“Nadie se lo merecía más que yo; bueno, no, quizás algún runner”. Esas fueron las palabras de Demonio Arena, un uruguayo que recientemente fue galardonado con la distinción al pedestal moral más grande del mundo. “Es que yo los corro a todos, amigo; no me queda ninguno sin mirar por arriba del hombro; por favor, no me envidies, me lo gané trabajando”, compartió Arena.
Para Demonio, “este reconocimiento es un impulso a seguir siendo un sorete pasivo-agresivo con cualquiera que se me cruce; estoy feliz y voy por más”.
A esta hora, el simpático protagonista (bah, en realidad es un mal tipo, pero es una forma de decir) de esta historia evalúa qué hijoputeces esnobistas de autoproclamado orgullo puede agregar a su repertorio en un futuro no tan lejano.