Visitar la Feria del Libro suele ser un paseo recomendable cuyo balance depende de los hallazgos en materia de novedades o de saldos. Acompáñenme en forma virtual, manteniendo una distancia de 1,5 pixeles.

Aforo necesario

Volvió una mañana. En 2020, la Feria Internacional del Libro de Montevideo, el evento literario más importante de nuestro país, tuvo una edición de emergencia en la plaza Independencia. Desde el martes 26 volvió al lugar de siempre: el Palacio Municipal, y también regresaron muchas de sus características clásicas, con énfasis más pronunciado que de costumbre en la producción nacional, ya que el mundo todavía no facilita las llegada de creadores de otras tierras.

En conversación con la diaria, el gerente de la organizadora Cámara Uruguaya del Libro, Sebastián Artigas, advirtió que en los momentos más concurridos de la semana será necesario esperar fuera de la carpa o del atrio por cuestión de aforos. Concurrir temprano en la tarde de un día laborable es una buena opción si tienen la posibilidad, ya que no fue necesario aguardar en una explanada sobre la que se podían cocinar huevos fritos con estos primeros calores. Dentro de la carpa la temperatura era unas décimas de grado más baja.

La carpa, justamente, suele ser el primer espacio a recorrer en una visita típica a la feria. Al entrar da la sensación de que el tiempo se hubiera detenido en 2019 y el tiovivo de la plaza Independencia del año pasado no hubiera existido. Los ingredientes necesarios siguen estando allí, después de un año y medio de pandemia; en particular aquellas librerías o editoriales que saldan gran parte de su stock. Quienes tengan buena memoria recordarán algunas caras (o tapas) conocidas en el rincón de tres libros por 500 pesos, incluyendo a varias celebridades mediáticas a quienes alguien les ofreció la posibilidad de escribir un libro. No digo esto con ínfulas de superioridad, ya que algunas de mis propias creaciones siguen esperando un hogar entre Mercedes Vigil y Tony Kamo.

Foto del artículo 'La Feria del Libro regresó con actividades y tesoros escondidos'

Foto: Alessandro Maradei

Allí, como en el resto de los stands que tienen secciones de saldos, se repite la misma historia: nuestro deseo de que el gusto personal y el del gran público no coincidan, para encontrar a precio de oferta lo que nosotros consideremos una joya literaria y que para el resto de las personas sea en el mejor de los casos un tope de puerta. No ocurre tan seguido, pero ocurre. Por eso hay que armarse de paciencia, ir ganando espacio frente a los cajones con un sutil movimiento de caderas, y dejar que nuestros dedos vuelen de un ejemplar al otro para apreciar mejor los títulos. Punto extra para los stands que colocan los libros con el lomo hacia arriba. Merecen el Premio Nobel de la Paz.

Entre los tipos de tesoros que es posible encontrar están los clásicos de la literatura, los libros medianos a precios pequeños, y los libros grandes a precios medianos. Si alguna vez quisieron tener un libro con las mejores fotografías de vitrales en donde predomina el rojo de iglesias de Hungría, y Taschen lo editó, es posible que lo hallen a un precio promocional. Siempre y cuando Uruguay no sea un hervidero de fanáticos de las fotografías de vitrales en donde predomina el rojo de iglesias de Hungría.

En alguna edición anterior, la carpa estaba conectada al atrio, como un gigantesco gusano de arena que no se despega de su presa (disculpen, es que por estos días estamos casi todos obsesionados con Duna). En 2021 volvieron a liberarlo, así que fue necesario dar unos pasos bajo el sol abrasador para llegar al interior del edificio de la Intendencia. Entrar al Palacio Municipal no era tan agradable desde que iba a cobrar por mi trabajo en TV Ciudad. La temperatura allí adentro era ideal, casi fresca. Por eso hice el doble de esfuerzo en recomendarles la visita a la carpa.

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Foto: Alessandro Maradei

El segundo gran espacio de la Feria del Libro tiene a la mayoría de las editoriales como grandes protagonistas. En estantes más grandes o más pequeños, en pilas que miran a los cuatro puntos cardinales y que se caen si uno respira fuerte, se encuentran las novedades. Los libros que vieron la luz en los últimos meses se encuentran rodeados de otros que siguen siendo atractivos pese al paso de los meses, a diferencia de aquellos que intentaron pegar en un momento puntual de nuestra historia (como cada libro que se editó y se editará sobre un referéndum o un plebiscito).

Los precios suelen ser los mismos que en librerías, pero la posibilidad de verlos a todos juntos y sin apuro, sumado a la frescura del atrio, contribuyen a que cada año la gente se arrime. Ya en los primeros días, como la sana costumbre (literalmente) del tapabocas, muchos montevideanos aprovecharon para engrosar sus bibliotecas. Lo que no es tan recomendable es asistir sin dinero, salvo que tengan una gran fuerza de voluntad o estén por cobrar algún trabajito. Costó hurgar en un cajón de ofertas a 190 pesos sabiendo que no sería sencillo irse con las manos vacías aun cuando una pepita de oro apareciera entre el barro de la autoayuda y los plebiscitos del siglo pasado.

Por último, la Feria nos recuerda su componente municipal a la hora de las charlas y presentaciones. Que se desarrollan en tres hermosas salas... ubicadas en un piso 1 y 1/2 a mitad de camino entre lo kafkiano y ¿Quieres ser John Malkovich? (Spike Jonze, 1999). Cuando uno aprende a llegar, todo es más sencillo, pero no debe haber uruguayo que olvide su primera visita a ese piso cuya denominación no es un número entero. Divinas salas cada una de ellas, pero hay que llegar hasta ahí. Un pique: revisen el programa y reserven su lugar en las actividades en la página de la Cámara Uruguaya del Libro. De todos modos, pueden chequear a último momento si hay lugar y registrarse in situ.

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Foto: Alessandro Maradei

Hasta el 7 de noviembre hay tiempo para explorar, recorrer, requechar, auscultar, debatir y (si pueden) comprar. La Feria del Libro volvió una mañana casi como si no hubiera pasado nada desde 2019, aunque sabemos muy bien que la respuesta es otra.

Algunas actividades para estos días

Sábado
A las 15.00 en el Salón Rojo, Cosabuena presenta su trabajo editorial, enfocado en brindar oportunidades a personas con discapacidad.

A las 18.00 en el Salón Dorado se presenta Las aventuras de Juan el Zorro en la versión de Dilo y Ombú. Charla con ellos Rodolfo Santullo.

A las 20.00, el periodista Antonio Ladra presenta Uruguay en la mira del narco en el Salón Rojo.

A las 21.00 en el Salón Dorado, se presenta un nuevo libro de César Di Candia: Cinco noches. Con Jaime Clara.

Domingo
A las 15.00 Martina Gadea presenta Dichos populares para niños. En el Salón Dorado.

A las 17.00 en el Salón Rojo se presenta Vanguardia poética latinoamericana, de Clemente Padín. Con Elisa Pérez Buchelli y Martín Palacio Gamboa.

A las 18.00 en el salón Azul es la presentación de Panes y masas en Uruguay más la segunda edición de Huerta. Dialogarán Alejandro Sequeira, Martín Sommaruga y Maxi Guerra.

A las 19.00, la argentina Mariana Enríquez dialoga vía remota con Mercedes Rosende y Natalia Mardero, que estarán en el Salón Rojo, sobre Alguien camina sobre tu tumba, el libro que acaba de editar en la editorial uruguaya Hum.

A la misma hora, pero en el Salón Dorado, el contador Ricardo Pascale presenta Del freno al impulso. Una propuesta para el Uruguay futuro.

A las 20.00, también en el Salón Dorado, Roberto Appratto y Cecilia Ríos presentan A través de un breve laberinto, de Pablo Silva Olazábal.

En la semana

El lunes se presenta El origen de las palabras, de Damián González Bertolino, con Sebastián Papelito Fernández. A las 20.00 en el Salón Rojo.

El jueves 4 a las 19.00, Gerardo Caetano presenta su libro El liberalismo conservador junto a Gabriel Delacoste en el Salón Azul.

La Feria está abierta todos los días hasta el 7 de noviembre. Abre a las 10.00 y cierra a las 22.00, excepto los domingos, cuando empieza a las 14.00. La entrada es gratuita y no hay que inscribirse para la visita a los stands, pero para participar en las actividades hay que anotarse en cul.com.uy.