Imagino que alguna vez escucharon el dicho “Este cree que los chanchos vuelan”, usado para señalar a una persona ingenua o inocente, porque se sabe que los chanchos no vuelan. ¿Y saben cómo se conoce popularmente en Argentina a los Hércules? “La chancha”. 1 + 1 = 2. Y 2 son los Hércules que compramos.
Y me pregunto: ¿vamos a seguir todo el tiempo contando los días que hace que nuestros aviones no vuelan? ¿No será momento de soltar? Y en lugar de insistir con que vuelen, tendríamos que reconocer que no (Uruguay tiene un sinfín de virtudes y justo nos detenemos en uno de nuestros defectos: no se nos da con los aviones. PUNTO. O se nos funden las compañías o se nos caen o ni siquiera despegan. Y aprovecho la oportunidad que me da tener una columna de opinión, y opinar sobre la nueva compañía aérea de bandera uruguaya. ¡Se va a fundir! ¡No lo hagan! ¡Paren con la manija! En otros intentos no dije nada para que no pensaran que estaba poniendo un palo en el ala, y así nos fue, y como decía Martí, ver en calma cometer un crimen es cometerlo, y yo cometí cuatro crímenes llamados PLUNA-Varig, PLUNA-Leadgate Investment, Alas U, Uair, pero ya no más. ¿No le alcanza al sindicato de actores con todos los teatros y salas que hay en Uruguay como para hacer su propia aerolínea de bandera SUA? Una cosa es actuar de piloto y otra cosa es serlo. Tom Cruise hay uno solo. Y por eso alzo mis letras para que recapaciten. (Esta vez no me voy a calzar el traje de cómplice). Terminar con las expectativas y dejar de soñar en grande. ¿Por qué en lugar de quejarnos por gastar millones en dos aviones que no vuelan, no tratamos de explotar eso que nos hace distintos? De aviones que vuelan está lleno el mundo, pero cuántos países compran aviones que NO.
Cada pueblo tiene el avión que se merece
Está vacío, es caro mantenerlo, nadie lo quiere manejar y los que quieren no saben ni cómo prenderlo. Nadie se explica cómo llegó hasta acá, pero nuestros mayores nos cuentan leyendas de que alguna vez remontó vuelo y que era emocionante de admirar. Sé que estarás pensando que estoy hablando del Hércules, pero hablo de Uruguay.
Cuando no hay pan, buenas son las artes
Cuántos poemas, canciones, cuentos y novelas han tratado de plasmar en sus metáforas la esencia de Uruguay y, de repente, dos aviones por los que nadie daba dos pesos (en sentido figurado, en el literal nosotros dimos 22 palos verdes) se convierten en obras contemporáneas, instalaciones performáticas que encierran las más intrincadas contradicciones, ser algo que se define como algo que no es lo que es. La sugerente imagen de la nave que no vuela, el avión alegórico que nunca vio el cielo ni jugando a la rayuela.
Pensar afuera de la caja negra
Proponemos hacer una exposición itinerante por los grandes salones de arte del mundo para exhibir nuestras obras (claro que habría que conseguir otros dos aviones para transportar estos que no funcionan), una exposición de idiosincrasia digna de una sala en la Bienal de Venecia, que con la curaduría del creador Javier García recorre el mundo, pero de una forma muy distinta a la de otros simples aviones sin contenido simbólico. Dos obras que podrían ocupar sitiales de privilegio en nuestra cultura pictórica, al lado de otro de los García destacados, Torres, de un Páez Vilaró o hasta de las mismísimas lunas de Cúneo, única oportunidad para que estos aviones pasen cerca de una luna.
A continuación, les dejamos el guion que imaginamos para la inauguración de la exposición:
Int. Museo de Bellas Artes, Noche
Vemos muchos militares de la Fuerza Aérea formados. En el centro, los dos aviones Hércules con una luz cenital dando la atmósfera y focos puntuales acentuando las alas, creando sombras que realzan su tridimensionalidad y logran “despegarlos” del espacio. Lentamente, en un in crescendo, escuchamos un coro de niños cantando “El Uruguay no es un río...”, mientras entran generales haciendo una simbólica suelta de gallinas ponedoras, que, pese a su esfuerzo por volar, apenas alcanzan a dar torpes saltos en cuotas, dándose contra las ruedas de los aviones, y en el éxtasis de la escena entra el exministro interpretando el poema “La paloma” de Rafael Alberti:
Se equivocó la paloma, se equivocaba... creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana, se equivocaba.