Desde las 10.00 del martes, cuando se produjo el hallazgo de un cráneo y otros restos óseos en el marco de las excavaciones en el Batallón 14 de Toledo, en Canelones, todos los ojos están puestos sobre el trabajo que llevan adelante los antropólogos en ese predio militar, una labor que se extendió a lo largo de la noche y continuará durante toda la jornada de hoy, según comentó a la prensa la jefa del equipo de antropólogos, Alicia Lusiardo, este miércoles.
Lusiardo aportó más datos de los huesos, hallados a 90 metros de donde se encontraron los restos del maestro Julio Castro en 2011: se trata de una persona sola, adulta, que estaba boca abajo, cubierta de “abundante cal” y con una losa de material encima de entre 1.70 y 2 metros de largo, a entre 20 y 40 centímetros de profundidad. Por la articulación del esqueleto, “en posición anatómica”, se pudo evidenciar que se trata de un enterramiento primario, o sea que “está ahí desde que fue depositado”, explicó Lusiardo.
Hasta ahora se pudo extraer del sedimento “más o menos 70% del esqueleto” y se continuará trabajando a lo largo de esta jornada para poder remover el 30% restante, en un trabajo que Lusiardo adelantó será “lento, para no dañar los restos”.
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Consultada sobre qué efecto produjo la cal sobre los restos, Lusiardo señaló que se utiliza para “la destrucción del tejido blando”, pero, a su vez, ayuda a preservar el material genético. Resaltó que “esta cal incluso generó un molde sobre el cuerpo en el que se puede observar los talones, los muslos, incluso los glúteos de la persona que quedó enterrada allí por la impronta que quedó marcada” en el material.
Sobre la losa colocada sobre los restos, Lusiardo dijo no saber “a qué responde”, pero recordó que “se ha repetido en otros hallazgos” de similares características, y reconoció que comparte “un patrón con los cuerpos hallados en este predio militar, en el Batallón 13 y en la Chacra de Pando”. Sin embargo, aclaró que “es la primera vez” que se encuentra un cuerpo dispuesto boca abajo, y que es el que tiene más cal de los que se han encontrado hasta ahora.
La antropóloga indicó que se utilizó un detector de metales pero no se encontró ningún proyectil. El sexo, la edad, la estatura, eventuales traumatismos o patologías se identificarán a partir del estudio en el laboratorio. “Nuestra prioridad ahora es retirarlo del sedimento y poderlo transportar”, explicó Lusiardo, para proteger los huesos del deterioro propio de la exposición, máxime cuando se aproximan lluvias.
Lo que sigue
Tal como lo indicaron ayer el director de la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH) Wilder Tayler y el fiscal especializado en crímenes de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, Lusiardo destacó que no se comenzó a trabajar en esta zona “por información nueva” ni por “ningún testimonio que haya llegado recientemente”, sino a partir de “información que ya tenía el equipo desde el año 2005” que “se volvió a interpretar, a plantear en el terreno”.
En ese marco se hizo “un análisis de las excavaciones anteriores con esa misma información, de qué zonas de repente no habían sido excavadas, y el planteo nuestro fue volver sobre la zona y excavar todo lo que no se hubiera abordado anteriormente, cubriendo exhaustivamente una zona que en realidad es muy grande, porque es una cautela que involucra a todo el monte viejo de este batallón para los años de interés”, explicó.
En cuanto a cómo continúa el trabajo a partir de ahora, Lusiardo señaló que “todo el sedimento en bolsas o lonas, correctamente identificado, va a pasar por un tamiz, por una zaranda, en busca de pequeños restos, de posibles dientes o de cualquier cosa de interés”, lo que se traduce en “una gran labor de tamizaje del sedimento”. Después se va a “seguir avanzando en el terreno en las siguientes trincheras, en busca de nuevas evidencias”. En ello trabajan 10 antropólogos, dos operarios de retroexcavadora –uno de la Intendencia de Canelones (IDC) y otro de Presidencia contratado por la INDDHH– y una cuadrilla de desmalezadores también de la IDC.
De los huesos hallados se seleccionarán algunas piezas para enviar a un laboratorio en Argentina, donde se realizará el estudio genético. Consultada al respecto, Lusiardo explicó que no se opta por un laboratorio nacional para esta tarea porque se requiere “experiencia en extracción de material genético a partir de restos óseos, que no es lo mismo que extraerlo de sangre o saliva, y además son restos muy antiguos, que tienen un cierto deterioro, por más que tengan cal recubriéndolos”.
Además, destacó que se necesita “tener los bancos de referencia de las familias para hacer la comparación”, para poder encontrar una “coincidencia a nivel genético que después se va a corroborar con trabajo antropológico y estadístico”.
Las piezas a enviar se elegirán en consulta con una junta médica. Normalmente se elige una pieza de fémur y un diente, pero si el tejido está dañado o si la pieza no es buena, “se sigue buscando dentro de lo que se sabe que da buenos resultados”, indicó Lusiardo. A partir de que el laboratorio reciba la muestra se puede tardar un mes, aproximadamente, en tener los resultados.