La tranquila plaza de la ciudad de Rosario recibe un muy buen sol desde temprano y es un lugar ideal para arrancar el recorrido en uno de sus bancos, comiendo algo dulce comprado en la panadería de enfrente. Al alejarse unas cuadras de la plaza, por la calle Grito de Asencio en dirección al este, se llega al puente sobre el arroyo Colla. La orilla está salpicada de piedras y bordeada por una zona de parrilleros con un césped ideal para sentarse a ver pasar la corriente y observar algunas aves que suelen moverse siempre cerca del agua.
Un biguá se sumerge con regularidad en busca de peces en la corriente. Su plumaje no es impermeable como el de otras aves acuáticas, por lo que luego de una larga sesión de nado deberá posarse un rato con las alas abiertas al sol para poder secarse las plumas. Mucha gente lo llama “pato”, pero en realidad su pico duro y cortante, diseñado para la caza de peces y anfibios, lo identifica como perteneciente al grupo de los cormoranes.
Los Aegla, estos invertebrados que algunos llaman “cangrejo tanque”, recorren el fondo del río comiendo restos de plantas y animales.
Desde otra zona de la orilla nos llega claramente el chasquido que emite el martín pescador mientras vuela, y llegamos a verlo justo cuando se posa en una rama alta, bien sobre el agua. Desde allí vigila atentamente y percibe hasta el más mínimo movimiento entre la corriente. Cuando un brillo plateado le confirma la presencia de un pez, sale disparado rompiendo la superficie del agua con las alas plegadas y el pico que abre el camino. Un segundo más tarde emerge con la presa atrapada.
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El Colla sigue fluyendo, y si lo seguimos corriente abajo nos vamos a encontrar con el punto donde se une al río Rosario, que es más grande, con un mayor flujo de agua, y va serpenteando su camino entre chacras y tambos hasta desembocar en el Río de la Plata.
Su forma fina y alargada ayuda al Gymnotus a moverse entre ramas y plantas.
El Rosario es un río importante del departamento de Colonia, su longitud total es de unos 80 kilómetros. Nace en la Cuchilla Grande, muy cerca del límite con el departamento de Soriano, y va creciendo lentamente hasta cruzar la ruta 1 camino a su desembocadura.
En tiempos pasados la importancia de su cauce, que permitía una buena navegación, le dio un papel destacado en el comercio local, con varios atracaderos y puertos a lo largo de su camino.
La cuenca del Rosario se encuentra en una zona muy productiva del departamento. Descendientes de inmigrantes de varios países tienen allí emprendimientos, en general medianos, que hasta hace poco no habían causado una contaminación relevante en las aguas locales, pero que en los últimos tiempos han aumentado el vertido de agroquímicos y generado cierto impacto.
Como en otras especies de castañeta, en esta variedad, la castañeta gymnogenys, el macho es más intensamente colorido que la hembra.
Tal vez uno de los mayores cambios que la presencia humana le ha causado al río es la invasión de flora exótica que amenaza con desplazar a muchas especies vegetales autóctonas. Como en otras zonas del país, los ligustros se extienden por la orilla y toman el lugar de árboles que antes eran parte del monte ribereño. La invasión de esta planta asiática se ve favorecida porque produce racimos de bayas que les gustan mucho a las aves, que después de digerirlas dispersan naturalmente sus semillas y así generan nuevos brotes de manera constante.
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A pesar de la presencia de plantas invasoras, ceibos, mataojos blanquillos y algún cedrón de monte resisten y marcan su presencia en las márgenes del río, junto con totoras y plantas acuáticas típicas de la orilla. Entre ellas se pueden ver ratoneras, gallinetas y alguna garza buscando comida. Un pequeño grupo de pollas de agua pasea entre la vegetación orillera, picoteando al pasar algunos tallos y brotes, aunque también comen insectos, larvas y renacuajos.
Toda la vida del lenguado transcurre sobre el fondo del río. Sólo se distinguen sus ojos sobre el cuerpo color arena.
Pocos minutos después de una breve persecución entre dos pollas, tal vez una rivalidad por cuestiones reproductivas, se pudo ver la cópula de una pareja de esa especie entre las plantas flotantes. La hembra pondrá luego en el nido unos seis o siete huevos que incubará durante unas cuatro semanas hasta que nazcan los pichones.
En esta misma zona, con abundancia de plantas y camalotes, fue posible observar o escuchar algunas ranas, en particular la ranita gato, una especie fácilmente reconocible por sus llamadas, que suenan casi como un maullido.
Por algunas huellas encontradas al caminar entre el barro se adivinaba la presencia de lobitos de río y probablemente de mano peladas en el monte, aunque no tuvimos la suerte de ver a estos tímidos mamíferos a plena luz del día. Pero justamente, buena parte de la riqueza de fauna que ofrece el río se encuentra escondida, oculta bajo la superficie del agua.
Las cópulas de las aves, como estas pollas de agua, en general son muy breves para no quedar muy expuestas al ataque de predadores.
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Entre los troncos y las ramas sumergidos cerca de la orilla se puede ver una especie de castañetas de cuerpo alargado, con los flancos adornados por colores brillantes. Estas castañetas tienen una interesante forma de reproducción. Ponen huevos sobre una piedra o un tronco, como muchas otras especies similares, pero en el momento en que los pequeños alevines emergen del huevo, la hembra los toma en su cavidad bucal y los guarda allí por unos días, hasta que estén listos para nadar y buscar su alimento.
Muchas veces la madre los libera cerca del suelo para que busquen comida, pero si ve que hay peligro cerca, los mete de nuevo en la boca, absorbiéndolos como si fuera una aspiradora. Finalmente, cuando las crías crecen mucho, la hembra las deja ir definitivamente y las pequeñas castañetas comienzan su vida independiente. Esta estrategia reproductiva se conoce como “incubación bucal” y es usada por muchos tipos de peces en todo el mundo.
La ranita gato es un pequeño anfibio fácil de oír, pero difícil de ver. Es pequeño y se esconde muy bien entre la vegetación.
Siempre pegados al fondo, se encuentran los lenguados, que viven contra el suelo, donde su propio color los hace confundirse con el fondo arenoso. Hay especies de mar y de río y todas tienen los dos ojos del mismo lado del cuerpo, lo cual les da una apariencia única entre los peces. Quietos sobre el sustrato, pasan desapercibidos para las tarariras y otros posibles predadores, mientras esperan pacientemente que pase algún pequeño pez, gusano o camarón para sorprenderlo y capturarlo de un bocado.
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Otros habitantes de las zonas más tranquilas del río, sobre todo donde hay camalotes o vegetación sumergida, son los peces eléctricos del género Gymnotus. Estos peces se mueven más bien de noche, por lo que para orientarse en la oscuridad han desarrollado un mecanismo biológico increíble.
Es común la presencia de una gran cantidad de libélulas en torno a ríos y lagunas dado que sus larvas son acuáticas.
Con unos órganos dispuestos a lo largo de su cuerpo, este pez emite un pulso eléctrico débil, que no alcanza para transmitir una descarga a otros animales, como sí sucede con la anguila eléctrica del Amazonas. El suave pulso del Gymnotus le sirve para poder leer su entorno y evitar ramas y rocas cuando nada en la noche. El campo eléctrico que el pez genera a su alrededor se distorsiona cuando se aproxima a los objetos que lo rodean, y una serie de sensores eléctricos que también tiene en su cuerpo le permiten captar esta información, interpretarla y elaborar un mapa de su entorno mientras se mueve. Su lectura eléctrica de la realidad también le permite descubrir los pequeños gusanos y larvas de los que se alimenta.
El Rosario es un río con una gran diversidad biológica. Con la invasión parcial de las especies de plantas introducidas y algunas señales de contaminación en sus aguas, se hace necesario tomar conciencia de la necesidad de trabajar para su conservación y la del monte nativo y su fauna. Las medidas para protegerlo deben contemplar tanto las poblaciones que viven en su paso, como los productores que desaguan residuos productivos en sus aguas.
En parejas o en grupos, el pato barcino es una presencia frecuente en cuerpos de agua, emitiendo un sonido breve y aflautado mientras nada.
Este tipo de ambiente, que es el hogar de fascinantes plantas y animales, es también lugar de interés turístico y recreativo, punto de pesca, vía de transporte y de abastecimiento de agua. Toda la sociedad tiene para ganar con su conservación.