema de salud y se abran más los servicios”.

Sin embargo, dijo que hay dos factores que hoy en día “atentan contra eso”: la falta de formación y el no cumplimiento de la ley trans.

Esa ley, aprobada en 2018, contempla en su artículo 21 el derecho de las personas trans a la atención integral “para adecuar su cuerpo a su identidad de género, que comprenda como mínimo todos los programas y prestaciones” del Sistema Nacional Integrado de Salud, “incluidos los tratamientos médico-quirúrgicos”. Sin embargo, Márquez recalcó que no todos los prestadores de salud brindan atención especializada y acceso a los tratamientos, medicamentos o cirugías de afirmación de género, en consonancia con un reclamo que también vienen haciendo los colectivos de personas trans.

“Te diría que es muy heterogénea la realidad en Uruguay y que en el interior hay lugares en los que no se brinda absolutamente nada, ni asesoramiento ni equipos multidisciplinarios”, señaló Márquez, y agregó que esa situación se replica en Montevideo. Dijo que “en algunos lugares” tampoco brindan hormonización y mucho menos cirugías.

El médico señaló que todo esto “decanta en el Estado favoreciendo el sistema clandestino”, con la gravedad que eso implica, porque “si no estás dentro del sistema de salud, seguro estás por fuera, y afuera hay peligro y mucha posibilidad de muerte”. “Por eso los números son tan alarmantes en esta población: porque terminan expulsadas y accediendo al sistema clandestino, y es súper difícil solucionar el problema de salud que eso genera”, afirmó.

Respecto de la formación, recordó que desde hace 11 años “ininterrumpidos” hay una materia optativa sobre salud y diversidad sexual en las facultades de Medicina y de Psicología, que es cocoordinada con el colectivo Ovejas Negras y que “siempre llena los cupos”, aunque reconoció que “todavía falta un montón”.

Desde su punto de vista, “interés no falta”. Prueba de eso es “la cantidad de estudiantes que piden venir a formarse acá”. Sin embargo, considera que “hay dificultades para que los médicos puedan tratar a esta población, porque tiene una gran intersección de problemas de salud”, que “no se puede abordar en 15 minutos”. “Por eso es tan importante la red: hablar con la maestra, el profesor del liceo, el médico tratante”, insistió.

Para Márquez, los profesionales de la salud tienen que pensar primero en “qué les pasa” a ellos mismos con esta población, “porque esto sí tiene un abordaje específico y un saber del conocimiento propio, pero lo primero y lo más importante lo puede hacer cualquier persona que sea empática con la diversidad sexual”.

“Una persona que esté en la casa ya puede hacer acciones en salud, por ejemplo, haciendo consejería de evitar la silicona industrial en lugares clandestinos. Puede hacer una acción en salud cambiando el nombre en la lista del liceo para que sea el nombre sentido por la persona. Puede preguntarle a una persona desde un acto muy sencillo y pequeño ‘cómo estás’, ‘cómo te sentís’. Utilizar los pronombres correctos: es fundamental que, si vos te sentís varón, te traten como varón y, si te sentís mujer, te traten como mujer. Todas esas acciones, juntas, son las que hacen a las personas más saludables”, apuntó Márquez.

No obstante, reconoció que hay otro obstáculo que va más allá de la formación. “Todavía nos pasa a los médicos que traemos nuestras creencias al consultorio y eso es un problema porque, en la diversidad sexual, se magnifica un montón. La homofobia y la transfobia existen en la población general y existen dentro del ambiente de la salud también”, sentenció. De hecho, aseguró que “todavía se piensa que la orientación sexual y la identidad de género son del ámbito de la privacidad del paciente”, y eso “es terrible”, porque “si yo te tengo que hacer asesoramiento de cómo tener sexo seguro entre varones, por ejemplo, no puedo asumir que sos heterosexual, porque te voy a hacer una asesoría que no se adapta a vos, y seguramente ahí te esté expulsando del sistema de salud”. En ese sentido, aseguró que “protocolos, guías, pautas, todo eso no vale de nada si no lo adaptamos a la persona”.