Hace exactamente un año, el 5 de agosto de 2022, los medios se hacían eco de un doble homicidio en el barrio Marconi: Micaela, una vecina, fue asesinada mientras volvía a casa del trabajo, mientras que a Gabriel, que salía de un almacén, le ocurrió lo mismo.

Es por esto que, a un año de los hechos, #LaVidaVale.uy, una agrupación que se autodefine como un “colectivo multisocial e interbarrial” que agrupa a vecinos, vecinas y organizaciones sociales movilizadas en respuesta a problemas de convivencia y hechos de inseguridad, organizó el sábado la jornada “Por la vida y la convivencia” en el Complejo Municipal Salud, Cultura y Deporte (Sacude), ubicado en el Barrio Municipal Instrucciones, en la cuenca de Casavalle.

El Barrio Municipal no es ajeno a estos problemas: meses atrás, una escalada de crímenes en el entorno del Sacude llevó a los vecinos a declararse en asamblea permanente, luego de un período de clausura temporal del Complejo.

Mientras una gran cantidad de niños jugaban en las afueras del complejo, puertas adentro, casi un centenar de vecinos provenientes de distintos barrios de Montevideo se hallaban reunidos en “un espacio de intercambio y reflexión para generar insumos para realizar propuestas vinculadas a la convivencia ciudadana”.

El evento contó con espacios de expresión artística. De esta manera, los vecinos pudieron escuchar a gente como Octavio, quien tímidamente, sobre un escenario decorado con pancartas de protesta, cantó una canción que narra los problemas que viven los vecinos. “Las cosas que pasan en la zona donde uno vive, quedan donde uno vive. Sólo les pido que se cuiden el uno al otro” y “Para poder cambiar cosas, precisamos entender” son algunas de las diferentes estrofas que se escucharon en el salón comunitario y se llevaron un cálido, pero quizás también amargo, aplauso de los vecinos.

También se visibilizó un cortometraje que retrata una marcha organizada por el colectivo #LaVidaVale.uy el año pasado. En el video, los vecinos marchan pacíficamente por el Centro de Montevideo mientras cargan carteles con fotos y nombres de diferentes personas víctimas de la violencia y cantan consignas en reclamo por mayor seguridad y presencia del Estado.

La opinión de los expertos

Ya hacia la tarde, la jornada contó con la participación de expertos en violencia e inseguridad, quienes desde sus opiniones profesionales participaron de una mesa de intercambios.

Luis Parodi, exdirector de la cárcel de Punta de Rieles, explicó que las cárceles “tienen que ver cada vez más” con la seguridad. “Yo estoy convencido de que mientras las cárceles no se transformen en instituciones democráticas no vamos a avanzar”, detalló. Según relató Parodi, a su entender, toda institución, entre ellas las cárceles, tiene que formar a las personas en materia de respeto, sobre cómo organizarse y el cómo resolver conflictos. Algo que, a su entender, no será posible “mientras las cárceles no (...) estén dirigidas por gente democrática”, en alusión al Ministerio del Interior, hoy en día encargado de su gestión.

Para Parodi, en suma, “el eje fundamental” sobre cómo organizar un centro de reclusión -y en torno al cual gestionó Punta de Rieles- es que “lo mismo que hay afuera [esté] dentro (...) con todo lo que el afuera tiene”, bajo el supuesto de que los reclusos “algún día van a volver, algún día van a salir de la cárcel a convivir”. De hecho, para el exdirector de la Cárcel de Punta de Rieles, la prisión significa una posibilidad importante de preparar a las personas para “volver a la cotidianidad” y combatir la inseguridad. “La cárcel tiene esta posibilidad (...) porque están presos. Y a su vez, tenemos tiempo. Yo nunca entendí por qué en la cárcel todo el mundo anda desenfrenadamente corriendo: es el único lugar del mundo en donde uno sabe el día que entra y el día que sale”, remató Parodi.

Recordó también que “hoy en día, la cárcel también juega un rol en la organización delictiva”. Según explicó, “de la cárcel surgen muchas de las ideas y de las organizaciones”, algo que amerita “ofrecer otras cuestiones merecidas” a los reclusos. De esta manera, para Parodi, es necesario “asumir el fracaso estatal y entrar a pensar qué hacemos con eso”.

Por su parte, Clara Musto, socióloga de la Universidad de la República (Udelar) e integrante del Núcleo de Análisis de la Criminalidad y la Violencia de la Facultad de Ciencias Sociales y el colectivo barrial Memorias Malvín Norte, dedicó su tiempo a señalar singularidades propias de los homicidios que ocurren en Uruguay.

Según la investigadora, “la violencia física es un asunto de varones”. De acuerdo con números de una encuesta realizada en liceos de Montevideo y que compartió con los presentes, por cada cinco actos de violencia cometidos por varones, uno es cometido por una mujer. Sin embargo, según explicó Musto, los varones son también quienes los sufren más: en América Latina 80% de víctimas de homicidios, así como 87% de víctimas de homicidios ocurridos en Montevideo el último año fueron varones. Esto significa que los varones se hallan inmersos en “ciclos de violencia”, detalló la socióloga.

Pero no sólo entre varones: de acuerdo con la socióloga, tanto en América Latina como en Uruguay, la tasa de violencia entre jóvenes supera por cuatro a aquellas observadas en otras partes del mundo. Asimismo, para Musto, el “relativamente fácil” acceso a armas de fuego compone otro problema: 60% de los homicidios en el Uruguay se deben a armas de fuego, 20% más que en el resto del mundo. Dichos homicidios también sufren de altas tasas de impunidad: de acuerdo con la socióloga, “[en] más de la mitad de los homicidios en Uruguay no se encuentra a un responsable”, un número que supera en creces al promedio de 20% observado en el mundo.

Por otra parte, Musto cargó contra la llamada “guerra contra las drogas”. Para ella, esta fracasó, puesto que las drogas proliferan tanto en los barrios como dentro de las cárceles. Además, según detalló la socióloga, de acuerdo con encuestas del Observatorio de Drogas del Uruguay, el país ostenta el primer puesto tanto en percepción de facilidad y tasa de consumo de cocaína, una realidad “no sólo de los barrios periféricos [sino] que atraviesa a la sociedad uruguaya y es producto de una serie de decisiones que se han tomado sostenidamente a lo largo del tiempo”.

En suma, según Musto, Montevideo es “terreno fértil para la economía ilegal de las drogas” porque hay “medidas económicas muy impunes”, “bajo control de la corrupción pública” así como “grandes cantidades de jóvenes que ven bloqueadas su proyección de ascenso social por canales legítimos”. La socióloga también recalcó que “todo el mundo tiene relatos de maltrato policial, pero también un fuerte descreimiento en que la policía sea capaz de poner orden en el barrio”, que incluso, en algunos casos “se transforma en un elemento más de la violencia”. Por eso, detalla, para muchas personas, “la manera de evitar estas situaciones, incluso a veces en contra de las propias creencias, es a través de la replicación de violencia. Es tener la capacidad de usar la violencia para defenderse de ataques”.

En último lugar intervino Rafael Paternain, prorrector de Extensión y Actividades en el Medio de la Udelar y especialista en violencia y criminalidad. Paternain, quien trabajó junto a vecinos del Marconi en los últimos años, detalló cómo en menos de un año, luego de la pandemia, pudo observar “cambios radicales, negativos, de deterioro de la convivencia y de emergencia de los problemas de seguridad que en algún momento nos llevaban a retraernos”.

Para Paternain, “las cosas en la esquina son muy distintas a cómo se dicen en la televisión o en el discurso de las autoridades”. Así, resaltó la labor en conjunto con la comunidad, que reconoce permitió a su equipo aprender sobre las instituciones. Por ejemplo, el rol de la Policía, de la que destaca “momentos de ausencias y presencias”, así como de fácil o difícil interacción. “Una práctica que estaba desde hace mucho tiempo”, según explicó. “No hemos podido construir, desde el punto de vista de las políticas policiales, un modelo más consolidado, más arraigado”, lamentó Paternain.

También explicó que el actuar de la policía es de “una presencia cotidianamente violenta”. Una violencia que se ejerce “mucho más sobre los jóvenes que se apropian de los lugares públicos, a las horas más inesperadas, por las razones más inesperadas”, según Paternain. Para él, estas situaciones “ayudan a que la estigmatización y la segregación, de alguna manera, se vayan instalando” por lo que, a la hora de analizar la violencia, “la forma en que los aparatos de seguridad trabajan en los territorios a lo largo del tiempo” es un componente importante. “Porque las poblaciones se retraen, porque la gente empieza a valorar de una manera negativa a la policía, porque advierten que cuando vienen pueden ser un riesgo para ellos, porque tratan de anticipar la defensa y generan muchas veces una situación de violencia”, algo que “no ve el que no lo quiere ver”, concluyó.

La voz de los vecinos

Luego de las exposiciones, que duraron aproximadamente 45 minutos, los asistentes al evento contaron con la posibilidad de intercambiar con los investigadores.

Uno de ellos cuestionó los efectos del “retiro” de las políticas sociales de los barrios y llamó al diseño de políticas comunitarias para hacer frente al problema de la inseguridad. “Yo no creo en respuestas individuales ante problemas comunes”, declaró el vecino. También dirigió una pregunta a los expertos: “¿Hay una política de seguridad única, o debe haber políticas de acuerdo a las características y forma de cada barrio?”

En respuesta, Musto comentó que “hacen falta más y mejores políticas sociales; sobre todo en el espacio más vulnerado de Montevideo, es clara esa brecha”. También recriminó la existencia de “ámbitos donde el Estado nunca estuvo”, como por ejemplo en el egreso de reclusos de las diferentes cárceles y en atención en salud mental.

Para Paternain, mientras tanto, es necesario “un cambio de modelo en la política” que dé cuenta de las problemáticas expuestas a lo largo del intercambio, que se plantee la reconceptualización del concepto de autoridad y además priorice la inclusión social. Aun así, el investigador aclaró que no se trata de “seguridad versus políticas sociales”. Para él, “es muy posible” y necesaria la elaboración de diseños que atiendan a las particularidades de cada territorio. “Hay mucho para hacer en ese sentido”, concluyó.

Asimismo, una vecina cuestionó el relacionamiento con la Udelar y sus investigadores: “Me queda a veces la sensación de que pasamos a ser como un objeto de estudio” comentó, algo que detalló “no nos aporta, porque seguimos viviendo esta situación”.

En respuesta a ello, el prorrector de Extensión, quien agradeció la sinceridad de la vecina, detalló la labor de la Udelar y matizó sus valoraciones. Para Paternain “no hay fisuras” en torno al compromiso de docentes e investigadores. Sí admitió que su rol “necesita ser revisado” con tal de lograr un mejor diálogo con la comunidad y articular sus acciones. De todas formas, aclaró que la Udelar no es ni debe cubrir las funciones que son responsabilidad de otras dependencias del Estado. “Lo que hacemos nosotros es docencia, investigación y extensión. No hacemos políticas sociales”, recordó. De todas formas, sí reconoció el rol de la Udelar como un actor que permite “colocar temas en agenda” e “investigar para que haya reacciones sociales y políticas que estén a la altura de los problemas y las demandas”. De esta manera, el investigador sentenció: “Es mucho lo que la Udelar puede hacer”.

Similarmente, Musto se refirió a la extensión como “una de cal y una de arena”. Para ella, la Udelar apuesta a “la integralidad de las funciones docentes”, algo que detalló no es común en otras instituciones educativas; empero dispone de “pocos recursos [y] hay poco apoyo desde el ámbito central”. De acuerdo con la socióloga, la labor quizás “no siempre está correspondida por aquellos que ocupan los lugares más jerárquicos”, aunque matizó que existen excepciones. Por lo tanto, y bajo el entendido de que “los tiempos de la universidad no son los mismos que los tiempos de la comunidad”, Musto llamó a “seguir trabajando para mejorar”.

Se necesitan propuestas

Ya sobre el final de la jornada, algunos vecinos aprovecharon para intercambiar ideas y opiniones por última vez. Una de ellas resaltó la necesidad de un “desarrollo a escala humana” que tenga en cuenta “las necesidades humanas”. Por eso, agradeció la posibilidad de organizar jornadas como “Por la vida y la convivencia”, que permiten llevar a cabo los diálogos necesarios y “conocer gente”.

Por su parte, otro vecino, Mario, se refirió a la importancia de los “procesos de aprendizaje individuales y colectivos”. El vecino remarcó el valor de la horizontalidad y el diálogo como claves a la hora de organizar espacios así como de construir “sociedades mucho más lindas”. Por eso, lamentó que “muchas veces, las propias lógicas del trabajo nos aíslan de la posibilidad de aprendizajes en otros espacios y con otras experiencias”, y destacó la posibilidad de participar en la jornada. “Los caminos para resolver estas situaciones, estos problemas tremendos -y también posibilidades y oportunidades que existen-, no están inscriptos, tenemos que crearlos. Y crearlos entre todos y todas: no hay saberes, no hay víveres, que sean prescindibles”, concluyó.

Otro de ellos notó un “grado de resistencia, de resistir determinadas políticas que nos agobian”, pero también una falta de una agenda concreta. “Me parece que tenemos que pasar a una etapa siguiente donde tenemos que tener algo por qué luchar más que resistir”, acotó, y llamó a la “elaboración comunitaria” de una propuesta que les permita modificar la realidad.