Juan Padilla tenía 14 años cuando empezó a maquillarse en su cuarto a escondidas. Era un secreto que compartía con una prima, que lo ayudaba y le daba algunos tips. Se maquillaba y se sentía libre, podía apreciar más su belleza y sabía que algo se construía, aunque no tenía claro qué era. No lo supo hasta un tiempo después, cuando compartió su experiencia con un par de amigos que le aseguraron: “Lo que vos hacés es drag”. Así, Juan encontró el concepto que había estado buscando para darle forma a su manera de entenderse en el mundo: era y es una drag queen.
Peluca, maquillaje, pestañas, uñas largas, vestido ajustado y tacones, y Padilla se convierte en Pady Jeff. Su nombre artístico nació de una combinación entre la abreviatura de su apellido, sustituyendo la “i” por una “y”, unido a Jeff, por el maquillador y cantante estadounidense Jeffree Star, que fue uno de sus “primeros acercamientos a lo freak, el género fluido y la revolución interna de ser lo que uno siente”.
En Pady Jeff, Padilla -que hoy tiene 27 años y se autodefine como una persona pansexual y no binaria- une dos aspectos. Por un lado, todas sus emociones, sentimientos y deseos reprimidos, de alguna forma, por la sociedad. Por otro, la exaltación en forma de sátira de los estereotipos de género que recaen sobre los hombros de las mujeres. “El drag, para mí, es la personificación máxima de todas esas cosas que te reprimís”, señaló a la la diaria.
Con el tiempo, y con la influencia de referentes internacionales y después nacionales, Padilla se profesionalizó en el drag, se consagró como artista y encontró allí más que una fuente de trabajo. Ser una drag queen se convirtió en una forma de ejercer su activismo en relación con los derechos de la comunidad LGBTI+ y la diversidad corporal. “Soy una drag gorda y, cuando empecé, las drags eran lindas, flacas y blancas. Me costó encontrar mi lugar. Ahí empecé a trabajar con mi cuerpo y proyectar en las redes sociales que mi cuerpo es válido”, expresó.
Por su experiencia, Pady Jeff entiende el drag como una práctica “100% política”, pero aclaró que “no político partidario”. “Considero que es político porque vamos en contra de las normas y el binarismo establecido socialmente, y las drags tratamos desde un lugar más jocoso burlarnos de todo eso”, señaló.
Arte, libertad y expresión
La percepción de Padilla sobre el drag es una de las tantas que existen dentro de las vivencias de las drag queens uruguayas y también de los drag kings, una práctica más común entre mujeres que encarnan personajes masculinos y que, aunque son pocos, cada vez son más.
Fabricio Guaragna o Astromelia inició su trayectoria en el drag hace más de una década y media, cuando tenía 24 años. Hoy tiene 40. Todo empezó por su trabajo en el boliche gay Caín, donde conoció a varias drags que se presentaban allí. Una de ellas fue Perpetua Mamona, que en una oportunidad lo invitó a él y a su pareja de ese momento a asistirla con su maquillaje en la previa de la Marcha por la Diversidad. Entre una cosa y otra, terminaron ellos maquillados y subidos al único camión que en ese entonces recorría la avenida 18 de Julio. “En ese momento sentí que ese era un universo que quería habitar”, contó a la diaria.
Astromelia, como la flor “mutante”, “linda” y “muy barata”, surgió tiempo después, y con ese personaje Guaragna intentó “cruzar el arte drag con el arte contemporáneo” y habitar diferentes espacios. “Si bien trabajé mucho en la noche, siempre intenté cruzar esos límites o habitar esos límites, y que no se supiera bien si era una obra de arte, una performance de la noche u otra cosa”.
Para Guaragna, el drag es “una disciplina artística”. “No es una decisión sexogenérica de vida, no tiene que ver con eso. Tampoco está estrictamente asociado al varón gay; uno puede ser mujer o varón heterosexual y hacer drag”, sostuvo. “Es una expresión artística que pone en jaque la idea de género y los roles de género. Es romper las normas establecidas”, agregó.
Bajo esa idea, Guaragna entiende que el drag no necesariamente tiene por qué tener una dimensión política o activista. “No somos identidades de género o cuerpos vivientes que reivindican una vida y una lucha política. Somos personajes, creaciones artísticas, y una creación artística puede ser utilizada para lo que sea, tanto como para reivindicar como para no”, consideró.
De todas formas, Guaragna tiene una posición política y Astromelia, como una parte suya, no es ajena a eso, y en algunos espacios aprovecha para “bajar línea” contra la homofobia, el fascismo y los discursos de odio, aunque no es la “función” o el propósito que tiene para su personaje, explicó. Asimismo, aclaró, al igual que Pady Jeff, que cuando habla de política, se refiere a una “acción movilizadora y transformadora que genera cualquier entidad en vínculo con la sociedad”. “Todo cuerpo es político, toda acción es política, toda palabra es política”, afirmó en ese sentido.
Por su parte, Gabriela Faggiani, o Gaby Garbo, una de las primeras mujeres uruguayas en incursionar en el drag hace 19 años, contó que cuando empezó “muy pocas personas en Uruguay tenían claro el concepto de lo que era el drag”. “Empecé como una performática, invitada en el show de un amigo, fue como un juego”, señaló en diálogo con la diaria. Esa primera experiencia fue “una liberación” y así define esta práctica: “Una excusa para poder liberarme; sos un personaje, entonces todo está permitido”.
Con el tiempo, Faggiani “fue puliendo” su personaje y entendiendo el drag, pero “todo fue una construcción que hicimos [junto a su amigo] con el tiempo”. Esa circunstancia está vinculada a cómo surgió su alias. “Cuando empecé, como no sabía lo que estaba haciendo, nunca pensé que iba a trascender en el tiempo. Y luego, todo el mundo me conocía como Gabi y entonces me parecía raro ponerme un nombre exótico como Pandora, y surgió Gaby Garbo, tomando el apellido de la actriz Greta Garbo, y quedó, cortito y con glamour”.
De su experiencia, Faggiani también comentó que recibió mucha discriminación de parte de los varones gay, que eran y son predominantes en el drag, sólo por ser mujer cis. “La pasé horrible, me hicieron la cruz. Me tuve que ganar mi espacio y hoy soy una más, pero no fue fácil”, comentó. En su caso, admitió que nunca se puso a pensar si el drag tiene una dimensión política, pero dijo que, después de escuchar a Pady Jeff, supone que sí.
Una práctica difícil de definir y sin un origen único y lineal
A pesar de los distintos matices, las tres personas entrevistadas comparten un elemento: el drag es una práctica disruptiva y sus diferencias no son excluyentes ni extrañas. “Es una práctica que todo el tiempo pone en escena la dificultad de ser definido”, afirmó a la diaria la antropóloga argentina Daniela Brollo, que se ha dedicado al estudio etnográfico del drag en Córdoba. Según la experta, la percepción sobre el drag varía según la edad, el contexto histórico, social y político, la experiencia y vivencia de cada persona, entre otros elementos.
Por ese motivo, dijo que “no pensaría tanto en la separación entre un arte y una práctica más vinculada a lo identitario o a lo político, sino en el drag como una práctica que conjuga esas dos dimensiones de un modo particular” y tiene distintos “acentos” según cada persona: para unas “es una práctica vista más desde lo artístico” y para otras “una práctica artística utilizada más en función de la comunicación de un mensaje o un posicionamiento político”.
La llegada del concepto drag a la región se puede rastrear a finales de la década del 80 y principios de los 90 en Brasil y Argentina. Luego se expandió a países vecinos y planteó una suerte de “desplazamiento del transformismo, que era la forma utilizada para nombrar las prácticas vinculadas al drag, se presenta como una categoría novedosa” y que “comienza a convivir con esa forma estética, escénica y sonora que tiene el transformismo hasta entonces”, explicó Brollo. Este cambio, de acuerdo con la antropóloga, tuvo que ver con una “serie de transformaciones vinculadas a los circuitos LGBTI+ y particularmente al círculo nocturno LGBTI+”.
Con relación al vínculo entre transformismo y drag, también hay diferencias entre las artistas. Mientras que para algunas drags hay una unión, e incluso consideran que el transformismo es drag y viceversa, como es el caso de Astromelia, para otras el cambio de concepto representa un quiebre y remiten a prácticas totalmente distintas, como lo entiende Pady Jeff.
Esto también ocurre en otros países, aseguró Brollo. Al respecto, la antropóloga esbozó brevemente: “En Argentina el transformismo estaba ligado al humor y a una caracterización de personajes feminizados e inspirados en figuras internacionales, y el drag irrumpe con una estética un poco más andrógina, que no es que no estuviese presente en las décadas anteriores, pero no era la tendencia”.
La misma dificultad que existe para definir el drag también está a la hora de rastrear sus orígenes. “No hay un único origen, es muy complicado buscarle un origen a una práctica que toma formas muy distintas en todo el globo”, señaló Brollo, y consideró que el drag ha ido tomando distintos elementos en distintas épocas y sigue una genealogía que no es lineal.
“Existe una serie de producciones de relatos míticos sobre los orígenes del drag que se movilizan por diferentes motivos”, dijo. Uno de ellos es el que vincula esta práctica al teatro isabelino, el teatro japonés Kabuki y “cualquier forma escénica vinculada a artes performáticas”, en la que los hombres interpretaban personajes femeninos porque las mujeres tenían prohibido actuar. Sin embargo, para la antropóloga, esta “es una forma de legitimar en términos artísticos el drag, que estuvo bastante deslegitimado y mucho más ligado a su dimensión disruptiva”.
Para Brollo, en el caso de América Latina, el drag está más vinculado a los denominados “drag balls” en Estados Unidos, fiestas clandestinas de la comunidad LGBTI+ que tienen lugar desde fines del siglo XIX y en donde las personas usaban ropa asociada al género opuesto. También al hito histórico que marcó la resistencia contra la represión policial en 1969 en la discoteca Stonewall de Nueva York. A su vez, la antropóloga suma la influencia de los “consumos culturales como películas, documentales y música” de Estados Unidos y la Gala Drag Queen de Las Palmas de Gran Canaria en España.
La cultura drag uruguaya
Las drag queens coincidieron en que existe una cultura drag uruguaya desde hace muchos años. “Se han hecho muchas cosas, muchos transformistas que han trabajado y dejado un legado y al día de hoy siguen haciendo historia”, señaló Guaragna. En esa línea, mencionó el programa televisivo Dos por noche, donde Petru Valensky y Marcelo Fito Galli interpretaban, “vestidos de drags”, a Mimi y Norma Coito, o el personaje Chichita de Cacho de la Cruz.
Aunque la cultura drag ha estado más vinculada a la noche gay, poco a poco esto ha comenzado a cambiar y las y los artistas drag han empezado a habitar otros lugares, más allá de la noche y de la Marcha por la Diversidad, como eventos en plazas y espacios públicos, e incluso en el teatro Solís recibiendo espectadores y como protagonistas de obras y espectáculos.
Astromelia es un ejemplo de ello con la conducción del programa Celebremos+, transmitido por el canal de Youtube de TV Ciudad durante todo setiembre. “Que vuelva a aparecer una drag en un canal, que es del gobierno departamental, me parece muy fuerte. Es fuerte que aparezca una personalidad que juegue a ser y que ponga de vuelta en cuestión esta cosa de lo femenino, lo masculino, del género”, apuntó.
“Desde que empecé hasta hoy hubo un cambio y siento que hoy en Uruguay sí podemos hablar de cultura drag. Hoy las drags que se inician en este camino empiezan con un concepto del drag muy claro, más allá de que hay toda una experimentación personal y una construcción. Hay más referentes desde RuPaul [drag queen y productor del reality show RuPaul’s Drag Race], Pady Jeff, Astromelia o la Garbo”, expresó Faggiani. “Hay otra cultura, hay otra identidad. Hoy las drags ocupan espacios que antes eran impensables” agregó.
De todas formas, aún hay elementos en los que profundizar, como la precarización del trabajo, que es una característica común en toda la región, señaló Brollo. “El drag tiene un costo que muy pocas veces es retribuido, y eso es algo que plantean distintos grupos en la región, no sólo en términos económicos, sino también en términos de reconocimiento y de condiciones laborales”, puntualizó. “El nivel de popularidad que alcanzó el drag en comparación a cinco décadas atrás a nivel social y de visibilidad en general, y el nivel de importancia que tiene para ciertos circuitos como la noche, no se vio traducido en un mejor pago, sigue siendo una de las prácticas peor pagadas”, agregó.
Las experiencias de las drags entrevistadas por la diaria también muestran eso. “A muchas, al principio, nos pagaban con una entrada o dos y unos tragos. En muchos lugares ni siquiera te preguntan cuánto aspirás a cobrar y uno tiene miedo de hablar de eso para evitar poner en riesgo una oportunidad de trabajo”, comentó Padilla. Después de “quejas, planteos, situaciones incómodas y perder oportunidades laborales”, eso empezó a cambiar para Pady Jeff y, al menos, para las drags queens que llevan un tiempo en el ámbito, pero sigue siendo un trabajo poco valorado, mal pago y no reconocido. Eso queda más en evidencia para las personas jóvenes que recién empiezan a incursionar en este arte.
En Uruguay, por lo menos hasta ahora, la lucha por las mejoras de condiciones, reconocimiento y tratos dignos ha sido algo individual de cada drag queen. Pero eso podría estar por cambiar y que la lucha se transforme en colectiva, como ocurre en otros países de América Latina en los que existen muchos grupos drag que tienen estos planteos entre sus reivindicaciones. De hecho, Pady Jeff adelantó a la diaria que está trabajando para poder crear el primer sindicato de drags en Uruguay. Quizás en la próxima nota ese sea el titular.