“Comunión, rebeldía, libertad y respeto” es el significado del candombe para Alejandro Palomeque, uno de los directores de La Generación Lubola, la comparsa de Maldonado que obtuvo el cuarto lugar en el Desfile de Llamadas 2022, en Montevideo, y que ganó el primer premio en el Desfile de Comparsas del Interior, celebrado en Durazno, por quinta vez. El director conversó con la diaria sobre la historia y los valores de la agrupación, a días de su 20º aniversario.
“Nos sentimos muy orgullosos de las personas que están en la cuerda porque algunos -que hoy tienen 30 años- se fueron a Montevideo a estudiar o se ausentaron un año porque fueron padres, pero siempre volvieron. Porque dicen ‘yo estoy acá desde los 11 años’”, expresó Palomeque, quien comparte la dirección de la comparsa junto a Aldana Fernández.
En 1990, con el objetivo de transmitir los valores sociales del candombe, que debieron atravesar los desalojos de los conventillos en la década del 70 y la censura durante el terrorismo de Estado, el referente carnavalero Popeye Rivero creó un polo de candombe en Maroñas, que se convirtió en un lugar de referencia para las comparsas de Montevideo.
Palomeque, junto a una veintena de amigos, fue invitado a participar en ese espacio. Allí compartió las raíces de comparsas históricas como Kanela y Sarabanda, recordó. Y agregó: “Formamos parte de la generación de tamborileros que emergió después de la dictadura”.
En 1997 se creó un nuevo grupo con integrantes de Canelones, Montevideo y Maldonado, que se disolvió, en mayo de 2002, debido a las dificultades de traslado para poder ensayar. De ahí surgieron La Fuerza Candombera, en Montevideo, Candonga Africana, en Las Piedras, y La Generación Lubola, en Maldonado.
Después de un año de rigor y ensayo tras las paredes de su local de Barrio Norte, en 2003, La Generación Lubola se presentó por primera vez en Durazno -donde las comparsas del interior competían para clasificar a Montevideo-, con 30 tamborileros y 30 bailarinas, todos menores de 18 años.
Desde el inicio la comparsa tuvo su sede en el local de Barrio Norte, que alquilaron durante 17 años hasta que lograron adquirirlo. A efectos prácticos la sede sirve como depósito de vestuario, de escenografía y tambores, sin embargo, su significado va más allá: es el símbolo de la consolidación de la comparsa y un lugar emblemático del barrio, según su director.
“Hay un vínculo con el barrio, una cultura en la que se adora el sonido y se sale a bailar en los ensayos”, ilustró Palomeque. Aunque reconoció que los altos decibeles hacen que, a veces, “se mueven los cubiertos en las mesas de los vecinos”.
En la plaza de Barrio Norte, lugar donde se calientan las lonjas de los tambores y punto de partida de la comparsa, se colocó el monumento al Tamborilero, el 3 de diciembre de 2006, Día Nacional del Candombe, la Cultura Afrouruguaya y la Equidad Racial, según la Ley 18.059, que declara al candombe patrimonio cultural de la República.
La pieza fue elaborada por los integrantes Alejandro Ramírez, quien se encargó del diseño, y por Adam Pérez, quien se ocupó del trabajo en hierro. Tiene placas en memoria a grandes figuras del Carnaval como Juan Ángel Silva, Alfredo Guillerón y Juan Velorio, así como a la vedette de la comparsa Berta Slepovich.
En junio de 2021 el monumento fue vandalizado. El 3 de diciembre de ese año se colocaron nuevamente las placas robadas y se sumaron otras con los nombres de Waldemar “El Cachila” Silva, Aquiles Pintos y Gustavo Oviedo, fallecidos durante la pandemia.
Más allá de febrero
“Intentamos transmitir que se trata de un flujo de energía, de un intercambio colectivo de gente, que hay una conversación sin hablar entre la cuerda, las bailarinas y el público”, ilustró Palomeque.
Por reglamento, las comparsas deben tener un mínimo de 70 integrantes para desfilar en Carnaval y un máximo de 150. Sin embargo, entre técnicos, asistentes, familiares y componentes antiguos, que acompañan durante todo el año, el universo de La Generación Lubola está compuesto por unas 300 personas.
“Nosotros no somos un grupo cerrado. Este grupo tiene mucha identidad y la gente lo palpa en la energía que se da en cada desfile, pero es porque venimos haciendo cosas juntos todo el año. Acá la gente se siente respetada y las actividades trascienden a febrero”, señaló el director, quien resalta el valor sociocultural de los talleres de baile, tamborileo, personajes típicos y banderas, que transcurren entre mayo y octubre.
Cada año se forman grupos de diferentes edades en todos los rubros. En octubre los integrantes deben tomar la decisión de si quieren desfilar en el Carnaval. No obstante, ese no es el objetivo central de la comparsa, sino brindar herramientas de calidad que permitan el involucramiento con el candombe a quien lo desee, sin importar la trayectoria o el grupo etario, indicó Palomeque.
Además de las actividades formativas, están las finanzas de la cuerda, que se propone recaudar 30.000 dólares anuales para cubrir los costos del espectáculo. Para tener una idea, sólo el tocado de una bailarina tiene un valor promedio de $ 8.000, que debe multiplicarse por 40, comentó el director.
Por otra parte, destacó que ningún integrante de la organización es asalariado, algo que, según Palomeque, influye de forma positiva en la calidad humana del grupo y en el sentimiento de identidad lubola. “[En el carnaval] hay muchas cuestiones de ego. Hay gente muy buena en el rubro y hay gente que va a competir porque cobra. Eso hace que se pierda el respeto [...] [En cambio], en el caso de La Generación tenés que venir y demostrar que esto te gusta”, consideró.
Galardones
La comparsa había dejado de asistir a las Llamadas de Durazno en 2019 cuando dejaron de ser clasificatorias para las Llamadas de Montevideo y cuando perdieron el aporte económico para el transporte que le dio la Intendencia de Maldonado durante 15 años. La última asistencia fue en 2018 y fue solventada económicamente por el grupo.
En 2021, durante un encuentro en torno al Monumento al Tamboril en el barrio Bertonasco de Durazno, jerarcas de ese departamento se comprometieron a interceder, ya que consideraron que era un asunto que se debía zanjar “entre intendencias blancas” y este año recuperaron la ayuda municipal para cubrir los costos de transporte para participar del Desfile de Comparsas del Interior, recordó Palomeque.
La pandemia despertó una “incertidumbre” que se prolongó hasta el 17 de enero, cuando el gobierno definió que el Carnaval se iba a festejar bajo aforo y con protocolo sanitario. Para poder salir a la calle en febrero se debe contar con una base financiera sólida y con patrocinios. Algunas empresas dudaron si seguirían apoyando a La Generación Lubola porque, a nivel departamental, no se establecieron las fechas del Carnaval hasta el 20 de enero. Sin embargo, se mantuvieron.