Como era previsible, la propuesta del PIT-CNT de gravar a las personas más ricas del país y recaudar así dinero para combatir la pobreza infantil despertó resistencias entre quienes se verían afectados por el cambio impositivo. Entre las personas que concentran el 1% de la riqueza nacional, el impuesto genera un rechazo prácticamente unánime. “No puede ser que se castigue de esta manera al que se esfuerza. Si me meten un impuesto del 1% a mi patrimonio, la única manera que tendría de no perder plata sería esforzándome un 1% más, y hoy por hoy mis espaldas no aguantan mayor presión laboral. Si me ponen este impuesto que me obligaría a esforzarme más, no voy a tener más remedio que irme del país o llevar todos mis ahorros a un paraíso fiscal”, advirtió un industrial.

Un propietario de tres importantes estancias del litoral se expresó en una línea similar. “Mi bisabuelo llegó sin nada y se tuvo que esforzar muchísimo para comprar su primer campo. Trabajaba de sol a sol, rompiéndose el lomo. Él se esforzó por todos los que vinieron después. No es justo que ahora se me pida a mí que eleve mi nivel de esfuerzo en un punto porcentual para que los 30 millones de dólares que tengo en el banco no se transformen en 29.700.000 dólares”.

La frase sobre fondo de violines: “Echar a todos mis empleados y sustituirlos por robots me va a implicar un importante esfuerzo emocional”. Empresario acostumbrado al esfuerzo.