“Me siento muy orgullosa porque Italia está cuidando una ciudadana suya a pesar de la distancia y del tiempo, y al mismo tiempo se preocupa de José Agustín Potenza, que es argentino, y de Elena Quinteros, que es uruguaya. Me sentí muy cómoda, sentí que por primera vez podía confiar en alguien. Me sentí apoyada por muchas personas que entienden mi dolor; confío en ellos para llevar adelante este juicio”, dijo a la diaria Ida Beatriz García Filipazzi, el lunes, luego de la audiencia frente a la IIIª Sección del Tribunal de Primera Instancia de Roma, presidido por la jueza Antonella Capri, en el segundo juicio que se está llevando adelante en Italia en contra de Jorge Néstor Tróccoli por la muerte y desaparición de Elena Quinteros y de la pareja ítaloargentina Rafaela Filipazzi y José Agustín Potenza.

“Para mí es un alivio porque tenía estos hechos atragantados, sin respuesta durante mucho tiempo. Este proceso demuestra que existe Justicia, que ellos están presentes y eso me da mucha alegría porque siento que no todo está perdido”, continuó Beatriz, hija de Filipazzi, en un emotivo testimonio que tuvo que ser pausado un par de veces para permitir a la testigo recomponerse, en el que reconstruyó la militancia de la madre, su desaparición y la búsqueda junto con su abuela. Fueron las palabras de una mujer adulta que no pudo borrar el dolor de una niña que de imprevisto no tuvo más noticias de su mamá y que sufrió junto con su abuela maltratos y ofensas mientras la buscaba.

Tróccoli asistió a ese largo testimonio de sufrimiento y respondió positivamente al deseo de la mujer de mantener una entrevista privada con él. Una entrevista que se realizó al margen de la audiencia y de la que García Filipazzi no quiso informar a nadie el contenido, alegando que se trataba de “cosas muy íntimas”.

Por el contrario, Silvia Potenza, hija de Agustín, declaró a la diaria que no sentía ninguna necesidad de hablar con Tróccoli: “No se me ocurre tener contacto físico con él, no juzgo a Beatriz, pero no puedo. Para mí lo importante es haber recuperado a mi padre. Llevamos toda la vida buscándolo y por fin hemos encontrado un lugar para él. La semana pasada logramos sepultarlo en Argentina. Y ahora existe esta posibilidad de que se haga Justicia, que considero un regalo de Dios”.

Ida Beatriz García Filipazzi y el abogado Andrea Speranzoni.

Ida Beatriz García Filipazzi y el abogado Andrea Speranzoni.

Foto: Nadia Angelucci

Rafela Filipazzi y José Agustín Potenza fueron secuestrados en Montevideo en mayo de 1977 del hotel Hermitage de Pocitos, y detenidos en los predios de Fusileros Navales (FUSNA). En el mes de junio fueron trasladados de forma clandestina a Paraguay. La historia y la desaparición de estos dos militantes queda enmarcada dentro del Plan Cóndor, coordinamiento represivo creado en 1975 en Santiago de Chile entre los países de la región –Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay– con el favor de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos.

Ambos fueron hallados, el 19 de marzo de 2013, en una fosa común en Asunción (Paraguay) por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en un predio de la Policía Nacional de Paraguay.

La abogada Silvia Calderoni, que representa en este juicio a Argentina, dijo que la audiencia de hoy fue muy positiva: “Los dos testigos reconocieron fotografías e hicieron emerger elementos relevantes de la militancia política de Filipazzi y Potenza. Fue una audiencia muy emotiva y es justo que el jurado popular vea los efectos de esos hechos en la vida de las personas”.

La audiencia puso de manifiesto la dimensión personal del duelo y lo inelaborable del mismo. La hija de Filipazzi llevó a la sala un saco con objetos personales de su madre que le fue entregado en 2017, cuando el cuerpo fue identificado y enterrado. La bolsa permaneció cerrada junto a la mujer.

“Dos vidas rotas, destruidas, una audiencia dramática, llena de historias y emociones dolorosas. El relato del hallazgo de los restos y el detalle de la falta del dedo de la mano de Filipazzi, que confirma la tortura a la que fue sometida antes de ser asesinada, fue muy conmovedor”, dijo Andrea Speranzoni, abogado de García Filipazzi.

Speranzoni agregó que “fue una audiencia importante porque se reconstruyó que el 27 de mayo de 1977 Tróccoli, a la cabeza del Fusna, secuestró a Filipazzi y Potenza en Montevideo. Una confirmación significativa es una carta enviada por Rafaela Filipazzi corroborando el secuestro en el Hermitage y que coincide con un expediente del Fusna. El 8 de junio aparece en la misma ficha la palabra ‘Liberada’, confirmando la entrega a los paraguayos”, expresó.

“También desde el punto de vista de la vida familiar, los dos testigos aportaron elementos importantes para reconstruir la historia. Las cartas que Filipazzi envió a su familia durante sus viajes entre Argentina, Uruguay y Paraguay coinciden con la información contenida en la ficha de seguimiento de Fusna en 1976. Como abogado digo que es una audiencia útil porque permitió al familiar contribuir a la reconstrucción de los hechos, expresar su dimensión personal de dolor y hacer comprender a la comunidad las repercusiones de un acontecimiento como este”, concluyó.

Nadia Angelucci, desde Roma.