Candelaria Schamun, Cande, fue el centro de atención de una redacción en el centro de Buenos Aires con un encanto intransferible. No por su lugar de poder, sino por su picardía, su fuerza de trabajo, su risa, su simpatía sin escalafones. Cande llegaba a la barra de bar mítica, cercana a la redacción, donde hacían los mejores sándwiches, como si cada lugar que pisara fuera una extensión de su casa. Es de esas personas que, aunque camines por los mismos lugares, van a lograr que todos la saluden. Tiene el pelo rojo, más corto que cuando trabajaba en el diario Crítica, en 2008, y el mismo brillo en los ojos. Brilla. Y si no la ven, logra hacerse ver.
Cande salió una noche y no entró sólo a una disco; salió del clóset, pero su historia no era un armario, era más que eso. Era un expediente que encontró, a los 17 años, en el escritorio de su papá. Ahí decía que se llamó Esteban, que cuando nació le pusieron Esteban, porque creyeron que era un varón. No lo dijo. No pudo hablar de lo que no le habían hablado. Hasta que pudo. Hasta que salió de donde la habían guardado. Hasta que entró a la historia que le habían ocultado. Hasta que escribió su historia y reescribió su futuro, en un presente desafiante para las personas que se salen de la norma y de los nombres impuestos en nombre de un cuerpo uniformado.
Ese que fui. Expediente de una rebelión corporal es el libro de Candelaria Schamun, editado por Sudamericana en julio de 2023, que presenta, en 2025, en una gira por España (Madrid, Barcelona y Bilbao) y que llega hasta China. El texto se convirtió en un fenómeno en expansión, tanto que se está preparando para que llegue al cine.
“Si cuento todo esto, si me animo a escribirlo y a enfrentarlo, es, entre otras razones, porque hace unos años descubrí que no estaba sola, que había otras personas como yo. Si me expongo, es para dejar testimonio del daño irreparable e irreversible que hizo la medicina sobre mi cuerpo. Y es, entre otras razones, para exigir que dejen de mutilar niñxs intersex, que se garantice el derecho a la autonomía, a la integridad corporal, a la reparación y a la verdad”, grafica en un libro que busca que no siga pasando lo que le pasó y que pasen otras cosas cuando una persona nace inclasificable y la avidez por etiquetar no sólo nombra, sino que corta, lastima y acelera la crueldad para los cuerpos que no encajan en las clasificaciones binarias.
Cande iba a escribir con seudónimo hasta que se animó. Hasta que su nombre también fue una decisión política. Tenía miedo. ¿A qué tenía miedo? “A que en el pueblo crean que soy un adefesio, un monstruo, o como en la película XXY, que me violenten y me desnuden en el medio del campo para saber qué soy”, dice. Su miedo da miedo. Todos los fantasmas que creímos develados volvieron a salir como sábanas que se desempolvan para volver a almidonar las camas. Ella escribió y nombró para poder servir a otras personas que lean y escriban como a ella le sirvieron otras que escribieron. Así cita el libro Los sexos ¿son o se hacen?, de Mauro Cabral, reconocido activista trans que milita por los derechos de las personas intersex y trans, y la filósofa Diana Maffía.
Las páginas de la historia nacieron antes que ella y antes de que se pudiera escribir a raudales y siguen a pesar de la censura y la persecución que vuelven en Argentina y en el mundo a reclasificar a las personas que no tienen una ficha preestablecida.
¿Por qué escribiste Ese que fui?
Porque, en Argentina y en el mundo, hubo un momento social y cultural en el que las narrativas de género y los feminismos nos dieron el espacio, nos habilitaron, nos acompañaron y nos dieron la fuerza para poder escribir. Escribí este libro por las de más atrás, por las de nuestra generación, por las que nos habilitaron un mundo. Nos habilitaron para poder hablar. Nos habilitaron para poder contar y no tener vergüenza. Las narrativas de género, en mi caso, hicieron que pudiese poner en palabras 20 años de silencio y poder encontrar mi identidad. El feminismo a mí me salvó la vida porque pude encontrar mi identidad. Este libro no lo hubiese escrito sin el apoyo de las narrativas de género que me dieron ese espacio y esa fortaleza. No hubiera podido encontrar mi identidad sin el feminismo.
¿Cuáles son las repercusiones del libro?
Este libro se transformó en algo contracultural en muy poco tiempo. Tardé más de 20 años para poder escribirlo y justo salió publicado cuando el negacionismo es algo que nos excede. Pero creo que este libro es necesario para que muchas personas intersex y no, que tengan algo que les dé mucha vergüenza, que les dé mucho miedo y pudor contarlo, se puedan sentir reflejados en una historia, porque perseguir la identidad y encontrarla es sinónimo de encontrarse y poder tener una vida más plena. Por eso lo escribí, y porque había un contexto social y político que me permitió hacerlo.
Es muy impactante la crueldad de los médicos con tu cuerpo y el dolor que te generaron. No es solamente la negación como la podemos ver hoy, sino, además, la crueldad y generarte un sufrimiento innecesario. Mientras que, por el contrario, tu personalidad es muy alegre. ¿Cómo pasaste del dolor a la alegría?
Esos fueron mi papá y mi mamá. Creo que este libro me reencontró o me hizo ver a mis padres, amarlos y amar sus imperfecciones. Durante mucho tiempo no lo entendí. Yo me enteré a los 17 años de esta historia y, entonces, no podía entender cómo mis padres me habían ocultado la verdad. Pero cuando entendí que hicieron eso para protegerme, me di cuenta hasta dónde un padre es capaz de llegar para preservar la felicidad de un hijo. La crueldad médica también se los llevó puestos a mis papás porque guardar un silencio como el que guardaron mis padres te arrastra a una oscuridad y a una soledad espantosa. Y guardar un silencio y un secreto es un padecimiento de todos los días porque te tenés que acordar que lo tenés que guardar.
¿Qué intervenciones quirúrgicas te realizaron?
Las operaciones que me hicieron fueron cuatro en total. La primera intervención fue a los tres meses [de nacer], cuando sufrí la mutilación genital. Ninguna era necesaria por salud. Fueron todas estéticas. Fueron todas para satisfacer la mirada del otro. Para satisfacer la mirada de una sociedad que no soporta la diversidad. Pero lo que a mí me resulta increíble es que esa sociedad, de 1981, se está pareciendo mucho a la de 2025. Y los miedos que tenía mi mamá son los miedos que tienen las madres que me escriben ahora cuando tienen miedo por sus hijos. Mi mayor miedo es la deriva que va a quedar de este autoritarismo.
¿Cuáles son los efectos de la crueldad médica?
Las personas intersex sufrimos violaciones a los derechos humanos. Las cirugías, salvo que haya peligro de vida, son innecesarias. Pero la crueldad médica no sólo la sufrimos las personas intersex. Por eso, exponerme y exponernos –porque este libro es un libro colectivo– es para luchar para que se deje de mutilar en nombre de la normalidad a niñas y niños intersex. Y también para proteger a los padres y a la familia ampliada. Me di cuenta, después de escribir este texto, que cuando nací mi hermano tenía cinco años y él perdió a su mamá y perdió a su papá porque se dedicaron a cuidarme. Entendí la soledad que también sufrió mi familia. Y eso también es crueldad médica.
¿Casarte fue también un paso obligado por los moldes sociales?
Totalmente. Yo, por primera vez, le pude contar a una pareja que era una persona intersex con Jazmín, que es mi actual esposa. Por suerte nos casamos en 2023, porque en Argentina todavía sigue en pie la Ley de Matrimonio Igualitario.
¿Qué fue lo más difícil del libro?
Nosotras vivimos en un pueblo de 600 personas. Cuando escribí este libro, me daba mucha vergüenza qué iban a pensar mis vecinos. Hasta que mi vecino vino y me dijo, de terreno a terreno: “Cande ¿te puedo decir algo? Te leí en la revista Viva. Sos mi idola”. Y yo dije “wow”. Fui al almacén y Martita, por ejemplo, la chica que es la repositora, me felicitó porque iba a presentar el libro.
En un momento de tantos ataques al feminismo, ¿a vos cómo te sostuvo la marea de sororidad?
La ola de feminismo a mí también me hizo salir del clóset y asumirme como lesbiana en el Bajo de Buenos Aires una noche que salimos con una amiga. Fue una noche increíble. Y creo que salir del clóset al lado de una amiga es lo más maravilloso que te puede pasar. Y poder asumirse. Lo que hoy está sucediendo es que te vuelva a dar vergüenza perseguir el deseo.
¿Cómo se pasó de poder asumir el deseo a que se vuelva a perseguir el deseo?
Ahora se vive la anulación del deseo. Y cuanto más estés puertas adentro y tengas vergüenza, esa crueldad más satisfecha va a estar. La contracultura hoy tiene que ser en el sentido de seguir apostando al deseo y que el deseo vuelva a ser revolucionario.
¿Por qué los libros siguen siendo centrales a pesar del auge de las redes sociales?
De las redes sociales no vamos a sacar un nuevo futuro. No va a salir de ahí.
En las redacciones, con muchas periodistas se salía del clóset; en cambio, con la crueldad de las redes sociales, la gente se expone de más o se guarda completamente...
Sí, totalmente. Creo que la pospandemia –de la que todavía no sé si salimos–, con el encierro, aceleró procesos que venían de antes y el anonimato de decir cualquier cosa con una crueldad sin costo.
¿Cómo evaluás el proceso que empezó en los comentarios de los diarios a las opiniones en las redes sociales?
Yo me alejé muchísimo del periodismo. Después de la muerte de Santiago Maldonado, me planteé que estaba haciendo algo que, por acción u omisión, estaba generando un daño. Yo laburaba en C5N y decía: “Che, pará, esto que están haciendo está mal” y nadie me daba bola. Me cuestioné que estaba generando algo que no estaba bueno. Y me alejé.
¿Creés que el periodismo es funcional al avance del autoritarismo?
El periodismo ayuda a estas nuevas derechas. Sirve para tapar. Y sigue ayudando a generar un punto de vista que alimenta esa crueldad. A no mirar al otro. A no saber cómo está el otro. Y creo que va a surgir de esta tocada de fondo un sobregiro y espero que venga algo que nos vuelva a hacer felices. Y que la crueldad deje de estar de moda.
¿Cómo evaluás hoy la situación de Argentina?
Se está desfinanciando todo y la situación, culturalmente, es atroz. Los recortes a la cultura y a todos los espacios son muy graves. En el área del cine, por ejemplo, estamos trabajando con dos directoras para poder llevar el libro a película, pero el organismo oficial [el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales] no elige temas de diversidad sexual y sólo acepta comedias. Los contenidos de diversidad sexual quedan tachados. Además, el costo de vida, o sea, vivir en Argentina, es imposible, pero realmente imposible. Falta trabajo. Hay mucha represión. Mucha violencia. Mucha persecución. Las diversidades sexuales, en particular el colectivo trans, trans/travesti, están siendo acosadas y perseguidas. Es atroz. La verdad es que, en muy poco tiempo, entramos en un embudo de violencia. Se puso muy rápido de moda la crueldad. Y se puso muy de moda un discurso negacionista y persecutorio. Creo que las redes sociales habilitaron y catalizaron de manera feroz voces espantosas.
Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y las experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de ¿El amor es o se hace? (2023), Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.