“No, no está bien porque me estoy asfixiando. No tengo las palabras para decirlo bien. Creo que me da vergüenza sufrirlo. No, no está bien porque me come. Me siento vaciada de la cabeza a los pies. Mucho más de lo que me gustaría. No, no está bien porque no puedo si fallo, mi mundo entero se derrumba. Me lleno de algo, lucho, me ahogo. Lo intento pero no puedo sentir nada en la punta de mis dedos”. Así comienza la desesperada fuga de Marion en “Ça va” (algo así como “Más o menos”), su primer corte de 2021. En el videoclip, se protege de la nieve bajo el techo solitario de una parada de ómnibus, y de a poco comprendemos que tal vez su fuga es una propuesta de volver a casa, y que en su arrojo intenta que la escuchen, como el hombre apagado con el que comparte asiento y que irá, de a poco, comenzando a despertar.

Marion Roch es francesa y escribe canciones desde los 15 años. Trabajó como educadora especializada en capacidades diferentes, y desde 2013 comenzó a dedicarle mayor tiempo a la música, hasta que se convirtió en su trabajo full time.

En el camino de construcción de su proyecto conoció —primero— al contrabajista Vladimir Torres (francés de padres uruguayos que llegaron a Francia en 1976) y al chileno Felipe Hidalgo, DJ, maestro del beatboxing y percusionista. Conformado el trío, comenzaron a mostrar su música en vivo y con algunos sencillos, y desde el comienzo sonó atractiva y peculiar. Con la chanson française como bandera y la voz de Marion, su decir poético desde las vísceras, su intimidad al desnudo, o de cara descubierta, para salir a la calle, ocupada de asuntos que le mueven los brazos, los puños, las piernas y los pies, le espantan los miedos a todos los frentes y la agigantan. En 2020 editaron su primer LP, Echos, y ya atravesaron toda Francia, metidos en una camioneta, y viajaron hasta ocho horas seguidas para tocar en el lugar más lejano de su barrio.

Marion también rapea, acompañada de una base rítmica que puede recordar a los Beastie Boys más jazzy de Ill Communication. El trío va y viene entre momentos rítmicamente contundentes y arreglos elegantes y mínimos, como pista de despegue y aterrizaje para los vuelos de su cantante. En sus canciones más nuevas, “Ça va” y “Essentiel·les”, también los acompaña el tecladista franco-turco Mathis Bouveret-Akengin.

Es una de las últimas tardes de su invierno europeo, nieva en Pierrefontaine Les Varans, un pueblito de 1.200 habitantes, ubicado entre Lyon y Estrasburgo. Marion y Vladimir comenzaron como compañeros de banda, luego se hicieron pareja y ahora comparten su hogar con un hijo pequeño, en lo más alto de una elevación de 700 metros de altura, en una casa de madera construida en 1808, con mucha tierra para trabajar.

Al calor de una estufa y a través de la pantalla de Zoom, Marion y Vladimir, que hará las veces de traductor, nos hablan de su encierro actual y del más severo, que comienza en pocos días. No pueden salir de su casa después de las seis de la tarde, los bares están cerrados, y sólo se les permite visitar a algunos vecinos. Mientras tanto, los dos siguen haciendo canciones. Vladimir también ensaya con su grupo de jazz y Marion toca su piano.

A la distancia, Marion se entusiasma y se ríe cuando le pregunto si vio Diez por ciento, una serie francesa de televisión (está en Netflix) que se parece a Seinfeld y Mad Men juntas. Resulta que la vio varias veces, por su cercanía con la realidad, las buenas actuaciones y la adoración que les tiene a sus personajes.

De todas las giras, ¿qué concierto recordás como más especial?

Si hay uno que nos vuelve a la mente, diríamos que fue en Les Rencontres Matthieu-Côte, en Cébazat, en el centro de Francia. Cuando por fin llegamos sabíamos que íbamos a actuar en el marco de un festival, pero no mucho más. Luego nos enteramos de que era un concurso llamado Festival Internacional de la Chanson Française y que había como 20 grupos contra los que teníamos que competir. El público quedó encantado con nuestra música, y a pesar de no saber muy bien adónde habíamos llegado, terminamos segundos en el concurso y sacamos cinco premios, entre ellos el del público.

¿Cómo se te ocurrió la letra de tu canción más nueva, “Ça va”?

La inspiración, la idea, lo primero que quise expresar es que la gente se sienta libre de expresarse, que no necesariamente tiene que sentirse bien para hacerlo, y que no va a pasar nada cuando lo decida, que puede confiar en otro para decirle que no se siente bien, y siempre va a encontrar a alguien dispuesto a escuchar.

Cualquiera que la escuche hoy diría que algo tendrá que ver con la pandemia mundial, pero tal vez es una letra que ya tenías desde hace tiempo.

Sí, tiene que ver. Esto salió de un estado personal que sentí y todavía vivo, a partir de esta situación. Nosotros hace un año que estamos encerrados, y sin poder trabajar, y sin tener la vida que solíamos tener. Pero también quise grabar esta canción —y filmarla— para que trascienda esta coyuntura y le pueda servir a otro en cualquier momento de su vida.

¿Cómo componés ? “Ça va” parece haber salido de una especie de impulso.

Sí, en este caso fue así. Depende de cada canción. Hay algunas que puedo estar meses para terminar de escribir. Pero esta, por ejemplo, salió como un impulso. Una melodía de piano que encontré me trajo una emoción que me inspiró a sacar la letra de un tirón. En un rato estaba lista.

Otra de tus nuevas ,“Essentiel·les”, tiene todos los componentes de la chanson, incluido un fuerte mensaje político.

Acá muchas profesiones, de alguna manera, tuvieron que dejar de existir. Quedó abierto lo que se consideró esencial, y lo que no tuvo que cerrar. El nuestro, como todo el trabajo de los artistas, fue considerado no esencial. Hubo muchas protestas. Los supermercados estuvieron abiertos pero la gente no podía ir a un espectáculo, con distancia y tapabocas. Eso fue vivido como algo muy injusto, y de ahí viene el título de la canción, “Esencial”, y en la portada del video te vas a dar cuenta de que pusimos un “no” tachado adelante.

¿Cuánto forma parte de tus influencias la “canción francesa”?

Yo me considero dentro del género. A veces cuesta identificar lo que hacemos, porque canto y rapeo. Pero cuando nos preguntan sobre eso decimos “canción francesa”. Es muy importante para mí, y si hay dos artistas que me influenciaron, nombraría a Jacques Brel y Mano Solo.

¿Cuándo encontraron un estilo y una identidad como grupo?

A partir de la llegada de Felipe, en 2017, siempre somos tres en la tarima. Cuando hicimos las primeras pruebas juntos, con su aporte de beatbox y la mezcla con el contrabajo, nos dimos cuenta de que habíamos encontrado un sonido con el que nos sentíamos muy a gusto. Ese formato me permitió, además, encontrar la forma que tengo de escribir ahora, que es muy diferente a como lo hacía antes, y lo mismo me pasa con la forma de cantar.

En este punto, Vladimir interviene: “Con el aporte del beatbox cuadró todo, y se abrieron muchas posibilidades. Siendo sólo tres, este sonido nos permite presentar una música muy orquestada, y todo lo que está en Echos se puede escuchar en vivo, porque Felipe lo manda por el tocadiscos. Siendo tres podemos ser muchos. Encontramos esa fórmula”.

¿Cómo salieron adelante en estos tiempos de pandemia?

Sin abandonar nunca la creación, armando proyectos, escribiendo canciones. En mi caso, además estuve escribiendo el guion de una película. Es un proyecto que tengo desde hace tiempo, y aproveché este año pasado para avanzar en la escritura.

Tus canciones suenan muy confesionales, y dan la sensación de que tomás una decisión y un riesgo importante.

Lo que yo hago, y lo digo al comienzo de cada show, es contar historias. Me inspiro en todo el mundo, en lo que veo de los demás. Pueden ser familiares, gente desconocida o situaciones que imagino en la mente de alguien que veo por la calle, sus fantasmas, sus emociones. Es muy práctico. Las historias de las canciones no necesariamente son mías, pero siempre pongo algo mío dentro de las historias de otros. Sólo yo sé qué partes son mías.