En línea con un fenómeno que también se observa en otros países del mundo, el censo 2023 reveló que creció la cantidad de mujeres que no tienen hijos en Uruguay. Las cifras publicadas hasta el momento por el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que, si bien el aumento es sostenido desde 1996, pegó un salto en 2023. También revelan que el crecimiento está presente en todos los tramos etarios. Así, el porcentaje de mujeres sin hijos en el grupo de 15 a 19 años pasó de 86% en 1996 a 97% en 2023, en el rango de 20 a 24 años se incrementó de 59% a 79%, y subió de 35% a 55% en la población de 25 a 29 años.

En tanto, la proporción de mujeres sin hijos en el grupo de 30 a 34 años aumentó de 18% a 37% entre 1996 y 2023, lo que representa un poco más del doble, mientras que prácticamente se duplicó entre las de 35 a 39 años, pasando de 12% a 22%.

La información difundida sólo contempla estos grupos etarios, pero especialistas consultadas por la diaria señalaron que es probable que también haya habido un aumento de las mujeres sin hijos mayores de 40 años, una población que es importante analizar porque, hasta esa edad, se puede estar tratando de postergaciones de la maternidad y no necesariamente de nuliparidad.

Las expertas aseguraron que los factores que explican este crecimiento son muchos y tienen interpretaciones distintas. En todo caso, coincidieron en que era un fenómeno esperable, si se consideran los datos que arrojaron los censos de 1996 y 2011, y que Uruguay alcanzó una muy baja fecundidad.

Destacaron que este aumento era sobre todo esperable –y esperado– en las adolescentes y mujeres jóvenes. “Es una buena noticia porque el país buscó que esto sucediera, entendiendo que la mayoría de los embarazos adolescentes o de las más jóvenes eran no intencionales, que se daban en los grupos con mayores necesidades básicas insatisfechas, con mayor pobreza, con menor acceso a oportunidades y derechos, y que muchas veces, sobre todo en las más chicas, eran consecuencia de la violencia sexual”, apuntó en ese sentido Valeria Ramos, psicóloga, magíster en Género y Políticas Públicas, y oficial del Programa en Salud Sexual y Reproductiva del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) en Uruguay.

Los datos publicados no nos permiten saber cuáles son las razones por las que las mujeres no tienen hijos. Sin embargo, con base en censos previos, estudios, encuestas e investigaciones sobre el tema, tanto de Uruguay como de países con características demográficas similares, las especialistas trazaron algunas hipótesis.

¿Qué nos dice el análisis de los datos según franja etaria?

Para hacer un análisis de la información según los grupos de edades, es importante tener en cuenta que, entre los 15 y los 40 años, a excepción de las situaciones en las que hay imposibilidad de concebir por cuestiones biológicas, la mayoría de los casos podría estar mostrando una postergación de la maternidad y no necesariamente la decisión definitiva de no tener hijos. Es decir: esta es la foto de las mujeres que en este momento no tienen hijos.

El crecimiento de la proporción de adolescentes y mujeres jóvenes sin hijos, que pasó de 86% a 97%, “es compatible con la caída de la fecundidad adolescente y la fecundidad temprana” que Uruguay “estaba esperando”, explicó a la diaria Wanda Cabella, antropóloga, doctora en Demografía y docente titular del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

La investigadora señaló que lo que se ve en este caso es posiblemente un tipo de postergación temprana de la maternidad, porque si bien “esas mujeres podrían no tener hijos nunca”, como son muy jóvenes “es posible que no tengan hijos en esta foto, pero, si hiciéramos un censo en diez años, una proporción va a tener hijos”.

Distinto es el panorama en las mujeres de edades mayores, donde también hubo un aumento de las mujeres sin hijos. En particular, Cabella remarcó el crecimiento de este fenómeno en las mujeres de 35 a 39 años, que pasó de 12% en 1996 a 15% en 2011 y a 22% en 2023. “Ese aumento es enorme, porque antes se mantenía relativamente estable, incluso había descendido, y ahora vuelve a aumentar”, analizó la experta.

También dijo que el cambio es “grandísimo” en el grupo de 30 a 34 años, en el que las mujeres sin hijos pasaron de ser 25% en 2011 a 37% en 2023. “Es decir, son mujeres que en su mediana edad y ya en las etapas reproductivas finales no tienen hijos. Obviamente lo que puede estar pasando es que vayan a concentrar su fecundidad en los últimos años de su etapa reproductiva. Lo que pasa es que eso tiene connotaciones distintas respecto de la postergación en edades tempranas, porque después de los 30 y algo, y más a partir de los 40, hay límites a la fecundidad en el sentido de que se afecta la fertilidad, es decir, la capacidad biológica de procrear”, puntualizó.

“Por supuesto hay un grupo de mujeres que, incluso siendo jóvenes, tienen problemas de fertilidad y en algunos casos la infertilidad es definitiva, pero, en la mayoría de estos casos, lo que pasa con estos números enormes es que lo que están haciendo es decidir no tener hijos en determinados momentos de la vida que en otras etapas históricas eran los momentos socialmente esperados o aceptables o más comunes para tener hijos”, ahondó Cabella.

Los motivos para postergar

Identificar, interpretar y entender las razones por las que las mujeres (y las parejas en general) deciden postergar la llegada de hijas e hijos también requiere de un análisis diferenciado según edades.

Para Ramos, es bastante clara la respuesta en el caso de las adolescentes y jóvenes. “¿Qué pasó acá? Pasó la implementación de políticas públicas, el acceso a métodos anticonceptivos, la introducción del implante subdérmico a partir de 2014, el diseño de una estrategia intersectorial de prevención del embarazo no intencional en adolescentes, la promoción de la salud sexual y reproductiva, el trabajo contra la violencia; en fin, toda una serie de acciones que hacen pensar que eso es el impacto y que está bueno que así sea porque en estas mujeres hay una postergación de un hijo en esa etapa de la vida”, profundizó la representante de Unfpa.

Las hipótesis respecto de la postergación a edades mayores son más variadas. Una de ellas tiene que ver con que muchas mujeres, antes de ser madres, quieren culminar o alcanzar determinados hitos en sus trayectorias educativas, profesionales y laborales. De hecho, hay estudios que confirman que, “a mayor nivel educativo, mayor la probabilidad de nuliparidad” (es decir, de no tener hijos), como concluye el artículo académico “Las trayectorias de las mujeres sin hijos en Uruguay”, escrito por Cabella y sus colegas Ignacio Pardo y Mathías Nathan, publicado en la Revista Brasileña de Estudios de Población en 2020. Es también uno de los hallazgos de la Encuesta Nacional de Comportamientos Reproductivos (2017). Vinculado a esta hipótesis está “todo lo que tiene que ver con carreras en donde todavía hay una ausencia de la redistribución de los cuidados y mercados laborales que todavía no reconocen ese balance”, señaló Ramos.

En esta línea, recordó que la última Encuesta del Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado (2023) aportó que 61,4% de la carga de trabajo de las mujeres es no remunerado, mientras que en los varones es de 35,9%. Además, mostró que la tasa de participación de los hombres en las tareas domésticas es de 75,6%, en tanto para las mujeres es 87,3%. “Eso puede hacer que las mujeres sientan que no quieren cargar con todo como lo han hecho siempre y puede estar influyendo en las decisiones reproductivas”, analizó la especialista.

También existen razones puramente económicas: hay personas que no tienen hijos porque no tienen los medios materiales para criarlos. Sobre este punto, Cabella hizo especial hincapié en el acceso a la vivienda. “Hay un grupo [de mujeres] que dice ‘no puedo criar porque mi nivel de vida va a bajar mucho’, pero hay otro grupo para el que directamente no sólo su nivel de vida va a bajar, sino que no tiene las condiciones, porque el acceso a la vivienda es un tema clave [...] y Uruguay no ha hecho políticas de vivienda para los sectores populares”, consideró la experta. “Me parece que es un tema que tendría que estar pensado para las generaciones más jóvenes que quieran tener hijos”, agregó.

A su vez, “cada vez es más caro tener un hijo”, planteó Ramos. “Ha habido como una privatización en el sentido de que antes quizás había una preferencia por salud pública, educación pública y todo lo que es servicios públicos, y de un tiempo a esta parte las personas entienden que la crianza de los niños ha aumentado en términos económicos”, señaló, y puso como ejemplo la inclinación por un colegio bilingüe o por que el niño o la niña realice actividades extracurriculares. “Hay gente que entonces puede estar planteándose –y se está planteando– ‘todavía no estamos con las condiciones financieras de lo que implica mantener un hijo o una hija’”, apuntó.

Esto se suma (de nuevo) al tema de los cuidados, que implica gestionarlos pero también poder pagarlos. De hecho, una de las conclusiones del artículo académico es que “si las políticas públicas, en especial las dirigidas a fortalecer el cuidado público infantil, tuvieran éxito, podrían reducir la cantidad de personas nulíparas por postergación o por falta de condiciones para compatibilizar crianza y otras dimensiones de la vida”.

Esa investigación agrega otro factor por el que las mujeres uruguayas postergan la decisión de ser madres, que es lo que llaman la “inestabilidad conyugal”. Se trata de mujeres que “posponen la llegada del primer nacimiento hasta encontrar la situación de pareja que colme sus expectativas para llevar adelante su proyecto reproductivo, pero a la vez las expectativas sobre las características del cónyuge adecuado son progresivamente más difíciles de alcanzar”, expone el artículo.

Este es un elemento importante si se considera que ese y otros estudios revelan que, en Uruguay, la mayoría de las personas tiene hijos en contextos de pareja. “Está estudiado en la mayoría de las encuestas que las personas eligen tener hijos en pareja, el tipo de pareja que sea, pero convivir con alguien que te ayude a cuidar y que también sea un contrapunto”, complementó Cabella.

La doctora en Demografía dijo que “las dinámicas conyugales han variado” y que hoy estamos ante “trayectorias bastante más fragmentadas”, porque “las personas se separan más, tienen más de un episodio conyugal, quizás empiezan [las relaciones] más tarde, sobre todo aquellas que estudian, que retrasan su vida conyugal, lo que no implica que no tengan pareja, simplemente que no conviven”. “Eso hace que la dinámica conyugal tenga que ver”, profundizó.

En la misma línea, Ramos dijo que “antes estabas en pareja y era obvio que ibas a tener hijos” enseguida, pero hoy hay “lógicas de pareja en donde no sólo el matrimonio ya es cada vez menor, sino que se aplaza el irse a vivir juntos y se quiere disfrutar de estar juntos sin los nenes alrededor”.

La especialista puso sobre la mesa otro factor que podría incidir en la postergación e incluso en la llegada al final del ciclo reproductivo sin haber tenido hijos, por más que haya existido el deseo: el hecho de que, en Uruguay, “si bien hay cierta conciencia sobre el reloj biológico, hay una ausencia de información acerca de que los óvulos tienen una vida útil y que la capacidad reproductiva se va perdiendo con los años”. Por ese motivo, y en un contexto en el que se aplaza el nacimiento del primer hijo para edades mayores, consideró que “tendríamos que tener mayor información y educación” al respecto.

Ramos introdujo otra hipótesis de postergación “más marginal”, pero que “en otros países se está viendo” , que tiene que ver con un contexto global “de cambio climático, de guerras y de cuestiones que te hacen pensar ‘yo no quiero traer un hijo a este mundo’”.

Childfree: el deseo de no ser madres

Entre las mujeres sin hijos también están aquellas que no están postergando la decisión, sino que, directamente, no quieren ser madres. Ni hoy, ni nunca. Las razones acá también son variadas, pero en general son mujeres que perciben la maternidad “como opción que socavaría la consecución de las otras metas personales”, como pueden ser “la carrera profesional, la realización de viajes, el compromiso con causas sociales o el tiempo de ocio”, plantea el artículo de los investigadores uruguayos, con base en entrevistas colectivas a mujeres sin hijos de más de 35 años.

Según Cabella, “el grupo de mujeres que deciden voluntariamente desde jóvenes no tener hijos está aumentando sobre todo en los países desarrollados” –todavía no hay datos cuantitativos respecto de Uruguay–. La académica dijo que los estudios disponibles muestran que la mayoría no quiere tener hijos “porque eso colide con sus proyectos personales o con sus percepciones de la inseguridad en términos de incertidumbre económica y social”, o “simplemente su estilo de vida no incluye un proyecto reproductivo”.

En los últimos años, en algunos países, se identificó el avance de movimientos de mujeres que reivindican el deseo de no ser madres. Son las que se definen como mujeres “childfree”, como en el caso de Reino Unido, o las “No mo” (“no mother”) en Estados Unidos.

¿Cuánto incide el feminismo en este fenómeno? Es evidente que tiene un impacto cultural porque entre otras cosas propone desmontar la idea de la maternidad como un mandato y un destino ineludible de todas las mujeres para reivindicarla como una decisión. Pero esto es una parte de lo que influye, porque, como vimos, las causas son múltiples. Por eso, a los discursos de sectores que muestran preocupación por la baja fecundidad y les echan la culpa a las feministas o al aborto legal, las entrevistadas responden con información y datos.

“Obviamente no estoy de acuerdo con que sigan culpando al feminismo de todo, pero además no tiene mucho sentido, porque también a principios del siglo XX la proporción de mujeres que no tenían hijos era incluso más alta de lo que es ahora”, explicó Cabella. La académica, que entre sus líneas de investigación aborda temáticas como cambio familiar, fecundidad y comportamiento reproductivo, destacó que “independientemente” de los movimientos feministas, hoy “la gran mayoría de las mujeres toma decisiones que tienen que ver con evaluar cuánto la maternidad está en conflicto con otros proyectos”.

Por otro lado, recordó que el número de abortos “se mantiene” desde su legalización en 2012, mientras que la fecundidad está en descenso, lo que ratifica que “no hay relación” entre una cosa y la otra. En todo caso, dijo que la baja podría vincularse a “una política de salud reproductiva mucho más amplia que incluyó el aborto, pero entre otras cosas”, como los implantes subdérmicos, cuya implementación sí impactó de forma “espectacular” en la caída de la fecundidad.

Decir que hay más mujeres sin hijos por causa del aborto “es de ese tipo de explicaciones que no tienen asidero ninguno y que se usan para vincular un resultado que para algunos sectores es muy negativo, como la caída de la fecundidad, con medidas de acceso a derechos que no son de su agrado”, zanjó Cabella.

Ramos, por su parte, consideró que “el feminismo ha hecho mucho”, pero insistió en que es un fenómeno “multicausal”. Agregó que “si lo que hay detrás de estos números es acceso a derechos y una toma de decisiones libre e informada, bienvenidos sean”.

Si continúa la tendencia, ¿nos vamos a extinguir como humanidad?

No, no nos vamos a extinguir. O, al menos, no en un futuro cercano o a causa exclusivamente de que haya más personas sin hijos.

Cabella dijo que “es probable” que las poblaciones “vayan a bajar en términos de su número absoluto”, especialmente en los países desarrollados, pero consideró que “no parece que eso implique que nos vamos a extinguir como humanidad”, sino, a lo sumo, que “quizás haya menos humanos en la Tierra”.

Al mismo tiempo, propuso “mirar todos estos procesos con una perspectiva histórica, cultural y contextual”. “No es que lo que estamos viendo ahora simplemente se va a proyectar hacia el futuro y que, si ahora tenemos menos hijos, eso va a seguir hasta cero. Lo que hemos visto es que ha habido ciclos de bajas y de alzas. Es verdad: la fecundidad es baja y va a seguir siendo baja. ¿Cuánto se va a acercar a uno? No sabemos”, detalló. En cualquier caso, dijo que a ella le “preocupa más” el “bienestar de las personas que están” que la extinción de la humanidad.

En una reflexión similar que hizo, ya no en nombre de Unfpa sino a modo personal, Ramos opinó que “es mucho más preocupante cómo viven las niñas y los niños en Uruguay que cuántos nacen”. “Tendríamos que preocuparnos muchísimo más por cómo tratamos a las infancias que vienen y cómo las protegemos en un país donde la violencia y el descuido son enormes, donde la violencia sexual tiene cara de niña, niño y adolescente”, afirmó, y remató que “ese es uno de los principales problemas de salud pública, de desarrollo social y de seguridad ciudadana que tiene Uruguay”.