Llegamos a San Javier, en el departamento de Río Negro. El pueblo, colonia rusa, nos recibió muy tranquilo. Habíamos pernoctado en Salto, por lo que tuvimos que hacer ruta bastante temprano, algo que disfrutamos mucho. Fuimos hasta el muelle. En la orilla, varios ingás en flor nos regalaron un espectáculo de sombras y luces. Los rayos del sol y su reflejo en el agua iluminaban las hojas verde oscuras de raquis alado que hacen inconfundible a este árbol tan propio de este río.

El Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay constituye un sistema de humedales fluviales e islas que se inundan con las crecidas del río Uruguay. En sus márgenes crece una vegetación con gran variedad de árboles. El término estero está asociado a los pantanos. Se le llama así a una zona baja con drenaje insuficiente. A su vez, farrapos proviene del portugués harapos.

Inga uraguensis

Nombre popular: Ingá.
Porte: Árbol de tronco recto de hasta 12 m de altura.
Hojas: Hojas compuestas, alternas, de raquis alado.
Follaje: Perenne.
Flores: Plumerillo blanco-amarillentas. Florece de setiembre a febrero.
Fruto: Legumbre vellosa, comestible.
Usos: Ornamental. La madera es usada en carpintería. Medicinalmente se utiliza como expectorante, antineurálgico y astringente.

Este árbol adorna las orillas del río Uruguay y su dispersión se da casi que solamente en ese río. Es una especie propia de las orillas, no se la ve tierra adentro. Se dispersa desde las nacientes del río en Brasil y termina en la desembocadura en el Río de la Plata, de ahí su epíteto uraguensis.

Se trata de un árbol no muy alto, de ramas largas y follaje espeso y perenne. Su madera es dura, de color café verdoso, y su corteza se utiliza en la curtiembre para teñir. Al parecer, la madera no sirve para combustible, ya que se carboniza rápido y genera demasiado humo.

Ingá quiere decir, según nuestro gran amigo Félix Bernal, guía de naturaleza de Fray Bentos, “cerca del agua”. En guaraní, í es “agua” y ngá, “cerca”. Esta especie pertenece a la familia de las leguminosas y ayuda a fijar el nitrógeno al suelo, con lo que lo enriquece. Es muy linda como especie ornamental por su larga floración, que se da de diciembre hasta entrado el otoño. Sus frutos son muy particulares, ya que tienen forma de mocasín gamuzado. Sus semillas están recubiertas por una pulpa blanquecina de sabor dulce muy agradable que es comestible y que los antiguos pobladores utilizaban como medicina.

Esperando en el muelle bajo el sol de la mañana, fijamos la vista en la orilla y vimos al camalote, familiar en arroyos y ríos, formando pequeñas islas en forma de rosetas que flotaban suavemente en el agua. 

El camalote o jacinto de agua, también conocido como lirio acuático y aguapé, es originario de las aguas dulces de las regiones cálidas de América del Sur, particularmente de las cuencas del Amazonas y del Plata. Es una planta acuática que se distribuye en ríos, lagos y arroyos. Al tener bulbos con aire, puede flotar.

En la actualidad este camalote está catalogado como uno de los 100 organismos exóticos invasores más perjudiciales del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Fuera de su distribución natural, esta planta crece muy rápidamente si las condiciones son buenas, lo que la hace capaz de formar un tapiz en los sistemas fluviales que coloniza. 

Eicchornia crassipes

Nombre popular: Camalote.
Porte: Acuática de hasta 1 m por encima del nivel del agua.
Hojas: Dispuestas en roseta.
Follaje: Perenne.
Flores: Violetas. Forman espigas. Florece en otoño.
Fruto: Cápsula vellosa.
Usos: Ornamental.

Esta planta acuática tan típica de nuestro país tiene también su leyenda indígena:

Hace mucho tiempo, Chululú, un pequeño niño guaraní, vivía con su abuelo, el cacique de la tribu. Una de las diversiones de Chululú era nadar con sus amigos en río. Al lugar llegó una familia española con su hija adolescente, Pilar, que se hizo amiga de los niños y jugaba con ellos. Pero un día de verano, cuando los niños guaraníes se bañaban en el río y Pilar los miraba desde la orilla, vio que Chululú se estaba ahogando. Sin pensarlo, se tiró al río para salvarlo. Lo intentó con todas sus fuerzas, pero no lograba mantenerlo a flote. Cuando el cacique vio lo que ocurría corrió a ayudarlos, pero sólo pudo sacar del agua a su nieto. Por más que buscaron a Pilar durante horas, no lograron encontrarla. Horas después, cuando todavía nadie se atrevía a moverse de la orilla, allí donde Pilar había desaparecido, la joven apareció transformada en un camalote.

Allí, en el muelle de San Javier, nos encontramos con Paco, quien nos presentó a Ángel Rosano, el guardaparques, a Agustina Tierno, una arquitecta que está trabajando en la infraestructura del lugar, y a Verónica Etchebarne, una bióloga que estaba realizando una consultoría sobre el control de una especie exótica invasora que enseguida nos interesó. 

Verónica nos contó que llegó allí por un llamado binacional de Argentina y Uruguay relacionado con un proyecto de adaptación al cambio climático para realizar una consultoría en apoyo al SNAP. El objetivo es implementar una estrategia de control de especies exóticas invasoras leñosas en Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, principalmente de la acacia negra, cuyo nombre científico es Gleditsia triacanthos.

Este árbol proveniente de América del Norte fue introducido al país con fines ornamentales y se ha dispersado a lo largo del litoral y el sur de Uruguay. En Farrapos está tomando mucha relevancia debido a que prefiere planicies y bosques inundados por ríos y arroyos. Allí encontró un buen lugar para reproducirse y lo hace vertiginosamente sobre todas las demás especies.

Verónica nos cuenta que controlar a esta especie es muy difícil porque tiene muchas espinas, chauchas y semillas, y además, al reproducirse por las raíces, si se corta, el tronco rebrota. Nos explica: “Hay que tratar de tener en cuenta qué se hace con el individuo adulto, o sea, cortarlo y siempre tener en cuenta qué pasa con todo lo otro que rebrota, porque, además, mucho se dispersa por agua, y también puede llegar a dispersarlo el ganado que come la semilla. La estrategia para controlar a la especie tiene que ver con todas esas puntas, porque puede ser un gran problema si no se controla la revegetación”.

Ángel encendió la lancha, la empujamos hacia el agua y nos subimos. Partimos. El sol, ya más alto, se hacía notar. El agua, bastante revuelta, nos salpicaba la cara, y en las orillas las filas de árboles que besaban el río adornaban el paisaje. Árboles de unos diez metros de altura en la franja ribereña nos escoltaban, entre ellos una impactante cantidad de ejemplares de Gleditsia. Esta situación nos hizo reflexionar acerca de la importancia de hacernos cargo de nuestras acciones y de resolver este tipo de problemas para conservar la diversidad del ecosistema.

Vinieron a nosotras poemas como el de Juan Zorrilla de San Martín y su Tabaré, que nos recuerda la hermosura de nuestra naturaleza virgen.

Libro tercero, canto primero
Vírgenes transparentes
Que os colgáis en las ramas de los molles,
Y os columpiáis, con vuestros pies trazando
Rayas de luz sobre la linfa inmóvil,
Y en esas lacias hebras
Con que acaricia el sauce al camalote
Subís y descendéis llevando al río
Rayos de luna en haces brilladores;
O hundidas en un lecho de espadañas
Os reclináis en los desiertos bordes,
A escuchar el secreto de las olas
Que transformáis en trémulas canciones.

Zorrilla de San Martín menciona un lecho de espadañas, de totoras, y allí cerca de donde estábamos había un totoral. Esta planta acuática, muy común en los esteros y los pantanos de América del Sur, tiene como característica principal su flor en forma de penacho de color marrón, que puede utilizarse como harina o condimento en las comidas. Nosotras aún no la hemos probado.

Typha domingensis

Nombre popular: Totora, espadaña.
Porte: Hierba acuática de hasta 2,5 m de altura.
Hojas: Alternas y largas, a veces exceden las espigas.
Follaje: Perenne.
Flores: Inflorescencia cilíndrica con espigas femeninas en la parte inferior y masculinas en la parte superior. Florece en primavera.
Fruto: Fruto seco con una sola semilla. Fructifica en otoño.
Usos: Tallos, inflorescencias, rizomas y polen son comestibles. También se utiliza para fibra.

La totora tiene muchos usos. Sus tallos se pelan y se hierven y son comestibles, sus inflorescencias tiernas y sus rizomas pelados se consumen como verdura, su polen se utiliza para hacer harina, los pelos de sus frutos se utilizan para rellenar colchones y almohadas. Sus tallos proporcionan una fibra similar a la del yute. Sus hojas, cosechadas en verano y secadas al sol, son utilizadas en cestería. Sus tallos se emplean para hacer persianas. 

Y la totora también tiene su leyenda:

Cuenta la leyenda que en lo que hoy se conoce como Provincia de Misiones en la vecina orilla, vivían dos tribus muy distintas, los puros y los tocos. La comunidad de los puros obtenía su alimento de una hermosa laguna a la que consideraba propia. Allí pescaban diariamente. Un día, en el que la hambruna apretaba a los tocos, un joven de esa tribu, conocido con el nombre de Quingüi, se acercó a la laguna para pescar. A los puros no les gustó nada y les declararon la guerra a sus vecinos. Al día siguiente ambas tribus se enfrentaban en las cercanías de la laguna. Los tocos eran muy buenos nadadores y se escondieron bajo las aguas. El cacique de los puros, que conocía esas habilidades, ordenó que tiraran flechas envenenadas al agua. Muchas dieron en el blanco y otras quedaron clavadas por todas partes. Cuentan que en el lugar donde mataron a los tocos crecieron abundantes totoras, y cuando los puros quisieron volver a pescar notaron que la laguna había sido invadida por esta planta, que ya nos les permitía hacerlo.

Navegamos un trecho más, cruzamos algunas islas y bajamos en una de las playas que tenían fácil acceso. Nos adentramos en el monte, fuimos hasta uno de los lugares donde había Gleditsia y pudimos observar la cantidad de rebrotes que surgían de la tierra: parecía haber un ejército de ellos. El suelo estaba lleno de pequeños soldados de unos 20 a 50 centímetros de alto.

Durante el recorrido, otra de las especies que encontramos y que llamó mucho nuestra atención fue el sapirandí o palo víbora. Este hermoso arbolito, que no crece muy alto, lleva el nombre común de palo víbora porque es considerado un remedio contra el veneno de las víboras. Su nombre vulgar, horquetero, hace referencia a la ramificación de sus ramas en forma de horqueta.

Tabernaemontana catharinensis

Nombre popular: Sapirandí, palo víbora.
Porte: Árbol de 2,5 a 7 m de alto.
Hojas: Opuestas.
Follaje: Perenne.
Flores: Blancas, axilares o terminales. Florece de octubre a noviembre.
Fruto: Folículo, distribuido en pares. Fructifica de mayo a junio.
Usos: Sus hojas machacadas sirven para calmar picaduras de víboras.

Es autóctono de la América del Sur tropical y subtropical, desde Brasil hasta el noreste de Argentina y Uruguay. Es un árbol pequeño de follaje agradable, con flores perfumadas y blancas. Produce un látex color blanco que tiene propiedades antisépticas.

En primavera la planta se cubre de flores blancas con perfume agradable; tiene cinco pétalos que parecen aspas de un molino. Da un fruto amarillo anaranjado que se abre como un cofre hacia abajo y expone su pulpa roja y gelatinosa. Muchos pájaros son atraídos por este fruto colorido. Los zorzales, por ejemplo, entre ellos, el zorzal colorado, son importantes dispersores de este árbol nativo.

Volvimos a la lancha y a disfrutar del último tramo del recorrido con el sol ya casi llegando al zenit. De repente, Ángel, el guardaparques, nos señala, entusiasmado, que a lo lejos se puede ver un ejemplar de sangre de drago cuyas hojas se están tornando rojas por la proximidad del otoño. Nos acercamos hacia este árbol que tanto queríamos conocer. Siempre nos atrapó, sobre todo, por el encanto de su nombre.

El nombre del género tiene su origen en la palabra griega kroton, que significa “garrapata” y alude a la semejanza de las semillas de algunas de sus especies con estos ácaros, y urucurana es el epíteto que hace alusión al color rojo del látex.

El tronco de este árbol produce una resina roja; al cortarlo, parece como si estuviera sangrando. De ahí su nombre, que se remonta a la época colonial, cuando quienes visitaron estas tierras vieron a este árbol que exudaba esa savia roja y lo compararon con la resina llamada sanguis draconis, proveniente de la palmera asiática Daemonorops draco.

El uso medicinal de esta savia es conocido en el mundo. Se utiliza para detener sangrados y para curar heridas y protegerlas de infecciones. También alivia picazones, inflamaciones, infecciones intestinales, úlceras y diarreas.

Este árbol de porte medio está considerado una de las especies prioritarias para su conservación en el SNAP. Su copa es redondeada y tiene la particularidad de que presenta hojas con forma de corazón de colores diferentes: antes de su caída otoñal son de un verde grisáceo y anaranjadas, lo que hace a esta especie destacarse entre las demás, siempre verdes, que la rodean. 

Croton urucurana

Nombre popular: Sangre de drago.
Porte: Árbol de hasta 8 m de altura.
Hojas: Simples, alternas, con pelos y largo peciolo.
Follaje: Caduco.
Flores: Blanco-verdosas que forman espigas. Florece en otoño.
Fruto: Cápsula vellosa.
Usos: Ornamental. Medicinalmente el látex que exuda se usa para tratar heridas y problemas en la piel.

Cuenta la leyenda del sangre de drago que en la Amazonia ecuatoriana vivía un pueblo próspero regido por un jefe anciano y sabio que tenía una hija llamada Sány. Ella era conocida por su belleza, pero también por su indiferencia a los sentimientos de los demás. Por eso la llamaban “la que nunca llora”. Un invierno llovió tanto en el pueblo que los ríos se desbordaron y arrasaron con cultivos, animales y casas. Sólo Sány se mantuvo sin derramar una lágrima al ver el desastre. En medio del dolor, la gente del pueblo criticaba su indiferencia y hasta la culpaba por lo ocurrido. “Los dioses la están castigando por no tener sentimientos”, decían. La mujer más sabia y anciana del pueblo aseguró que sólo el llanto de Sány terminaría con la situación que estaban viviendo, y decidieron hacerla llorar. Para conmoverla, una anciana se le apareció a la muchacha y le pidió que la ayudara a juntar ramas para encender el fuego para darle calor a su nieto enfermo. Pero Sány siguió su camino. A los pocos pasos se le apareció una mujer desesperada con un niño en brazos y le pidió que la ayudara a encontrar las hierbas que necesitaba para curarlo. Pero tampoco la conmovió. Lo siguiente que oyó Sány fue la voz de la anciana pidiendo a los dioses que a ella, que no sentía compasión, la hicieran vivir haciendo el bien de los demás con su llanto. Sány sintió cómo sus pies se hundían en la tierra y su cuerpo se endurecía y se cubría de corteza. Cuando la transformación terminó, se había convertido en el árbol de sangre de drago, una especie a la que hay que hacerle un corte para que llore por la herida y suelte un líquido bueno para curar.

Llegamos al muelle. Ya era mediodía y decidimos almorzar allí cerca, sobre el río. Con una sensación de tranquilidad, reflexionábamos acerca de los lugares maravillosos que habíamos conocido y cómo en cada uno de ellos hay personas dispuestas a conservarlos, vinculadas con la flora nativa y su regeneración. Aquí, en Farrapos, deseamos que pase lo mismo y que se logre controlar a esta especie que amenaza el lugar.