Uno de los puntos centrales del discurso opositor a la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es que se trata de una estrategia de las élites globales para arrasar con las identidades nacionales e instaurar un gobierno mundial. En un encuentro de antiagendistas llevado a cabo en Montevideo el fin de semana pasado, esta posibilidad fue definida como un “suicidio inexplicable”. Uno de los oradores del encuentro consideró que “la civilización humana está por cometer uno de los errores más grandes de su historia, que es entregarle el gobierno mundial a los organismos multilaterales, algo que sería tremendamente regresivo, porque con los gobiernos nacionales venimos bárbaro”. “Realmente no se explica por qué alguien querría que la ONU o alguna de sus agencias interviniera en lugares como Gaza, Ucrania, Siria, Guatemala o Birmania. La Agenda 2030 y su propuesta de gobierno globalista quiere acabar con la paz, prosperidad y respeto por los derechos humanos que reina en el mundo contemporáneo. Tenemos que detenerlos antes de que hagan de este mundo un infierno”, planteó.

La máxima: “Pretender solucionar los problemas del mundo con organismos supranacionales es como querer erradicar la poliomielitis con una vacuna”. Antiagendista y anti muchas cosas más.