Día I: marihuana, industria y la consolidación de ocho años de historia

“Está dando flor”, asegura con confianza el punchline de la octava edición de la ExpoCannabis Uruguay. Emplazada en el Centro de Eventos del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU), en Carrasco, a 25 minutos del centro de la ciudad, la feria muestra el costado más profesional de la movida del cannabis uruguayo y, también, el peso de la experiencia. Con ocho años de regulación encima, Uruguay se yergue como una de las plazas imprescindibles en la cosmovisión de la marihuana legal y, a la sazón, la ExpoCannabis articula su labor como gran ordenador de una industria en constante desarrollo.

El día uno muestra la fiebre y el calor, la curiosidad y el vicio, la manija y la intensidad. Por ahí, un grupo de chilenos apura el paso para ingresar al predio y unos periodistas muestran sus credenciales bajo la mirada chinchuda del personal de seguridad. Enseguida, la aparición del influencer cannábico Facu Santo Remedio, host de la serie documental Legal, invita al código universal de la buena onda: posa para una foto, saluda con abrazo, sonríe a todos y le da un mordisco a un sánguche vegetariano.

Mientras tanto, en el cenit de la tarde, el dinámico Lucas Crivilone, de CPlant, compañía uruguaya que logró hacer una de las importaciones de cannabis legal más grande de los últimos tiempos, ofrece un trago a los presentes. Más allá, un círculo de pibes exuda un perfume floreado y, de allí, se oye una conversación indistinta en torno a los papelillos de arroz sin pegote, el precio de la comida y vaya a saber qué churro.

Foto del artículo 'Semillas y emprendedores: la ExpoCannabis'

Foto: Agustina Saubaber

“Tenemos a un rasta haciendo ravioles”, sorprende intempestivamente Damián Larzábal, de Montevideo Indoor Coffee Shop y Montevideo Indoor Grow Shop, detrás de una cortina y con una sudorosa lata de IPA 420 Green Crack entre sus dedos.

—¿Ravioles? ¿Acá? ¿De verdad?
—Sí.
—¿Posta?
—Mirá —dice, y muestra una máquina para hacer ravioles y una olla con una pomodoro bien colorada.

Al toque, Mariano Duque Velasco, de BSF Seeds, uno de los bancos de semillas más gravitantes del mundo cannábico, convida generosamente un porro tan grande como un dedo de King Kong. Como siempre, Mariano se pasea regalando enérgicos saludos y comprimiendo una involuntaria estirpe de rockstar. “Bienvenido, brother. Aquí estamos para lo que necesites”.

Didácticos, Juan, de Tambo Farms, y Silvana, su socia y compañera, explican a los visitantes —uno a uno, uno a uno, uno a uno— el valor del living soil, los suelos vivos, su mayor experticia. “Vengo de fumar un Tutankamón THC 35%”, desliza con naturalidad. Juan, el hombre más parecido a Jack Black en la faz de la Tierra, le da un sorbo al mate y sigue: “Nosotros presentamos un producto 100% orgánico”.

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Foto: Agustina Saubaber

Y entre los protagonistas más llamativos de la feria, una planta de un poco más de un metro que yace en el stand de H2h Hidroponia, el proyecto familiar que desde 2012 se especializa en sistemas hidropónicos. ¿Hidroqué? La hidroponia es una técnica para cultivar plantas sin tierra y con nutrientes disueltos en el agua.

—Esta planta tiene un mes —afirma Horacio, de H2h, señalando a la espléndida bestia.
—¿Cómo un mes?
—¡Con hidroponia! —retruca con seguridad y algo de comedia.

En el patio, mientras algunos apuran un bocado, otros pasean a sus mascotas (detalle no menor: la ExpoCannabis es pet friendly), otros prenden un porrito y otros sólo apoyan el culo en el verde césped, el periodista brasileño Wagner Bordin, director del sitio especializado en cannabis Weederia, y el cocinero Caio Cezar, de Cozinha 420, conversan sobre los cultivadores argentinos, Diego Armando Maradona y el valor de la Revista THC. “Siempre me llamaron la atención las personas que enviaban fotos con sus plantas”, confiesa Caio a propósito de las imágenes de los lectores acompañados de sus macetas, plantines y cultivos. “Son geniales”, refuerza.

Entre los stands del sector medio de la Expo, unos gamers se agolpan para jugar con un arcade del Pac-Man Plus y, de fondo, se estrolan con el grito coreográfico de los Tambo Farms celebrando a un pibe lleno de volutas de humo: “Don’t panic! It’s organic!”. Sobre el margen de los stands comerciales, el español Albert Finch, de Zanatta, la empresa brasileña que comercializa estufas agrícolas y brinda soluciones en coberturas, dice: “Hemos hablado con clientes. Estamos armando mercado, a ver si conseguimos nuevos negocios”.

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Foto: Agustina Saubaber

Durante la tarde hace un calorcito lindo, primaveral: de abrigo y pantalón corto. En la transición de un sector a otro suena “Under My Thumb”, de The Rolling Stones, y varios de los presentes celebran el gesto. De nuevo en el patio, el multifacético Martín Buscaglia cierra su show al aire libre con aplausos y la mascota de Ojitos Rojos, empresa de venta de semillas, regala bolsos, remeras y llaveros. La gente se agolpa, la mascota baila y un cebado se tienta indiscretamente con una remera que cae al piso. Matanga, dijo la changa.

Concentradísimo, el tatuador Martín Lawlor pinta con marcadores al agua unas zapatillas Converse Chuck Taylor con el logo de RAW, la empresa de papel para fumar. “Quedan nacidos”, se ensancha el ilustrador. Y promete: “Mañana vamos a pintar unas Nike Air Force”. En uno de los córners, un sobrio stand de la Junta Nacional de Drogas ofrece información sobre cuidados para el consumo y otorga tips de prevención. Aquí, el Estado está presente. “Queremos que los usuarios tengan información para que, en caso de que lo elijan, puedan consumir de la mejor manera posible”, comenta Denisse De Moraes, una de las especialistas técnicas de la Junta.

Baja el sol, llegan las despedidas. Este día inaugural dio muestras consolidadas de que, en Uruguay, a su modo y con sus petates, la cosa funciona. Y que, por lo demás, su comunidad cannábica, bajo ese lazo invisible que une al primero de los ciudadanos de a pie con el último de los empresarios, es lo más imprescindible de todo. “¿Vienen mañana?”, pregunta Facu Santo Remedio. Y los presentes asienten con la cabeza.

Día II: avanzada brasileña, récord de público y la semilla que cruzó el charco

Tronar de tambores afrouruguayos. Tum, batumba, tum. Un conjunto musical vestido de blanco va abriéndose paso lentamente entre la muchedumbre. En el ingreso, hay curiosos y hay cholulos. Hay olor a porro y hay mucha, mucha más gente que el primer día.

Una vez adentro, la presencia omnisciente de Lelen Ruete, ícono de la moda rioplatense y fotógrafa cannábica, ofrece algunos de sus pañuelos. Posa para una foto, muestra su look, saluda con besos. Por ahí, entre un pasillo y otro, Edgar Allan, el payaso de Lion Rolling Circus, se florea con su estirpe señorial y retorcida. En el escenario, el show en vivo de Dostrescinco sorprende a una pareja de europeos y, más allá, en el sector gastronómico, unos pibes se lastran una hamburguesa con papas y se quejan del precio. “No está tan buena, bo”.

Patio lleno, culos apoyados en el pasto. Acá no entra un alfiler. Un grupito de jóvenes que abandona el cielo azul se refugia dentro de la Expo y se echa a descansar en el stand del banco de semillas Poison Seeds. Aquí se camina, se conversa y, cuando se puede, se le da mecha. “Qué de más”, celebra una piba, asintiendo con la cabeza.

De nuevo en el patio, los ilustradores Agustín CE y Guillermo Fernández Villa se rompen un dibujo cósmico y psicodélico. “Hay pocos fumando porro”, refunfuña alguien al pasar. Se oyen conversaciones indistintas en portugués. Una, dos, mil. Mientras tanto, Wagner Bordin cuenta que hubo convoyes que arribaron en bus desde Florianópolis y San Pablo exclusivamente para la Expo.

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Foto: Agustina Saubaber

Cerquita, algo llama la atención de unos curiosos que pululan por la zona: es la histriónica dupla de Tambo Farms mostrando el tamaño y las vetas de unas semillas Jack Skellington, una de las gemas de su autoría. De su boca: “Estas semillas llegaron a la Argentina, pero sin que yo sepa. Allá las bautizaron como Tambo Jack, en honor a Tambo y, bueno, a Jack Black”.

Entre las novedades, el stand de Twenty Four K, un proyecto de indumentaria sustentable. “Creamos prendas con diseños que remiten al cannabis, al cucumelo y al éxtasis”, cuenta el brasileño Breno, dueño de la marca, quien está debutando en la Expo y, además, está transitando el segundo día de vida de 24 K. Y, por muchas razones, anda contento: en este kick off ya vendió más de 70 remeras (a un precio promedio de 1.500 pesos uruguayos) y se lució con su producción de algodón y cáñamo (al 5%).

En los nexos que juntan un sector con otro se desliza plácidamente un joven vestido de Jesucristo. “¿Me puedo tomar una foto con vos, Jesús?”. Clic, flash y bendiciones. Más allá, un grupo de pibes ostenta una de las máximas curiosidades de la Expo: un helado con chips de chocolate y una madeja de churros alrededor.

—¿Esto se suele comer en Uruguay? ¿Es usual?
—No, la verdad que es la primera vez que lo vemos en la vida.
—¿Dónde lo compraron?
—Allá.

Allá: el dedo apunta al carrito de El Helado Más Churro, un emprendimiento gastronómico juguetón que mezcla crema helada con churros (no, esos churros no, los comestibles). “Los venden en México y en Estados Unidos. Nosotros somos los únicos que los hacemos en el país”, confirma Marcelo, su dueño. “Son ideales para el bajón”.

Sentado en un banquito, Leonardo Rebelo, director de Flor de Minas, un pequeño proyecto de cannabis medicinal de Minas Gerais, narra el periplo que tuvo que encarar para llegar a la Expo (Minas Gerais, Río de Janeiro, Floripa, Chuy, Montevideo) y cuenta los padeceres de su hijo con convulsiones y su padre con cáncer. Y cómo, mediante el aceite de cannabis, logró ayudar a mejorar la calidad de vida de ambos.

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Foto: Agustina Saubaber

Por ahí, pegadito al stand de BSF Seeds, Matías y Lua, de MatCa Films, preparan las cámaras, los lentes y las baterías. “Vinimos para filmar un documentalcito de tres minutos con todo lo que está pasando en la Expo. Va a ser un recorrido a través de toda la muestra, con nuestra mirada intoxicada”, asegura Matías. Y sigue: “Es increíble todo esto”.

Al lado, tras unas cortinas, en un pequeño reservado de BSF Seeds, Mariano Duque Velasco pasa unos temas. Suena “Akapelinho”, del rapero venezolano Akapellah, y todas las cabecitas se mueven a su compás. Allí mismo, sentada en unos sillones, la mexicana Polita Pepper, managing director de Cannativa, un proyecto de educación integral de la planta como alternativa terapéutica, celebra la existencia de la Expo y se sulfata con algunos bemoles políticos de su país. “La educación es transformación social”, sentencia.

En tanto, mientras algunos desensillan, Mariano abandona las bandejas y los periodistas presentes miran con cariño un shawarma bien sazonado, una voz en off anticipa el ocaso: “Queda finalizada la segunda jornada de la ExpoCannabis. Nos vemos mañana”. Y, casi como un acto reflejo de chicos, como una respuesta automática a ese pedido que nadie quiere abrazar, un puñado de adultos enrolla un porrito y grita al unísono “¡nooo!”, como un llanto, como una súplica, como una irremediable agonía final.

Día III: flash tattoos, chupitos de gin cannábico y show de Peke 77

Una lluvia finita pero molesta no impide que un grupo de pibes sostenga su marcha cansina para ingresar al Centro de Eventos del LATU. Unos periodistas muestran su chapa; ahora ya nadie les pide tanto biri biri. Es el tercer día de la ExpoCannabis Uruguay y esta enorme plataforma de información sobre cannabis y cáñamo está llegando a su fin.

Calaveritas, manitos, cuchillitos, porritos, filtritos. En el stand de Papelito, marca brasileña de papeles, tips y filtros, un flaco estira la mano con la palma hacia arriba esperando los pinchazos, la tinta y su anécdota grabada en la piel. Ahí, el tatuador Kabe baja la aguja y cuenta: “Este es mi tatuaje número 49 de la Expo”.

Pintaron los flash tattoos y todos fueron adjudicados por sorteo. “¿Me podés hacer uno?”, se tira el lance Javier Hasse, CEO de El Planteo, medio argentino especializado en cultura verde, un poco sobre la hora, entusiasmado por el mood. “No tengo más insumos”, responde el artista. Y no, no hubo tongos ni acomodos: Hasse volverá a su casa con la piel en las mismas condiciones que antes.

Más allá, el staff de Ojitos Rojos prepara su faena llena de jolgorio. Ya se vienen nuevos regalos, el acoso de la turba iracunda, algún baile desconcertante y genial y uno de los gestos de marketing más interesantes de la Expo: una mascota que hace mover el esqueleto, llama la atención y premia el revoleo de cintura con algún chiche.

Campo abierto, césped húmedo, fútbol tenis: una pareja de pibes desafía a unas pibas con pinta de que la mueven. Profecía autocumplida: sí, la re mueven. Los pibes se defienden, pero las pibas la rompen. El espectáculo es lindo de ver y varios transeúntes menguan el paso para cuchichear al respecto.

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Foto: Agustina Saubaber

Sobre el escenario, el show de F5 invita al movimiento. Y, casi como con un hechizo, gracias a su candombe electrónico, el público cambia de piel y convierte el espacio en una suerte de rave cannábica y rioplatense. “Aguante el candombe”, dice uno de los músicos mientras una cinta con la leyenda “Barrio Sur”, cuna de una de las principales manifestaciones culturales de la ciudad, le atraviesa el torso. Sigue la lluvia, continúa el agite. Un dron sobrevuela el ambiente y los presentes se mantienen en trance con el sonar de los tambores.

En el sector medicinal, un stand del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca yace entre folletos e información sobre licencias de operación de cannabis no psicoactivo. “Este año viene bien, ha crecido bastante. Se otorgaron 147 licencias nuevas”, describe José Luis Vivanco, asesor técnico del ministerio.

“Acá andamos, tranquilazo, esperando el show”, cuenta Peke 77 en la antesala de su presentación. Es la primera vez que el trapero pasa por la Expo y su presencia le dará fin a esta octava edición. “Me parece que a la gente le va a gustar el show. Ahora estoy implementando un estilo nuevo, para cambiar un poco. Saqué dos canciones con este estilo y se vienen muchas más. Está pintando un poco más de seriedad y realismo”, continúa.

Pero antes, llega el momento de las premiaciones y hay galardones para Papelito, H2h Hidroponia, BSF Seeds, entre otros. “Nos dieron una distinción como uno de los mejores stands. No ganamos el primer premio, pero no importa. Acá lo importante es estar en la Expo. Venir y estar. Cuantos más seamos, mejor. Todo el evento salió increíble y esta es como mi casa”, explica Rolo, representante de BSF Seeds Uruguay.

Suenan “Pistola II”, “Tamo lindo” y “Otra vez”, de Peke 77, y súbitamente unas enormes pelotas playeras toman el protagonismo del momento. El público se enciende y un representante de Cripi Grow comienza a revolear unas semillas de OG-Kush, entre otros detalles, desde la tarima.

Así las cosas, una estela rosa surca el cielo, termina el show del joven trapero y el público, lentamente, comienza a retirarse. Hay algunos “nos vemos el año que viene”, hay una banda de “estoy re loco”. De pronto, como una tromba, la enérgica Meche Ponce de León, organizadora de la Expo, invita a los pocos sobrevivientes a pasar a la VIP. Convida unos shots de gin Libertad con terpenos cannábicos y, entre abrazos, despedidas y balances, con más de 20.000 visitantes encima, propone un brindis íntimo, celebratorio, concluyente, final: “Por la abundancia de la planta. ¡Salud!”.