Invitadas a participar en el Primer Simposio de Uso Ornamental de Flora Nativa, partimos hacia el este, rumbo a Piriápolis. Nuestro destino era el Polo Educativo Tecnológico Arrayanes (dependiente de la UTU), ubicado a siete kilómetros de Piriápolis sobre el Camino de los Arrayanes.
Este árbol, el arrayán (Blepharocalyx salicifolius), es una especie de nuestra flora que vive en montes ribereños y sierras de todo el país. Pertenece a la familia de las mirtáceas, como la pitanga, el guayabo y el arazá, pero su fruto es aún más chico que el de la pitanga y no tan sabroso. Sus hojas tienen sabor mentolado y dicen por ahí que los indígenas lo utilizaban como dentífrico. Sobre esta especie escribió Serafín J. García:
Mucho antes de que tuviera ocasión de conocer y apreciar directamente su tierra gracia y su belleza frágil, érame familiar la inconfundible fragancia con que este simpático árbol nativo embalsamaba el monte en primavera y verano.
Yo no lograba darme cuenta, entonces, de dónde procedía aquel aroma fresco, suave y persistente a la vez, que sobreponiéndose a los demás olores vegetales, impregnaba por completo el aire con sus efluvios gratísimos, y que me producía al aspirarlo una dulce sensación de bienestar.
Atribuíalo a los distintos árboles en flor por entre los cuales me deslizaba, acicateado por mi infatigable curiosidad infantil. Pero al acercarme a unos y otros, comprobaba el error en que incurriera, pues ninguno de ellos exhalaba aquel singular perfume cuyo origen teníame intrigadísimo.
Y fue, como de costumbre, mi amigo Fausto Ruis, conocedor admirable de los más íntimos secretos de la naturaleza, quien me develó el misterio cierta tarde de diciembre, mientras le acompañaba en una de sus habituales incursiones al monte.
—¿Qué flor es la que da ese olor tan agradable? —le pregunté al verle aspirar con fruición una oleada de aquel exquisito aroma que la brisa acababa de traernos.
—¿Qué flor? Son miles de flores pequeñitas y escondidas las que le producen —me respondió sonriendo.
Arrayán proviene del árabe hispánico arrayḥán, y este del árabe clásico arrayḥān, y al parecer querría decir “aromático” o “siempre verde”, cualidades que le sientan bien, ya que sus flores son perfumadas, sus hojas, de sabor mentolado y mantiene su color verde intenso oscuro durante todo el año.
Blepharocalyx salicifolius
Nombre popular: arrayán.
Porte: árbol de 3 a 6 m de altura.
Hojas: simples, opuestas, de 3,5 a 5,5 cm.
Follaje: persistente.
Flores: en primavera, amarillas, pequeñas y muy fragantes, de 1 cm.
Fruto: baya globosa rojiza de 5 mm.
Usos: ornamental.
Fue muy curiosa la analogía que se nos presentó cuando íbamos en viaje a este encuentro con eje en lo ornamental y veíamos a los costados de la ruta los “ornamentos” de la cartelería publicitaria. Uno detrás del otro, ganando terreno, ocultando la belleza propia del paisaje. Seguros, hamburguesas, cervezas, inmobiliarias, jabones, “hay corderos, lechones, chivitos”, aberturas de aluminio y complejos hoteleros. Esa cartelería que ofrece un mundo “ideal” no permite ver la hermosura del que ya somos parte: praderas de canola con sus primeros granos, colas de zorro siguiendo la línea de los alambrados, chircas, espinas de la cruz, montes de eucaliptus, senecios, molles, caballos, vacas y algunas ovejas.
Luego de subir el repecho de Jaureguiberry, por la ruta Interbalnearia, visualizamos a lo lejos las sierras extendiéndose levemente onduladas sobre el horizonte plano. Algunas partes de la sierra que sobresalen simulan ser el tronco petrificado de un árbol cortado.
Así describía esta zona en 1895 Julián O. Miranda, autor oriundo de Maldonado, en un texto tomado del libro Nuestro país, de Orestes Araújo:
De la Sierra de Carapé, que limita por el norte el departamento de Maldonado, se desprenden varios ramales en distintas direcciones; uno de esos forma la sierra de las Ánimas, que cuenta con las mayores alturas que existen en este territorio; otro ramal de aquella sierra se interna también en el mismo departamento en dirección al sur, oblicuándose un poco al este, y va a terminar en un promontorio peñascoso, denominado Punta de la Ballena, que señala uno de los límites del espacioso puerto de Maldonado, cuyo extremo oriental es la Punta del Este.
Cerca de llegar a nuestro destino, el cerro Pan de Azúcar, con sus rocas grises encima, se divisa a lo lejos. A su lado otro cerro pequeño, tupido de vegetación y con varias palmeras que sobresalen como candelabros puestos a su alrededor. En palabras de Miranda:
Pan de azúcar... monte negruzco y notable por su aislamiento y regularidad de sus formas, algo parecido a una campana sentada boca abajo. Sus faldas son pedregosas y su cúspide, roma y lisa. No puede confundirse con ningún otro, por no haberlo ni tan alto ni parecido y su vista es de gran recurso para los navegantes que frecuentan la costa septentrional del río... Sus alrededores son sumamente pintorescos por la cadena de cerros que en ellos se encuentran.
El encuentro fue organizado por Vida Silvestre Uruguay, en el marco de su Programa de Educación Ambiental, y el Polo Educativo Tecnológico de la UTU Maldonado. La iniciativa surgió con la intención de aportar conocimiento científico, saberes tradicionales y experiencias en torno al uso ornamental de la flora nativa, con especial foco en la relación de la persona con el ambiente. Vida Silvestre se define como una organización sin fines de lucro “comprometida con el objetivo de encontrar soluciones prácticas a los desafíos ambientales”. Trabaja con instituciones estatales y organizaciones no gubernamentales mediante su programa Refugios de Vida Silvestre, que busca “generar una red de iniciativas voluntarias de conservación en predios privados”.
Entre los ejes temáticos abordados en el encuentro estaban el diseño y la ejecución de parques y jardines con especies nativas, el uso en el ornato público, nuestra variedad de flores, la producción de especies, su multiplicación y sus usos en ornamentación, arte y artesanías. Se habló en profundidad de nuestros helechos, de lo que se puede fabricar con el junco y la totora, y de nuestras trepadoras.
Una de ellas es el tasi o taso. Tiene entre sus características más llamativas el gran tamaño de su fruto y que este es comestible. Se puede consumir crudo o cocido —al parecer asado es como mejor queda—, también se puede conservar en almíbar luego de que se seca o preparar dulces. Produce además un látex pegajoso blanco con el que se hace ricota y pegamento.
Su nombre genérico, Araujia, fue asignado en honor al botánico portugués António Araújo de Azevedo (1754-1817), y el epíteto sericifera significa “que lleva seda”, en referencia a los pelos sedosos que rodean la semilla y que le sirven a la especie de transporte para sembrarse al volar con el viento. El fruto cuando está maduro cae y se abre, dejando salir al ejército de semillas negras que se dispersa.
Su cultivo es recomendado para atraer a la mariposa monarca (Danaus erippus). Tiene un rápido crecimiento de enredadera, tira guías de hasta cuatro metros y puede cubrir un dosel de árbol en dos o tres años. Sus flores son pequeñas, con forma de estrella y aroma agradable y suave. De noviembre a febrero florece y de febrero a abril fructifica.
Esta especie, nativa de América del Sur, fue introducida en Europa como planta ornamental y actualmente es considerada dañina, de ahí que uno de sus nombres comunes sea planta cruel. Es otro ejemplo de cómo una especie introducida fuera de su ambiente natural se convierte en invasora.
Araujia sericifera
Nombre popular: tasi, taso.
Porte: trepadora.
Hojas: simples, opuestas, triangulares.
Follaje: persistente.
Flores: hermafroditas, perfumadas, florece en verano.
Fruto: grande, ovoide.
Usos: ornamental, su fruto es comestible.
Nuestra flora nativa es muy diversa y se adapta a una gran variedad de ambientes, sin embargo el conocimiento de esto es muy escaso y son muy pocas las iniciativas de uso ornamental y producción de plantas, semillas o flores de plantas nativas. Proyectos como este pretenden darle visualización a este tema, que recién comienza a crecer en conocimiento.
Oscar Blumetto, integrante de Vida Silvestre Uruguay, coorganizador del encuentro, nos cuenta que al haber tanta diversidad y cosas lindas en nuestro país, generar esta actividad les pareció una buena manera de promover todo eso, con el objetivo también de que se deje de usar flora peligrosa para nuestros ecosistemas, porque son especies invasoras, y que se valore lo nuestro.
Para Aroma Ramos, la directora del Polo Educativo Tecnológico Arrayanes, el simposio “es una forma de difundir, validar, apreciar y también conservar nuestra flora nativa”.
Como parte del simposio se realizaron presentaciones de diferentes investigaciones, entre las que quisiéramos destacar la dedicada al lirio amarillo (Iris pseudacorus), una exótica invasora, originaria de Eurasia. El trabajo estuvo a cargo de una estudiante de una maestría del Centro Interdisciplinario para el Manejo Costero Integrado del Cono Sur, de la Universidad de la República, junto con la colaboración de dos alumnas de la Tecnicatura en Conservación y Gestión de Áreas Naturales, del Polo Educativo Tecnológico Arrayanes.
Esta especie se comporta como invasora y está incluida en la lista de especies prioritarias para su control del Ministerio de Ambiente. Los impactos del lirio tienen relación directa con la calidad ambiental del ecosistema, ya que compite con otras especies y les impide germinar y crecer porque compacta el suelo mediante la red de rizomas que genera y produce un elevamiento del terreno, con lo que genera un hábitat más seco.
En mayo de 2022 se conformó un grupo de trabajo participativo para controlar esta especie, integrado por vecinos, organizaciones no gubernamentales, centros educativos públicos y privados y representantes del gobierno y de organismos estatales. El objetivo de este grupo es desarrollar una herramienta para el manejo de especies a partir de un plan piloto en el área de amortiguación de la Laguna del Sauce. Otra de sus metas es planificar la restauración ecológica del humedal luego del control de esa especie.
Un buen sustituto de esta especie es la canna glauca o achira amarilla, que tuvo mención durante el encuentro y que Martín Morán, paisajista y uno de los expositores, nos comentó que es una buena opción, sobre todo para la interfase agua/tierra, ya que necesita algo más de suelo que el lirio.
La canna glauca es una planta nativa perenne, herbácea y rizomatosa, con tallos de hasta 1,5 metros de altura y que pertenece a la familia Cannaceae. Su epíteto glauca hace referencia al color verde azulado de sus hojas, glauca significa eso, “verde claro como el agua del mar”. El nombre canna proviene del hebreo caneh, que significa “caña”.
Canna glauca
Nombre popular: achira amarilla.
Porte: herbácea rizomatosa de hasta 1,8 m.
Hojas: glaucas, de 15 a 38 por 4 a 6 cm, lanceoladas.
Follaje: perenne.
Flores: flores de 10 a 12 cm de largo; durante la inflorescencia, de 40 a 45 cm de largo.
Fruto: cápsula elipsoidal papilosa de 3,5 a 4,5 por 2 o 3 cm.
Usos: ornamental.
Este encuentro buscó promover e intercambiar saberes a través de la presentación de experiencias de investigación, usos e intercambios. Uno de los objetivos era promover modelos de intervención amigables con la naturaleza que colaboren con el correcto funcionamiento de los ecosistemas y eviten su invasión por parte de especies exóticas. Acacia longifolia, Carpobrotus edulis y Cynodon dactylon también están consideradas invasoras y sin embargo se siguen plantando en lugares públicos.
Hubo, a su vez, visitas guiadas a algunos de los refugios de Vida Silvestre que están cerca de la zona. Así, fuimos a conocer el Laberinto de Flores Silvestres de Psamófila que se encuentra en el Polo Educativo Tecnológico Arrayanes.
“Esto empezó en el 2020 con fondos de capital semilla de la ANDE [Agencia Nacional de Desarrollo], apoyados por la Universidad Católica, el Centro Ithaka y Arrayanes, que nos permitió poner el proyecto acá”, nos cuenta Jeanine Beare, directora de Psamófila, emprendimiento familiar que se dedica a la producción de semillas nativas. “Para nosotros es un lugar de investigación en un 60%, y en un 40% de cosecha. Lo que más nos interesaba era ver qué pasaba con las plantas durante todo el año y eso es lo que vinimos a aprender acá”.
Jeanine nos cuenta que la idea era compartir y que se potenciara lo más posible el conocimiento de este tipo de vegetación, sobre el que hay tan poca información. “Acá en la UTU Arrayanes están los docentes, los estudiantes, la dirección. En la UTU hay carreras de guardaparques, de conservación de áreas naturales, de audiovisual, de carpintería, entonces el laberinto suma en los conocimientos de todas estas personas, que a su vez son multiplicadores o comunicadores de esto”.
El predio que le otorgó la UTU era un chircal que tuvieron que limpiar y rellenar. Buscando un diseño, llegaron a la idea del Laberinto de Flores Silvestres para sus canteros de producción de semillas de vegetación psamófila, un laberinto en el que se entra por un lado y se sale por el otro al llegar al centro, como dos alas de una mariposa.
Eran los inicios de la primavera y los canteros explotaban ya de flores. Una de las especies que tenían mayor destaque, ya que había muchas y su flor blanca resaltaba entre los verdes, es la Petunia axillaris, la petunia blanca o coroyuyo, según nos leyó Jeanine en un libro antiguo, que es la planta insignia de Psamófila.
El epíteto axillaris alude a la disposición de las inflorescencias en las axilas de las hojas. Esta especie pertenece a la familia de las solanáceas, como el tomate. Es endémica del sur de Brasil, Uruguay y Argentina y se extiende por toda América del Sur. Vive en terrenos soleados, secos, permeables, florece en primavera y su floración se extiende hasta finales del otoño con abundantes flores blancas y perfumadas que permanecen abiertas durante el día y la noche.
Una de las cosas curiosas acerca de esta especie es que las petunias de colores que se ven en los viveros son producto de modificaciones genéticas realizadas por floricultores a partir de la Petunia axillaris. Se han obtenido híbridos con flores rosas, rojas y violetas.
Para algunas personas, esta petunia tampoco tiene muy buena fama fuera de su área de distribución. En España es considerada exótica y se encuentra en la lista de especies para su control. Tampoco es muy querida porque al parecer tiene una alta resistencia al glifosato, lo que ha ocasionado que invada cultivos de soja, y es difícil de controlar ya que llega a formar matas densas redondeadas de hasta 40 centímetros de altura.
Petunia axillaris
Nombre popular: petunia blanca, coroyuyo.
Porte: herbácea de entre 30 y 40 cm de altura.
Hojas: dispuestas en rosetas basales, luego se tornan espiraladas cuando asciende el tallo.
Follaje: perenne.
Flores: blancas, perfumadas, en axilas de las hojas superiores. Florece en primavera.
Fruto: cápsula septicida, fructifica en verano.
Usos: ornamental.
Estas situaciones tan repetidas de plantas introducidas que se convierten en invasoras nos hacen reflexionar acerca de que tal vez las especies que se tornan colonizadoras lo hacen simplemente porque no están en su hábitat natural y porque además tienen el terreno libre para desarrollarse por falta de las nativas de cada lugar. Lo mismo pasa con nuestra cola de zorro (Cortaderia selloana), que también introdujeron en España como ornamental y hoy invade terrenos.
Jeanine nos cuenta que gracias a este proyecto pudieron recolectar semillas fácilmente, ya que antes juntaban de los costados de la ruta, de los baldíos, de los parches que aún quedan. En todo el verano juntaban sólo 40 gramos, y a partir del laberinto juntan 40 gramos por semana. “Teníamos que tener pedazos grandes de la misma planta y además lograr que no se cruzaran las semillas y que no se ahogaran unas a otras. Fue todo muy pensado”.
Al principio iban a ser 15 especies y terminaron siendo 30, nos cuenta Jeanine. Realizaron pruebas de impacto de color, canteros blancos, amarillos, rosados y violetas, para mostrar los colores de cada una de las especies. También un diseño con plantas altas, medianas y bajas, y actualmente un diseño más naturalista, dejando que muchas especies crezcan espontáneamente, ya que no se trata de un jardín, sino que son canteros de producción e investigación para Psamófila.
El laberinto tiene tres anillos. En el central colocaron plantas inspiradas en Punta Ballena, especies que son endémicas y cuya conservación es importante. Muchas de esas especies son petisas y por eso la gente suele no verlas y pisarlas. A su vez, están desapareciendo por el avance de la construcción. Senecios, eryngiums y verbenas, entre otras, llenan los canteros del laberinto.
Unas hermosas monninas se balanceaban por el viento de la tarde primaveral. Esta especie, nuestra lavanda nativa, tiene ya dos años en el laberinto y ha tomado grandes dimensiones: 1,2 metros, cuando por lo general rondan los 50 centímetros. Las ataron a un tutor para que no se achaparren por el viento.
La monnina crece tanto en el matorral psamófilo como en las sierras y prefiere los lugares soleados y suelos permeables. Desde la primavera al otoño nos regala sus colores con sus numerosas espigas con pequeñas flores color fucsia y sus vistosas sámaras ovaladas, pequeños discos que contienen las semillas. Es una planta muy tolerante a las sequías y el viento y una de las flores silvestres favoritas de Lucía, la hija de Jeanine, quien maneja las redes sociales y la comunicación de Psamófila. “Hay algo en la elegancia de sus finos tallos cubiertos de florcitas rosadas y sámaras, así como en sus hojas en forma de corazón, que le da algo especial”.
Monnina cuneata
Nombre popular: monina.
Porte: herbácea.
Hojas: simples, alternas, con pecíolos cortos.
Follaje: perenne.
Flores: la inflorescencia es un racimo.
Fruto: sámaras (fruto en forma de ala aplastada) ovaladas que contienen la semilla.
Usos: en paisajismo, para canteros y techos verdes.
En invierno, nos cuenta Jeanine, el paisaje cambia, entonces es importante mostrar qué pasa con la vegetación, qué se hace con el mantenimiento, con las estructuras secas. “Hay una moda naturalista de dejarlo porque tiene asociado a ello toda una fauna y una cantidad de bichitos que debemos contemplar también, tal vez esas arañas necesitan de esa estructura seca para hacer sus nidos”. Desde el punto de vista de un paisajista, reflexiona Jeanine, no puede haber algo feo y desprolijo en un jardín, y es muy importante reeducar y contemplar esto en el manejo de las plantas para que la valorización de nuestras nativas sea exitosa. Hay que aprender a manejarlas y dejar inteligentemente las que mantienen su estructura en el invierno.
Muchos de los grandes referentes de nuestra flora estuvieron presentes en este encuentro brindando generosamente sus conocimientos a través de exposiciones, presentaciones orales y mesas de diálogo en las que especialistas en diversas temáticas intercambiaron opiniones sobre un tema en común.
“La sinergia que se dio entre Vida Silvestre y Arrayanes fue un placer, algo muy disfrutable que convocó a muchísima gente”, nos comenta Aroma. Se estima que concurrieron unas 200 personas. El resumen de este encuentro se puede encontrar en la página web de Vida Silvestre Uruguay.
Existe mucha riqueza en la naturaleza. Es momento de reconectar con toda esa sabiduría ancestral que yace ahí, en cada planta, y volver a darle el valor que se merece.