En los últimos días de mayo el periodista Hugo Alconada Mon publicó detalles del nuevo Plan Nacional de Inteligencia (PNI), el primero confeccionado por el gobierno de Javier Milei. De acuerdo con ese reporte, su redacción “entreabre la puerta a tareas de espionaje interno que podrían recaer sobre periodistas, economistas, académicos y todo aquel que cuestione al presidente o al gobierno nacional”.
El nuevo PNI, por ejemplo, le da a la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) “la facultad de recabar información de todos aquellos que busquen ‘erosionar’ la confianza de la opinión pública sobre los funcionarios que están a cargo de velar por la seguridad de la nación”.
Asimismo, pone el foco sobre “todos aquellos ‘actores’ que generen o puedan generar una ‘pérdida de confianza’ en las ‘políticas económicas’ del gobierno” y quienes “puedan ‘manipular’” la opinión pública.
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En la noche del 17 de mayo, víspera de la elección de legisladores en la Ciudad de Buenos Aires, dos videos breves que se replicaron virósicamente en las redes digitales pusieron en alerta a todo el sistema político.
Mauricio Macri era el protagonista del primero, un anuncio hecho con la estética de la campaña del PRO. “Quería contarles que tomé la decisión de bajar la candidatura de Silvia Lospennato”, decía Macri, en referencia a la diputada que encabezaba la lista del espacio que aún lidera el expresidente.
“Todos los pronósticos muestran que el kirchnerismo está primero en la ciudad y eso no lo podemos permitir. Por eso te pido que este domingo vayas a votar por Manuel Adorni”, el candidato de Milei, que terminaría ganando esa elección. “Frenemos al kirchnerismo votando a Manuel Adorni”, concluía el video.
Un rato más tarde aparecía el segundo, esta vez de la propia Lospennato, confirmando la novedad. “No podemos permitir que el kirchnerismo gane en la Ciudad de Buenos Aires. Por eso, junto a la conducción de Mauricio Macri, decidí dar de baja mi candidatura”, decía.
Al igual que el primer video, este también incluía la explicación de que, a causa de los plazos del sistema electoral, la opción de votar al PRO seguiría apareciendo en las pantallas de voto electrónico, pero que la decisión política era acompañar al candidato del gobierno nacional.
Los dos videos eran falsos. Su factura estaba lejos de ser perfecta, pero podía resultar convincente para alguien que no prestara mucha atención o que no estuviera familiarizado con estas tecnologías, principalmente si su sesgo ideológico se sentía cómodo con el contenido del mensaje.
Las encuestas de salida del domingo por la noche indicaron que 17% de quienes votaron por Adorni lo hicieron motivados por “la unidad contra el kirchnerismo”, un concepto clave activado por los videos, que hicieron su impacto en plena veda, justo cuando muchos deciden su voto.
El de Macri fue publicado por primera vez a las 19:07 del sábado en X por la cuenta @TTendenciaX, de acuerdo a una reconstrucción hecha por el experto en nuevas tecnologías Santiago Siri, que también detectó un vínculo directo entre ese usuario y el gobierno nacional.
Karina Milei, hermana del presidente y figura clave del esquema de poder, hace un uso muy limitado de sus redes sociales y sólo seguía, en ese momento, a apenas 145 cuentas en X. Una de ellas era la que difundió el video.
Inmediatamente este video fue compartido de manera coordinada por una serie de perfiles anónimos vinculados a los aparatos de propaganda del régimen, con nombres como @TommyShelby_30, @ElTrumpista (que después de la reciente pelea entre Donald Trump y Elon Musk se rebautizó @ElMileista) y @TalibanMilei. De esta manera se lograron 2,3 millones de visualizaciones en la primera media hora de circulación del video.
La operación fue mucho más allá de esto. Una cuenta falsa del Tribunal Electoral de la Ciudad de Buenos Aires, también en X, publicó un documento falso para reforzar la operación. “Debido al rompimiento de la veda, desde la Justicia Electoral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hemos decidido aceptar la suspensión de la candidata Silvia Lospennato”, decía. Esta mentira también fue raudamente difundida por el ecosistema digital paraoficialista.
Un rato más tarde, entre las ocho de la noche y las nueve y media, el prime time, entraron a jugar las cuentas más fuertes. El video de Macri fue compartido por @GordoDan_, el líder de Las Fuerzas del Cielo, el ala ñoña de La Libertad Avanza, que ha demostrado su poder para remover a funcionarios con un tuit, y por su jefe, Santiago Caputo, un asesor sin cargo pero con más poder que el jefe de gabinete, en palabras del propio Milei, que usa y descarta cuentas anónimas de X para sus operaciones psicológicas.
Entre los dos consiguieron sumarle al video casi siete millones de vistas más antes de que abrieran las urnas.
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Caputo es el cateto menor del “triángulo de hierro” que completan Javier y Karina Milei. Consultor en comunicación salido de la escudería Durán Barba, apellido ilustre (es sobrino de Luis Toto Caputo, ministro de Economía de Macri y de Milei, y de Nicky Caputo, uno de los empresarios más prósperos de Argentina), fue el arquitecto de la campaña que llevó a La Libertad Avanza hasta la Casa Rosada.
Con un perfil bajísimo hasta que comenzó el gobierno, luego tuvo el problema que siempre tienen los que quieren operar como monjes negros y al mismo tiempo esperan que se hable de ellos. Desde el primer día construyó un personaje, que incluyó retoques cosméticos en su rostro, paparazis, cigarrillos y masculinidad beta. Exhibió sus tatuajes tumberos rusos (anticomunistas), se hizo comparar con el protagonista de Peaky Blinders y cuando el presidente y su hermana se encontraban de viaje se paseaba por los pasillos de la casa de gobierno usando el broche de la mano del rey, el delegado que actúa en nombre de la Corona en la serie de fantasía épica Game of Thrones.
En paralelo, iba amasando un polo de poder con alcances importantes. Por su oficina no solamente pasan los soldaditos de X, sino también buena parte de los negocios que llegan o salen de la Casa Rosada. Nombró a gente que le responde en áreas clave, como la Unidad de Información Financiera y el ARCA (ex-AFIP, el órgano de recaudación fiscal). Pero sobre todo se encargó de quedar a cargo, aunque sin responsabilidad formal, de la SIDE.
En el marco de un gobierno que pasó la motosierra por las jubilaciones, los salarios públicos, las transferencias a las provincias, la salud y la educación, los servicios de inteligencia, bajo el auspicio de Caputo, aumentaron su presupuesto de forma meteórica.
A mediados de 2024 Milei emitió un decreto que asignaba a la SIDE 100.000 millones de pesos (unos 100 millones de dólares), unas ocho veces más que lo que estaba estipulado. Nunca, en democracia, la SIDE tuvo un presupuesto tan amplio. Las tres cuartas partes de esos fondos tenían la categoría de reservados, por lo que no requerían una rendición de cuentas. Antes, sólo 4% de los fondos disponibles para inteligencia tenía ese carácter.
De acuerdo con la ley vigente, los decretos presidenciales tienen fuerza de ley, pero pueden ser rechazados por mayoría simple de las dos cámaras del Congreso. El aumento del presupuesto de la SIDE fue la primera y por ahora la única situación en la historia argentina en la que se activó tal mecanismo. De todas formas, para cuando eso sucedió, buena parte de ese presupuesto ya había sido ejecutado.
Caputo tendió el puente para acercar a la secretaría de inteligencia a la patota digital que trabajó bajo su ala desde la campaña presidencial. El 1º de agosto de 2024 asumió al frente de la Escuela Nacional de Inteligencia el exjefe de la SIDE menemista Juan Bautista Tata Yofre.
A pesar de que en ese tipo de ceremonias, por motivos obvios, no suelen aceptarse invitados externos, esa tarde participaron en el acto el Gordo Dan y Juan Pablo Carreira, alias Juan Doe, director de comunicación del gobierno y exdirector de La Derecha Diario, un medio vinculado a Fernando Cerimedo, consultor que trabajó para Jair Bolsonaro y fue investigado por la Justicia brasileña en una causa por el intento de golpe de Estado de enero de 2023.
De acuerdo con reconstrucciones periodísticas, Dan y Doe fueron el centro de atención durante esa jornada en la Escuela de Inteligencia. No fue ni la primera ni la última vez que los lugartenientes de la patota digital de Caputo circularon por pasillos, salones y despachos que solamente están habilitados para personal de la SIDE.
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La inteligencia representa la capacidad de un organismo para comprender, dar sentido y resolver los problemas que se presentan, analizando su entorno y detectando patrones y señales que permitan trazar escenarios y planificar estrategias de adaptación para sobrevivir en un contexto cambiante.
Esto es así cuando hablamos de la inteligencia de un individuo, pero también en otras acepciones de la misma palabra. En el siglo pasado se llamaba inteligencia (o intelligentsia) a la vanguardia intelectual de una sociedad, justamente aquella que dedicaba sus esfuerzos a construir herramientas conceptuales que sirvieran al sistema para adaptarse a los cambios e imponerse a los desafíos.
El teórico Stafford Beer, uno de los primeros en aplicar conceptos de la cibernética a otros ámbitos de actividad, como la gestión empresarial o el gobierno, fue un paso más allá y planteó que la inteligencia es la capacidad de un sistema para conectarse con el futuro.
Beer, cuya influencia es tan amplia que alcanzó tanto al Chile de Salvador Allende (trabajaron juntos para crear una red de comunicaciones de avanzada para organizar la economía socialista) como a los manuales de management tecnocrático neoliberal (de los que reniega), desarrolló una teoría llamada modelo de sistemas viables (MSV).
El MSV plantea que toda estructura necesita, para garantizar su subsistencia en el tiempo, una capacidad de adaptación dada por la relación entre los subsistemas enfocados en el “aquí y ahora” (subsistemas operativo, organizativo y de optimización) y los que se encargan, dentro de una organización, de proyectar el “allí y entonces”, es decir, el futuro. A ese subsistema Beer lo llama inteligencia.
Por supuesto, no se trata simplemente de prever escenarios futuros como un ejercicio contemplativo, sino que es un mecanismo para influir en el futuro y, en última instancia, manipularlo de forma tal que se garantice la supervivencia del sistema, a través de su capacidad de adaptación.
La inteligencia, en resumen, es una capacidad imprescindible para garantizar la existencia en el largo plazo de cualquier sistema complejo, proyectando situaciones y actuando en el presente para darle forma al futuro.
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En un Estado, esa tarea recae en los llamados “servicios”. Son tan importantes que ningún gobierno, en ningún país del mundo, puede prescindir de ellos, a pesar de que, por sus características, constituyen una suerte de poder paralelo a la política, a la que muchas veces envuelve y condiciona.
En los papeles, la tarea pasa por la recolección y el análisis de información. En la realidad, sus atribuciones son mucho más amplias. Son tan importantes, decíamos, que se les permite hacer cosas que están prohibidas para el resto de la ciudadanía y, sobre todo, para el resto de la estructura estatal. Actuar de incógnito. Usar fondos sin explicar su origen ni su destino. Romper la ley. Interceptar comunicaciones. Muchas veces, también, ejercer la violencia.
No existe un solo modelo de inteligencia de Estado. Por el contrario, pareciera haber uno distinto para cada gobierno, en cada país, durante cada época. La forma en la que un gobierno caracteriza e instrumenta su aparato de inteligencia habla, como ninguna otra cosa, de la forma en la que se conciben la política y el poder cuando no hay escrutinio público. La inteligencia funciona, de alguna manera, como el inconsciente oscuro de los Estados modernos.
En Argentina, durante el último medio siglo, existieron muchos paradigmas distintos. La inteligencia como órgano central del aparato de vigilancia y represión ilegal. La inteligencia como ámbito de diplomacia paralela, coordinación o subordinación a intereses extranjeros. La inteligencia como aparato de financiamiento ilegal de la política (y de otras cosas). La inteligencia como poder parajudicial. La inteligencia como instrumento en la guerra intraestablishment.
En el Estado según Milei y Caputo hay lugar para que convivan todas esas inteligencias (la represiva, la entreguista, la pecuniaria, la parajudicial, la de negocios), pero se suma una nueva capa que constituye, en sí misma, la novedad de esta época: la inteligencia como la fábrica de una realidad paralela.
En la era de la posverdad y los deepfakes, el matrimonio entre la SIDE y las brigadas digitales se encarga de generar insumos para construir, con la inestimable ayuda de los medios tradicionales, una narrativa que proyecta los anhelos y las fobias del gobierno sobre la agenda, distorsionando los hechos para ajustarlos a las necesidades políticas. Ya no importa la verdad (¿alguna vez importó?), sino darle a una audiencia condicionada lo que cree que quiere.
A veces son cuestiones de largo aliento, extensas operaciones dedicadas a horadar a un adversario, enaltecer a un aliado o cincelar las características de un líder obsesionado con proyectar una imagen distinta a la suya. A veces son cortinas de humo que duran lo suficiente para distraer a la sociedad de asuntos que el gobierno no quiere que se ventilen. Otras veces, blitzkriege frenéticos que buscan causar un efecto concreto en pocas horas antes de ser desmentidos, como sucedió con los deepfakes de Macri y Lospennato.
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El mes pasado, el gobierno entró en conflicto con el Hospital Garrahan, el centro de salud pediátrico más grande del continente. Los trabajadores iniciaron un paro denunciando el vaciamiento de recursos y en reclamo por el pago de mejores salarios, que en muchos casos no alcanzan los 800 dólares para un profesional de la salud.
El asunto escaló rápidamente por las implicaciones que tiene un ataque frontal a una de las pocas instituciones que aún guardan el respeto de la sociedad en Argentina. El Garrahan es un centro de referencia en pediatría compleja: terminan atendidos allí niños de todo el país, incluso muchos que están afiliados a las mejores prepagas. Hay ciertos tratamientos que solamente se hacen allí.
En la tercera semana desde que estalló el conflicto, luego de que fracasara una conciliación obligatoria porque no hubo representantes oficiales en la mesa de diálogo, el gobierno decidió romper la huelga apuntando al segmento más vulnerable: los médicos residentes, cuya situación contractual es siempre precaria y que no cuentan con representación ni protección gremial. Para eso utilizaron los servicios de inteligencia de Caputo y Milei.
La Derecha Diario, el órgano de propaganda que conducía Doe, publicó las supuestas capturas de un grupo de chat de residentes “enojados con los gremios por rechazar el aumento de 63% que ofreció el Ministerio de Salud”. La oferta no era real, el grupo de chat tampoco.
Ante la desmentida, apareció una cuenta en X, @ResGarrahanReal, que decía que representaba a los residentes y publicó un mensaje para confirmar la veracidad de los chats truchos publicados por La Derecha Diario. Esa cuenta también era falsa y un rápido scroll por su timeline permitía llegar en pocos segundos a un post que había publicado el mismo usuario, aunque con otro nombre, apenas dos semanas atrás. El mensaje decía: “Debido al rompimiento de la veda, desde la Justicia Electoral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hemos decidido aceptar la suspensión de la candidata Silvia Lospennato”.
Nicolás Lantos (Buenos Aires, 1983) es periodista y analista político. Escribe en el medio argentino El Destape. Recientemente estrenó su pódcast Estado de malestar, que pone la lupa sobre las crisis concéntricas de esta época.