Ciertas corrientes de la psiquiatría moderna afirman que el estrés es una nueva neurosis de la cultura actual, donde se busca en el dinero lo que no se encuentra en los afectos, y que la razón profunda del estrés es la huida de encuentros auténticos entre los seres humanos por miedo a las angustias que puedan surgir. ¿Es posible un cambio de valores en la cultura para mejorar la calidad de vida de las personas?

Estos son tiempos de mucha soledad, uno lo huele, lo respira, en lugares muy diversos, en países pobres, en países ricos, en pueblos pequeños, en ciudades enormes. Uno siente que es un mundo de soledad, que este es un mundo de paradojas, fin de siglo. Y cuando la tecnología de la comunicación ha llegado a un nivel tan alto de desarrollo, la gente parece más incomunicada que nunca. Me da la impresión de que en el pedazo de siglo XX que me ha tocado vivir hay un progreso en la incomunicación (un progreso al revés). Creo que todos estamos padeciendo una cultura general del desvínculo. Que en gran medida es el resultado de una sacralización del mercado; no es sólo el resultado de eso, sino de muchas cosas, pero entre otras, de eso. El hecho de que ahora resulte obligatorio confundir valor y precio. Una reducción de las personas y los países a la triste categoría de mercancías. También creo que la soledad creciente viene de la quiebra de lazos solidarios, y de la reducción de los espacios de encuentro que ocurre en todas partes. Por eso yo digo que el problema no es el hambre sino las hambres, que hay el hambre de pan que padece la mayoría de la humanidad, pero que hay el hambre de abrazos que sufre la totalidad de la humanidad. No tengo idea de si hay una solución para eso, ojalá la haya. Se supone que el mundo no está organizado para suicidarse, aunque muchas veces da la impresión de que sí lo está.

Leí que tuviste un intento de suicidio a los 19 años. ¿Cómo fue esa experiencia?

He muerto y renacido unas cuantas veces ya. No tantas como Miguel Mármol, que es el personaje que elegí en el tercer tomo de Memoria del fuego, que fue una persona real, de carne y hueso. Lo elegí porque me parecía la metáfora más certera de América Latina. Un hombre que murió y renació 13 o 14 veces, y yo creo que uno nace y renace varias veces a lo largo de la vida y estoy muy contento de ser capaz de renacer, o sea que para mí mañana nace otro hombre de hoy, que el mejor de mis días es el que todavía no viví. Entonces, la verdad sea dicha, no tengo el menor interés en morirme.

¿Cuál es su opinión de los fenómenos culturales actuales en Uruguay?

Es insólito, porque es una ciudad pequeña Montevideo, pequeña en relación con el tamaño que tienen las demás capitales del mundo, y además es la capital de un país pequeño. Nosotros tenemos menos habitantes que un barrio de Buenos Aires, que el barrio de Avellaneda. Todo el Uruguay tiene la mitad de habitantes que un suburbio de la Ciudad de México que se llama Nezahualcóyotl, nombre de un rey poeta del tiempo precolombino, pero ahora es un suburbio muy pobre de la Ciudad de México. Entonces es insólito que un país de tan poca población tenga tal cantidad de revistas, periódicos, que se editen libros en la proporción que se editan entre nosotros, teniendo en cuenta que además de ser una población reducida, es una población muy maltratada por la economía, donde la mayoría de la gente no tiene para parar la olla todos los días. Y sin embargo es un fenómeno raro que yo creo que es la herencia de una larga tradición democrática que ha hecho que nuestro país pueda darse algunos lujos que son imposibles en otros lugares. De todos modos, creo que el destino de todos los productos nuestros de cultura está íntimamente ligado al destino de la población en su conjunto, y por eso nos corresponde a los escritores pronunciarnos contra la censura, en el supuesto caso de que la censura fuera ejercida por la Policía. Pero también nos corresponde pronunciarnos contra la censura producida por la economía, que es la más devastadora de todas. Yo estuve en el exilio unos años y era una censura visible, palpable; la otra, la censura económica, que es la que padecemos en este período democrático, no es tan obvia. Creo que hay mecanismos de exclusión que permiten que el derecho de expresión y la libertad de creación sean privilegios en vez de derechos.

¿El fútbol y la religión son el opio de los pueblos?

Eso creen algunos intelectuales. Para muchos intelectuales de derecha el fútbol es la prueba de que el pueblo piensa con los pies. Para muchos intelectuales de izquierda el fútbol tiene la culpa de que el pueblo no piense. Lo que podría de algún modo equiparar al fútbol con la religión en las sospechas que despierta o en las condenaciones que desata. El fútbol hoy es una especie de religión sin ateos en países como el nuestro y no sólo en países como el nuestro. Con excepción de algunos países, es una pasión universal y la fuente más popular de dicha y desdicha. De júbilo y desolación. Por eso publiqué hace poco un libro tratando de recoger historias que tienen que ver con esa parte tan importante de la realidad que es el fútbol y que es además un espejo del mundo.2 Me sorprendió la sorpresa de unos cuantos amigos que siguen sin entender por qué hice un libro de fútbol. Digo que me sorprendió la sorpresa porque tendría que ser al revés, lo sorprendente tendría que ser por qué yo no escribí antes un libro sobre fútbol, siendo una parte importante de la vida de la gente de carne y hueso y además un instrumento de expresión de la identidad colectiva. Dime cómo juegas y te diré quién eres. Hay diferentes maneras de jugar que son en cierto modo diferentes maneras de expresión del perfil propio de cada comunidad. Es un tema apasionante que yo había tocado hace ya unos cuantos años en la época de Ángel Rama, cuando dirigía Arca. Él me había encargado una antología de textos de escritores. Ese libro se editó en el año 68 y se llamó Su majestad, el fútbol y, créase o no, fue uno de los libros prohibidos por la dictadura militar. En Memoria del fuego hay unas cuantas viñetas sobre Obdulio, Garrincha, Pelé. Hacía muchos años que quería recoger material para hacer un libro, aunque no sabía qué forma iba a tener. Finalmente, el libro se hizo solo, como nacen los libros; crecen de adentro hacia afuera y un buen día salen y se ofrecen a los demás.

Foto del artículo 'Eduardo Galeano: Otoño de 1997, Café Brasilero'

¿Así nació Las venas abiertas de América Latina?

Todos los libros que escribí nacieron de adentro hacia afuera. Las venas... entregó a los lectores una cantidad de información y experiencias que había recogido a lo largo de unos cuantos años en los caminos de América. Eso se convirtió en un libro que ha tenido bastante suerte porque dentro de poco cumplirá 30 años y sigue vivo y coleando, desatando amores y odios, lo que es prueba de que está vivo. Pasa lo mismo que con las personas.

Los Fabulosos Cadillacs hicieron un disco musicalizando el libro. ¿Cómo fue esa experiencia?

Son gente muy simpática, son macanudísimos. Me parece muy bien que los libros, no sólo ese, se utilicen como fuente de inspiración, para desarrollar otras creaciones en los diferentes dominios del arte, la música, el teatro, la pintura, la escultura. La prueba de que un libro de veras está vivo no está en la crítica, sino en el lector. No creo mucho en la evaluación crítica profesional. Debo reconocer que los críticos han sido muy generosos conmigo, no tengo de qué quejarme. Si las palabras que uno entrega a través de un libro son de veras capaces de actuar como gatillos disparadores de la capacidad de imaginación, de la capacidad de asombro, de la capacidad de indignación, dentro de quien recibe esas palabras, que se integren a la sangre de quien las lee a un punto tal que aparezcan en los análisis como aparecen el colesterol o los glóbulos rojos [risas].

En el exilio tuviste la oportunidad de conocer a Julio Cortázar y hacerte amigo de él. ¿Lo conociste en Buenos Aires o en España?

Lo conocí en Buenos Aires cuando él viajó en la época en que yo dirigía la revista Crisis. Después lo vi muchas veces en Europa. Me carteé mucho con él, tengo muchas cartas de él que nunca publiqué ni pienso publicar, no correspondería, son cartas personales. Fue un hombre excepcionalmente talentoso y generoso, dos cosas que rara vez van juntas. Suele ocurrir que la gente de mayor talento es la más egoísta, en el sentido de que si no hablás de ella se aburre. Más de un escritor que yo he conocido se aburría si no hablaba de él. En cambio Julio no, era un hombre muy abierto a los demás, siempre interesado en lo que los demás hacían y que celebraba la suerte de los otros, lo que también es insólito en un gremio en que en general el éxito ajeno provoca grandes ataques al hígado. Fue un escritor espléndido, con mucho sentido del misterio, supo ayudarnos a comprender que detrás del espejo hay muchos otros espejos, que hay muchas caras de la luna, que la realidad no es lo que parece y que no por eso es menos real. Simplemente ocurre que lo que consideramos sobrenatural es lo más natural de todo, pero estamos ciegos para verlo y él nos ayudó a verlo, a ver las cosas de otro modo, que es lo que hace el arte cuando es de verdad: te ayuda a mirar.

¿El movimiento de los Sin Tierra de Brasil sería paralelo al movimiento zapatista?

Sí, es uno de los muchos movimientos que han surgido en América Latina, con un crecimiento impresionante que corresponde a una voluntad de justicia que ha encontrado eco en sectores importantes de la población. Es absurdo que un país tan enorme como Brasil no ofrezca tierra a quien quiera trabajarla, es sentido común, no tiene que ver ni con el socialismo ni con nada. Hay otro movimiento que se llama El Barzón, en México, que en la actualidad es un movimiento inmenso que se estima en un millón o dos millones de personas. Es un fenómeno que surge espontáneamente, que no está manipulado por ningún movimiento político y que ha tenido una difusión asombrosa: son los deudores que se rebelan contra la usura. Empezó siendo un movimiento insignificante, chiquito, pero son muy importantes ahora, tanto que el vicepresidente el Fondo Monetario Internacional acaba de recibir a un delegado del Barzón en Washington, o sea que de veras están preocupados, porque además ataca al corazón del sistema dominante, porque hoy por hoy el sistema es cada vez más financiero y cada vez menos productivo.

En cuanto a lo que pasó en Perú con el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y Alberto Fujimori, ¿qué impresión te dio la culminación del caso?1

Fue una carnicería, aplaudida por la mayoría de la gente, en un mundo de fin de siglo donde la seguridad ha desplazado a la justicia, donde los criterios de eficacia han cobrado el más alto de los valores morales. Hay una divinización de la eficacia, está en el centro del altar. Fue una operación eficaz desde el punto de vista militar. Sirvió para consolidar esa necesidad de seguridad que siente mucha gente, y como los valores de seguridad están por encima de la Justicia, a muy poca gente le importó que eso hubiera sido muy injusto, como fue. El presidente Fujimori había asaltado el Poder Legislativo y había asaltado el Poder Judicial. Es bastante peor que asaltar una embajada.

Eduardo Galeano leyendo textos de su libro _Los hijos de los días_, el 3 de abril de 2012, en el teatro Solís.

Eduardo Galeano leyendo textos de su libro Los hijos de los días, el 3 de abril de 2012, en el teatro Solís.

Foto: Sandro Pereyra

El peruano Mario Vargas Llosa planteó hace poco apoyar la legalización de la cocaína, el aborto y la eutanasia. ¿Cuál es tu posición ante estos tres complejos temas?

No sería mala idea legalizar, porque en gran medida son negocios muy jugosos gracias al hecho de que están prohibidos, hablando en el caso de la droga y el caso del aborto. Este último se convierte en un peligro mortal para las mujeres pobres que no pueden recurrir a las clínicas que tienen la asepsia y medios técnicos como para hacer las cosas bien. Se hace todo de mala manera y a veces las mujeres mueren en esos procedimientos. Me parece que es pura hipocresía la ilegalidad, porque se practica igual, sólo que al no ser legal se castiga a los sectores más pobres de la población. En el caso de la droga creo que es una tragedia norteamericana, porque Estados Unidos es el país que más padece ese problema, y es también un negocio norteamericano, porque Estados Unidos es el país que más jugo le saca lavando dólares en sus bancos más importantes. Narcodólares. La legalización acabaría con un negocio cochino que es probablemente el más lucrativo, junto con la venta de armas. Dos negocios que tienen que ver con el miedo: la venta de armas, producto del miedo a morir, y la venta de droga, producto del miedo a vivir. Son los dos grandes negocios del mundo contemporáneo. Hace años, desde muchísimo tiempo atrás, antes de que Vargas Llosa y García Márquez empezaran a escribir, había gente que estaba a favor de la legalización de algunas drogas y sufrió por eso persecuciones y maldiciones. En el caso de la eutanasia ya no se puede hablar de negocio, simplemente creo que hay un derecho de morir también como de vivir, que cada uno puede elegir su muerte; me parece un derecho humano fundamental.

En Montevideo se está dando un fenómeno de expansión del movimiento gay, que ha expresado su identidad colectivamente en circuitos e incluso en marchas. ¿Qué opinión te merece este fenómeno?

Me parece estupendo que ocurra aquí y en todas partes, porque es un fenómeno universal, el derecho a la afirmación, el derecho a la diferencia, a vivir la sexualidad con libertad. Ese es uno de los cambios positivos en el mundo del fin de siglo si se lo compara con épocas anteriores. Ahora los homosexuales han logrado abrir un espacio de reconocimiento de sus derechos que antes no tenían. Durante muchísimo tiempo se ha creído que la homosexualidad es una enfermedad o un delito y se la ha tratado como enfermedad o se la ha perseguido como un delito.

¿Tuviste una formación católica? ¿Creés en Dios?

Tuve una charla macanudísima con Dios cuando era chico; eran los tiempos en que yo creía en él y él creía en mí. No fui a un colegio católico, pero tuve formación católica y creía; lo que otros viven como una ceremonia obligatoria yo lo veía como un acto de fe, creía de verdad y en algún período de mi vida en la infancia yo sentía que iba a ser cura. Cuando evoco eso me dan ganas de felicitar a la Santa Madre Iglesia, de lo que se salvó [risas]. Después perdí a Dios, no sé cómo fue, supongo que se me cayó por ahí por un agujerito del bolsillo [risas]. A partir de ahí empecé a reconocer en los demás lo que antes buscaba en eso que yo llamaba Dios.

La fe entonces pasó a la gente, a los afectos...

Sí, o por lo menos siempre existe esa posibilidad. Recuerdo que hace años, cuando yo ya no era católico, llegué a Italia por primera vez y bajé al aeropuerto de Roma. Ahí recibí un impacto tremendo cuando vi que había un cartel en la oficina de cambio que decía “Banco del Espíritu Santo”, y yo nunca había creído eso de que el Espíritu Santo era una paloma, pero no le conocía la vocación financiera.

De los teóricos de la comunicación que has leído, ¿cuál es el que te parece más interesante?

Hay una enorme cantidad de aportes interesantes que se están haciendo a la comprensión del fenómeno de la comunicación y la incomunicación del mundo contemporáneo. La contradicción entre la tecnología y la capacidad de diálogo y comunicación que la gente puede tener. Hay numerosos aportes, aunque también me resulta asombroso que la mayoría de los expertos en comunicación sean tan incapaces de comunicarse, que hablen un lenguaje tan poco comunicador.

¿Para el hombre común?

No hay otro que el hombre común, la persona común. Ustedes [las mujeres] son la mitad de la humanidad, aunque nosotros solemos olvidarlo. No creo que ningún intelectual tenga el derecho de creer que fue tocado por el dedo de Dios o visitado por las hadas en la cuna por el simple hecho de que se dirige a los demás por medio de libros o por cualquier otro medio de comunicación vedado normalmente a la mayoría de la gente. No creo que nadie sea más que nadie. “Naides es más que naides”, como decían los gauchos de Artigas y creo que tenían razón.

Tuviste la oportunidad de conocer al Che Guevara de joven. ¿Qué te dejó esa experiencia?

No era tan joven. Yo tenía 20 años y él tenía 30 y pico. Él murió a los 39 años. Lo conocí poco antes de que dejara Cuba para irse a África y Bolivia. Fue con Julio Villegas y Reyna Reyes que fuimos a verlo. Nos iba a recibir unos pocos minutos, pero se quedó cuatro horas con nosotros. Fue una experiencia formidable. De entrada recuerdo que le puse en la cara una foto y le dije “traidor”: era una foto de él jugando al béisbol que había salido en el diario. Se rio, y a partir de ahí charlamos mucho. Me dejó la impresión de un hombre que creía muy intensamente y que transmitía una luz de fe. Una manera de mirar muy luminosa y transparente. Eso fue lo que tuvo de extraordinario: que fuera capaz de creer con tanta fuerza y de actuar de acuerdo con lo que creía.

Conocer a personajes y personas tan importantes en la historia, como Fidel Castro, Perón, García Márquez, ¿afectó tu vida personal?

He conocido a muchas figuras importantes a lo largo de la vida y eso no me ha desviado ni un milímetro de la certeza de que lo que de veras importa no es la importancia, sino la honestidad, la consecuencia con la que cada uno puede llegar a vivir con lo que siente y cree, en un mundo en que se nos adiestra desde que somos chiquitos para vivir de acuerdo con lo que conviene, para dejar de lado lo que uno siente y cree. Entonces, como yo creo en eso, no me importa mucho la notoriedad de las personas con las que me cruzo. En definitiva, la gente de la que yo más aprendí no era gente famosa ni tenía la menor intención de llegar a serlo.

Juan Carlos Onetti como figura y escritor fue un personaje muy poderoso en la cultura uruguaya.

Sí, fue un gran escritor que marcó mucho la literatura uruguaya y ha tenido una proyección mundial, justa además, porque fue un escritor espléndido. Yo tuve una relación entrañable con él desde que era chico. Te diría que era muy jovencito cuando le llevaba las cosas que escribía y él no me decía nada, fumaba, miraba el techo y de vez en cuando decía alguna cosa. Hay algo que dijo que me marcó para siempre. Él decía que era un proverbio chino, no sé si era verdad o si era para darle prestigio a la frase, y era que cuando las palabras no son mejores que el silencio más vale callarse, y como yo ya estoy hablando de más creo que es hora de terminar.

Como última cosa, ¿qué les decís a los jóvenes de espíritu o de edad, a los creadores?

¿A los creadores, a los artistas o a los que quieren ser artistas? Yo no soy de dar consejos ni soy de recibirlos tampoco, pero les diría que para no ser mudo uno tiene que empezar por no ser sordo. Eso les diría.

Manu Chao, el Melquíades y Galeano

Pocos sucesos son tan dolorosos como el proceso de desarmar una casa cuando un ser querido muere. Es como meterse en sus zapatos, navegar en los mares de la mente y el alma de la persona que ya no está.

En la búsqueda de respuestas ante una muerte inesperada, me zambullí en sus papeles. Como buena periodista, Gabi escribía mucho. Cubrió la actividad de decenas de bandas de rock y fue freelance en varios medios, como Rolling Stone y “El País Cultural”, para el que entrevistó a su admirado Mario Levrero. Gran parte de su biografía quedó plasmada en alguna agenda, papel o cuaderno. Así fue que me encontré con la entrevista realizada a Galeano un otoño del 97 en el Café Brasilero, lugar donde habitualmente brindaba reportajes y del cual Gabi, con 23 años, salió con un ejemplar del primer tomo de la trilogía Memoria del fuego autografiado y con muchas ilusiones de poder publicarla. Curiosamente, junto con el manuscrito de la entrevista se encontraban impresos una serie de intercambios personales que mantuvo con Galeano y Manu Chao. A partir de esos correos electrónicos, titulados por ella “Alegría”, pude reconstruir una historia tantas veces contada en el seno familiar, similar a la de El gran pez, la película de Tim Burton.

El 29 de junio de 1992, en el marco del contraaniversario del quinto aniversario del descubrimiento de América, el grupo francés Mano Negra desembarcaba en el puerto de Montevideo junto con una compañía de danza (DCA) y de teatro (Royal De Luxe) a bordo del Melquíades, barco carguero preparado para la ocasión.

Allí Gabi conoció a José Manuel Arturo Tomas Chao, o Manu Chao. Deslumbrada con la propuesta musical de ritmos latinos, punk y hip hop que Mano Negra fusionaba y enamorada de la particular manera de ver y sentir el mundo del cantante franco-español, su vida giró en torno a la movida del Melquíades durante todo el tiempo que el barco estuvo anclado en aguas montevideanas. Al atardecer de la despedida y en la culminación del abrazo, pensó que sería una buena idea obsequiarle algunos pasajes de la obra de Galeano a quien, junto con Levrero, Gabi consideraba uno de los mayores exponentes de la literatura uruguaya.

En el año 2000, en medio de un país en crisis y una Montevideo conmocionada por la huelga universitaria, Manu Chao volvió a desembarcar en el país. Esta vez llegaba como solista acompañado por la banda Radio Bemba para presentar el disco Clandestino en el Velódromo Municipal. La crónica del concierto de Gabi fue nota de la revista Vodoo.

De la desgrabación de la conferencia de prensa brindada en la previa del concierto en el centro Mundo Afro, entre tantos borradores de notas que encuentro en sus papeles y desconozco si fueron publicadas, Gabriela transcribe:

Galeano pa mí fue un profesor, leo todos sus libros como bomboncitos, pa mí es un maestro. Galeano tiene mucho que ver con Clandestino, en la manera de escribir. Me llegó mucho, Memoria del fuego fue mi libro de viaje en toda Latinoamérica.

En un correo electrónico enviado años después, Manu Chao le decía a mi hermana:

Si recuerdo bien, en el 92 me pasaste unas hojas policopiadas con textos preciosos y dibujos de soles enmascarados y calaveras de un señor escritor uruguayo que me hiciste descubrir y que se volvió como un maestro para mí.

Estas palabras fueron las disparadoras de un nuevo intento de Gabi en el año 2001 de publicar la entrevista y actualizarla a través de un segundo encuentro con Eduardo Galeano, que por razones que desconocemos no pudieron concretarse.

Años después la relación entre Manu Chao y Galeano se consolidaría. No sólo se conocieron personalmente, sino que Galeano escribiría la historia de la madre del cantante, Felisa Ortega, y este posteriormente la musicalizaría y transformaría en canción (ver la nota “Música para trocar” de la diaria).

Los padres y la hermana de Gabriela creemos que concretar la publicación de aquella entrevista es el mejor homenaje que podemos brindarle a seis meses de su desaparición física.

Natalia Bernardi De Vecchi


  1. El 17 de diciembre de 1996 un grupo de la organización de extrema izquierda MRTA tomó la embajada de Japón en Lima durante una recepción diplomática en la que había más de 800 invitados. 14 guerrilleros y 79 diplomáticos permanecieron en la embajada hasta el 22 de abril de 1997, cuando un comando de las Fuerzas Armadas de Perú mató a todos los integrantes del MRTA y liberó a casi todos los rehenes (hubo una baja civil en la operación). El gobierno uruguayo fue muy criticado en medios internacionales porque negoció de forma paralela la liberación de sus diplomáticos encerrados en la embajada de Japón en Lima a cambio de la liberación de miembros del MRTA detenidos en Montevideo. 

  2. El fútbol a sol y sombra se publicó por primera vez en 1995 y hasta 2014 se siguió editando en versiones ampliadas.