El gerente operativo Rodolfo Flores y el responsable de la trazabilidad del ganado Diego Quiroga declararon este jueves ante el fiscal especializado en Lavado de Activos, Enrique Rodríguez, en el marco de la causa que investiga a los socios de Conexión Ganadera por estafa, apropiación indebida y delitos de lavado de activos. A primera hora de la tarde, unos 20 damnificados se concentraron con pancartas y un megáfono en la puerta de la Fiscalía de la calle Cerrito para reclamar la devolución del dinero que invirtieron en el fondo ganadero y la imputación de los responsables. Los manifestantes desplegaron carteles en los que calificaban de “ladrones” a Pablo Carrasco y su esposa Ana Iewdiukow.

Fuentes allegadas a la causa dijeron a la diaria que durante la indagatoria el fiscal les consultó sobre una caja con caravanas que fueron encontradas en el allanamiento realizado la semana pasada en la sede de Conexión Ganadera y el escritorio de Negocios Rurales de Gustavo Basso. Rodríguez también les consultó sobre inconsistencias encontradas con base en la información que surge del Sistema Nacional de Información Ganadera, que detectó guías de ganado que no corresponden con las que figuran en los contratos. Además, tanto Flores como Quiroga negaron tener cuentas en el exterior a su nombre o cualquier incidencia en la estructura financiera del grupo.

Uno de los puntos críticos de la versión de Flores es que no puede explicar por qué aceptaba firmar contratos que sabía que no se cumplían en la realidad, principalmente en lo que refiere a la venta de los animales al finalizar el plazo de los contratos. “Esto es como cualquier negocio que uno hace: yo compro un ganado, pero lo debo, lo tengo seis meses en el campo; cuando llega el vencimiento veo si lo vendo porque no tengo más remedio o si tengo plata de otro origen no lo vendo, me lo quedo y pago con la plata [...]. Es imposible que de 45, 50 contratos que vencen el mismo día haya que vender esos animales correspondientes a esa cantidad de contratos y a su vez comprar otros para los contratos nuevos”, señaló en su primera declaración ante el fiscal Rodríguez.

La inconsistencia entre el ganado que debía haber en los campos de los administradores de Conexión Ganadera según los contratos y los que encontraron en realidad es una de las claves de la investigación. A fines de marzo, el responsable de la administradora de ganado Pasfer, Maximiliano Rodríguez, que declaró como indagado ante la fiscalía, reconoció que no realizaba ningún control del ganado que ingresaba a sus campos, ubicados en Treinta y Tres, y que tampoco cumplían con los pasos establecidos en los contratos en cuanto al registro al sistema, la marca y la identificación del ganado al ingreso a los predios. “En la práctica ninguna de esas tres cosas se hacía. Para pedir una marca a Dicose [Dirección de Contralor de Semovientes, Frutos del País, Marcas y Señales], tengo que ser el titular del bicho; tiene que ir el inversor”.

Según el informe realizado por la Dicose, en el predio de Pasfer se encontraron 800 animales cuando, según las caravanas entregadas, debía haber 15.000. Además, dentro de las 800 vacas, había animales de un año y medio de edad que tenían la caravana recién puesta cuando la Dicose exige que se pongan hasta los seis meses de edad. Rodríguez dijo que no se dio de baja a animales muertos, pero admitió que la diferencia no puede explicarse por eso.

Quiroga, que comenzó a trabajar en Conexión Ganadera en 2004, se dedicó a la confección y el sellado de guías ganaderas, pero sin intervenir en el procedimiento de registro ante el Ministerio. En 2010 empezó a tener contacto con los inversores a iniciativa de Basso, relacionando el monto de la inversión con el ganado, coordinando con el tomador del ganado. Según explicó, una guía quedaba con el inversor y la otra en Conexión Ganadera. En su primera declaración ante el fiscal, Quiroga dijo desconocer quién era el responsable de verificar si efectivamente con el dinero de los inversores se compraba el ganado que figuraba en los contratos con caravana, más allá de un control de cantidad general que se hacía cuando se vacunaba contra la aftosa. “Yo no me encargaba de hacer el control”, señaló y explicó que lo que chequeaba era que las caravanas que figuraban en determinado campo coincidieran con los registros que enviaban los administradores de ganado.