Hace diez años, en la madrugada del 30 de marzo de 2011, falleció el general Víctor Licandro, un referente ético para varias generaciones de uruguayos.
Licandro nació el 26 de febrero de 1918 en la ciudad de Tacuarembó. Sus primeros años estuvieron marcados por una fuerte tradición de trabajo encarnada por su padre, el calabrés Giusseppe Licandro, a quien perdió en 1929, cuando tenía 11 años, y por la fortaleza de su madre, Margarita Martínez, oriunda de Tacuarembó, que con el apoyo de los hermanos mayores crio a una familia numerosa. En 1944, Víctor se casó con Nair Brum Bittencourt, su compañera inseparable de toda la vida.
Su trayectoria militar fue brillante. Dictó cursos en varias disciplinas afines a su carrera y en 1964 viajó a Washington, después de ganar por concurso una beca para el Colegio Interamericano. En 1967 fue nombrado jefe de la Región Militar 3, por entonces con base en Paso de los Toros. Al año siguiente ascendió por concurso al rango de general y fue luego director del Instituto Militar de Estudios Superiores. Cuando ocupaba ese cargo, durante la presidencia de Jorge Pacheco Areco, solicitó el pase a retiro, que se hizo efectivo en marzo de 1969.
Licandro fue un invitado especial en el acto de fundación del Frente Amplio, el 5 de febrero de 1971. Ya estaba comprometido con la coalición, a la que se integró y le brindó lo mejor de sí. Lo hizo desde sus primeras intervenciones en representación de los comités Residentes de Tacuarembó, de Montevideo, y Carlos Quijano, de Tacuarembó, en 1971, hasta alcanzar las más altas responsabilidades.
En una época en la que eran comunes los duelos para resolver diferencias de opinión, representó al dirigente Enrique Erro en su enfrentamiento con el ministro del Interior, el brigadier Danilo Sena, y al general Liber Seregni, presidente del Frente Amplio, en su duelo con el general Juan Pedro Ribas, en octubre y diciembre de 1971. Fue detenido el 9 de julio de 1973, tras el golpe de Estado, junto con Seregni y el coronel Carlos Zufriategui, y permaneció preso por la dictadura en forma ininterrumpida hasta el 11 de abril de 1983, con pérdida de su grado militar y proscripto en sus derechos políticos.
Cuando salió de la cárcel, presidió la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio desde 1984 hasta 1986, la Comisión Especial de Defensa Nacional de la coalición desde 1986 hasta 2005 y su Tribunal de Conducta Política entre 1994 y 2007. Fue miembro fundador de la Comisión de Defensa del Patrimonio Nacional en 1970 y del Movimiento de Unidad Latinoamericana en 1971. Fue un firme impulsor de la Organización de Militares por la Democracia, la Integración y la Liberación de América Latina y el Caribe, de la que fue uno de los fundadores, en 1986.
Cuando, en una entrevista publicada en 2010 en el semanario Brecha, se le pidió que dirigiera un mensaje a los jóvenes uruguayos, Licandro respondió:
Hay que decirles que estudien la historia del Frente Amplio, la historia nacional, la regional y la universal. Si no se conoce la historia en general, no se conoce la historia política del país, porque lo que pasa adentro del país es la resultante de las fuerzas externas e internas. El Frente Amplio tiene que darles el lugar que les corresponde a los jóvenes y ellos tienen que exigirle al Frente Amplio el lugar que les pertenece.
Desde el 24 de abril de 1984, de acuerdo con el estatuto frenteamplista, Licandro fue designado para integrar el Plenario del Frente Amplio en su calidad de personalidad de relevancia en la vida nacional, cargo que ocupó hasta su fallecimiento. En su última participación en un acto público, cuando se celebraron los 40 años del Frente Amplio, finalizó su discurso:
Avancemos en la inspiración del ideario artiguista. Invocando al padre Artigas, una vez más, para obtener los objetivos que nos impusimos desde el origen en beneficio de nuestro pueblo, digamos con fuerza “larga vida al Frente Amplio”.
El nombre de Licandro está asociado a la ética, la dignidad y los principios. Fue un defensor de la Constitución y un luchador por la democracia, con una vocación militante por la unidad de los pueblos de América Latina.
Cuatro familias
En un libro que publiqué en 2001, Licandro: símbolo de frenteamplismo (Ediciones Populares para América Latina), el general se refirió a sus grupos de pertenencia:
En ese andar del tiempo fui cristalizando en diferentes grupos humanos, que yo mismo catalogo como familias. Por un lado, mi familia sanguínea, cuyas raíces se dan a través de la sangre calabresa de mi padre y de mis abuelos paternos; y, por otro lado, la sangre asturiana mezclada con sangre aborigen de la Cuchilla de Pereira y las costas del río Hum, o gente que había venido del Portugal, de mi madre y de los padres y abuelos de mi madre.
Además de la familia en sentido estricto, se consideraba unido por un lazo profundo a las Fuerzas Armadas, aunque no a su conducción:
Una familia militar a la que ingresé en 1935. Fui tomando conciencia de su existencia, sobre todo cuando empecé a tener responsabilidades en las organizaciones sociales militares. Me eligieron como directivo y allí estuve muchos años. Esa familia la llegué a conocer bien. Pero llegó un momento en que tomé la decisión de renunciar a la familia militar. La institución me expulsó, pero el gobierno después me reintegró el grado de general. Pero he asumido la responsabilidad y la decisión de no reintegrarme a la familia militar, porque respeto profundamente a la institución, pero niego a hombres de su organización.
Además, se veía como integrante de una colectividad política:
Ingresé a la familia política el 5 de febrero de 1971. Y de la familia política ni la dictadura me pudo hacer decir que me iba a ir, o que me quería ir porque había tenido la sensación, el deseo o la necesidad de irme de esa colectividad política. Cuando me lo preguntaron, como abriéndome las puertas para decirme “si negás el Frente Amplio te vas para tu casa”, no lo pude negar. No. Mi colectividad política, a la que asumí como familia el 5 de febrero de 1971, sigue siendo mi familia política y no siento la necesidad de irme del Frente Amplio.
En la cárcel, finalmente, encontró otros vínculos:
Hay una familia que yo particularmente quiero: la familia de los presos, de presos militares con los que estuve, y he sentido que formo parte de la familia más grande de presos civiles. Y como resultado también de esos presos, la familia social con la que comparto las tareas desplegadas por la Comisión Nacional de Organizaciones Sociales.
Las inundaciones de abril de 1959
Las más grandes inundaciones del siglo pasado en Uruguay tuvieron lugar en abril de 1959. Originadas por continuas e intensas lluvias, se prolongaron por 20 días, acompañadas de fuertes temporales, y el número de personas evacuadas alcanzó varios miles. El norte, el litoral y el centro del país fueron las zonas que sufrieron las peores consecuencias. En ese contexto, toda la población de Paso de los Toros debió ser evacuada ante la situación crítica de la represa de Rincón del Bonete y las pérdidas materiales fueron cuantiosas.
El general Enrique Olegario Magnani, jefe del Estado Mayor del Ejército, fue designado para formar el comando de emergencia de Paso de los Toros. Lo acompañaban los coroneles Andrés Gómez (primer subjefe del Estado Mayor General del Ejército) y Liber Seregni (director general de la Secretaría de Inspección General del Ejército). En el transcurso de las inundaciones, una comisión del Ministerio de Defensa a cargo del coronel José Luis Ramagli asesoró directamente al ministro, general Cipriano Olivera.
En abril de 1959, Licandro era jefe de las divisiones 2 y 3 de Información y Operaciones del Estado Mayor del Ejército y recibió la orden de trasladarse a Paso de los Toros para la evacuación. Una vez que llegó a esa ciudad esperó hasta que saliera el último tren con evacuados hacia la estación de ferrocarril de Chamberlain, ubicada 15 kilómetros al norte. Después, en un jeep del Ejército, se trasladó a Chamberlain, y esa misma noche regresó junto al coronel Andrés Gómez a Paso de los Toros.
Gómez instaló el servicio de vigilancia y seguridad de la ciudad, que había quedado a cargo de la Policía de Paso de los Toros. Se dispuso un puesto militar en un edificio del Ministerio de Obras Públicas sobre la ruta 5, al norte de la ciudad. Allí, Gómez y Licandro ubicaron su “centro de operaciones” en la casona del jefe de Región Militar, calle por medio de la comisaría y a corta distancia del río Negro.
En esa situación de emergencia, tomaron como referencia los escalones de la cabecera norte del puente Centenario como una escala para controlar el ritmo de ascenso del nivel de crecida del río, que se comprobaba cada media hora. En los días siguientes constataron que el nivel máximo del agua había llegado al segundo escalón de la puerta principal de entrada de la ferretería Tajam, frente a la estación de ferrocarril de Paso de los Toros. Ahí el agua se estacionó y después, en los días siguientes, comenzó a bajar lentamente.
Cuando se distribuyeron las tareas, a Licandro le asignaron las funciones de apoyo logístico. Para realizar su trabajo llevaba un plano de Pasos de los Toros, donde iba marcando el límite máximo de las aguas del río Negro. Como jefe de las Operaciones de Requisa, era responsable de conseguir medicinas y alimentos, así como elementos de apoyo para el campamento y las familias instaladas en el galpón de la intendencia en Chamberlain.
Licandro tenía las llaves de 46 establecimientos de Paso de los Toros y llevaba prolijamente las “actas de requisa” (originales y copias autenticadas por él, como responsable del equipo, y dos testigos) de las gestiones que ante la situación de emergencia debía realizar con almaceneros y camioneros. Coordinadamente trabajaba una comisión de apoyo social presidida por el sacerdote Daniel Franco, párroco de la iglesia de Paso de los Toros, orientada a la atención de las mujeres y los niños damnificados. Solamente dos personas plantearon alguna diferencia al regresar a Paso de los Toros después de las inundaciones. Una señora reclamó por una lámpara de vidrio y un señor lo hizo por botellas de licores y vinos finos que tenía sobre una heladera en momentos de la requisa y que no le habían sido devueltas. Ambos reclamos fueron atendidos en forma favorable.
“El Frente Amplio no necesita nuevos programas que estén en los comunicados 4 o 7”
Los días 9 y 10 de febrero de 1973, el Ejército y la Fuerza Aérea emitieron una serie de comunicados en los que exigían al presidente Juan María Bordaberry la sustitución del ministro de Defensa, Antonio Francese, y la implementación de una serie de medidas económicas y sociales que diversos sectores políticos interpretaron como progresistas. Liber Seregni, líder del Frente Amplio, exigió la renuncia de Bordaberry.
El general Licandro, en discursos pronunciados en San José y Montevideo, afirmaba:
Cuando el Frente Amplio sale a decir que da un apoyo crítico a determinadas actitudes, lo hace a través de sus bases programáticas y de sus 30 Primeras Medidas de Gobierno. Porque el Frente Amplio lo dice fuertemente. No necesita nuevos programas que estén en los comunicados 4 o 7. El Frente Amplio tiene su propio programa y entiende que el gobierno nacional se ejerce por fuerzas políticas apoyadas por el pueblo y por eso exige que el pueblo sea consultado una y otra vez. Sin pueblo, las medidas quedarán, indefectiblemente, huecas de contenido.
El 23 de febrero el Consejo de Ministros creó el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) como órgano asesor del Poder Ejecutivo, bajo la dependencia directa de la Presidencia de la República. El Cosena sería encabezado por el presidente e integrado por los ministros del Interior, de Relaciones Exteriores, de Defensa Nacional y de Economía y Finanzas, el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas.
—En marzo de 1973, Seregni tenía previsto viajar a Buenos Aires, Santiago y Lima. Antes de iniciar esa breve gira, me pidió que procurara transmitir a los comandantes de las Fuerzas Armadas un mensaje directo con la posición del Frente Amplio sobre el pedido de renuncia al presidente de la República —comentó Licandro en declaraciones que recojo en Frente Amplio: libro del cincuentenario.
Para llevar a cabo el pedido de Seregni, Licandro se reunió con el general Gregorio Álvarez, quien, ocho años después del golpe de Estado de junio de 1973, se transformaría en presidente de facto.
—Finalmente, después de ciertas gestiones, acordó conmigo recibirme el día 27 de marzo en su despacho del Estado Mayor Conjunto, detalle que tengo registrado en mi agenda de bolsillo de aquella época, que me acompañó en la prisión y aún conservo. Según me manifestó Álvarez, la reunión se realizaba por acuerdo con los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. En la reunión le transmití que cuando el Frente Amplio reclamaba la renuncia de Bordaberry, pensaba en la sustitución que fija la Constitución de la República y que, en consecuencia, el cargo correspondía que fuera ocupado por el vicepresidente Jorge Sapelli. En la tarde, de acuerdo con lo dispuesto por el presidente del Frente Amplio, informé a los senadores y otros dirigentes convocados a la sede de la calle Julio Herrera y Obes —recordó Licandro.
Ilustres ciudadanos
—¿Usted podría explicarnos las razones de que un militar de su rango haya intervenido en la fundación del Frente Amplio? ¿Y si eso tiene que ver con el artiguismo?
La pregunta fue parte de una entrevista a Licandro de Roque Faraone, Hugo de los Campos, Guillermo Chifflet y Thelman Borges que se publicó como separata especial en Brecha el 12 de noviembre de 2010. Así respondió Licandro:
—Yo era general desde el año 1967. Ascendí por concurso en el momento en que subió al gobierno el general Óscar Gestido. En aquella época se podía ascender por selección o por concurso. En diciembre de 1967, Jorge Pacheco Areco asumía el gobierno por el fallecimiento de Gestido. En los meses de junio y julio de 1968, cuando los decretos del Poder Ejecutivo privaban de libertad y de acción sindical y congelaban salarios, empezamos a apreciar una discrepancia grande con el gobierno. Y por extensión al rechazo a la política de Pacheco Areco, pedí el retiro voluntario. También lo había hecho —lo hicimos juntos— el general Liber Seregni y quien era el segundo jefe de Seregni, el coronel Hermenegildo Irastorza. Sucede que en mi época la formación militar estaba muy influenciada por el pensamiento artiguista. Yo había ingresado a la Escuela Militar en 1935. Quiere decir que en aquella etapa considerábamos que éramos herederos del pensamiento artiguista. Éramos constitucionalistas y civilistas porque entendíamos que el gobierno, de acuerdo con los principios constitucionales, estaba en manos de los civiles y no de los militares, aunque un militar podía ser gobernante, pero siempre en su condición de ciudadano. Es entonces que con el nivel de conocimiento de la política nacional que todo general de aquella época tenía, estábamos preocupados por la línea política impuesta por el gobierno de Pacheco Areco. Cuando pasé a retiro, como no tenía prevista otra actividad en lo inmediato, me mantuve en la lectura y en la conversación sobre los temas de defensa nacional y política local. Cuando conversamos y me llegan a mí las informaciones de la creación de un grupo que después desembocó en el Frente Amplio, naturalmente yo me encontré en esa línea y mucho tiene que ver con mi formación militar de base artiguista.
—¿Y para qué nace, según su concepto, el Frente Amplio?
—El Frente Amplio, y eso es asunto sustancial en el movimiento previo, es la conjunción que buscaba la unificación de esfuerzo. En términos militares, un principio es unidad de esfuerzo. Había muchos movimientos progresistas o de izquierda —aún “progresismo” no era una palabra que se mencionara mucho—, pero eran dispersos. En cambio, se pensó que uniendo fuerzas era posible una acción conjunta efectiva en la política nacional. Ese es el movimiento que se da en el año 1970, con aquellos ilustres ciudadanos que recorrieron el país. Las fuerzas de izquierda que venían trabajando ya tenían una definición clara de cuáles eran los objetivos políticos que veían para el futuro: mejor distribución de la riqueza, justicia social, un mejor manejo de las coordenadas de la libertad, de la democracia y del republicanismo.
Compañero Seregni
Liber Seregni y Víctor Licandro compartieron carrera, convicciones, y atravesaron juntos épocas de adversidad y esperanza. En el libro Los militares antigolpistas. Una opción ética (Banda Oriental, 2016), recogí algunos conceptos de Licandro al respecto.
Ingresé al Liceo Militar que funcionaba dentro de la Escuela Militar en 1935. La norma era que los alumnos debíamos conocer grado y nombre de todos los superiores que prestaban servicio dentro de la Escuela, fueran directores, jefes de curso, oficiales y el cuadro de graduados, cabos y sargentos, que eran los cadetes alumnos en el último año para graduarse de oficial.
Dentro de ese grupo de cadetes conocí al cabo Liber Seregni, del arma de Artillería. Yo pertenecía a lo que se llamaba “la compañía de aspirantes” y no tenía mayor vinculación con él, pero sí tenía la obligación de conocerlo. Después pasé al arma de Caballería, me gradué de oficial de Caballería y fui para los cuarteles de mi arma. En tanto, Seregni era oficial de Artillería y fue a los cuarteles de su arma.
Nos encontramos en 1943 en el Servicio Geográfico Militar, donde me designaron para prestar servicio. En ese entonces, Seregni estaba en Geodesia y yo en la división Topografía. Trabajábamos mayoritariamente en el campo, pero nuestros campamentos estaban muy separados uno del otro.
En aquel momento estaba muy en boga hacer un seguimiento de la Segunda Guerra Mundial y en la división Geodesia, donde estaba Seregni, los funcionarios tenían sobre la mesa un mapa de Europa con banderillas que marcaban el movimiento de las tropas. También hablábamos de política internacional. Ese tiempo fue un momento de contacto y de conversación con Seregni. Estando ahí Seregni fue designado para cubrir una beca ofrecida en México por un centro geofísico.
En los años 1952 y 1953 hago el curso de Estado Mayor y ahí tengo una mayor vinculación con Seregni, quien integraba el cuerpo docente. En las elecciones del Centro Militar de 1956 yo integraba la lista que fue ganadora y fui designado secretario general de la Comisión Directiva. Tuvimos otro período de vinculación con Seregni, porque en mi carácter de secretario general era a la vez tesorero de la editorial Artigas de la Biblioteca del Centro Militar y Seregni era miembro titular de esa directiva.
En 1959, cuando asume el gobierno el Partido Nacional, me designan jefe de la división Información y Operaciones del Estado Mayor General del Ejército. En otra ala del mismo edificio, Seregni se desempeñaba como director de secretaría del inspector general del Ejército, o sea del comandante del Ejército.
En las inundaciones de 1959 se crea en Paso de los Toros un comando de emergencia presidido por el general Enrique Olegario Magnani, acompañado por el coronel Andrés Gómez, primer subjefe del Comando General del Ejército, y el coronel Seregni.
En el operativo de evacuación de Paso de los Toros, un momento clave fue cuando se dispuso abrir una brecha en el muro continuación de la represa como una forma de liberar parte del agua del lago para que no hiciera tanta presión, aunque el agua ya había sobrepasado el muro. Estaba previsto que se hiciera después de la salida del último tren con evacuados.
Al llegar Magnani y Seregni, pregunté a Seregni:
“¿Cuándo se hace la explosión?”.
“No hable fuerte”, me respondió, “pero la explosión ya se hizo”.
Nuestra vinculación fue diaria y permanente durante el período de las inundaciones de 1959.
En 1961 me encontré nuevamente con Seregni, quien había asumido como subdirector del Instituto Militar de Estudios Superiores, cuyo director era el general Arturo Baliñas. Ahí pasé a integrar el cuerpo docente como instructor del arma de Caballería.
En 1963, ya ascendido Seregni a general, el anterior inspector general del Ejército, Modesto Rebollo, es designado ministro de Defensa. El general Rebollo dispuso la creación de una comisión redactora de un anteproyecto de Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas. Fui designado como representante del Ejército en esa comisión que actuaba a nivel ministerial y era presidida por Seregni.
En 1967 soy ascendido a general por concurso y paso a formar parte del cuerpo de generales del Ejército. Me designan jefe de la Región Militar 3, con sede en Paso de los Toros. Viajo semanalmente a Montevideo a la Inspección General del Ejército, pues en aquella época los comandantes del Ejército eran inspectores generales. Al venir a la capital hice costumbre reunirme con otros generales y particularmente con Seregni, jefe de la Región Militar 1.
En 1968 pasé a ser el director general del Instituto Militar de Estudios Superiores. Tanto Seregni como yo teníamos la inquietud de hacer equitación. Salíamos a cabalgar en la Escuela de Armas y Servicios y almorzábamos juntos. Fue el período en que profesionalmente tuvimos mayor relación.
En el gobierno de Pacheco Areco, Seregni y yo fuimos los únicos generales que pedimos pase a retiro voluntario. Se sumó el coronel Hermenegildo Hipólito Irastorza, segundo jefe de la Región Militar 1, cuyo comandante era Seregni.
El 5 de febrero se crea formalmente el Frente Amplio en la antesala del Palacio Legislativo. Como estábamos invitados, coordinamos que yo lo pasaría a buscar para ir al acto. A partir de entonces, nos reuníamos casi a diario. Al poco tiempo, soy invitado a participar en la Mesa Ejecutiva.
Cuando en febrero de 1973 se publican los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas, con Seregni trasladamos a la Mesa del Frente Amplio nuestra inquietud respecto de que tales comunicados encerraban un orden de pensamiento que ocultaba el objetivo de las Fuerzas Armadas de hacerse del gobierno y lo explicamos en aquel momento. En junio se produce la disolución de las cámaras, se inicia la huelga general convocada por la CNT y a nosotros nos encuentra en la clandestinidad. El 9 de julio de 1973, después de la histórica demostración contra la dictadura, nos llevan detenidos juntos a Seregni y a mí en el domicilio del coronel Carlos Zufriategui.
Luego de permanecer detenidos en la Región Militar 1, fuimos trasladados al cuartel de Infantería de Minas y estuvimos incomunicados en piezas distintas. Cuando me trasladan a la Cárcel Central, en febrero de 1976, recién me reencuentro con Seregni, quien había sido llevado el día anterior. A los pocos días van llegando otros militares: Zufriategui, Montañez, Petrides, Frigerio, hasta llegar a 22 oficiales.
Con Seregni al principio estuvimos en el séptimo piso. Después pasamos al sexto piso especial. En la misma celda había dos cuchetas dobles: en una estábamos Seregni y yo; y en la otra, el coronel Zufriategui y el teniente coronel Ariel Gerona. Después, Zufriategui y otros oficiales fueron enviados a la cárcel de Punta Carretas. Con Seregni nuestra vinculación y nuestras conversaciones fueron diarias durante esos años de prisión en la Cárcel Central.
Tras la liberación de Seregni el 19 de marzo de 1984, ambos continuamos nuestra vinculación política, pues Seregni retoma la conducción del Frente Amplio y yo soy designado para presidir la Mesa Ejecutiva.
“Vivió como era”
En febrero de 2018, el Correo Uruguayo emitió un sello conmemorativo del centenario del nacimiento de Licandro. El entonces presidente de la República, Tabaré Vázquez, envió una carta de adhesión al acto de lanzamiento del sello en que afirmó:
Licandro, en su extensa y fecunda trayectoria vital, demostró ser un hombre bueno y austero, un auténtico soldado artiguista y un ciudadano irrenunciablemente comprometido con el Uruguay y su gente. Víctor Licandro vivió como era. Su ejemplo y memoria nos congregan en este acto e impulsan a seguir adelante en la realización de sus anhelos, que también son los nuestros.
El último discurso
El 4 de febrero de 2011, Licandro pronunció el que sería su último discurso público en la antesala del Palacio Legislativo, donde se fundó el Frente Amplio, el 5 de febrero de 1971.
Compañero presidente de la República, don José Pepe Mujica. Compañeros frenteamplistas:
Quiero agradecer profundamente el alto honor que se me ha hecho [...] al estar en este acto como representante, en cierta manera, de los fundadores del Frente Amplio. Yo quiero recordar a todos aquellos compañeros, pero a quienes de aquella época están en esta sala, el particular saludo.
Aquellos colosos que llevaron adelante la gran tarea de formar el Frente Amplio, de fundar el Frente Amplio, nos dieron elementos sustanciales para la acción futura. Yo debo recordar que, desde el 5 de febrero de 1971, cuando se firman las actas constitutivas de nuestra fuerza política, de fundación, y el 27 de junio de 1973, en que la acción criminal llevada adelante por lo que fue el gobierno del proceso cívico-militar, pasaron solamente unos 30 meses.
En ese corto período aquellos colosos que fundaron nuestra fuerza política fueron capaces de mostrar una acción de oposición al terrorismo de Estado que venía desde el comienzo del gobierno de Jorge Pacheco Areco. Fueron capaces de llevar adelante una acción aplicando los documentos del Frente Amplio y esa acción permitió levantar las banderas de nación antioligárquica, de nación antiimperialista, y mostrar y avanzar en nuestra vocación de unidad latinoamericana.
En ese corto tiempo fueron capaces de inculcar una conciencia revolucionaria, mostrando que era posible llevar adelante otra forma de hacer política y que era posible hacer los cambios necesarios para que hubiera una más justa distribución de la riqueza, justicia social y pleno ejercicio de las libertades.
En ese corto tiempo fueron capaces de crear una mística que vemos en el conjugar de los documentos de la época fundacional, pero particularmente —y aquí ya se citó— el compromiso político con el Acuerdo Político. Porque de ese conjugar de documentos podemos extraer elementos que constituyen verdaderos principios básicos del frenteamplismo: un pensamiento frenteamplista, un sentimiento frenteamplista y una conducta frenteamplista, imprescindibles para llevar adelante con disciplina la estructuración de una unidad de doctrina y manejarnos con efectiva unidad de acción, como acá se dijo, la unidad entre frenteamplistas.
También tuvieron la virtud, que se fue creando alrededor del inicio, de constituir un núcleo muy fuerte que fue capaz de llevar adelante permanentemente la acción opositora al autoritarismo y a la violencia desatada por el régimen dictatorial. Y fueron capaces de crear los elementos que en su momento permitieron mover las cenizas y reavivar las llamas que llevaron a la reconquista de la democracia, de las libertades y del respeto a los derechos humanos.
De esos documentos y de la acción de esos primeros tiempos llevaron adelante las banderas que después, pasado el período de la dictadura, pudieron abrirse potencialmente y crearon las condiciones para la ampliación y la prosperidad de nuestra fuerza política. Es en el afirmarse en los documentos primarios que el Frente Amplio pudo ir sorteando los escollos que se le presentaron y así llegar al sitial de conquistar nada menos que el gobierno nacional.
Se ha señalado que hubo una época en que seguíamos una conducta de partido político de oposición. Pero, quizás, hace cinco o más años que practicamos una conducta de partido político de gobierno. Yo me he preguntado: ¿es que ese cambio supone arriar nuestras banderas, dejar de lado nuestros principios, aquellos que nos vienen desde el fondo de nuestra historia frenteamplista? Y me he contestado que no, al consultar los documentos aprobados en el último congreso del Frente Amplio, porque allí se reafirma nuestra acción antioligárquica, nuestra acción antiimperialista y nuestra vocación de unidad latinoamericana con el reclamo del respeto absoluto de los derechos humanos.
Compañeros y compañeras, desde mi ser frenteamplista he sentido la necesidad, algunas veces, de mostrar mi discrepancia. Hace pocos días me recordaban que yo había expresado que había sentido el cimbronazo de la discrepancia ante algunas medidas tomadas por el gobierno que, a mi juicio, se apartaban de nuestro programa. También me recordaron que algún tribunal militar de la época de la dictadura que me interrogó, ante su pregunta concreta, yo había contestado que nunca sentí necesidad de irme del Frente Amplio. Y en este momento —en el momento en que me lo preguntaban— tampoco siento necesidad de irme del Frente Amplio. Y hoy mi ser frenteamplista se afirma mucho más en la constatación positiva de que soy permanentemente del Frente Amplio, voy atrás de sus banderas, apoyo la acción de sus autoridades frenteamplistas y hago el apoyo que mi fuerza política hace al gobierno nacional.
Compañeros y compañeras, no dejemos arriar nuestras banderas, no dejemos de lado nuestros principios. Avancemos en la inspiración del ideario artiguista. Invocando al padre Artigas, una vez más, para obtener los objetivos que nos impusimos desde el origen en beneficio de nuestro pueblo, digamos con fuerza “larga vida al Frente Amplio”.