Muchas veces vemos entornos en los que la fauna se empeña en mantener su presencia aunque las malas condiciones nos hagan pensar que es muy difícil que la vida florezca en ese paisaje.
El arroyo Carrasco lleva en su impronta el carácter de frontera, de límite. Por un lado, separa geográficamente Montevideo y Canelones, los dos departamentos más poblados del país. A su vez, es testigo de grandes diferencias económicas y sociales entre poblaciones que se asientan a sus márgenes. Y para sus habitantes biológicos marca una vida siempre al límite, con valores de contaminación del agua, presencia de basura y parámetros químicos que hacen un reto la supervivencia en estas aguas.
Después de que nace en la cuchilla Grande, el arroyo Carrasco termina desembocando en el Río de la Plata tras recorrer alrededor de 16 kilómetros. En la cuenca de este arroyo habitan unas 300.000 personas, asentadas en zonas muy desiguales en cuanto a lo económico y lo social, y hay tanto barrios de alto poder adquisitivo como asentamientos que carecen de servicios.
A lo largo del arroyo se despliegan emprendimientos rurales, sean de frutas y verduras, de cereales, campos para forraje o establecimientos avícolas, y además hay actividad industrial. A esto se suma el vertido de residuos domésticos de muchos pueblos y barrios, que marca otra fuente de contaminantes. Por todo esto, el arroyo Carrasco arrastra buena cantidad de basura al mar, lo que muchas veces produce acumulación de desechos en las playas. Se han realizado jornadas de limpieza por parte de organizaciones ambientales y ambas intendencias toman regularmente medidas para reducir la contaminación, pero no ha aparecido aún una solución permanente para el problema.
A pesar de las condiciones del medioambiente, que están muy lejos de ser ideales, hay buena oportunidad de encontrar interesantes ejemplos de nuestra fauna en esta zona, especialmente después de que el arroyo cruza la rambla y toma una larga curva sobre la arena de la playa antes de desembocar finalmente en el Río de la Plata.
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En cuanto a aves, hay una gran abundancia, sobre todo de especies adaptadas al medio acuático, como gaviotas, teros, biguás, garzas, chorlitos y patos. Cuando el arroyo hace la curva sobre la playa, acercándose lentamente al mar, se forman dunas en las que se puede encontrar con frecuencia algunas rapaces esperando que la marea traiga comida. Muchos pescadores tiran en esta zona sus descartes y el producto de la limpieza de las vísceras de los pescados capturados. Se puede ver, entre otras especies, gaviotas capuchas café, que nos muestran en el color de su cabeza el grado de madurez de cada ejemplar y si están en momento de reproducirse.
A veces se ven grupos de varios caranchos recorriendo la arena en busca de algún pescado muerto o una imprudente culebra o lagartija. Son aves de dieta muy amplia y flexible, tanto pueden cazar presas vivas como comer carroña, restos de comida y hasta basura. Eso explica en parte lo amplia que es su distribución y la capacidad de adaptarse a todo tipo de ambientes.
Cada tanto surgen peleas por ver quién se adueña de un bocado, tratando de arrebatarle la comida a quien ya consiguió algo; entonces lo más frecuente es que el dueño de la cena vuele para irse a comer a un lugar tranquilo y sin tanta competencia.
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En la vegetación de la costa habitan varias especies de insectos y otros invertebrados, que a su vez atraen a otras aves no necesariamente tan ligadas al medio acuático. Se ven chingolos, calandrias y cada tanto la elegante presencia de los pecho amarillos, pájaros coloridos y de buen tamaño que siempre están vocalizando y manteniéndose en contacto entre los miembros de su grupo mediante el sonido. El macho y la hembra no tienen diferencias externas, son ambos de color pardo oscuro, salvo el pecho, que es de un amarillo brillante, lo que genera el nombre de la especie. Entre la vegetación acuática, generalmente en zonas de bañado, hacen sus nidos y crían a sus pichones. Casi siempre tienen a un miembro de la bandada vigilando en un árbol o un punto alto listo para avisar al resto del grupo si aparece algún peligro.
Una vez que el arroyo cruza la rambla, la orilla más cercana a la calle presenta mayor abundancia de vegetación, pero a la vez más presencia de basura. La orilla más cercana a la costa es más limpia, con dunas marcadas por leves matorrales, arbustos y flores de vegetación rastrera, entre los que se destacan los senecios, con sus flores amarillas como grandes margaritas y sus típicos tallos y hojas color gris plateado.
Entre las dos orillas, la superficie del agua es recorrida permanentemente por gallinetas, biguás, garzas y patos, mientras los desconfiados chorlos y grupos de teros prefieren mojar apenas sus pies mientras buscan algún invertebrado para comer.
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También hay reptiles interesantes en la zona, ya que entre las dunas aún puede hallarse la lagartija de la arena, que se esconde entre la vegetación o en troncos que trae la marea y sale a capturar insectos temprano en la mañana.
Es una especie pequeña, que crece hasta unos 14 centímetros y se reproduce enterrando sus huevos directamente en la arena. Los machos se distinguen por tener una serie de manchas azuladas a lo largo del cuerpo, que tiene una base color crema claro, muy útil para camuflarse en la arena. Es una especie que está reduciendo sus poblaciones en el país, ya que la costa ha sufrido muchas transformaciones por su uso por parte de los humanos y hay una pérdida de hábitat.
El reptil que apareció durante mi visita entre los restos de la resaca de la marea fue una colorida culebra de collar. Esta especie es muy reconocible por el color anaranjado de sus escamas, las tres líneas negras que corren a lo largo de su cuerpo y, sobre todo, por las dos bandas, una clara y otra oscura, que forman un collar que marca la división entre la cabeza y el cuerpo. Esta culebra se alimenta de otros reptiles, como pequeñas lagartijas y víboras ciegas, y se encuentra en casi todo el territorio, generalmente en zonas de pastizal abierto, pero también se la ve en costas de ríos y zonas costeras. Pasa buena parte del tiempo enterrada o escondida debajo de rocas y troncos, por lo que no es tan frecuente verla.
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En la franja costera habitan dos roedores de buen tamaño y cuyas huellas pueden observarse con cierta facilidad. Ambos se mueven en la zona de dunas con cubierta vegetal, que usan tanto para protección como para alimentarse. Entre los juncos y matorrales puede verse asomar tímidamente al apereá, sobre todo en las primeras horas de la mañana y cerca del atardecer. Buscan tallos y pastos tiernos para comer, pero permanecen siempre cerca de arbustos a los que puedan correr a esconderse si se sienten en peligro. A veces puede verse a las hembras caminando mientras son seguidas de cerca por alguna de sus crías, que pueden llegar a ser cinco. De tamaño mediano, pueden alcanzar los 26 centímetros de largo; de tanto pasar entre los pastos, los apereás dejan huecos en forma de túneles entre la vegetación, que dejan en claro su presencia.
Los tucutucus se encuentran también en la zona y es muy común ver en la arena los montículos que marcan la entrada de sus madrigueras, ya sean abiertas o cerradas con arena desde dentro por los propios roedores. Estos animales son bastante tímidos, por lo que es poco frecuente verlos, ya que pasan buena parte del día enterrados en sus galerías subterráneas, que pueden pasar la veintena de metros de longitud. Pueden fácilmente comer raíces y brotes desde abajo de la tierra, así que no es fácil adivinar cuándo saldrán a la superficie.
Después de recorrer por el día la desembocadura, queda claro que la naturaleza y la fauna en particular tienen una admirable resiliencia y muchas veces pueden superar entornos claramente desfavorables. Muchas especies no podrán adaptarse, dejarán el ecosistema y se trasladarán a zonas más amigables, pero las más adaptables buscarán la forma de seguir viviendo ahí o al menos de visitar temporalmente un ambiente alterado y con condiciones lejos de las ideales, lo que muestra que muchos animales son capaces de sobrevivir aun en ambientes signados por su impronta de estar siempre en el límite.