Todo comenzó con un pedido de pizza. El encargado de llevarlo a la casa de una tal Ana María Martínez se llevó una tremenda sorpresa cuando comprobó que la mujer que recibió el pedido era nada más ni nada menos que la senadora nacionalista Graciela Bianchi. El repartidor publicó la historia en X y la propia “Graciela Bianchi” se encargó de aclarar la situación. “Obviamente, yo no me llamo Graciela Bianchi. Digo que me llamo Graciela Bianchi como forma de provocar un poco y hacer reflexionar a las personas. Mi verdadero nombre es Ana María Martínez. De todas maneras, eso no significa que yo esté mintiendo al decir que me llamo Graciela Bianchi, porque el espíritu de mis palabras es más que claro: soy una mujer con un nombre de pila y un apellido”, escribió la senadora nacionalista.

Ante los cuestionamientos de algunos usuarios de la red social, la legisladora redobló la apuesta y denunció: “La izquierda totalitarista y políticamente correcta quiere silenciarme a toda costa, pero no lo van a lograr, porque a mí no me pueden matar; yo aparecí muerta en una zanja hace dos meses y medio, víctima de un ataque de los estalinistas”.

La frase: “Por lo menos no miento mi edad, como muchas otras mujeres”. Graciela Bianchi, senadora de patas cortas.