Un fenómeno en las redes sociales, una mirada corrosiva y mil chistes que interpelan la realidad. “Quiero ser actor cómico, hacer cosas graciosas”, se dice a sí mismo Guille Aquino, que es actor cómico y hace cosas graciosas. A sus 37 años, el comediante argentino se confiesa fanático de Los Simpson y Seinfeld y proyecta sus sueños sobre la esfinge de Woody Allen: “Siempre fue un norte para mí, me gusta lo que hace el chabón. Yo quería hacer eso: escribir, dirigir y protagonizar mis películas”.

Con una niñez anclada en la zona norte de Buenos Aires, Aquino vive hace diez años en el barrio Villa Crespo, en Capital Federal. “Desde chiquito siempre hice talleres de teatro”, reconoce. Y bromea: “Le pedía a mi vieja que me llevara a todos los castings de Canal 9. A esta altura, podría haber sido un Nicolás Cabré deforme”. Además, de pibe se la pasaba dibujando historietas, hasta que un profesor le dijo: “Vas a ser un muy buen guionista de comedia”.

Las palabras de aquel docente reverberaron en su cabecita de pendejo: “Hasta me lo tomé a mal”. El pequeño Guillermo pensaba que el guion era un aspecto menor. Hoy es un comediante que la rompe en internet, y durante la cuarentena entre infinidad de chatarras, vivos de Instagram y apestosas fake news, clavó algunos de los videos más compartidos. ¿Su fuerte? Está clarísimo: los guiones.

En aquella temprana formación teatral, le tocó interpretar de todo menos comedia. Ahí empezó a escribir escenas para él. Y, al toque, se dio cuenta de que no quería ser actor: “Quería ser Woody Allen, porque con él comprendí de verdad la figura del guionista”. Así las cosas, a sus 16 años escribió una sitcom y se la mandó al comediante Sebastián Presta, con quien compartía un taller de teatro. “Sebastián era productor del programa de Marcelo Polino y era la única persona que conocía que trabajaba en la tele”.

Sorpresivamente, Presta leyó los guiones y enseguida les dio su aval (“Están buenísimos”), y, de paso, le dio a Aquino un consejo (“Tendrías que hacer un piloto”) y una advertencia (“Vas a gastar unos 3.000 pesos”). Guillermo era apenas un jovencito y, en ese momento, 3.000 pesos eran 3.000 dólares. Por supuesto que no filmó nada, pero sembró una semilla. Como en El efecto mariposa, un pequeño acto puede tener consecuencias.

Diez años después, Presta llamó a Aquino para laburar en la televisión. Pero no fue fácil, ni vino gratis: “En medio tuve mil laburos: estuve en un call center, fui volantero, hice mucha radio en Munro y en FM La Tribu, y también hice un montón de obras de teatro en el off de San Telmo, en esa onda de centros culturales”. En ese entonces Aquino ya perfilaba las mañas de sus sketches: un humor de situación, con desenlaces graciosos y algún que otro golpe de efecto.

Volvamos a Presta y la televisión. En 2009, Guille vivía la mitad de su tiempo en Constitución, en la casa de su novia, y la otra mitad en el Centro, junto a un amigo. “Estaba en la lona, pensaba que ya estaba liquidado, que se me había pasado todo. De la nada, Presta me llamó para ir a trabajar como guionista a Duro de domar, y empecé al toque”.

Eran años de Daniel Tognetti en la conducción, de pagos al Fondo Monetario Internacional y de Sergio Massa como jefe de gabinete. Del nacimiento de Fútbol para todos, de la Ley de Medios y de la Asignación Universal por Hijo. De las legislativas de Francisco de Narváez, de la desaparición de Luciano Arruga y de la ebullición discursiva del kirchnerismo.

“Laburaba un montón: TVR, Duro de domar, informes, pisos, los sketches de Paco Cambiasso, de todo”, recuerda. Aquino trabajó ininterrumpidamente en PPT, la productora de Diego Gvirtz, hasta el año 2015. “Al final ya estaba desconectado absolutamente, me quedé medio sordo”. Le diagnosticaron tinnitus, un fenómeno perceptivo que consiste en notar golpes o sonidos en el oído que no proceden de ninguna fuente externa. ¿Una de sus principales causas? El estrés. Guille se había quemado. “Ahí se me fue lo último de juventud”.

Tras un tiempo de licencia, Aquino volvió a Duro de domar (ya sin Gvirtz y Tognetti) para guionar a Roberto Pettinato, y enseguida pasó al late night La hormiga imperial. Ahí empezó con otro sketch: el del conejo gigante que no emite palabras. “Hice de todo, absolutamente de todo. La suerte existe, pero hay que probar un millón de veces”.

En 2015 y 2016 sus videos comenzaron a pegar. A ser compartidos. Se volvieron recurrentes. Su rostro se tornó popular y terminó de materializarse aquella idea woodyallenesca de escribir y protagonizar sus propios proyectos. Pero no fue fácil, ni vino gratis. A finales de 2017 levantaron La hormiga imperial y el programa nunca volvió al aire. “En 2018 quedé a la deriva, sólo tenía Antisocial, una obra de teatro que todavía hacemos y que es el germen de los videos”.

Ese mismo año, Aquino terminó como guionista del noticiero que Mario Pergolini hacía en Instagram. Pero la experiencia duró poco. “Quedé culo para arriba, estaba sin laburo”. Y, de nuevo, le llegó una oportunidad. Esta vez en un medio que de movida podía parecer incompatible con su humor: una revista de chicas. No obstante, TKM, la plataforma en cuestión, dejó de ser una publicación dedicada a la audiencia púber para convertirse en una con mirada crítica, actual y moderna. Ahí, después de pegarle mil veces al arco, Aquino terminó marcando su destino.

Su primer “gran” viral fue La llamada del futuro, en el que un tipo recibe una versión pesimista (contrastada con datos reales, un gesto que Aquino tomó para siempre) de su propio futuro (y de todo el país). Fue a finales de 2018 y el macrismo ya estaba debilitado. Eran tiempos de subas de impuestos, controles de cambios, economía de libre mercado, ajustes del Estado, eliminación de retenciones a las exportaciones, nuevos acuerdos con el Fondo Monetario Internacional. De “Macri gato”. Entonces, la mirada ácida de Aquino pegó velozmente y se convirtió, de manera oficial, en un comediante de mirada actual y popular.

“Antes hacíamos cosas más genéricas, pero nos fueron pidiendo que hiciéramos cosas de actualidad. Ahí fue entrando la política y lo social, que vino de la mano con responder a lo que le pasaba a la gente. Desde hace años que los temas más interesantes están en la política y lo social. Es donde más fibras tocás. La farándula y la tele ya no existen”, Aquino dixit.

Sus propias redes comenzaron a explotar y los meses en TKM terminaron de darle potencia a su mensaje. Y, por allí, sumó oficialmente a Lu Iacono, su pareja, al staff de personajes estables, quien aportó frescura y un rostro que devino en meme (“No puede ser legal publicar eso”). Más tarde llegó Sobredosis de TV, la versión 2.0 de TVR, en la misma lógica de programa de archivos. De esta manera, los sketches saltaron una vez más a la televisión, y luego a la expansión en redes sociales.

Ahí sigue trabajando hasta el día de hoy, aunque sus participaciones han mermado. Lo explica: “Pasamos de sacar uno por semana a sacar uno por mes. Sobredosis de TV dejó de salir por un tiempo. Después volvió, pero fue muy difícil llegar con las fechas. Grabar era imposible. Terminamos haciendo un sketch en el que estaba yo solo haciendo un montón de personajes de la cuarentena”.

Por estos días, Aquino sigue sacando sus propios videos mientras ofrece vía streaming Antisocial, su show. “Es como un alquiler, vale 200 mangos”, comenta. Y sigue: “Somos como una pyme, estábamos todos en el horno y el show nos hizo zafarla un poco”. ¿Y la tele? ¿Y si sacan más videos? “El tema de la videollamada me tira para abajo, me deprime un poco. Le cortás la tensión a la escena. De repente todo se puede solucionar haciendo tac, apagando el teléfono”.

Cansado del monotema (“¿Cuántos sketches del coronavirus querés ver?”), Aquino sigue buscándole la vuelta. Pese a tener casi un millón de seguidores en Instagram y un canal con 400.000 suscriptores, no tiene su contenido monetizado. “Como siempre pongo temas famosos, Youtube no me monetiza nada. Para mí no es lo mismo cerrar con ‘Demoliendo hoteles’, de Charly García, que con cualquier otra canción”, desliza. Y continúa: “Además, no tenemos el público direccionado en Youtube, subimos los videos a todas las redes al mismo tiempo”. Nada fue fácil, ni vino gratis.

¿Te flashea lo que pasó con tu popularidad?

La verdad es que pasó después de tanto tiempo, que si hubiese tenido 25 años la hubiese flasheado más. Estoy siempre trabajando. La popularidad me llegó en una edad de madurez... Bah, no de madurez, diría de vejez, más cansado y mucho más antisocial. Hace tiempo que me borré del mundo. Tengo un grupo de amigos y nada más. Todas las relaciones que tengo son por laburo.

¿Qué es lo que más te gusta de la comedia?

Por lejos, la comedia me parece el más completo de todos los géneros. Tiene el peso dramático de un drama, además de empatizar y conmover. Tiene la adrenalina de la sorpresa, del terror y del shock. Después, hasta tiene una suerte de análisis que no tiene ningún otro género. Podés ser autorreferente y hacer una crítica. Y, encima, ser entretenido y hacer reír. Eso es lo principal: si no es gracioso, no sirve. Si abre debate o no es algo que podés dejar pasar, pero tiene que ser gracioso sí o sí. Me di cuenta de que lo que hago tiene que tener una energía popular. El humor tiene que ser popular, para que divierta a la mayor cantidad de gente posible. Y la idea es que nunca nadie la pase mal.

Siempre fuiste muy crítico del macrismo. ¿Cómo evaluás hasta ahora al gobierno de Alberto Fernández?

Es difícil juzgar al gobierno en este contexto. Es todo medio bipolar. Hay días en que estás tranquilo y hay días que estás re caliente y decís: “¿¡Qué mierda están haciendo!?”. Todas las medidas son paliativas, y obviamente estamos esperando algo más. Hay una ansiedad de escuchar un plan económico. Igual, entiendo que estamos tratando de salvar vidas. Además, veníamos de cuatro años muy jodidos, y los últimos dos en particular fueron desastrosos. Me acuerdo de que cuando Macri dejó de ser presidente había un clima de mucha ilusión y mucha expectativa. Algo se destrabó. Fue como un primer paso para que todo esté mejor, y la pandemia fue una patada en los huevos. Qué mala leche, loco, encarar el primer año de gobierno con el peor escenario posible.

¿Cómo te estás llevando con la pandemia y la cuarentena?

Y... es un garrón. Es muy difícil estar encerrado, enloquecido, con miedo a morir, con todo el mundo contradiciéndose 80 millones de veces. Tal vez ahora, si tienen la vacuna, en diciembre se termina la pesadilla y 2020 será un año que quedará para el olvido. Igual, el día que salgamos y veamos qué quedó afuera va a ser un golpazo. Ahora estoy esperando que nos larguen un poco para volver a filmar. Soñaba con hacer un sketch con mucha gente en algún momento de este año, muchas locaciones, extras, y se fue todo a la mierda.