A principios de 1996, Paramount Pictures estrenó White Squall (Tormenta blanca), una película dirigida por Ridley Scott basada en hechos reales, en la que Jeff Bridges encarna al capitán de una embarcación tripulada por un grupo de jóvenes marineros que se hunde durante una tormenta. Durante el film, varios personajes dicen la frase were we go one, we go all (“donde va uno, vamos todos”) y se hace mención a “la calma antes de la tormenta”.
En 2010, una cuenta de Youtube que sube tráileres de películas de los 90 y principios de los 2000 publicó el video de White Squall. No hubo mayor repercusión al respecto hasta que en 2018 empezó a recibir una notificación tras otra. El video subido ocho años atrás se estaba llenando de comentarios, y la mayoría tenía el mismo mensaje: “Q me envió”.
La cultura pop y el fuerte vínculo de Estados Unidos con las conspiraciones han sido fundamentales para construir de forma indirecta una serie de historias que confluyeron a lo largo de los últimos años, cuando apareció QAnon. Q, según afirman sus creyentes, es la autorización de acceso de un agente de inteligencia del gobierno estadounidense, cercano a Donald Trump, quien permanentemente accede a información secreta y decide revelarla a través de un foro de internet. ¿Sobre qué informa? Sobre una supuesta élite liderada por inversionistas, políticos, empresarios y artistas para imponer un nuevo orden mundial basado en el globalismo.
En su relato, estas élites forman parte de una cofradía —cabal en inglés— que, además de querer imponer ese nuevo orden, incluye una red internacional de tráfico de niños para abusar sexualmente de ellos, torturarlos en ritos satánicos y consumir un componente químico que se les extrae sometiéndolos a un dolor inmenso. Los principales referentes de este grupo secreto globalista, afirman los seguidores de Q, son George Soros, Hillary y Bill Clinton y Bill Gates. Su antagonista, el héroe que viene a salvar el mundo de este nuevo orden, es el expresidente de Estados Unidos Trump.
Desde que comenzó a realizar publicaciones en 4Chan, en 2017, hasta su (probablemente) última publicación en el foro 8Kun (ex 8Chan), el 8 de diciembre de 2020, Q hizo más de 5.000 publicaciones, llamadas “Qdrops” por sus seguidores, en las que da supuestas pistas de esta conspiración y anticipa una “tormenta” y un “gran despertar” en forma de detenciones masivas contra los líderes de la cofradía globalista. Esas detenciones, a pesar de que a lo largo de la presidencia de Trump algunos magistrados muy controvertidos se convirtieron en altos jerarcas del Poder Judicial, no ocurrieron.
Lo que sí hubo fue un ataque al edificio del Congreso. El 6 de enero de 2021, cientos de seguidores del expresidente irrumpieron en ambas cámaras y en oficinas de senadores y representantes y causaron varios destrozos, en incidentes en los que murieron cinco personas. Entre los atacantes abundaban las pancartas, las banderas y las remeras relacionadas con QAnon.
Una historia americana
La cultura de Estados Unidos se ha visto atravesada por relatos conspiracionistas casi desde el inicio de su organización como nación. El historiador Richard Hofstadter, dos veces ganador del premio Pulitzer, explicaba en 1964 que las conspiraciones se presentaban como explicaciones válidas en ciertos sectores conservadores desde los tiempos de la colonia.
El investigador uruguayo especializado en cibercultura Joaquín Moreira tiene en marcha una tesis doctoral sobre las teorías conspirativas en internet. Según explica, QAnon es “una continuación más organizada de otra teoría conspirativa”, que es la del Pizzagate. Esta teoría, que circuló en foros y redes sociales durante la campaña electoral de 2016, tomaba las menciones a la pizza del entonces jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, en una serie de mails filtrados y aseguraba que este era un término clave para reunirse con la entonces candidata y otros referentes de la política y el arte para abusar de niños en el sótano de la pizzería Comet Ping Pong, en Washington.
Parece un chiste, pero el rumor comenzó a esparcirse en sitios vinculados con la campaña de Trump y en la prensa turca. Empezaron a llegar llamadas a la pizzería con amenazas de muerte y el 4 de diciembre de 2016 un hombre armado ingresó al lugar y efectuó tres disparos con el objetivo de rescatar a los niños que supuestamente estaban encerrados allí. Comet Ping Pong no tiene sótano.
Según Moreira, QAnon es heredera de Pizzagate, porque trae consigo muchos componentes de los mismos temas que conforman esa teoría. “La idea de una red de pedofilia, la existencia de un ‘gobierno profundo’, las sospechas sobre el Partido Demócrata y en particular, sobre los Clinton” son fundamentales tanto en QAnon como en Pizzagate. A su vez, ambas tienen un vínculo con otra teoría conspirativa, la Clinton Body Count, “que empezó en los años 90 a partir del suicidio de Vincent Foster, asesor de Bill Clinton”.
A estas características se suma un aspecto que tiene “una justificación perfectamente comprensible”, como la indignación por “los escándalos de abuso sexual en Estados Unidos, en particular a partir de la primera condena a Jeffrey Epstein”.
Para el politólogo Gabriel Delacoste, QAnon es “un emergente de la ultraderecha contemporánea y de cómo esta se relaciona con internet y con la cultura de masas”. El conspiracionismo tiene una historia larga que poco a poco se fue vinculando con “el entretenimiento y la espiritualidad pop, que tiene que ver con los extraterrestres, la new age, las religiones alternativas, los curanderos y los astrólogos. Eso existió siempre en Occidente, pero en Estados Unidos es una industria relevante, con mucha gente alrededor”.
Un sector de este conspiracionismo, coinciden Moreira y Delacoste, ha estado vinculado a la ultraderecha estadounidense. Los sectores más conservadores necesitaron “una teoría para explicar el conflicto social y siempre se usó la conspiración”, señala el politólogo. Moreira plantea algo similar: “Hay un punto central, que es que Trump fue visto por los conservadurismos de ultraderecha del mundo como el héroe que iba a liberar Occidente del globalismo y de Angela Merkel. En Europa, en 2016, la política casi unánime era de recepción de refugiados, por la situación particular en Siria, pero también en Libia y otros lugares. El discurso de Trump se parecía mucho al discurso más conservador que en ese momento no tenía tanta cabida fuera de Francia o Italia, al menos no en Europa Occidental”. En este contexto, “Trump fue un político de primer nivel que tuvo mucha fuerza. Su discurso antiinmigrantes caló hondo en una Europa donde había sectores que rechazaban a los inmigrantes, en una época en que los movimientos antiglobalización que condenaban el financierismo ya eran muy débiles. Entonces el rechazo a la globalización pasó de ser un rechazo como consecuencia del capitalismo a un rechazo por ser un intento de destruir la identidad, pasó de la izquierda radical a la derecha”.
Patriotismo internacional
La serie de HBO Q: Into the Storm recorre la evolución del movimiento QAnon a lo largo de los años, desde su aparición hasta el ataque al Capitolio. A lo largo de seis capítulos, varios seguidores de QAnon son entrevistados por el cineasta Cullen Hoback, quien va tras la pista del verdadero Q. Muchos de los seguidores de QAnon se describen a sí mismos como “patriotas”, un término que no es utilizado a la ligera por ninguno de ellos.
Ignazio Vario, un uruguayo seguidor de QAnon, dijo a Lento que “ser patriota es amar a la patria, a la gente, a la familia, defender nuestros derechos, nuestra libertad, los derechos humanos. QAnon expone a esta gente que se organiza para llevar a cabo todo este tipo de cosas, que atentan contra la libertad, la salud y los derechos humanos”.
Estos autodenominados “patriotas”, que se oponen a la élite globalista, de todos modos tienen su propia agrupación transnacional, que llaman Alianza. “Es una alianza de patriotas a nivel internacional”, explicó Vario. “También es gente de una élite de poder, que tiene su agenda, muy distinta a la de la Cabal Satánica”. “Es una guerra entre estas dos facciones”, que “se disputan el mundo en este momento, donde estamos en la Tormenta, en el Gran Despertar”.
Vario creó un grupo de Telegram llamado “Patriotas por la verdad”, que en mayo de 2021 contaba con un poco más de 1.710 miembros. Se describe como un “grupo con información local e internacional, con la verdad sobre la plandemia”, y explicita su apoyo “a Trump, a la Alianza, QAnon” y a “todos los patriotas de Uruguay y el mundo en la lucha contra la cabal satánica, Bill Gates, Soros, Partido Comunista chino”.
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Allí se discuten, mayormente, temas vinculados con la pandemia de covid-19, pero también hay espacio para la política estadounidense, con una fuerte postura a favor de Trump, en tanto en América Latina quien recibe más alabanzas es Jair Bolsonaro. Uno de los administradores, que en su nombre incluye la sigla WWG1WGA (en referencia a la frase where we go one, we go all, de White Squall), ha publicado fotos suyas frente al Águila de Villa Argentina con una remera y una bandera de QAnon.
En el grupo, Vario ha hecho varias referencias al patriotismo y a quienes considera traidores. “El Nuevo Orden lo vamos a poner los patriotas en un mundo de prosperidad y de prosperidad para la humanidad”, señala en un mensaje. En otro, acompañado de una captura de pantalla de una publicación en Facebook en la que no se ve el nombre del autor, exclama: “Putin afirmó que pronto empezará la purificación masiva de traidores en todo el mundo, ¡Gloria a Dios!”. “Estamos solos los Patriotas Despiertos, remando, luchando contra los Traidores que quieren la Agenda 2030 del Cabal, y contra los Dormidos Necios, que defienden a ultranza el sistema Corrupto”, dice en otro mensaje en el grupo.
Gabriel Delacoste asocia estos nacionalismos exacerbados con las teorías conspirativas desde larga data. “¿Por qué los jóvenes protestan? Porque hay agitadores ocultos. ¿Por qué los negros protestan? Porque hay influencia de los judíos. ¿Por qué hay ideas que van en contra del conservadurismo? Por los masones y los poderes ocultos. Esto es algo que corrió mucho en la sociedad estadounidense y en los últimos años tuvo un reverdecer”, explica.
Ese resurgimiento tiene un hito en 2010, con las protestas del Tea Party contra la reforma de salud del entonces presidente Barack Obama. El movimiento fue un pilar fundamental para que el Partido Republicano obtuviera una gran victoria en las elecciones parlamentarias de ese año. Luego, durante la campaña presidencial de 2016 y apoyando a Trump apareció el movimiento Alt Right, “que es más radical y está más basado en internet, y es de donde viene la base más fuerte de Trump”, según el politólogo.
A su vez, estas formaciones tomaron la estructura de los movimientos cristianos conservadores de finales de los 80 y principios de los 90. “Si ves discursos de Pat Buchanan [consejero de los presidentes republicanos Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan] o de los televangelistas que se oponían a Clinton en los 90, estaban llenos de teorías de conspiración, hablaban de marxismo cultural y muchas cosas que no son nuevas”, recuerda Delacoste.
El caso Epstein
Jeffrey Epstein era un empresario con vínculos en las altas esferas del poder de Estados Unidos y también un abusador sexual. En 2008 fue condenado por explotación sexual contra una menor de edad y condenado a 18 meses de prisión. Fue alojado en una celda privada, con puertas abiertas y acceso a varias comodidades, y salió libre a los tres meses. Años después, comenzó una cadena de denuncias de diversas víctimas que llevó al arresto de Epstein a principios de julio de 2019. Ese mismo mes, se suicidó en una celda.
Epstein era muy cercano a Bill Clinton. Su muerte y la consecuente teoría de que no se suicidó movilizaron a los seguidores de QAnon, que comenzaron a especular con que el Estado Profundo —un grupo de burócratas que controlaría la administración pública, más allá de los gobernantes de turno— había metido sus manos nuevamente para evitar la caída de un miembro de la élite globalista. Epstein también era amigo de Trump, pero ese es un detalle que los seguidores de QAnon optaron por dejar pasar.
En agosto de 2019, la periodista Anna North, de Vox, explicaba que la muerte del magnate había generado una larga lista de teorías conspirativas que tomaban como base tres grandes preguntas que quedaron sin respuesta: por qué tenía tantos amigos acusados de acoso o abuso sexual (Trump y Clinton entre ellos), cómo hizo su fortuna y cómo fue salvándose de la prisión con el paso de los años.
“Lo de Epstein no me parece algo menor. Hubo una serie de críticas e indignación respecto de la primera condena, que fue muy leve y que tuvo a un fiscal de Florida que declaró en su momento que no había podido seguir trabajando en una condena más fuerte porque le dijeron que tenía vínculos con la Seguridad estadounidense. No se sabe si eso es verdad, pero lo dijo”, puntualiza Moreira. Para él, la indignación provocada por el episodio fue un elemento coyuntural que atrajo adeptos a las teorías de QAnon. “Se da también una idea de cierta moralidad que no aparece siempre en el conspiracionismo, pero sí en el conservadurismo. A cualquiera le puede parecer que la pedofilia es una de las cosas más atroces que pueden existir, y en este caso se incluye expresamente”, señala.
El valor del juego
Desde hace ya algunos años, en diversas áreas de la comunicación —incluido el periodismo— se habla del valor del storytelling, es decir, de la forma y los recursos utilizados para contar lo que se quiere comunicar, ya sea una proclama, una historia, una noticia o todas juntas. QAnon, a diferencia de otros movimientos, ha sabido aprovechar el storytelling y mantener entretenidos a quienes le prestan atención.
En setiembre de 2020, el diseñador de videojuegos Reed Berkowitz escribió un artículo para el Curiouser Institute en el que analizaba el aspecto lúdico de QAnon. “He trabajado en historias y juegos que pueden comenzar en una computadora y terminar en el mundo real. Ficciones diseñadas para sentirse lo más reales posible. Juegos que te enseñan. Rompecabezas que cobran vida alrededor de los jugadores. Juegos en los que cuanto más profundizas, más encuentras. Juegos con agujeros de conejo que te invitan al país de las maravillas y te atraen a través del espejo. Cuando vi a QAnon, supe exactamente qué era y qué estaba haciendo. Lo había visto antes. Casi lo había construido antes. Era el gemelo malvado de los videojuegos. Un juego que juega con la gente”.
Moreira señala que el “aspecto lúdico” de QAnon se ha vuelto fundamental: “Q no te dice ‘Hillary Clinton tiene esto, esto y esto, acá tienen la red de trata, acá están las reuniones con Soros y Bill Gates y acá se juntan con los bancos’. Lo que hace es tirarte pistas para que vos lo armes como un puzle. Es información parcial que se va llenando de a poco. Esa lógica enganchó también a gente que no creía en Q, pero que se interesaba por lo lúdico, o que no estaba tan convencida. Muchas personas que repetían cosas de Q creían que alguna afirmación podía tener sentido, pero otras eran un disparate”.
Y aquí también es que Trump juega un rol crucial. Durante su presidencia, el empresario hizo, sin nombrarlos, claros guiños hacia los seguidores de QAnon. En una reunión con jerarcas militares y sin contexto, Trump pronunció la frase “esta es la calma antes de la tormenta”. En una conferencia de prensa en agosto de 2020, fue consultado sobre QAnon. La respuesta del entonces mandatario fue: “No sé mucho sobre el movimiento, sólo creo que yo les gusto muchísimo y eso lo agradezco”. Luego, dijo que si podía “ayudar a salvar el mundo de problemas” estaba “dispuesto a hacerlo”. A lo largo de su presidencia, Trump compartió varios tuits sobre QAnon en su cuenta personal y logró posicionar en Georgia a Marjorie Taylor Greene, una seguidora de QAnon que en las elecciones de noviembre de 2020 resultó electa diputada.
“Si te fijás en el contenido de QAnon, dice que hay una conspiración del Estado Profundo que resiste a Trump y está ahí para proteger a una élite de pedófilos, que al final del día quieren destruir la moral de la nación estadounidense para dividirla. Entonces Trump aparece como un personaje heroico que pelea contra esa élite. La estructura de ese pensamiento es muy parecida a una especie de juego de acertijos que se da en una plataforma virtual anónima”, dice el politólogo Delacoste.
Y es que dos de las principales influencias de Q también tienen mucho que ver con esta cuestión lúdica. En primer lugar está la novela Q, de Luther Blissett, editada en 1999. Blissett no es una persona, sino el seudónimo de un colectivo de artistas y activistas italianos que realizaban intervenciones enfocadas en la guerrilla comunicacional. Generalmente inventaban falsos hechos violentos, lograban llamar la atención de la prensa y una vez que algún medio los daba por ciertos, los desenmascaraban mostrando el detrás de escena. El caso más recordado ocurrió en 1995, cuando enviaron a los medios un video de un supuesto asesinato en un rito satánico. Una vez publicado, dieron a conocer la filmación completa, donde se mostraba que todo había sido una performance. Años después, Luther Blissett publicó la novela Q, en la que un informante anónimo en la Europa del siglo XVI realiza tareas de espionaje para luego entregarle información a un cardenal.
En segundo lugar está Cicada 3301, una organización que en 2012, 2013 y 2014 publicó tres retos en 4Chan que consistían en puzles con componentes de ciberseguridad, criptografía y esteganografía.
Estas influencias se combinan con el comportamiento de los usuarios de foros como 4Chan, Reddit y 8Chan. Q tuvo presencia en los tres, hasta que se quedó para nunca irse en el último.
QChan
Hasta la salida de Q: Into the Storm, hubo serias dudas sobre quién o quiénes estaban detrás de Q. Los seguidores de QAnon, por supuesto, mantienen que es alguien que forma parte de la inteligencia del gobierno estadounidense y es muy cercano a Trump. En su momento, se manejaron los nombres de Steve Bannon (exjefe de campaña de Trump y fundador del sitio Breitbart News), el general Michael Flynn (exdirector de la Agencia de Inteligencia de la Defensa), Roger Stone (asesor de Trump y de varios dirigentes republicanos desde la época de Richard Nixon) e incluso el del propio Trump.
Luego aparecieron los Watkins. El foro 8Chan fue creado por el desarrollador estadounidense Fredrick Brennan en 2013. Un año después, Brennan se mudó a Filipinas y le vendió el foro al empresario Jim Watkins, que quedó a cargo del desarrollo y la administración junto con Ron Watkins, hijo de Jim y también programador. En 2016, Brennan renunció a su cargo en 8Chan y en 2018 cortó su vínculo con los Watkins.
Jim Watkins es un exmilitar que trabajaba como reclutador e hizo su fortuna creando, en la década de 1990, una empresa de alojamiento de sitios web internacionales bajo las leyes de libertad de expresión estadounidenses. Aunque se describe como una persona que no está muy interesada en la política, Watkins es visto a menudo con una gorra con la consigna trumpista make America great again, llevó adelante un sitio de noticias llamado The Goldwater con un enfoque claramente político y pro Trump y fundó un comité de acción política llamado Desarme del Estado Profundo y destinado a financiar, durante las elecciones de 2020, a los candidatos republicanos que apoyaran el movimiento QAnon.
En Q: Into the Storm, Hoback realizó varias entrevistas entre 2018 y 2020 con los Watkins. A lo largo de estas, encontró varias contradicciones en el discurso de padre e hijo. Si lo más claro son esas menciones de Jim a su bajo interés en la política, el caso de Ron es el más llamativo. Hoback les preguntó a ambos si eran las personas detrás de QAnon y lo negaron reiteradas veces. Sin embargo, Ron dio algunos detalles que parecen indicar que sabe más de lo que dijo.
Tras las elecciones estadounidenses del 3 de noviembre de 2020, Ron Watkins se convirtió en una de las caras más visibles de quienes aseguraban que había habido fraude electoral. Watkins dio entrevistas en varios canales de televisión partidarios de Trump, explicando el supuesto fraude que se hizo con el software utilizado para contar los votos. En el último episodio del documental, Hoback y Ron Watkins tienen una videollamada para hablar sobre este tema. El cineasta dice que para descubrir la identidad de Q debe ir a los motivos. Entonces, se dirige a Ron: “Tú tienes motivos. Tirar abajo los medios convencionales, despertar a las masas y hacerle llegar a la gente información que no obtendría de otra manera”. Ron Watkins le responde que eso es lo que está haciendo en ese momento a través de su cuenta de Twitter. “Pasé diez años haciendo este tipo de investigaciones anónimamente, ahora lo hago públicamente, esa es la única diferencia. No vayas a pensar por un segundo que los hilos en el foro de política no era yo investigando”, añade.
Esas declaraciones de Watkins se contradicen con muchas de las respuestas que le había dado a Hoback en entrevistas previas, en particular cuando manifestaba que no era usuario de 8Chan, sino que sólo mantenía el sitio. “Nunca publico mucho, a veces sólo publico como administrador”, dijo en su primera entrevista con Hoback. En cambio, en la entrevista final, filmada a fines de 2020, tras las elecciones, dice: “Fueron tres años de entrenamiento de inteligencia, enseñando a los normies a hacer trabajo de inteligencia. Es básicamente lo que estaba haciendo antes, pero nunca como Q”. Ahí hace una pausa, empieza a reírse de forma nerviosa y repite: “Nunca como Q”.
Es muy probable que el primer Q, el que publicaba en 4Chan, no estuviera vinculado directamente con los Watkins. De hecho, algo que deja en claro el documental es que en algún punto de 2018, la forma de escribir de Q cambió ostensiblemente.
De todos modos, es difícil creer que los Watkins estuvieron detrás de Q en solitario. En primer lugar, una exempleada de Jim Watkins acusó a Roger Stone de haber financiado el sitio The Goldwater. En segundo lugar, los Watkins recibieron ayuda de Steve Bannon cuando tuvieron que declarar ante el Congreso, en 2018, luego de una serie de tiroteos masivos que tuvieron un vínculo claro con 8Chan: el foro fue el lugar donde los asesinos publicaron sus manifiestos y donde los demás usuarios alentaron en tiempo real las masacres.
Q dejó de publicar el 8 de diciembre de 2020. Trump perdió las elecciones, Joe Biden asumió la presidencia de Estados Unidos y el Congreso se prepara para reformar la Sección 230, un articulado que forma parte de la Ley de Decencia de las Comunicaciones, de 1996, que durante los últimos 25 años sirvió para que las empresas de internet no tuvieran responsabilidad penal por lo que se publica en sus plataformas. Parece el fin de 8Kun y de Q. Pero es incierto si será el fin de los seguidores de QAnon.
El 4 de mayo, Trump lanzó su propia plataforma, From the Desk of Donald J Trump, en respuesta a su suspensión de Facebook y Twitter. Millones de seguidores lo esperaban, y entre ellos se encontraban los que también esperan el regreso de Q, añorando una “tormenta” y un “gran despertar” que se les promete hace años, pero sigue sin ocurrir.