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Foto principal del artículo 'Mondo di cromo' · Foto: Marcelo Casacuberta

Foto: Marcelo Casacuberta

Mondo di cromo

Ya no llegan trenes a la estación Víctor Sudriers, en Empalme Olmos. Toda esa sección del ferrocarril está clausurada, y las instalaciones que en algún momento vieron circular pasajeros y mercaderías hoy están sin uso, abandonadas. Marcelo Casacuberta y Patricia de Esteban estuvieron en la zona y lo cuentan así a los lectores de Lento.

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Ir a Empalme Olmos es viajar en el tiempo. Te subís a un vagón museo en el que José Luis, el telegrafista, hace andar trencitos a escala y te cuenta historias fantásticas de otros tiempos. Afuera es un depósito descriteriado, la grúa más antigua, vagones de madera, otros de hierro, la vegetación que se va metiendo entre las ruedas, vías y tablas que faltan. Por allí los trenes se distribuían hacia el este o seguían la ruta a Minas, por eso es un empalme. Allí hubo industria: la gente trabajaba en el tren o en Olmos, la fábrica de cerámicas. Por Empalme Olmos pasaba el tren Super Pullman, con supermillonarios que llegaban al puerto de Montevideo en el Vapor de la Carrera. Un funcionario movía una palanca y el tren tomaba su rumbo a Punta del Este. ¿Esa maniobra habrá causado el derrame de alguna copa de champagne en las alfombras persas?

Foto del artículo 'Mondo di cromo'

La mesa no habría sido problema, el mármol de Carrara se limpia fácil.

Foto del artículo 'Mondo di cromo'

Mirás esos vagones abandonados y te dan ganas de llorar. Un pasado pisado, pisoteado. ¿Por qué los gobiernos se mantienen indiferentes? Los talleres de Peñarol se están desmoronando, así que se va a trasladar todo a Empalme Olmos. Más fierros que quedarán ahí esperando cientos de años a desintegrarse. Mientras, podemos seguir siendo espectadores del deterioro e imaginar lo que fue. Si tenés suerte, te lo cuenta José Luis, el último telegrafista, que te deletrea tu nombre en código morse, que busca y espera las rueditas para arreglar el trencito a escala que algún coleccionista le manda desde Inglaterra.

Foto del artículo 'Mondo di cromo'

Nunca me imaginé regresar a mi tiempo de niño, nunca me expliqué por qué nunca vi un tren. ¡¡¡Llévenme a ver un tren, yo quiero ver un tren!!!1

Foto del artículo 'Mondo di cromo'
Foto del artículo 'Mondo di cromo'
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  1. Spinetta, L. A. (1983). Yo quiero ver un tren, en Mondo di cromo. Ratón Finta. 

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Mondo di cromo

Ya no llegan trenes a la estación Víctor Sudriers, en Empalme Olmos. Toda esa sección del ferrocarril está clausurada, y las instalaciones que en algún momento vieron circular pasajeros y mercaderías hoy están sin uso, abandonadas. Marcelo Casacuberta y Patricia de Esteban estuvieron en la zona y lo cuentan así a los lectores de Lento.

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Ir a Empalme Olmos es viajar en el tiempo. Te subís a un vagón museo en el que José Luis, el telegrafista, hace andar trencitos a escala y te cuenta historias fantásticas de otros tiempos. Afuera es un depósito descriteriado, la grúa más antigua, vagones de madera, otros de hierro, la vegetación que se va metiendo entre las ruedas, vías y tablas que faltan. Por allí los trenes se distribuían hacia el este o seguían la ruta a Minas, por eso es un empalme. Allí hubo industria: la gente trabajaba en el tren o en Olmos, la fábrica de cerámicas. Por Empalme Olmos pasaba el tren Super Pullman, con supermillonarios que llegaban al puerto de Montevideo en el Vapor de la Carrera. Un funcionario movía una palanca y el tren tomaba su rumbo a Punta del Este. ¿Esa maniobra habrá causado el derrame de alguna copa de champagne en las alfombras persas?

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La mesa no habría sido problema, el mármol de Carrara se limpia fácil.

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Mirás esos vagones abandonados y te dan ganas de llorar. Un pasado pisado, pisoteado. ¿Por qué los gobiernos se mantienen indiferentes? Los talleres de Peñarol se están desmoronando, así que se va a trasladar todo a Empalme Olmos. Más fierros que quedarán ahí esperando cientos de años a desintegrarse. Mientras, podemos seguir siendo espectadores del deterioro e imaginar lo que fue. Si tenés suerte, te lo cuenta José Luis, el último telegrafista, que te deletrea tu nombre en código morse, que busca y espera las rueditas para arreglar el trencito a escala que algún coleccionista le manda desde Inglaterra.

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Nunca me imaginé regresar a mi tiempo de niño, nunca me expliqué por qué nunca vi un tren. ¡¡¡Llévenme a ver un tren, yo quiero ver un tren!!!1

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  1. Spinetta, L. A. (1983). Yo quiero ver un tren, en Mondo di cromo. Ratón Finta. 

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