En la noche, cuando los bañistas se van a dormir, en las arenas de las playas de la costa oceánica o en las orillas de ríos y lagunas de Uruguay algo inesperado sucede. Silenciosamente salen de sus cuevas unas elegantes arañas blancas, a buscar insectos para comer y parejas para reproducirse.
Durante el día, están enterradas bajo la superficie, en cuevas que excavan en la arena para protegerse de sus depredadores.
Son del grupo de las llamadas “arañas lobo”, que no construyen telas para atrapar a sus presas, sino que las capturan emboscándolas o persiguiéndolas sobre el terreno.
Lo que hace especial a esta especie, la araña blanca de la arena, es que presenta una inversión de los comportamientos que tradicionalmente han sido reportados para machos y hembras de arácnidos.
Aquí las hembras son el sexo móvil, quienes salen a recorrer las dunas e inician el cortejo cuando llegan a las cuevas de los machos. Estos son de mayor tamaño que las hembras y sedentarios, y prefieren esperar pacientemente en su residencia la llegada de una posible pareja. Esto es sumamente inusual entre las arañas y fue reportado por primera vez en un par de especies uruguayas del género Allocosa que viven en nuestras costas.
Estos arácnidos pertenecen a un grupo muy amplio de arañas americanas que ha sido estudiado escasamente y sobre el que el conocimiento obtenido aún presenta no pocas piezas sueltas. De hecho, todavía hay muchas variedades que no han sido clasificadas y descritas por la ciencia.
Para conocer más sobre estos animales, que los expertos agrupan dentro de la subfamilia Allocosinae, y entender cómo evolucionaron sus comportamientos inusuales, un grupo de científicas uruguayas presentó un proyecto internacional que obtuvo financiación de la fundación National Geographic. A nivel nacional, también obtuvieron apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), a través del fondo Clemente Estable.
La investigación es financiada por la National Geographic Society (con Anita Aisenberg como responsable) y el Fondo Clemente Estable de la ANII (con Leticia Bidegaray y Anita Aisenberg a la cabeza). Participan por Uruguay el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (del Ministerio de Educación y Cultura) y la Facultad de Ciencias (de la Universidad de la República); la Facultad de Biología de la Universitat de Barcelona; el Instituto Butantan, el Museu de Ciências e Tecnologia y la Universidade Católica do Salvador de Brasil; el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de ese país, y la Facultad de Ciencias Biológicas de Chile.
La idea es averiguar cómo se originó esta inversión de roles entre machos y hembras en las especies uruguayas y saber si hay más especies sudamericanas que practiquen esta variable reproductiva. Las investigadoras también quieren averiguar si hay una influencia del ambiente que habitan las arañas en el surgimiento de estos comportamientos.
Para ello, salen a explorar por playas y otros ambientes de Uruguay, Brasil, Chile y Argentina buscando especímenes, fotografiando el entorno en que se mueven y registrando los cortejos de aquellos que encuentren para ver cómo actúan machos y hembras cuando llega el momento de crear nuevas arañitas. En el proyecto trabajan unos 20 científicos de estos cuatro países, más un experto de Barcelona.
Durante dos años van a recorrer lagunas, desiertos de sal, selvas y costas playeras, conociendo todo tipo de nuevos paisajes sudamericanos donde la arena es la protagonista.
Seguramente se identifiquen nuevas especies, se filmen comportamientos desconocidos y se generen vínculos entre investigadores, que lo más probable es que produzcan nuevas colaboraciones y proyectos. Cada salida es una experiencia intercultural y una aventura. Es que la ciencia, como las arañas que permanecen enterradas durante el día, aunque no las veamos, siempre está allí, activa y en movimiento.
.