En un partido pleno de inconvenientes y obstáculos que se sucedieron desde antes de que la pelota empezara a rodar –violaciones del protocolo, niebla, humo, pirotecnia–, Nacional y Peñarol empataron 1-1 en el estadio Centenario. El juego tuvo poco atractivo técnico. Se anticipó Nacional con gran gol de Gonzalo Bergessio, y en la segunda parte, ya cuando Peñarol tenía un futbolista menos por la expulsión de Matías Britos, David Terans optimizó una acción que parecía improbable que terminara en gol y aprovechó todos los errores de la defensa de Nacional para poner el empate 1-1 en el clásico del Apertura, que dejó a ambos contendientes a bastante distancia de la punta del torneo.

Mirar y adivinar

La complejidad de un espectáculo absolutamente modificado, sin aficionados, sin personal técnico, con una enorme restricción de protagonistas, que pasaron a ser exclusivamente los futbolistas y sus cuerpos técnicos, se modificó incluso más por el fenómeno natural de la niebla que había particularmente en esa parte de Montevideo. Y más por la falta de tino de habilitar humo y fuegos artificiales. No se veía nada. Pero nada. Seguramente en cualquier otra situación, jugaran quienes jugaran, con pandemia y sin ella, el partido no hubiese empezado así.

Fue extremadamente complicado ver algo durante los primeros minutos del partido, tanto desde el estadio como en los televisores. Tal vez también fue así sobre el césped del Centenario, donde los futbolistas de uno y de otro equipo no encontraban combinaciones posibles que resultaran en situaciones de peligro. En el cuarto de hora inicial no se vio nada, literal y metafóricamente. Apenas se adivinaron algunas acciones ofensivas en Peñarol, que desnudaron ciertas fallas defensivas en Nacional. Llegando a la media hora el mapa del partido nos llevaba a jugadas cerca del arco de Nacional, concebidas por la izquierda de los aurinegros, con un par de internaciones por ahí y sendos tiros de esquina, que marcaron las jugadas que se acercaron a la etiqueta de peligrosas.

Cuando el minutero atravesó la línea de la media hora, Gonzalo Bergessio se hizo determinante: una falta sobre él propició un tiro libre-centro de Gabriel Neves, que impactó el cordobés y generó una inmensa doble atajada de Kevin Dawson. El córner repitió protagonistas pero esta vez ganó el tricolor, entrando al área chica por el segundo palo y con un inapelable cabezazo que venció irremediablemente al arquero coloniense. Una jugada perdida, la última del primer tiempo, pudo haber sido el empate, cuando el remate final de Gary Kagelmacher, que parecía adelantado, dio en el caño derecho de Luis Mejía.

Acierto por error

En la segunda parte, y tal vez coincidente con el ingreso de Cristian Cebolla Rodríguez, Peñarol tuvo un inicio muy esperanzador, con jugadas que llevaron peligro al arco de Manotas Mejía. Con Facundo Pellistri, ahora por derecha, y los zurdos Joaquín Piquerez, Cebolla y Terans por izquierda, el equipo de los Forlán pareció acercarse al empate. Sin embargo, a los 18 minutos una grosera falta de Britos en ofensiva, que golpeó con su pie izquierdo la cabeza de Mathías Suárez, volvió a cambiar los números del partido, al quedar los aurinegros con diez jugadores. Más cambios se dieron a través de las sustituciones. Gustavo Munúa decidió activar la dinámica del triple cambio simultáneo y renovó un futbolista en cada línea, mientras que los Forlán decidieron darle ingreso a Xisco, para no quedar con un delantero menos, y el enroque lo hicieron por Piquerez.

Faltaban diez minutos cuando llegó el empate de Peñarol: fue una jugada de buena concepción por parte de los carboneros y principalmente de Terans, que recibió, se acomodó como pudo y definió, y de pésima defensa por parte de los tricolores, que de ninguna manera pudieron evitar lo que pareció evitable y propiciaron el gol fundamentalmente por una determinación poco eficaz de Mejía, que terminó dejando el arco libre.

Hubo después del 1-1 alguna posibilidad. Pareció que Nacional tenía más fuerzas ofensivas que las que había esbozado hasta ese momento, y Peñarol, azuzado por el empate a pesar del hombre menos, también soñó con el segundo gol, que nunca llegó para ninguno de los dos. El partido fue eso. Un empate sostenido en cierta paridad de pobres expresiones colectivas. No se podía esperar más después de tantos meses sin jugar.